Partida Rol por web

Las Hojas Caen en Otoño

Escena II - La Fortaleza Perdida

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03/05/2013, 17:47
Leroi Llyfren
- Tiradas (3)

Motivo: Trato Animal

Dificultad: 0

Tirada (2): 2, 1

Guardados (2): 2, 1

Total: 3, Éxito insignificante

Motivo: Agilidad

Dificultad: 1

Tirada (5): 2, 4, 1, 2, 5

Guardados (4): 5, 4, 2, 2

Total: 13, Éxito increible

Motivo: Combate C.C

Dificultad: 0

Tirada (5): 6, 1, 5, 2, 1

Guardados (4): 6, 5, 2, 1

Total: 14, Éxito increible

Notas de juego

Nos vamos a caer y quebrarnos el cuello, si sabia que se usaba para montar le hubiera puesto mas puntos xD

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03/05/2013, 17:57
Edweir Lyon
Sólo para el director
- Tiradas (2)

Motivo: Agillidad

Dificultad: 0

Tirada (4): 3, 5, 5, 6

Guardados (4): 6, 5, 5, 3

Total: 19, Éxito asombroso

Motivo: Combate C/C

Dificultad: 0

Tirada (3): 6, 5, 5

Guardados (3): 6, 5, 5

Total: 16, Éxito asombroso

Notas de juego

Tengo los mismos dados en Combate C/C que a proyectiles, pero sin saber que ocurrirá la dejo como C/C

Edit: oh my god, cuantos '6' y '5' hoy lo peto xD

Nos vamos a caer y quebrarnos el cuello, si sabia que se usaba para montar le hubiera puesto mas puntos xD

No con mi tirada de Agilidad xD, si al master le parece adecuado podría intentar tirarla yo, aunque solo tengo 3 dados la cosa no puede ir a peor

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04/05/2013, 09:32
Emir "Almahueca"

Emir se percató de que la joven intentaba huir,es muy ruidosa. Y acuclillado, como estaba, le agarró de la pantorrilla y sonrió con picardía. ¿Ya nos deja mi señora? Sus siervos se acercan a rendir sus respetos.

Trabajó en la hoguera, el joven Finn había hecho un trabajo estupendo apilando ramitas y hojarasca como era menester, serán los años de encender la forja de su maestro.

Con la hoguera encendida y el aceite crepitando no faltaba casi nada para dar a esos engendros su ración de dolor.

No os separéis de mi,mi seora. Yo os protegeré. Sería un crimen hacia los siete dejar que una dama de vuestra belleza vagara perdida por el bosque.

- Tiradas (1)

Motivo: hoguera (supervivencia)

Dificultad: 0

Tirada (4): 5, 5, 6, 2

Guardados (4): 6, 5, 5, 2

Total: 18, Éxito asombroso

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04/05/2013, 17:55
Darren
Sólo para el director
- Tiradas (3)

Motivo: Combate (Arma hoja larga)

Dificultad: 0

Tirada (7): 5, 5, 2, 4, 4, 4, 2

Guardados (5): 5, 5, 4, 4, 4

Total: 22, Éxito asombroso

Motivo: Agilidad

Dificultad: 0

Tirada (3): 6, 3, 4

Guardados (3): 6, 4, 3

Total: 13, Éxito increible

Motivo: Voluntad

Dificultad: 0

Tirada (3): 4, 6, 1

Guardados (3): 6, 4, 1

Total: 11, Éxito increible

Notas de juego

Te pongo las tiradas aunque no estoy seguro si las has pedido para este turno tambien o no. Ahora escribo en otro post el resto.

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04/05/2013, 18:45
Darren

Los cuerpos putrefactos de estos seres están unidos por hilos y sin ellos para mantenerlos juntos acaban por desmoronarse. El pensamiento sacudió al caballero al ver como parte del rostro del gigante se separaba del resto y caí al suelo.

-¡Fuego! Si quemamos a este monstruo esos hilos que lo unen desaparecerán y su cuerpo se desmoronara. El caballero grito tan fuerte como pudo para llevar su voz hasta Elaine. Su fuego parecía ser la clave para acabar con toda aquella pesadilla rápidamente, pero el caballero no obtuvo respuesta y cuando miro mas haya del gigante vio a Elaine tumbada en el suelo inmóvil. Su primer impulso fue salir en su ayuda, pero Thomas ya estaba intentando llegar hasta ella.

-Maldición... Mascullo en voz alta al tiempo que pensaba en como actuar. Si el fuego no viene hasta tí, tú eras al fuego maldita abominación. Ser Darren tenia las ideas claras, pero como llevarlas a la practica era otra cosa.

Atraería a esa cosa a los fuegos provocados por Elaine y en cuanto viera la oportunidad atacaría a una de sus piernas para desequilibrarlo. Luego acto seguido trataría de darle el empujón final con el escudo para hacerlo caer sobre las llamas. Aquello era arriesgado, pero esperaba contar con la ayuda del hombre del martillo y confiaba en que Anna le cubriera. Solo esperaba ser lo bastante rápido.

- Tiradas (1)

Tirada oculta

Motivo: Agilidad (Rapidez)

Dificultad: 0

Tirada (4): 5, 4, 3, 4

Guardados (3): 5, 4, 4

Total: 13, Éxito increible

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05/05/2013, 16:11
Director

La luna apenas se ocultó un momento tras una nube, oscureciendo los rostros de aquellos bajo su manto. La oscuridad llamaba a la oscuridad, y aquellos seres salidos de pesadillas rodeaban al grupo.

Duncan. Los hilos, los hilos los mantienen enteros. Hay que cortarlos, quemarlos lo que sea —mientras hablaba, Emir buscaba algo en su mochila, con desesperación—. Uno de ellos me sigue, lo he alejado pensando que los demás podrían encargarse del otro. Pero... son demasiados, los Otros se los lleven, demasiados.

El montaraz sacó varios frascos de aceite, dejándolos en el barro. Sus entrenados ojos no dejaban de mirar a un lado y a otro, viendo cómo el cerco iba cerrándose. No había salida.

Yo los defenderé a ellos Duncan. Ve —sus manos agarraron un par de frascos—. Finn, Greta... señorita. Estoy aquí para protegeros. Echadme una mano para preparar fuego…

Duncan asintió y, tras una última mirada atrás, echó a correr hacia el castillo, arma en mano. Oyó más palabras de Emir, y le sonaron burlonas, como si el hombre intentase calmar la situación. Oyó las quejas de aquella dama, culpando a los Blackford de todo aquello. Pero nada detuvo a sus pies, con las botas pisando barro y ramas. Fue entonces cuando escuchó, por encima de todo, aquella orden.

¡Deteneos! ¡Os lo ordena la señora de la Casa Llyfren!

Duncan se detuvo. Emir, Greta y Finn, también. Todos miraron a Livia, asombrados. La joven, de belleza indomable, se erguía con orgullo, con sus ojos posados en aquellos gigantes.

¿Qué haces? ¡Llamarás su atención! —las palabras del pequeño Finn llegaron tarde. La voz de Livia sólo sirvió para que esos seres acelerasen el paso, en busca de la dama. Dejando atrás los cadáveres, alzaron las armas en busca de muerte.

¡Volved dentro! –gritó Duncan-. ¡Sin un refugio os despedazarán! —concluyó, y volvió a correr hacia Piedranegra, hacia donde el combate seguía presente con destello de llamas y ruido de acero.

Atrás, Finn quedó paralizado. Dejó caer el último montón de hojarasca, y miró cómo aquellos engendros se acercaban. Greta lo agarró de los hombros, sacudiéndolo para que reaccionara.

—¡Hemos de escapar con Duncan! —gritó, quizás a Finn, quizás a Emir, quizás a ambos.

Quien sí corrió, o lo intentó, fue Livia. La joven se giró y, torpemente, resbaló por el barro. La mano fuerte del montaraz la agarró, deteniéndola, evitando su caída.

¿Ya nos deja mi señora? Sus siervos se acercan a rendir sus respetos —la hoguera se avivó, por fin, delante suya. Había llegado la hora—. No os separéis de mí, mi Señora. Yo os protegeré. Sería un crimen hacia los Siete dejar que una dama de vuestra belleza vagara perdida por el bosque.

Emir sacó su arco, y echó atrás la mano, hacia su carcaj. Los engendros estaban a poco más de veinte metros de ellos, y cada vez parecían ser más. El tiempo se agotaba.

Fue entonces cuando un grito de guerra resonó en la planicie. Todos giraron sus cabezas para ver cómo un caballo embestía desde el este. Un caballero montaba el animal, un formidable corcel de guerra, con su melena de oro blanco meciéndose en el aire. Tras él, un niño apenas podía sostenerse sobre el caballo.

El jinete cargó sobre la espalda de uno de aquellos guerreros de armadura dorada, golpeándolo en el casco por la espalda con su espada. El gigante se tambaleó por el golpe, pero el choque fue tan fuerte que el jinete y su compañero salieron despedidos del caballo. Cayendo sobre el barro, caballero y escudero probaron el sabor de la tierra mojada.

La espada del engendro, oxidada y vieja, cayó con su filo sobre ellos. Con agilidad, el guerrero de melena clara detuvo el golpe con su propio acero. El choque de metales resonó ante Piedranegra, y un gemido surgió de los labios del caballero; la fuerza del gigante casi le sacó el hombro de su sitio. El arma del engendro volvió a alzarse, dispuesta a acabar con la vida de aquel valiente, pero el niño hizo su movimiento. Rodando a un lado, cercó al enemigo para, con un tajo afortunado, clavar su corta espada en dónde debería estar la rodilla de aquella cosa. El gigante perdió levemente el equilibrio, y el corte mortífero se clavó en la tierra en lugar de en la cabeza del caballero derribado.

Guerrero y escudero se levantaron entonces, rodeando al gigante con sus armas listas, con sus cuerpos llenos de barro. Desde lejos, Livia los reconoció: Leroi había venido, junto con el pequeño Edweir.

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05/05/2013, 16:14
Director

La luna apenas se ocultó un momento tras una nube, oscureciendo los rostros de aquellos bajo su manto. La oscuridad llamaba a la oscuridad, y aquellos seres salidos de pesadillas rodeaban al grupo.

Duncan. Los hilos, los hilos los mantienen enteros. Hay que cortarlos, quemarlos lo que sea —mientras hablaba, Emir buscaba algo en su mochila, con desesperación—. Uno de ellos me sigue, lo he alejado pensando que los demás podrían encargarse del otro. Pero... son demasiados, los Otros se los lleven, demasiados.

El montaraz sacó varios frascos de aceite, dejándolos en el barro. Sus entrenados ojos no dejaban de mirar a un lado y a otro, viendo cómo el cerco iba cerrándose. No había salida.

Yo los defenderé a ellos Duncan. Ve —sus manos agarraron un par de frascos—. Finn, Greta... señorita. Estoy aquí para protegeros. Echadme una mano para preparar fuego…

Duncan asintió y, tras una última mirada atrás, echó a correr hacia el castillo, arma en mano. Oyó más palabras de Emir, y le sonaron burlonas, como si el hombre intentase calmar la situación. Oyó las quejas de aquella dama, culpando a los Blackford de todo aquello. Pero nada detuvo a sus pies, con las botas pisando barro y ramas. Fue entonces cuando escuchó, por encima de todo, aquella orden.

¡Deteneos! ¡Os lo ordena la señora de la Casa Llyfren!

Duncan se detuvo. Emir, Greta y Finn, también. Todos miraron a Livia, asombrados. La joven, de belleza indomable, se erguía con orgullo, con sus ojos posados en aquellos gigantes.

¿Qué haces? ¡Llamarás su atención! —las palabras del pequeño Finn llegaron tarde. La voz de Livia sólo sirvió para que esos seres acelerasen el paso, en busca de la dama. Dejando atrás los cadáveres, alzaron las armas en busca de muerte.

¡Volved dentro! –gritó Duncan-. ¡Sin un refugio os despedazarán! —concluyó, y volvió a correr hacia Piedranegra, hacia donde el combate seguía presente con destello de llamas y ruido de acero...

Duncan alcanzó la entrada al patio de Piedranegra, cruzando sus murallas, con los gritos del combate ante él. En tiempos de paz, habría visto que, más allá del muro, había un único árbol se elevaba en el centro del patio, con sus ramas sin hojas retorciéndose en todas direcciones. La antigua puerta de entrada a Piedranegra yacía, quemada, a los pies del árbol: el umbral que precedía al interior era tan negro que la noche no podía competir con su oscuridad.

Pero no eran tiempos de paz, por lo que el patio no era solo ramas y piedra, sino también vida y muerte… La vida de la gente de la Casa Blackford, pero también de los Llyfren, que luchaban desesperadamente en aquel inesperado campo de batalla; y la muerte, portada por un gigante, ya conocido por Duncan: un enemigo enorme, con dos hachas en sus manos, y sin casco para exhibir un rostro deforme.

No eran los únicos engendros en el patio: ladrando, varios perros embestían sobre los valientes en aquella lucha. Los canes estaban tan muertos como los gigantes: sus pelajes habían sido negros, pero ahora raleaban; sus ojos brillaban níveos en la oscuridad; sus fauces exhibían tres líneas distintas de colmillos, y solo colmillos, mientras diversas puntadas de hilo unían cuerpos que había sido abiertos brutalmente aquí y allá.

La sangre manchaba el árbol central, sirviendo como llamada a las criaturas de la noche. Desde una de las destrozadas torres de la fortaleza, una nube de alas surgió ruidosamente, ocultando la luna momentáneamente. La horda de murciélagos se agitó como el aire, por encima de las cabezas de los presentes, como una amenaza, quizás real, quizás metafórica, de tiempos peores.

Piedranegra reclamaba sangre, décadas después de tomar su nombre. Y no distinguiría entre Casas. Los ojos de Duncan miraron alrededor, en aquel campo de batalla, viendo a conocidos y a desconocidos luchar por su vida. Allí estaba Adran, herido en el cuello, luchando codo a codo con un guerrero y una exploradora de los Llyfren; allí estaba Fargus, con su mano destrozada, acosado por aquellos horribles sabuesos; allí había una mujer moribunda, protegida por un caballero y por el propio Martin Blackford.

Allí había más muerte que vida.

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05/05/2013, 16:16
Director

La aparición de Ser Duncan por las destruidas puertas de la muralla fue tan inesperada como la saeta que cruzó el aire del patio, clavándose en uno de los perros que acosaban a Martin. La flecha atrajo la atención de varios combatientes, que durante un momento observaron cómo, desde lo alto de la muralla, Barkas el maestre había descargado su ballesta sobre aquel engendro monstruoso. Martin asintió, agradecido, antes de gritar.

¡Blackford! ¡Llyfren! ¡Juntos podremos! —su estilete golpeó a otro de los perros, lacerando uno de sus ojos muertos. Pero eran demasiados—. Sálvanos… —pidió a la mujer que sostenía entre sus brazos. Viendo la flecha, supo que sus conocimientos de medicina no podrían salvarla. Además, no durarían mucho allí.

Qyburn... – balbuceó Elaine, escupiendo sangre— está aquí... hay que cogerlo... hay que... está aquí... ¡oh Dios! Está tan oscuro... Livia, que me perdone... coged a Qyburn... está aquí... y está oscuro, cada vez más oscuro...

Elaine perdió el conocimiento entre sus brazos. Thomas corrió hacia la pareja, descargando tajos aquí y allá, destrozando carne sin sangre, recibiendo garras sobre su armadura. Una segunda saeta de Barkas se encargó del último perro, con Thomas cayendo de rodillas delante de Elaine, preocupado.

¡Fuego! Si quemamos a este monstruo, esos hilos que lo unen desaparecerán y su cuerpo se desmoronará —aulló Darren, esquivando los tajos de aquellas peligrosas hachas. A su lado, Adran, a pesar de su herida, mantenía al gigante a raya con su martillo. Uno y otro hirieron a aquella cosa, pero no era suficiente. Desde atrás, Duncan se unió a la lucha, clavando su espada donde debían de estar sus riñones pero, cuando la sacó de la carne, no hubo sangre o líquido alguno en su filo. Anna desmontó rápidamente delante de aquellos guerreros, alejando a su caballo de allí antes de mover su espada a un lado y a otro para mantener al resto de los perros alejados de ellos. Su filo encontró la cabeza de uno de ellos, enganchándose en un hilo que, de un tirón, fue desgarrado. Las fauces del can se deshicieron delante de Anna, pero aún quedaban más de aquellos animales. Más allá de ellos, vio cómo otro perro se echaba encima del malherido Fargus. Anna abrió los ojos al ver cómo las fauces del animal se hundían en el vientre del hombre, laceando su carne. Fargus gritó de dolor, pero logró acabar con el perro con un desesperado tajo de su arma.

Mientras, Ser Darren atrajo la atención del gigante con sus ataques y contraataques. Acercó al engendro al árbol del patio, que ya ardía por las llamas convocadas. Pero, para su desgracia, un perro cayó sobre su espalda, enganchándose a sus hombros con un poderoso salto. Pudo sentir las fauces sin aliento en su cogote pero, antes de que la mordedura destrozara carne y músculo, Adran lo apartó de un martillazo, lanzándolo por los aires.

Las hachas del gigante cayeron sobre Darren, y el hombre rodó a un lado justo a tiempo. La embestida mortífera llevó al ser contra el árbol… y su fuego. Ardiendo, el gigante comenzó a descargar furiosas estocadas con sus viejas armas, con Duncan y Darren deteniéndolas o esquivándolas. Su fuerza era increíble, pues cada golpe detenido casi descuadraba los hombros de cada uno. El engendro fue perdiendo sus miembros, uno a uno, según sus hilos iban deshaciéndose. Adran clavó su pesado martillo en su espalda, y el enemigo estalló en pedazos de carne y piel, descompuesto al fin.

Anna mató a otro perro, y Barkas, con una tercera saeta, acabó con la no-vida del último engendro.

El silencio se hizo en el patio, roto solo por los jadeos del combate, por la agonía de Fargus y por el aleteo de los murciélagos, que se alejaban de Piedranegra…

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05/05/2013, 16:17
Director

Barkas suspiró, aliviado por el final del combate. Pero no parecía haber paz en aquel lugar. Algo atrajo su atención y, desde lo alto de la muralla, giró la cabeza.

Aquí y allá, desde todos lados, se acercaban más seres enormes con pasos pesados, directamente hacia Piedranegra; engendros de armaduras doradas o negras, con espadas, hachas y escudos.

Eran decenas. Decenas y decenas. Y venían desde todas direcciones, hacia la fortaleza…

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05/05/2013, 16:18
Director

El grito de guerra de Leroi resonó en la planicie, con su caballo embistiendo desde el este. El formidable corcel de guerra atacó, con la melena de oro blanco del señor meciéndose en el aire. Tras él, Edweir se agarró a su cintura; apenas podía sostenerse sobre el caballo.

El jinete cargó sobre la espalda de uno de aquellos guerreros de armadura dorada, golpeándolo en el casco por la espalda con su espada. El gigante se tambaleó por el golpe, pero el choque fue tan fuerte que el jinete y su compañero salieron despedidos del caballo. Cayendo sobre el barro, caballero y escudero probaron el sabor de la tierra mojada.

La espada del engendro, oxidada y vieja, cayó con su filo sobre ellos. Con agilidad, Leroi detuvo el golpe con su propio acero. El choque de metales resonó ante Piedranegra, y un gemido surgió de los labios del caballero; la fuerza del gigante casi le sacó el hombro de su sitio. El arma del engendro volvió a alzarse, dispuesta a acabar con la vida de aquel valiente, pero el niño hizo su movimiento. Rodando a un lado, Edweir cercó al enemigo para, con un tajo afortunado, clavar su corta espada en dónde debería estar la rodilla de aquella cosa. El gigante perdió levemente el equilibrio, y el corte mortífero se clavó en la tierra en lugar de en la cabeza de Leroi.

Guerrero y escudero se levantaron entonces, rodeando al gigante con sus armas listas, con sus cuerpos llenos de barro.

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05/05/2013, 16:19
Director

Una llama. Una pequeña llama. Elaine vio cómo el fuego iba apagándose, cada vez más. Sus ojos fueron empequeñeciéndose según la llama iba haciéndolo. Su corazón latía más y más despacio, y el fuego siempre iba apagándose.

“¿Quién es tu Señor?”

La voz resonó tras ella, desde las profundidades de la Oscuridad.

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05/05/2013, 17:27
Barkas

Barkas vio lo que se acercaba y, con el miedo en los ojos, se volvio hacia los hombres del patio.

-CERRAD EL PORTON! VIENEN MAS GUERREROS GIGANTES! DECENAS DE ELLOS! CERRAD EL PORTON!

Notas de juego

Estoy suponiendo que aun hay un porton que cerrar. Gran escena, master! Muy emocionante la narracion!

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05/05/2013, 17:31
Director

Notas de juego

No hay portón, pero Barkas no puede verlo desde su posición.

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05/05/2013, 17:47
Martin Blackford

Agarro entre mis brazos a la muchacha cubriendola con mi capa y apretandola contra mi. Está perdiendo sangre.. pero no perderá el calor y aliento vital.

- Barkas baja de ahí - le grito al escuchar sus gritos - Vayamos al bosque y encendamos un fuego para protegernos de estos engendros, aunque tengamos que arrasar parte de nuestros dominios, lo arreglaremos - miro a Thomas, sé que nuestra relación no había sido buena, yo era un Blackford, pero en esos momentos poco importaba - Ser - le digo con la mujer que tanto parece preocuparle en brazos - Yo la llevaré a un lugar.. - miro hacia el bosque - Y allí intentaré salvarla, vamos todos - les digo acalorado por la situación.

 

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05/05/2013, 18:21
Elaine Ríos
Sólo para el director

-R'hllor - susurró Elaine, sin dudar.

Quizá no era la respuesta más inteligente, pensó para sí, teniendo en cuenta que preguntaban desde la oscuridad. Pero, ¿a quién quería engañar? La partida se acababa, pero ella seguía siendo una sacerdotisa roja. Al menos mientras siguiera siendo, mientras la pequeña llama no se hubiera extinguido del todo.

- Mi señor es R'hllor, Señor de Luz, Corazón de Fuego, Señor de la Llama y la Sombra. A él le sirvo - repitió, orgullosa, con cada fibra de su ser. No intentó mirar a su interlocutor. Tenía la impresión de que, si dejaba de mirar la llama, se apagara para siempre.

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05/05/2013, 18:57
Director

"¿Dónde está tu Señor ahora?"

La voz era burlona, hiriente. Sonaba cada vez más cercana, justo por encima de los hombros de Elaine.

"Estamos llegando, pero tu Señor no está aquí. ¿Quién nos detendrá si su llama se apaga?"

Como si oyera tal amenaza, el fuego se redujo casi hasta la nada, reducido a un pequeño ojo ígneo, insignificante.

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05/05/2013, 19:23
Barkas

BArkas no parecia muy proclive a abandonar la seguridad de las almenas.

-Y Qyburn? Si nos vamos, lo perderemos!

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05/05/2013, 20:33
Elaine Ríos
Sólo para el director

Elaine sonrió, débil. El aliento se escapaba a medida que el fuego se hacía cada vez más pequeño. Sintió frío, pero no miedo.

- Podéis avanzar porque es su Voluntad - respondió - pues él es mucho más que una simple llama. Él es la luz que ilumina el corazón y calienta el espíritu - dijo despacio, tratando de reservar fuerzas - Yo soy su sierva, y su fuego habita en mi corazón. Y si es su voluntad que os detengáis, yo os detendré, aunque reduzcáis ese fuego a un rescoldo.

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05/05/2013, 23:53
Duncan Ramm

 

A medida que aquel ogro se iba desintegrando entre las llamas, Duncan se concedió un segundo para descansar su espada y mirar alrededor.

-Mi señor –dijo a Martin jadeando por el esfuerzo-, ahí fuera están llegando decenas de engendros más... No creo que tuviésemos muchas oportunidades... Han espantado nuestros caballos... Deberíamos intentar contenerlos en la entrada... Y encontrar a ese maldito renegado –concluyó.

Miró hacia el negro interior de la fortaleza, más allá de las luces danzarinas que arrojaba el fuego. Seguramente el tal Qyburn debía haber escapado por allí. Luego giró el rostro hacia las inexistentes puertas de la muralla.

-Una hoguera en la vía de acceso –reflexionó, sin dirigirse a nadie en concreto-. Les cerraremos el paso e iremos a por ese malnacido.

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06/05/2013, 01:44
Martin Blackford
Sólo para el director

Notas de juego

No pienso soltar a la chica.  Pase lo que pase.

¿Puedo intentar  de nuevo curarla o al menos sacarle la flecha? Aunque gaste una acción entera. Mi idea es darle el acero y el pedernal (que tengo comprados, pero no sé si llevo encima) a Duncan y que el haga fuego. Yo gastaré todos mis intentos en hacer que Elaine vuelva a su conciencia. Aunque tenga que rezar a los 7 xD

Un saludo!