Partida Rol por web

Rengar levantó el escudo y se centró en bloquear los zarpazos del maldito no muerto. Tenía lágrimas en los ojos por el dolor y el hedor a podredumbre, y por la certeza de que nada de lo que hacían estaba funcionando. Khaila seguía allí, paralizada, y no podían defenderla. Y los gruñidos de los necrarios no hacían sino empeorarlo.

Intentando apartar de su mente la imagen de todos ellos muertos, buscó un hueco por el que clavar su hacha en el cráneo del monstruo, pero no dejaba de moverse a su alrededor y ya le costaba suficiente ponerse a la defensiva. Sabía que, si para él ya era duro, para el resto, que no se habían formado como soldados, sería aún peor. Si perdían la motivación, perderían también el poco terreno que les quedaba.

-¡Por Ilmáter! -gritó mientras balanceaba el hacha a un lado y a otro-. ¡Vamos, chicos! ¡Podemos hacerlo! ¡Por Ilmáter! ¡Por Khaila!

El mago comenzó a sentirse mal, muy mal. El olor putrefacto de los necrarios le había afectado a su cuerpo. Su estómago se encontraba muy revuelto.

Uff- dijo- me encuentro... mal- fue lo único que pudo farfullar mientras sacaba su varita y y disparaba una nueva carga hacia uno de los necrarios

Kanizhar se sobresaltó cuando notó a Hanna (invisible) pasando por su lado.

--¡A-ahora voy! --contestó el clérigo a Galatea.

Antes de nada, volvió a apuntar con el símbolo sagrado de Shar a aquellas criaturas y utilizó su poder para intentar repelerlas. Esta vez las criaturas no pudieron resistir el poder del clérigo y se retiraron hacia las esquinas de la habitación.

Kanizhar lanzó un gruñido de triunfo, se giró y extrajo la varita de curación del cinto de la druida, listo para complementar con ella sus propios conjuros de curación.

A Hanna se le habia fastidiado su arriesgadísima idea (y eso era algo que agradecía, en el fondo). Ahora no iba a acercarse sola a esos dos monstruos, así que, aunque no pudieron verla, miró a Khaila, se rascó una mejilla...

Y entonces se vio como se le movian los dedos a Khaila. e mandoble se movía y desaparecía junto con el conjuro de la maga.

Por ahora mejor apartáselo... idos curando!

Galatea agradeció al Seldarine que fuera que la estuviese oyendo que Kanizhar lograse expulsar a aquellas dos monstruosidades lejos de sus compañeros.

—¡Da'laren!

Dijo aquello mientras avanzaba lo más rápido que podía entre los demás puesto que correr le era imposible y el necrario se le había salido de linea de visión. Curiosamente tanto el cocodrilo como Áscalon reaccionaron a la palabra puesto que dieron media vuelta y salieron directos a perseguir a la criatura que había estado hostigando a Khaila. Mientras el lobo gruñía a la carrera, el reptil directamente iba siseando con las fauces abiertas de par en par, como si quisiera engullir al no-muerto de un solo mordisco.

Galatea había escuchado a Hanna y visto desapaecer en el aire el mandoble así que más o menos se hizo una idea de dónde debía estar la acólita oculta para no chocar con ella. La mano que había levantado antes comenzó a llamear de nuevo mientras doblaba la esquina delante de Rengar y se apoyaba contra el muro resollando.

"¿No queríais carne? pues tomad fuego para asar... ".

Hizo de nuevo el gesto como de quien lanza algo y la llamarada salió disparada devorando la distancia que había entre ella y el no-muerto para ir a estallar de nuevo contra la cabeza de éste.

El lobo parecía afectado también por el hedor de la podredumbre que emanaba el necrario puesto que le costaba coordinar. Asedió al no-muerto junto al cocodrilo y le propinó un mordisco pero los dientes se clavaron en una dureza de hueso sin hacer daño.

Áscalon adoptó de nuevo la actitud de ataque, al parecer tratando de arrinconar a la presa aunque no era lu suficientemente grande como para bloquearle el camino de huida por completo, sí que se lo intentaría poner difícil.

-¡Por fin! -exclamó el semiorco viendo que los necrarios se retiraban. Pero los enemigos que huyen sólo dan sed de sangre al atacante, y más cuando ha sido hostigado de mala manera. El paladín no dudó en echar a correr tras el necrario al que perseguían los animales, rugiendo tanto o más que ellos. Por fin las heridas ya no se notaban, por fin su corazón se había librado de la pesada inquietud. Y así, a la carrera, arrinconó al muerto viviente. Tampoco es que se fijase mucho que un cocodrilo lo ayudaba, ya que el yelmo no le dejaba ver más que su objetivo: el asustado y retorcido necrario.

Buena invocación- dijo Volo mientras sus manos se frotaban en su estómago. Realmente, le dolía, y mucho- ¡que malito estoy!- un nuevo proyectil surgió de su varita e impactó de nuevo en el necrario- juro no volver a desayunar mucho ni a meter en habitaciones con necrarios.

El mago decidió quedarse donde estaba. Así podía echar un vistazo al cadáver de Ivelios- no me apetece que venga alguien por detrás y se lo coma.

Kanizhar se permitió el lujo de suspirar aliviado. Aunque aún estaban lejos de vencer, y la mayoría se sentían enfermos y débiles, parecían estar un poco más cerca de salir con vida. El sharino se acercó a donde estaba Khaila y posó su mano en el poderoso brazo de la mujer transmitiéndola parte de su poder curativo. Las heridas de Khaila se cerraron a ojos vista, pero seguía tan paralizada como antes.

Los necrarios parecían haberse quedado reducidos a unas masas temblorosas en un rincón. No parecían tener más ganas de pelear, y el que estaba arrinconado por Rengar y los animales estaba hecho una bola.
 

Galatea de nuevo creó otra esfera llameante en la palma de la mano, el primero de los necrarios había sido acorralado por los dos animales y el paladín, era demasiado arriesgado atacarlo ya que podría darle a alguno y estaba más que segura de que ellos solitos se bastaban para reducirlo a un montón de despojos putrefactos de modo que desvió la mirada hacia el otro que permanecía ileso, avanzó un par de pasos entre jadeos apoyándose con la mano libre en la pared, se detuvo y le disparó. La llamarada impactó una vez más achicharrando a su objetivo.

Por su parte, el cocodrilo blandió la inmensa cola, gruesa como un tronco escamoso, y fustigó el aire descargando un latigazo demoledor contra el necrario al cual estampó en medio de un repugnante sonido de huesos rotos en la pared contra la que entre él, Áscalon y Rengar habían logrado arinconarlo.

De hecho, el no-muerto se partió en dos.

En ese mismo momento Galatea soltó un suspiro agotado, como el de alguien que lleva manteniendo la respiración mucho tiempo... el enorme lagarto brilló tenuemente con aquella luminosidad azul de nuevo, centelleó unos segundos y sin más se desconvocó desapareciendo sin dejar más rastro que los arañazos de las garras en la roca del suelo.

La elfa miró un momento hacia allí y sonrió con gesto cansado, justo a tiempo, ya no podía mantener más la invocación pero ésta había cumplido.

Áscalon emitió un sonido curioso, olisqueó el suelo en el que había estado el cocodrilo y estornudó, al necrario no lo olió, no le resultaba agradable pero como no se movía y se "había roto" no parecía considerarlo ya un blanco peligroso.
Levantó la cabeza y miró a Rengar ladeándola con la lengua colgando de lado, de algún modo el animal debía asociar que "había venido a ayudarlo" o algo así, más que nada porque movió la plumosa cola.

Luego dio media vuelta y echó a correr como una exhalación hasta la otra punta de la sala. Todavía quedaba un enemigo.

Rengar observó con satisfacción cómo caía el necrario. Sólo lamentaba no haberle dado él su castigo, pero al menos el cocodrilo convocado por Galatea lo había hecho. Y Galatea, que él supiera (y de veras lo esperaba) odiaba a aquellas criaturas por su corrupta existencia y su burla de la vida y lo bueno tanto como él.

El trabajo aún no había terminado. El paladín giró y vio que el lobo corría hacia el otro necrario, y tan rápido como el peso de su armadura lo permitía, hizo lo mismo.

Hanna se movió cerca del Necrófago que faltaba. Al parecer su plan se había desmoronado como un castillo del juego de los palitos, pero todavóa podía ser útil... eso sí, se le estaban revolviendo las tripas, así que procuró no acercarse más de lo necesario... ya estaba a punto de vomitar desde que se había acercado demasiado.

 El mago decidió esperar. El combate casi estaba terminado y la victoria era suya. No quería malgastar su varita. La iban a necesitar más adelante. 

¡Vamos, chicos, que son pocos y cobardes!- animó desde lejos.

Kanizhar se detuvo, esperando en el mejor momento para actuar.

A Hanna se le iluminaron de repente las ideas y miró hacia el altar.

Anda... Y a Khaila, que comenzaba a moverse y gruñir. Con un poco de suerte y ayuda divina...

Y corrió hacia el altar brincanco por encima de los libros, se detuvo contra él y quitó el polvo de la superficie con un rápido movimiento, algo que sin duda advertirían los compañeros que mirasen hacia allá. Advirtió que habia una concavidad preparada para echar agua.

Eh! Aqui! Dijo moviendo la mano para llamarles la atención, pero entonces cayó en la cuenta de que era invisible. ¡En el altar! Agua y una bendición, venga! ¡Con un poco de suerte, funciona para lo de Khaila, por si no se le ha pasado!

Galatea dejó caer la mano con la que había estado hostigando a llamaradas al necrario y se concedió unos momentos de respiro apoyada contra la pared. Áscalon y Rengar habían emprendido la carga contra el no-muerto y no quería arriesgarse a darle a ninguno de los dos, además, que estaba prácticamente sin conjuros, ellos dos se bastaban de sobra para terminar de destrozarlo.

En ese instante escuchó a Hanna y miró al altar. También se percató de que Khaila comenzaba a gruñir.

—Kanizhar, Volo, ¡apartáos de Khaila!—advirtió mientras ella misma se separaba de la pared—¡Aunque esté cegada si se le pasa la parálisis puede acertaros a alguno con un puñetazo y no queráis averiguar si duele!

La idea de la acólita de Mystra parecía buena, pero no le parecía muy buena idea dejar que el clérigo bendijese el agua... viniendo de quien venían sus poderes. La elfa avanzó renqueando puesto que correr no podía hasta el altar para echarle un ojo a lo que había descubierto Hanna, si necesitaban agua bendita y Kanizhar no era una opción, entonces...

—¡R-Rengar!, cuando acabéis con ese engendro creo que te necesitaremos por aquí.