Partida Rol por web

un sudor frio empezo a cubrir su frente y imagenes fugaces de los infectados empezaron a pasar por su mente "debe ser algun animal, esto esta desierto y habra entrado a curiosear o a por comida. ¿habia comida en la tienda de deportes? tal vez barritas energeticas.

Mientras pensaba en esto carl saco su pistola y cruzo el umbral de entrada de la tienda

"¿doy un grito de aviso? si es un animal escapara, y si es un superviviente... ya no estare solo. Pero si son infectados... igual en este tiempo han perdido el miedo a la luz del sol"

este pensamiento hizo que un escalofrio le recorriera la espalda y lanzo una rapida mirada atras, hacia la calle.

"Venga, quien dijo miedo" tenia la boca seca, se relamio los labios, se forzo a tragar y grito -¿hay alguien ahi dentro? sal fuera-

con la pistola solo temblando ligeramente permanecio a la espera, sisto para salir corriendo si hacia falta

|Hotel|

Cuando mil opciones se abrieron ante mi, me paré un momento para pensar qué hacer. Bien, era hora de analizar la situación ante de tomar una decisión. Y, a poder ser, debía ser la opción acertada.

En primer lugar, el ascensor estaba totalmente descartado. No me gustaba encerrarme así sabiendo que podría fallar el sistema y quedarme encerrada o algo por el estilo. No era claustrofobia, era que desde que el fin del mundo había amenazado con echárseme encima prefería ser cautelosa.

Bien, segundo punto: ¿salir o quedarme? Fuera tenía la luz solar que me cuidaba y me daba tranquilidad pero quizás dándome un garbeo por el hotel conseguía encontrar algo mas... Como un arma o... No sé, quizás algún humano mas que no intentara joderme, que me hiciera algo de compañía.

Finalmente, y tras unos minutos, decidí dar un paseo por dentro del hotel pero nada exhaustivo, simplemente investigar un poco para ver si lograba encontrar algo interesante. Al fin y al cabo, fuera tampoco sabría qué hacer o dónde ir.

Bajé por las escaleras hasta el piso de abajo, con la vara metálica en la mano y muy atenta a todo mi alrededor, dispuesta a no morir en el intento de lograr nuevos hallazgos.

¿Que es esto? Una guadaña, bueno, algo es algo. Podria estar en mejor estado pero cumplirá su funcion.

Descubrió al conejo y observó como el miedo lo paralizaba. Seguramente podria encontrar comida en las otras casas o en la ciudad, asi que no veia necesario acabar con la vida de un pobre animal. Ademas, no tenia tiempo de estar persiguiendolo.

Una vez guardadas las nuevas posesiones continuó con el plan original, salir al exterior y observar el entorno. Si no estaba muy lejos se acercaria a la camioneta para comprobar si funcionaba o podia contener algo que fuera de utilidad.

Doce horas hasta el anochecer, tengo que aprovechar el tiempo. Las ultimas dos horas serán para buscar un nuevo refugio, una para comer, dos para saquear y siete para viajar. Como los ultimos diez meses...

Adam salió de la camioneta en busca de tres cosas principalmente: víveres, agua y combustible. Comenzó a caminar y se acercó a las casas, pero no demasiado. No quería probar suerte en las que tenían todo cerrado por temor y por precaución sobre las criaturas. Pasó dos casas y ambas tenían todo cerrado, siguió caminando hacia la tercera y notó que tenía un par de ventanas abiertas, de par en par. Por allí se veía un comedor: la mesa con un mantel de lino blanco, un mueble con vajillas, un jarrón con flores marchitas y un par de cuadros sobre la pared era todo lo que podía ver desde su posición. Antes de entrar probó con otras casas.

Las dos de enfrente estaban cerradas, la tercera tenía la puerta abierta. Por allí se veía un hall de entrada. Un sillón, una alfombra de color sucio y un ventilador adosado al techo. No podía ver más a menos que se adentrara.

Buscó en derredor, había muchas más casas que mirar. Podría seguir caminando, recién eran las siete y veinte y tenía todo el día por delante. Claro que con cada paso se alejaría más de la camioneta, pero no se podía todo en la vida. De él y sólo de él dependía la decisión.

Lucian se dirige, lentamente, hacia la casa de tejado verde, de donde ha venido el supuesto movimiento, o sombra, o lo que sea. A medida que va acercándose a la ventana, pero en forma inclinada a la misma, en dirección oblicua y ocultando su presencia, ve a una figura moviéndose, entre las penumbras. Sin embargo no puede distinguir bien qué es. La ventana desde la cual se ve la cosa, por ponerle un nombre, está abierta. Por ende no debería ser uno de esos bichejos. Lucian da unos pasos más, la figura se vuelve un poco más nítida y entonces...

Ruido de cristales rompiéndose y la figura saltando por la ventana. Es que aunque la misma estaba abierta, había un jarrón cerca de la ventana que cayó al pasto y se quebró. Era de porcelana fina.

Y la sombra se acercó a Lucian, y movía la cola.

-Arf!!

Lamió su mano y sentó. Era un ovejero, negro, de ojos redondos y mirada dulce.

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Jota sacó dos huevos y los preparó en una sartén. No eran viejos, los había conseguido hace menos de una semana, de una gallina que encontró en la calle, lo cual no era algo raro ya que desde que el hombre se extinguió los animales repoblaron el planeta, y con animales, uno podía hablar de cualquier especie. Jota olió el aroma y se le hizo agua la boca. Había llegado a ir cada tanto al mismo lugar, siempre en pleno día y traer algunos huevos. Después de un tiempo la gallina no apareció más. No quería saber qué fue de ella, pensar demasiado no era bueno en estos días.

Comió dos huevos y dejó el resto en la heladera. Si se los llevaba o no, cuánto durarían fuera de la misma y eso, lo pensaría más tarde. Eran las siete y media cuando terminó de desayunar. Quería esperar a las ocho para salir, con el sol más a su favor. Estaba repasando todo lo que quería conseguir, y primeramente estaba un mapa, cuando un ruido, como de cristales rompiéndose, afuera de su casa lo puso en una alerta del 100 por ciento.

Se tensó en la silla y su corazón se aceleró. Era plena mañana. El ruido parecía venir de una casa cercana.

Lenore retrocede, no confía en los supervivientes, y no sabe siquiera si ese hombre que vé es uno. De todas formas, después de unos minutos, lo pierde de vista ya que el sujeto comienza adentrarse más en el fondo del K.Mart donde hay menos luz; sin embargo no se mete del todo en la zona obscura. Por lo que la chica puede divisar en la distancia a la que se encuentra, el tipo comienza a coger cosas de los estantes del super. No tiene idea de qué tipo de objetos está seleccionando, imposible saberlo desde aquí.

Después de que gira en una góndola, el hombre desaparece en el interior del K.Mart. Lenore está aún afuera, con su carrito, pensando en qué hacer. Sólo hay una entrada y es ésta. Podría tratar de ver si hay una puerta trasera, aunque no sería seguro entrar si es una de esas puertas de mercado, de metal, pequeña y opaca. A menos que esté abierta. Pero todos son conjeturas, por lo pronto sólamente esta segura que esta entrada, bañada de luz, de puertas dobles es la más segura que tiene a mano. Eso, sin pensar en el hombre que está adentro... o lo que sea que es.

Lenore no estaba segura de si el nudo que le atenazaba el estómago se debía al miedo o al hambre. Quizá fueran ambas cosas. Incapaz de tomar una decisión, temblequeaba frente a la entrada de la mega tienda y miraba a uno y otro lado, oscilando su peso de una pierna a la otra en un movimiento nervioso.
Necesitaba la comida, pero no quería arriesgarse a ser vista por aquel sobreviviente. Miró a uno y otro lado, se acercó a la góndola más cercana y rápidamente se apoderó de varias latas de atún. Mientras se apresuraba a llenar con ellas los bolsillos de su raído abrigo, no paraba de girar la cabeza a derecha a izquierda con expresión crispada por la alarma. El corazón le palpitaba con fuerza y esperaba que, de un momento a otro, aquél sujeto apareciese de repente y saltase sobre ella.

Con aquello sería suficiente por ahora. Podría regresar mañana a por más comida y, con suerte, quizá no se encontraría con aquel hombre. Cogió el carrito y se acercó a las puertas transparentes, que se abrieron al detectar su proximidad, y salió a la calle.

Mark tira 1d10 + percepción, por favor.

Mark caminó bien despacio entre las góndolas. La primera que tenía era de productos de limpieza, la segunda, a la izquierda, tenía productos de panadería. Lamentablemente lo que Mark estaba buscando estaba en las secciones más del fondo, adonde apenas llegaba una luz mortecina, y entre sector y sector, podías quedar cubierto por las penumbras. Se arriesgó y avanzó otro poco, aún con la protección de la luz solar, que llegaba muy débilmente pero llegaba. Encontró la parte de deportes y cogió un bate de baseball. Se detuvo. Más adelante estaban las otras secciones, no podía verlas a menos que se adentrase.

Entonces sintió un ruido a sus espaldas, en la zona que daba a la entrada del K-Mart. Se giró rápidamente, con el corazón acelerado, la presión tiñiéndo su cara de rojo. Lo unicó que vió fue una sombra, como de una persona, pero fue por un segundo nomás.

Mark se quedó un segundo pensando si había alguien, algo o si su mente le estaba jugando un truco.

Carl pregunta:

-¿hay alguien ahi dentro? sal fuera.

Pasan unos segundos y nadie contesta. Carl se queda delante de la tienda de deportes. Ahora no siente ningún otro ruido. No ve, desde su posición, a unos cuatro pasos de la puerta de entrada y delante de la virtina esa transparente, con los maniquíes y demás, más nada. El silencio a veces es más aterrador que el ruido.

Carl sopesa sus opciones: entrar, quedarse allí, retroceder y probar otra tienda, volver a gritar, tantas posibilidades y tantos peligros. Aunque es de día, podría intentar entrar mientras la luz del sol siga acompañándole a sus espaldas y evitar los lugares totalmente oscuros de la tienda.

Todo, todo es posible. El hombre trata de ver cuál sería su mejor opción.

Guardo el bate en una de las cinchas de la mochila originalmente preparadas para llevar un paraguas. Saco entonces el rifle que ya siempre llevo cargado y salgo a la zona iluminada. Mi idea es  coger algun objeto metçalico, como un par de latas o algo así y lanzarlas todo lo lejos de la zona que me interesa como sea posible, para atraer la atención de lo que sea que anda por ahi hacia allá. Una vez lo haya hecho, esperaré unos segundos y me lanzaré corriendo por el pasillo para hacerme con lo que busco.

Tras un momento de duda Carl empieza a avanzar hacia la tienda con la pistola apuntando a la oscuridad.

Sin dejar de apuntar al frente gira la cabeza a los lados en busca de una linterna "necesito luz maldita sea"

Joy bajó al piso anterior al penthouse. Usó para ello las escaleras, todo el tiempo atenta a no pasar por los rincones oscuros. Al abrir la puerta que daba al piso quinto, (el penthouse estaba en el sexto), se halló delante de un corredor largo, alfombrado de rojo. A la derecha se doblaba hacia otro corredor y había dos puertas, ambas cerradas. A la izquierda, se hallaban 3 puertas, una cerrada y las otras dos no. Unos ventanales, en el fondo, daban la suficiente luz solar para que Joy no se sintiera intimidada, aunque el palo en la mano era también una seguridad.

Richard deja que el conejo tenga otro día más para vivir, así que cuando el animal nota que no toma una actitud de atacarlo, sale corriendo por un agujero y desaparece. El hombre toma la guadaña y la guarda, y también elige llevarse la soga, que calcula rápidamente que puede tener unos cinco metros de longitud. Con esas cosas ya en su equipo, Richard saca la barra y abre las puertas del granero. El sol está iluminando el cielo con fuerza, aunque es temprano, y eso al menos lo llena de regocijo.

Camina hacia la camioneta que vió más al fondo. Mientras lo hace siente el  píar de los pájaros cerca, vé varios árboles desde los que los mismos se dedican a entonar sus melodías. Hay más casas y graneros, aunque no están tan cercanos unos de los otros.

Cuando llega a la camioneta, vé que no está cerrada y eso es bueno. Richard se fija en su interior. El combustible está por la mitad, según lo que dice el indicador. En la parte trasera, exactamente en el asiento trasero, encuentra una escopeta de doble caño. Richard la coge, la abre y vé que está cargada. Dos cartuchos ocupan su cámara, no es mucho pero es mejor que nada.

Al lado del vehículo hay una casa de campo, de unos dos pisos.

Rinus primero fue hasta el camión, quizá guardase algo de interés. Nota que es un camión de esos de ocho ruedas, de un color rojo sucio, que tiene pintada en su puerta derecha una marca de chocolates: "Midnight". El hombre se apea y mira por la ventanilla. Las llaves están puestas pero la puerta se encuentra cerrada. Rinus trata de tironear pero eso no cede así como así.

Se le ocurre que podría ir a buscar algo para romper el vidrio y hacerse con el vehículo pero primero se dirige hacia la parte de atrás, la zona de carga. La puerta posterior, por donde sube la mercadería, estaba cerrada y tenía un candado puesto. Rinus tiene que abrir la ventanilla y luego se encargará del candado, si es que quiere el camión. El hombre se pone a pensar qué le conviene hacer mientras mira a los autos, quizá es preferible ir por uno de ellos.

Entonces siente un golpe dentro del camión. Retrocede.

Silencio. No se oye más nada.

¿Quien demonios se deja una camioneta abierta y con un arma cargada dentro? Tuvieron que huir y abandonar todo, no hay rastros de lucha.

Richard puso la escopeta entre su espalda y la mochila, a mano por si habia algun problema. Hizo algo parecido con la guadaña, asomaba por encima de su cabeza dandole un aspecto funebre, casi tenebroso.
Buscó rapidamente las llaves del vehiculo, tampoco seria un problema no encontrarlas, conocia el modelo de camioneta y podia hacer un puente con facilidad.

Despues, sabiendo que podia ganar tiempo viajando motorizado, decidió echar un vistazo a la casa. Seguramente pertenecia a los mismos dueños que la camioneta.
Se acercó atento a las ventanas, ya se habia llevado mas de una sorpresa en el pasado al entrar en lugares oscuros. Miró si habia cortinas y si dejaban pasar luz suficiente para iluminar el interior.
Con el machete en la mano intentó abrir la puerta, si ese acceso no funcionaba tendria que buscar una ventana entreabierta o simplemente la mas facil de romper.

Parece que aqui no vive nadie. Aunque eso no quiere decir que no haya nada vivo dentro.

El golpe me asusta y me hace dar un respingo hacia atrás. !Diablos, que coño será eso!!. pensé asustado. Por norma general solía ser muy precavido. Algunos dirían que cobarde. "Algunos...qué algunos...sino queda nadie!!" Me volví a acercar al camión. Por mi cabeza había pasado la posibilidad de buscar otro coche, pero aquel golpe en la parte trasera del vehículo, en un rinconcito de mí, barajaba la posbilidad de que fuera otro ser humano..."sería posible eso?".
Había visto las llaves puestas en la cabina, y aunque había intentado abrir la puerta no pude. Pero mi experiencia en el taller de coches me sirvió también para aprender algunos trucos para forzar cerraduras. "Pero que había dentro.." Esa pregunta iba y venía. Me puse tenso, y procuré escuchar, a ver si escuchaba algo más. Pero todo parecía en silencio. De momento me había olvidado del resto de vehículos, y sólo estaba concentrado en escuchar.
"Échale valor...vamos...fuerza la cerradura!!"
Además quizá quede dentro algo de chocolate del que publicita el camión...

Ben salió impulsado del tragaluz y cayó, de rodillas, sobre el asfalto de la calle. No se hizo ningún daño ya que el baño estaba en planta baja, fue una pequeña caída y le fue bastante fácil. Ben tomó su arma, la puso en su espalda y comenzó a caminar. Estaba en una ciudad populosa, en algún lado de Georgia, en East Point. Lo rodeaban cuadras de edificios altos, restaurantes, salidas de autobuses, bares, cines, etc. Estaba en lo que sería el centro de la ciudad. Era gracioso pensar que el día anterior, cuando lo sorprendió la noche ni había tenido tiempo de darse cuenta que era un lugar muy agradable, al menos ahora con las criaturas como un nebuloso recuerdo.

Se paró a ver qué tenía más cerca. Había un bar, un edificio de diez pisos, una oficina postal. En la cuadra de enfrente había otro cine, otro edificio de un poco más de diez pisos y un restaurante. Eso era lo que tenía más cerca. Podría seguir caminando y probar suerte en la siguiente cuadra o elegir algo de ésta. Todo dependía de él.

Recién eran las siete y veinte de la mañana y tenía todo el día por delante.