Partida Rol por web

Ingvarr se miraba la herida de vez en cuando. Quería estar preparado para lo que fuera. Era evidente que la batalla estaba a punto de comenzar y que sería más dura, mucho más descarnada que la última, en la que, como mucho, se habrían encontrado con una pequeña avanzadilla, y ni siquiera podía asegurar que se tratasen de esas bestias de las que les hablaba el Jarl.

-Yo prefiero hacer la primera guardia. Estoy despierto, pero inquieto, y quiero poder dormir para sanar bien las heridas. O la primera o la última guardia, entonces. Lo que os parezca más adecuado.

Habría replicado a las palabras de Naúl, habría alzado la barbilla y habría antepuesto su orgullo a su debilidad... si no fuera porque realmente la visión la había desprovisto de gran parte de su energía y el largo camino no había ayudado a recuperar fuerzas.

-Podría hacer la última guardia- dijo con voz átona, siempre era susceptible de recibir un mensaje de los dioses pero de seguro era que, si querían hablarla, lo harían poco antes de emprender de nuevo la marcha tal y como había sucedido con la visión que la alertó de la naturaleza sobrenatural de la preciosa loba de pelaje níveo. 

Jormün estuvo escuchando a sus compañeros preparar la noche tras haber llegado esta y empezar el frío. Se levanta y les dice:

- Puedo hacer más horas de guardia para que podáis descansar más. Creo que podré soportarlo, aunqe debo descansar como todo el mundo y quiero estar bien para el combate si lo hay para poder protegeros. Así que durmamos lo justo para estar recuperados y listos para acabar lo que hemos venido a hacer y poder salvar a nuestras gentes y nuestro jarl.

 Naúl miró a la mujer y negó seriamente.

 - Cada cual tiene que desempeñar una función, y la tuya es la de nexo con la voluntad de los dioses, Daana. Mejor que descanses y recuperes fuerzas para estar lista para la próxima... revelación. Parecen ser muy exigentes. 

 Luego miró a los otros hombres, y asintió.

 - Ingvarr, haz la primera guardia, así descansarás el resto de la noche. Luego despiértame. Y ya que te has ofrecido, Jormün, te dejaré con las últimas horas para ti. 

 Dicho eso preparó las mantas, dejando una en el suelo para aislar el contacto con la fría piedra del cuerpo y señaló a los otros para que se tumbaran pegados unos a otros cuando quisieran descansar tras comer algo, él por su lado se cubrió con su capa y otra de las mantas e intentó descansar un poco, confiando en los demás.

-...cierto- dijo con voz apesumbrada, aceptando las palabras de Naúl como el consejo y la exposición de hechos que eran.

Tomó otra de las mantas, prácticamente envolviéndose en ella para limitar el contacto con la fría superficie de la piedra y se recostó junto a Naúl, separada en un principio antes de acabar deslizándose por el suelo hasta que su cuerpo dio contra el cuerpo del hombre, haciendo un breve ruido. Flexionó las rodillas en busca de una posición más natural, aovillándose para además de retener el calor que pudieran segregar,protegerse más del frío.

No aguantó despierta mucho más y su respiración se volvió regular y lenta mientras su consciencia la abandonaba para adentrarse en el plano onírico que nada tenía que ver con las visiones pero que bien podía servir como canal entre las visiones y la mujer.

-De acuerdo - agradeció Ingvarr. Se ubicó en el lugar que encontró más cómodo, pero no acogedor, para evitar que la fatiga de la herida le doblegase, y se dispuso a cumplir con su guardia -. Podéis dormir tranquilos. Si aún nos cuida esa loba blanca, puede que la noche sea tranquila.

Él mismo no se aplicó lo dicho. Se preparó para lo peor, era a lo que estaba acostumbrado. Él sabía de cazar, pero no de adentrarse en lugares desconocidos. Una guardia era otra cosa, tenía que ver con hacer suyo un lugar pequeño y no dejar que nada nuevo lo alterase. Observó a los demás ubicarse y calculó los momentos de la noche en los que se levantaría y daría un paseo. No valía la pena mantener un único ángulo de visión. Tenía que estar atento a lo que hubiese alrededor. Descubrir lobos que buscaban ser discretos nunca era sencillo, pero lo había hecho durante muchos años. Lo único que le preocupaba es que hasta el momento, los lobos habían sido eso...lobos. Normales y corrientes. Nada más y nada menos que lobos.

El hirdman se preparó para dormir todo lo posible antes de su guardia, acercándose al resto de sus compañeros para darles calor con su enorme cuerpo. Su hacha no estaba muy lejos de su mano por si en la noche se les ocurría volver a aquellos lobos, cosa de la que estaba casi seguro que pasaría. Por eso le costó bastante dormirse intentado estar dormido y atento a la vez a su alrededor.

La noche comenzó a transcurrir con el frío gélido de la montaña. Los cuatro viajeros permanecían cercas uno del otro para trasmitirse calor cerca de una roca buscando cobijo al viento. Así transcurre el tiempo nocturno en la falda de la montaña. Ingvarr podía sentir la mirada de la loba blanca a unos metros sobre su cabeza. Un aullido en el bosque puede oírse, un aullido que hiela sus corazones, el único consuelo es la presencia de la loba que por razón que desconocían la sentía como cercana.

El tiempo pasaba y todo estaba tranquilo. De repente un ruido reclama tu atención. Te fijas en un punto de luz que se halla por encima de vuestras cabeza, en la parte alta de la montaña. Piensas que es la loba, pero tu sorpresa es tal que apenas puede abrir la boca. La lengua queda pegada al paladar y sientes una sensación de desconcierto. ¿Estarás dormido y estás soñando?. No puede ser, puedes ver a pesar de que la iluminación es tenue a una mujer mirándote desde la roca donde vigilaba la loba. La mujer viste de blanco y tiene sus brazos desnudos a pesar del frío. Esa mujer tiene la cara de...no puede ser...¡Qué clase de ilusión y hechizo era ese! ¡O qué clase de macabro sueño...! ¡Su madre Frida la observa desde la roca!

El sueño lo vence rápidamente. El cansancio vence la prudencia. Al fin y al cabo Ingvarr era un buen explorador y confiaba en él. Pero todo se vuelve nebuloso. El ambiente y oscuro velo onírico envuelve al cazador. Rememora esos tiempos lejanos.

El combate fue breve, caótico y sangriento. Los humanos se lanzaron en medio del campamento y atacaron a diestro y siniestro. Cuando todo hubo terminado el único que se mantenía erguido era Naúl, con una fea herida en un costado, entre los cuerpos sin vida estaban el de su padre y sus dos hermanos, rodeados por los ocho incursores que habían traído la desgracia a la aldea. Belarson no pudo irse de allí hasta que no hubo enterrado a sus familiares y dejó allí el cuerpo de los mal nacidos para que los carroñeros se dieran un festín. Y vagaran sin ojos por la otra vida sin encontrar reposo alguno.

En el sueño repetía aquella cruenta batalla en el campamento de los asaltantes de su verdadero hogar. Pero había algo diferente a lo que recordaba. Mientras que luchaba podía visualizar por un instante a un individuo fuera del anillo observándole, no podía ver su rostro, entonces uno de los asaltantes de su ladea quiso pasarlo por cuchillo y tuviste que repeler su ataque. Cuando tienes ocasión de mirar, ya no está ahí.

No duermes apaciblemente. El sueño es perturbador y la intranquilidad no contribuye al descanso. Algo no iba bien, sentía angustia, dolor. Ya no sabes que punto de lo que ves es sueño o realidad, las brumas que cubren la experiencia onírica no camufla la verdad, lo que ve es demasiado claro y no difuso, como suele suceder en los sueños. Puedes ver como aquel individuo al que las sombras cubre su cara corre perseguido por dos fieros guerreros nórdicos de tupida barba negra. Entonces unos extraños truncan la persecución y los dos guerreros increpan a los intrusos. Entonces se libra una batalla entre los cuatro aparecidos y los dos perseguidores. El perseguido huye riendo como un loco hacia la montaña, hacia aquella misma montaña que estaban ascendiendo.

El tiempo transcurre inexorablemente pero el descanso reparador del sueño se ve truncado por una serie de imágenes que casi arrancan un grito de tu garganta. No temes a la muerte pero no sabes porqué aquellas imágenes te aterran. Son pequeños retazos de recuerdos, aunque no te pertenecen o no las recuerdas. Las brumas de la experiencia onírica te confunden. Imágenes de dolor, imágenes de terror...Una fiera lucha con esos dos fieros guerreros a los que increpaste. El perseguido huye hacia la misma montaña en cuya base descansas. Esos recuerdos te parecen ajenos, pero sabes que son tuyas, enterrados en lo más profundo de tu corazón, hasta tal punto que no las recuerda. Aquella criatura tras vuestros pasos, los tuyos y los de tus tres compañeros.

-Por Ymir - rezó -. No es posible. No eres tú, madre. Nadie abandona los salones de la morada de los dioses sin su consentimiento. Y ellos no consienten.

Aturdido, fue incapaz al principio de avisar a sus compañeros, ni siquiera de mirarlos. Parpadeó, apretó los ojos y volvió a mirar. Finalmente, con la boca fría y reseca, temiendo sufrir los efectos de las fiebres por las heridas más que una maldición, renegó de sí mismo y despertó a la völva.

Una voz asustada, casi la de un niño o la de un hombre roto, insistió a través de las ensoñaciones hasta ocupar todo el espacio de la mente. Una mano fuerte, aunque trémula, acompañó a la voz. Era Ingvarr.

-Mujer. Despierta, mujer. ¿Qué magia es ésta? - decía, con los ojos fijos en la loba que los custodiaba. Estaba como enloquecido, con la boca abierta y la lengua casi sin vida, asomando al frío de la noche -. Esa loba se ha convertido en una aparición. ¿Mi madre vestida de blanco? No me creo esa patraña. ¿Quién juega con nosotros, mujer? Dímelo. No despiertes a los demás si es solo una locura mía. ¿Qué es lo que estoy mirando? - repitió machaconamente, atento a la imagen de la loba blanca.

Daana empezó a despertar ligeramente, pero no hacía más que murmurar incoherencias, hablaba de algo pero de nada, era como si palabras sin sentido fueran susurradas desde el interior de su boca.

Comenzó a despertar, pero tenía una migraña brutal y todo parecía confuso- el hombre huyó de su destino -dijo la mujer medio en sueños aún cuando empezó a enterarse de lo que decía el hombre- ¿Loba? ¿De qué estás hablando? -parpadeaba pesadamente y le costaba enfocar la vista. No tenía buen despertar de una mala noche y, si para colmo, la despertaban con preguntas e increpaciones se agobiaba bastante.

-Calla y mira, mujer - susurró Ingvarr sin dejar de observar a su propia madre vestida de blanco, imposiblemente real, imposiblemente viva. A tientas, recogió su arco y se aseguró de que el cuchillo estaba en su funda. Dejó el hacha en el suelo, donde estuviera, ya que bajo ningún concepto dejaría de mirar -. Vamos, contémplala. Dime que ves lo que yo veo. Mientras no mires, yo no podré vigilar alrededor. ¿Y si esto es un engaño de Loki para emboscarnos? Mira a la loba, dime qué ves para que yo pueda seguir mirando la noche.

Pestañeó desorientada ante el arrebato de Ingvarr con la risa del perseguido de su visión aún en su cabeza.

Oh... ella

Miró hacia la loba con un gemido quedo para discernir si realmente era un animal o había optado por otra apariencia. *Pero allí en la roca no había nada

-Qué... ruidoso eres, Ingvarr -y que inoportuno- No reconocía a los hombres de sus sueños pero ahí estaba el mensaje.

Solo tenía que prestar atención... aunque tuviera que esperar a calmar el desasosiego de Ingvarr.

Por Freya...

Daana mira hacia la roca pero no puede ver nada, ni loba, ni mujer, sólo oscuridad. El frío es abrumador y el aire corta las mejillas como si de una afilada hoja se tratase. Todo era calma salvo una suvae brisa que reverberaba entre las rocas emitiendo un rumor casi imperceptible.

Algo os hace salir del sopor de un sueño intranquilo que os oprime el corazón. Todo está oscuro. Daana y Ingvarr están hablando entre ellos. PArece que el explorador peletero está alterado y la völva trata de tranquilizarlo. El frío es abrumador y el aire corta las mejillas como si de una afilada hoja se tratase. Todo era calma salvo una suvae brisa que reverberaba entre las rocas emitiendo un rumor casi imperceptible.