Partida Rol por web

Los Hijos del Acero.

Thiaras. Un encargo singular.

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02/01/2017, 23:48

VI.

La promesa de una retribución fue suficiente para que la muchacha se quedase a escuchar a Artemis. No recuperó su asiento, quedándose apoyada sobre la mesa, su piel excesivamente bronceada, quemada por el implacable sol del desierto, desparramada sobre la mesa, desde sus estilizados brazos, hasta el escueto escote que dejaba entrever su justillo de cuero rojo. No ocultó su alegría cuando Artemis dio algunos de los detalles de su encargo. Ella no hizo preguntas de más, quizás porque intuía que no debía hacerlas, quizás porque una promesa de oro era más valedera que la certeza de un cuchillo clavándole la lengua a la mesa.
—Tendré los ojos abiertos. Te traeré esa información —se apartó de él, sonriente, le guiñó un ojo —. No te arrepentirás.
Habiendo marcado un punto de encuentro, donde ella podría hallarle, Artemis se quedó en la mesa, solo, acompañado por las miradas de las cortesanas. Una de ellas, exuberante, piel tostada, piernas largas, de andares felinos, ojos oscuros decorados con un maquillaje propio de una reina, se acercó a él. Era todo seda y dulzura.
—Si ya se ha cansado de tontear con muchachas puede que prefiera la compañía de una mujer de verdad. Yo no le dejaré a medias.

*

La Seda Escarchada, dos horas hasta el amanecer.
El cuarto estaba en silencio, las sombras poblaban cada esquina, cada rendija, cada grieta de la pared. Silencio, tan denso, tan obscenamente ordenado y calmo que cualquiera, incluso alguien no entrenado, habría escuchado los pasos menudos que se arrastraban desde la puerta hasta su cama. No la dejó entrar. Un fugaz movimiento, una sombra que saltó desde el catre hasta el cuello de ella. Un candil cayó al suelo, la débil llama se apagó con el impacto. Cuando Artemis encendió su propia llama descubrió que su casi víctima era la muchacha del prostíbulo. Estaba tensa y pálida, los ojos al borde del llanto, apenas sin respirar. Con hipo.
—Dijo que…podía subir. El…posadero —mencionó —. Otras chicas lo hacen…creyó que yo era…—respiró hondo —. No me mates, por favor —suplicó, de corazón. Cerró los ojos, asustada. Una flor torturada contra una tormenta de acero. Artemis retiró el arma de su cuello.
Necesitó unos minutos para recuperar el color. Poco a poco su personalidad descarada volvió a salir a flote.
—¿Recibes a todos por igual? —una mala pregunta para un mal momento —. Tengo la información —a la luz de la llama Artemis parecía un demonio calmo, un diablo que juega y apuesta con las almas de los hombres…y que devora la de las muchachas. Esta vez no se le ocurrió regatear por un precio —. Hace menos de media hora. Entraron en la ciudad. Las Moiras han regresado y no lo han hecho solas. Llegaron con otros tres jinetes. Dos de ellos no importan, ¿Cómo hacerlo cuando él se encontraba en medio? Es…es él quien buscas. Su piel es blanca, su mirada azul, acero templado. Su cabello es nieve. ¡Nieve! ¿Sabes lo que es? Alto, bien formado, facciones delicadas como las de una muchacha núbil pero a la vez firmes y masculinas. Él…no me vio, pero fue como si lo hiciera. Podía ver mi alma, mi cuerpo, desnudo. Me asustó. A la vez, me atrajo. Un albino. Es él quien buscas —soltó aire, el recuerdo había excitado a la muchacha, tenía el vello de los brazos erizado, la respiración agitada, las mejillas encendidas —. Las Moiras lo escoltaron hasta la torre de Lord Benrat. En la ciudad se dice que ese hombre es un estratega. Que es el as que el señor de Thiaras guarda bajo la manga.
Entre sombras y luces Artemis pudo ver un feo golpe que la muchacha tenía en el rostro, muy reciente. Tenía el pómulo partido y la mejilla se le estaba hinchando. Cuando ella se percató de que Artemis la observaba torció la cabeza para evitar ser mirada.
—Esperé en la puerta, a uno de los guardias no le pareció bien —explicó, la voz seca —. Mi…dinero —. Se atrevió a pedir.

Notas de juego

*Aquí avanzo la trama. Podría tenerte las ocho horas que pasan desde tu primer encuentro con la muchacha hasta el segundo dando vueltas por Thiaras, pero no le veo sentido cuando ella te traerá información que necesitas. Ojo, puedes aprovechar este tiempo para seguir otro rastro, descansar, irte de putas (no en este local, te falta dinero), bailar y cantar, etc.

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09/01/2017, 15:48
Artemis

La chica era todo voluntad, eso no se podia negar que intentaba esforzarse al maximo pero algo me decia que no era tan talentosa como ella intentaba hacer parecer. Solo esperaba que no se metiera en un lio que me trajera problemas a mi. Tras escucharme y estar de acuerdo con los detalles menores y con el lugar de encuentro, salio sin mirar atras a cumplir su tarea. La bandeja de fruta y el agua no merecian el coste, pero encontrar a una ratona de la calle que conociera el lugar era algo valioso, aunque sus capacidades no fueran lo esperado, aun asi vista la ciudad o lo que quedaba de ella no es que me sorprendiese. Deje el pago por la mesa sobre esta, mas cuando estaba a punto de levantarme una cortesana del lugar se me acerco, el movimiento de sus caderas era casi hipnotico, asi como el tono de su piel y la forma que tenia de mirar... mas de donde yo venia esas tretas las conocia cualquier tonto que hubiera sobrevivido a las sucias calles bajas de Zamora. Aun con todo habia que admitir que la mujer era una mujer entre mujeres, un diamente pulido para la satisfaccion de sus clientes sin ninguna duda. Sonrei cuando hablo, mientras mi mirada se desviaba en direccion a la puerta por la que se habia escurrido la niña.

Estoy seguro de que no lo harias, sin duda pareces toda una mujer de verdad. - Acerque mi mano sin tocarla, como si acariciara su pomulo sin llegar a hacerlo. Distrayendo sus ojos de mi y obligandola a escucharme sin mirarme directamente. - Una magnifica joya con la que engalanar esta noche, pero para tu decepcion y la mia, no podra ser. No esta noche al menos, aun asi volvere de nuevo pues no podria irme de Thiaras sin probar su mas jugosa fruta. - Aparte la mano de su rostro, sin haber llegado a mantener contacto con ella en ningun momento, despidiendome con un gesto de cabeza y dandome la vuelta para perderme de nuevo en las mismas calles que me habian dado la bienvenida unas horas antes. No deseaba la compañia de ninguna puta, no esta noche, me daba igual con que tipo de agua se limpiara o perfumara su cuerpo. Tenia que descansar, mañana seria un dia largo y ademas no podia gastarme todo el dinero en la primera noche.

Llegue de nuevo a la posada, dispuesto a dormir hasta que el sol despuntara y su luz me despertara, puesto que no podia perder ni una sola de las horas de sol. Debia moverme, mi tapadera dependia de ello en caso de que alguien investigara, seria bueno que algunos comerciantes validaran mi interes por las joyas y de paso, conocer la ciudad de dia me daria mas informacion sobre como continuar la mision sin saber a quien debia matar. El catre no era lo mas comodo del mundo, pero serviria. No tarde demasiado en caer sobre el rendido para ser sincero.

No se exactamente cuanto tiempo habia transcurrido, por el tono de la oscuridad reinante afuera sin duda faltaba no mucho para el amanecer, mas el crujir de los maderos me desperto a tiempo de ver a una figura colandose en mi habitacion. Hubiera sido imposible que nadie se enterara, ni siquiera el mas sordo de los guardias hubiera oido un acercamiento asi, por lo que sin duda si era una asesina, era la peor que habian enviado contra mi. Espere a un par de pasos mas y salte desde la cama con la cuchilla del brazo lista, el filo se quedo sobre el cuello de mi sorprendida victima mientras el candil que esta traia caia al suelo y se apagaba. Sin apenas moverme y dandole a entender que  no hiciera tonterias, fui yo quien encendio el candil de la mesa, para dar con el rostro de mi ratona de calle. Tensa, palida y al borde del mas puro terror, casi era un milago que no se hubiera ido patas abajo alli mismo. Ver sus ojos lacrimogenos me hizo apartar la cuchilla de su cuello y hacerla sentar mientras yo hacia lo mismo. Escuche sus explicaciones de pasada, atendiendolas lo justo para reconocer detalles importantes pero nada mas. No conteste a su suplica, pues la alternativa de tener que matarla no era tan extraña y no era de los que hacian falsas promesas.

Aun asi pasados un par de minutos parecio recobrar la compostura y tambien su vacile. La mire detenidamente sin contestar, ladeando la cabeza, presionando ocn mi silencio sus palabras, hasta que dijo lo que queria oir. Asi que habia dado con el hermoso hombre, interesante sin duda, quizas era mas util de lo que parecia a simple vista. La descripcion del hombre no me dijo que era, pero ademas de todo lo que ella pudo decir quedaba claro que las Moiras lo habian traido de un lugar donde ningun hombre queria ir, asi que la necesidad de ese cuchillo especial que me habia dado el mago cobraba mas sentido a cada retazo de informacion que añadia a mi coleccion. No es que tuviera mucho, pero sin duda indicaba que el individuo a cazar, asi como sus mas que posibles protectores no serian un problema facil de solucionar, ni siquiera con mis habilidad... pues como habia dicho el mago, era el tipo de misiones que solo el principe podia cumplir. Quizas fuera mi ego, pero entendia de lo que hablaba... como siempre, ese hombre ponia mis talentos y mi ingenio al borde de su maxima expresion. Habia que currarse un plan de accion, no serviria una simple emboscada. Para mejorar la situacion, habian llevado al albino a la torre del señor de la ciudad... el lugar mas inexpugnable de todos, lo que añadia un reto mas si eso era posible. Habian muchas opciones, el ego u el orgullo de la mayoria les obligaria a ir a por el albino, incluso en la fortaleza donde se encontraba. Yo preferia ser practico, mi mision era matar y conseguir algo de él... no cometer el asesinato del año.

Mientras hablaba, a las luces y sombras que provocaba el candil mientras ella se movia pude ver un moraton. Un feo golpe en su rostro, mire el lugar con detenimiento, impasible por si ella lo notaba o no. Ante mi gesto ella tapo el golpe, dando una corta explicacion. Adelante mi mano tomandola de la barbilla y obligandola a mostrarme el golpe, apenas duro un segundo el contacto antes de volver a mi posicion original. El cambio de actitud la desconcertaria, era una carta mas dentro del juego. Su forma de pedir su pago arrastraba tintes de miedo y casi podia hasta olerlo, parecia como que esperase mas una cuchilla en el corazon que las monedas que habiamos hablado. Mi mano desaparecio dentro de mis ropajes y pronto salio de nuevo con el pago, al lado de este sin embargo habia un par de monedas mas... con mis dedos justo al lado de ellas. - Pareces capaz de ingeniartelas para conseguir informacion y ese don me parece sumamente util ahora mismo. Mas si te cogen por una estupidez como quedarte demasiado en una puerta, hablaras con ellos y eso me haria sentirme profundamente decepcionado. - El tono de esta ultima palabra iba cargado de significado, no de amenaza, no usaria algo tan burdo. Preferia que fuera ella la que imaginara cosas, era mucho mas sencillo en alguien asi, que si yo le decia exactamente lo que ocurria o la intimidaba como debian haber hecho los demas en esta ciudad. Aparte mi mano tras empujar levemente ese par de monedas junto con las demas. - Es muy posible que requiera mas informacion a lo largo del dia, si te interesa, ya sabes donde encontrarme, pero nada de acercamientos directos en publico. ¿Entendido? - La mire directamente a los ojos, dejando claro que ese punto era incuestionable. Ella era una fuente de informacion y si me tocaba hacer alguna locura, iba a encesitar mucha informacion sobre esa fortaleza.

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09/01/2017, 19:34

La muchacha se tensó al ver como la mano de Artemis desaparecía ente los pliegues de su ropa. Hubiera llevado la mano a uno de sus cuchillos si eso no hubiera significado una declaración de intenciones. Se contuvo, mantuvo el aliento, soltó el aliento cuando vio el oro. Prácticamente se lo arrebató de las manos. Volvió a erizarse el fino bello de su nunca cuando Artemis le mostró dos monedas extras. La muchacha dudaba. Una trampa, un peligro que no podía ver. El desconocido venido de lejos era la sombra de un puñal, la promesa de una amenaza.
—No me cogerán, además. ¿Qué iba a decirles? Has sido bastante grosero y no me has dicho ni tu nombre. Claro que yo tampoco te he dicho el mío —una sonrisa amplia, gatuna, tratando de ocultar el nerviosismo que picaba debajo de sus pies —. Seré muy discreta —aseguró, tomando el oro —. Tienes razón, tengo que ser más cauta. Llevo toda la noche recorriendo las calles. Tendré que esperar a que los guardias cambien de turno para no llamar la atención.
Lejos de marcharse, se adentró un poco más en la habitación. No le miró, aquello hubiera dado paso a una negativa. Sacó una pequeña manta de un saquito que llevaba a la espalda y la puso sobre el duro suelo.
—¿No te importa que descanse aquí un par de horas, verdad? —ya estaba tumbada, acurrucada. El suelo debía ser tan incómodo como sentir una rodilla clavada en las costillas —. Necesito…dormir un poco —habló entre sueños, recordó algo y despertó de súbito —. No soy ese tipo de chica. ¿Eso lo sabes, no? —sacó uno de sus cuchillos, con más torpeza de la que debería y lo dejó a su lado, en el suelo, como señal de aviso. Volvió a tumbarse, agotada —. Puedes llamarme Alimaña. Mi padre me llamaba así. Y toda la gente que conozco. No veo porque tú ibas a ser diferente. Pero no lo olvides, no soy ese tipo de…
Cayó rendida, los ojos cerrados, la respiración convulsa.

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11/01/2017, 09:51
Artemis

Casi me dieron ganas de sonreir cuandos e tenso por un movimiento tan superfluo como colocar la mano dentro de mis ropas, aun asi lo deje pasar, la chica estaba esforzandose y aunque le faltaba practica y entrenamiento, sin duda le ponia voluntad y muchas veces eso era mas importante que el talento innato. A la vista del oro sus ojos brillaron, casi relucieron, mas mis palabras la dejaron expectante, temerosa de una trampa que no lo era. Requeria mas de ella, no mucho pero si lo suficiente y aunque ella no las tenia todas consigo, estaba claro que el dinero y la promesa de una comida caliente en breve valian mas que cualquier miedo que estuviera imaginando en su cabeza.

Sus palabras fueron como siempre, hecho que me confirmo que se mantenia aun entera. Llamarme grosero sin duda era una trivialidad, no me apetecia crear un nuevo nombre a menos que fuera necesario, tenia mucho de ellos y ahora mismo no me apetecia adoptar ninguno a excepcion del anonimo mercader venido de lejos por encargo de un patron desconocido. Una fachada simple, sencilla, debajo de la que no mirar pero con poca profundidad. Ella siguieo hablando a raiz de mis palabras y sin esperar, ni mirar por si la habia, respuesta a sus propias palabras se echo en el suelo. Movi el cuello, ningun ruido se reflejo del movimiento, estaba bien, habia dormido mas que suficiente puesto que no habia hecho nada que implicara un verdadero cansancio aparte del viaje en caballo y la muchacha sin duda parecia desfallecida.

Entre palabras, murmullos, dejo un cuchillo a su lado con muy poca gracia... cualquiera sabria que intentar dormir en una habitacion asi sin mas podia llevarte al otro mundo, pero que ella me amenazara tras lo de antes sin duda era comico. Una sonrisa se perfilo en mi barba mientras no dejaba de mirarla y ella no dejaba de repetir que no era una puta. Cito el nombre por el que podia llamarla y eso si atrajo mi atencion. - ¿Alimaña? - No es que me sorprendiera un mote, los habia a miles en las calles pero que tu propio padre te llamara asi nunca era bueno. La calle y la familia eran cosas distintas. - No pienso llamarte asi. Ahora duerme y mañana ya me daras otro nombre. - Cayo dormida casi en el acto y yo me di cuenta que de una forma u otra me recordaba en parte a mi hija. Una que tenia talento y entrenamiento pero que bien podia estar en un apuro similar, si esos cabrones habian hecho alguna cosa que no debian. Pase mi mano por mi cabeza, relajandome y acariciandome la barba mientras mis ojos estaban cerrados. La echaba de menos y en cierta forma, mis amigos sabian que este viaje de peregrinacion, esta vuelta a las calles era un intento de encontrarla, estuviera donde estuviera. Los recuerdos iban y venian y cuando por fin me calme, la respiracion de la chica inundaba la habitacion, era suave y ritmica. Sin duda estaba agotada y habia casi desfallecida sobre un suelo que debia ser peor que la piedra. Tenia muchas cosas en las que pensar y dormir no ayudaria a ninguna. Me acerque a ella, de la misma forma que me movia siempre y con sumo cuidado la tome de tal forma que no pensara nada raro y la deposite sobre la cama, tapandola con la manta.

Tras eso volvi a la mesa. Mi objetivo estaba en la ciudad, rodeado de un cuarteto de asesinos peligrosos y como invitado del señor de estas tierras o de uno de ellos. Sin duda las cosas se estaban complicando por momentos, sonrei para nadie, exitado por la sensacion que recorria mi cuerpo. Este tipo de retos eran los que muchas veces hacian volver a vibrar mi corazon, el nivel de locura implicito en estas misiones , al recompensa y el hecho de saber que habia podido cumplir. Mañana usaria unas pocas horas para adentrarme en el mercado, en el bazar, daria vueltas para memorizar el lugar, recordar sus callejuelas puesto que si necesitaba huir o moverme con rapidez, debia conocer estas calles o al menos tener un mapa mental medianamente fiable. Tras eso buscaria un lugar donde comer algo cercano a la torre del señor Bernat, estudiaria a sus soldados, sus rutinas, antes de escabullirme por los callejones, explorando siempre la torre desde una distancia prudencial e intentando que cada paso pareciera el de un comerciante, ya fuera perdido o simplemente interesado en algo que habia en ese lugar. Si queria dar con mi presa, debia saber en que terreno me movia, puesto que dudaba que él me fuera a dar dos oportunidades para matarlo.

Un leve cambio en la respiracion de la chica me hizo mirarla, devolviendo al momento presente. Mucho que hacer, pero sobretodo informacion, necesitaba mucha de esa para asi poder planear mi siguiente movimiento antes de que esta ciudad se convirtiera en un caos. Ya por algun problema interno, como por un ataque del otro señor de Thiaras. Sin duda una mezcla explosiva sobre la que estaba sentada... aunque debia admitir que un ataque a la antigua usanza, con torres de asedio y todo lo demas me pondria las cosas probablemente mas faciles, a la hora de dar con mi objetivo y eliminarlo. Algo me decia que como habia sugerido la muchacha, ese hombre podia cambiar el curso de esta guerra civil.

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14/01/2017, 02:50

VII.

Alimaña se despertó sobre la cama. Una vez ubicada su presencia se sintió desconcertada. Contempló a Artemis, más allá, sentado en la mesa, trazando planes, ideas, estudiando un plano de la ciudad que el posadero le había entregado junto con una nueva queja. Se sintió incómoda, como si pudiera discernir qué clase de fuerza mística había elevado su cuerpo de las tablas del suelo para depositarla en la mullida cama. Cautelosa, como un gato herido al que se le ofrece comida, se levantó de la cama y recogió su cuchillo del suelo.
Se acercó a Artemis con pasos cautos, no quería interrumpir sus pensamientos. La muchacha apenas había dormido un par de horas. Tenía el sueño ligero e inquieto como los de todos aquellos que viven y padecen en la calle. Cuando su misterioso benefactor posó los ojos en ella se avergonzó. Por algo que había dicho, por algo que le había llamado. Quizás. Un poco de orgullo, de ese estúpido que también se recoge en la calle, impidió que le hablase con más sinceridad.
—Iré a buscar más información —dijo, muy seria —. Soy la chica que necesitas. ¡Eh, pero no esa clase de chica!
Y salió corriendo de su cuarto. Se detuvo un momento en el umbral de la puerta. La puerta gimió, la madera era vieja y el metal estaba oxidado. O quizás ella había dicho “Gracias”.

Reconoció el terreno. Thiaras del Este necesitaba una buena escuadra de albañiles e ingenieros. Los desperfectos de la guerra, y las arcas cada vez más vacías de su señor, impedían reconstruir ciertas zonas atacadas. Los mercados abarrotados se mezclaban con calles vacías, de muros derruidos y plazas sin vida, donde los desperfectos de una batalla se apreciaban a simple vista. Callejones fantasma era un buen término para tales lugares, parte del alma podrida de Thiaras, sus propios pecados, los testigos mudos de su barbarie.
Tras unas pocas horas Artemis pensó que podía entrar en la torre si así lo deseaba. No había mucha presencia militar en la torre del señor de Thiaras del Este, tampoco en las calles. Obviamente no esperaba un ataque a la torre y la mayor parte de sus efectivos se encontraban en la muralla que daba a la Grieta, así como en las calles. Artemis también se percató de que había menos mercenarios en la ciudad de los que serían deseables. Fue uno de ellos quien llamó su atención; un tipo orondo y calvo, tostado por el sol, con su glotona mano sobre la espada.
—¡Eh, tú! ¿Qué haces aquí? ¿No sabes que Lord Benrat nos quiere a todos en la muralla que da a la Grieta. Atacamos dentro unas horas. Tiene un plan para destrozar a ese pomposo de Lord Knebb. Habrá dinero para todos. Y mujeres —volvió a mirarle, sin saber exactamente donde ubicar a alguien tan exótico como Artemis —. ¿O eres mercader? Si es así más te vale pasar esta noche en casa.
El mercenario se alejó por una ancha calle. Le había dado a entender que Lord Benrat iba a lanzar un ataque desesperado contra Thiaras del Oeste, una ciudad fortificada que, según los rumores, contaba con mercenarios en proporción de cuatro a una.
Vio a Alimaña correteando hacia él por la calle. Estaba desierta, por lo que no trató de ocultarse. Cuando se acercó a él, Artemis se fijó en que la muchacha tenía una nueva contusión, esta vez en el pómulo, el cual estaba abierto en una fea herida. Ella apartó la mirada.
—Los guardias. Cada vez tienen menos paciencia —masculló, nada convencida —. ¿¡Sabes lo que he descubierto!? Lord Benrat planea atacar esta noche. Vaya, no veo en tu cara que eso valga tres monedas. Sé algo más. Lord Benrat tenía todas las de perder. Esa persona que buscas es su arma secreta. Dicen que es un estratega pero yo no creo que lo sea. Es…algo más. Estará presente durante el ataque, puede que atrás, junto al señor. O puede que en primera línea de combate. No he podido conseguir nada más —aseguró, desalentada —. ¿Vale esa información tres monedas? —Le tendió la mano, esperando —. ¿A dónde vamos ahora, Jefe?

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16/01/2017, 13:26
Artemis

El plano de la ciudad que el posadero me habia entregado entre quejas habia sido de mucha utilidad mientras la chica dormia tirada en la cama, yo me hice un pequeño experto en las zonas que considere mas importantes. Correr o huir era siempre una opcion, mala pero una de ellas y si queria poder seguir a alguien o evitarlo mas me valia conocer la ciudad antes de que esta se cerrara sobre mi como un cepo bien engrasado. La respiracion acompasada de la chica me acompaño durante mi estudio, hasta que por supuesto la oi levantarse e ir a por su arma. Ni siquiera me gire en su direccion y segui a lo mio hasta que se coloco casi a mi lado, solo entonces lentamente me gire para posar mis ojos sobre ella. Ese gesto tan mundano parecio avergonzarla porque entonces se volvio todo prisas, sabia que la calle era peligrosa y que la chica bien podia intentar jugarmela pero ahora mismo no tenia muchas mas alternativas... ademas no me gustaba ese sentimiento paternalista que parecia haber surgido por su parecido con mi hija. Suspire cuando salio corriendo y un, solo quizas un agradecimiento se entrecruzo con el crujido y chirrirar de la puerta. Detuve mis pensamientos mirando hacia la calle. Maldita joven... a este paso seguro que vuelve con otro golpe o acaba muerta. No se en que narices esta pensando sinceramente... pero esta claro que o ella me ha encontrado a mi de una forma muy poco casual o ha tenido la mayor de las suertes. Con ese tipo de ideas en la cabeza me levante y me prepare, uno nunca sabia cuando la diosa fortuna podia dar un giro a tu favor, por lo que estar listo para el combate siempre era una necesidad. la puerta volvio a chirriar cuando la cerre.

Las calles de la ciudad seguian igual que anoche, con la diferencia de que ahora podia hacer mayor hincapie en los detalles de los edificios. Sin duda Lord Bernat estaba pasando por una mala epoca, los edificios estaba calcinados o semidestruidos por los sucesivos ataques de Kenneb y por la falta de personal y dinero, todo seguia igual. Sin duda no ayudaba para nada a levantar la moral de la ciudad, ni de sus soldados y por ende eso seria un clavo profundo en las mentes de Thiaras del Este... uno que podia acabar clavandose profundo sobre el atadu de su señor. Mas esa solo era una parte, la otra eran los mercados llenos hasta decir basta donde la gente parecia mas nerviosa de lo habitual para una ciudad asi, casi con la encesidad de comprar, como si feura un escape apra la tension y la angustia de sus cuerpos. No, esta ciudad se estaba arrastrando lentamente al abismo... sin duda su señor ya estaba al borde y habia visto la creciente oscuridad del mismo. Por eso el encargo a las Moiras, por eso.... el albino. No sabia a que juego jugaba ese hombre, pero sin duda el albino cobraria su precio de una forma que pocos entenderiamos... solo esperaba que Bernat hubiera tenido en cuenta que estaba pagando... aunque la verdad no me importaba, no tenia sentido que le diera nada que lo hiciera mas poderoso. Mi mano tanteo la daga de plata que me habia entregado... solo necesitaba sus colmillos... como si eso fuera lo mas facil de toda esta situacion.

Mis ojos se posaron en la torre del noble, la guardia era escasa, asi como sus defensas... bien podria colarme ahora y probar si el albino estaba en casa. Cuando estaba sopesando la idea un grito me alerto, gire mi cuello a izquierda y derecha hasta dar con el soldado que se dirijia a mi. Sus palabras no podian tener menos sentido para mi...el suicidio al que estaba dispuesto Bernat no tenia logica. Ningun lo que fuera esa cosa tenia tanto poder para romper la balanza de poder de una lucha asi.. eso iba contra toda posibilidad porque si asi fuera, ese albino seria probablemente la mayor presa que habia tenido en mi lista y la pregunta es si podria matarlo. ¿Que escondia ese hombre? Esos hombres para ser exactos. No conteste al hombre y asi pues, él se contesto asi mismo dandome una advertencia. Sin duda no iba a meterme en medio de una guerra de ese estilo, pero si realmente Bernat salia victorioso, una fiesta posterior sin duda seria el mejor momento para atacar. Las mujeres y el vino correrian por doquier, ademas esa misma confrontacion me permitiria ver a mi objetivo. Reconocerlo en un futuro a ciencia cierta y ademas verle en accion.

En eso que el mercenario desaparecio y la joven aparecio corriendo por la calle, no habia nadie cerca asi que llego hasta mi sin problemas y yo no tuve la necesidad de esconderme u ocultarme para no dar a conocer mi "alianza". Sus palabras eran atropelladas y ademas su rostro tenia una nueva herida, esta mas fea que la anterior. La mayoria de la informacion que medio no tenia valor para mi pues ya la conocia y la otra... no me servia. La mire detenidamente, evaluandola y sin duda no parecia complacido. - La informacion que me traes no me sirve y ese golpe en tu rostro me desalienta de que realmente sepas lo que estas haciendo. - La mire para que ni siquiera se le ocurriera replicar. - Ayer recibiste un pago suculento y por ahora bastara. Evita que te vuelvan a golpear, o al menos que la informacion merezca el coste del golpe... y ahora llevame a un lugar desde donde pueda observar el combate sin que nadie nos moleste. Mas concretamente quiero observar al albino... haz que merezca la pena y te ganaras una moneda. - Una cosa era ser magnanimo con mi dinero, otra ser idiota. Su informacion con golpe o sin el no merecia el rpecio que ella pedia, si queria sacarme mas dinero por mi buen talante, pronto se daria cuenta de lo rapido que este podia esfumarse. No me gustaba que jugaran conmigo.

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22/01/2017, 20:41

VIII.

Alimaña se avergonzó cuando Artemis descubrió un nuevo golpe en su rostro. Sus palabras, faltas de humanidad y calor, trazaron en su rostro una gris tristeza. Apartó la mirada, paseó a su lado, en silencio, y luego recordó.
—Van a abandonar sus defensas también. La muralla de la Grieta quedará prácticamente desierta. Podemos verlo desde allí.
Si bien la idea de acercarse a la Grieta no resultaba muy motivadora para la chiquilla. Era la tierra muerta, la tierra de nadie, el terreno vacío y hueco entre las dos Thiaras. Salvo por la Torre, una antigua construcción que carecía de puerta y ventanas y que aún en Artemis, levantaba visos de inquietud y molestia, como si a pesar de ser ciega, pudiera verles a todos con claridad.

La Grieta, una yerma extensión de tierra gris iluminada de forma fantasmagórica por el ojo entrecerrado de la diosa luna. En medio, una ominosa oda a las artes antiguas, a los tiempos olvidados antes del hundimiento de la Atlantis, cuando los hijos de Arrio dominaban el mundo. La torre ciega, vista de una posición elevada, se mostraba como una ofensa, una construcción regia, de piedra antigua, que encerraba secretos y misterios largamente olvidados.
Alimaña le había guiado bien. Primero a través de callejones y callejas, luego por la muralla, subiendo pisos desde su interior hasta llegar a la cima. Desde ella, una muralla que presentaba signos de desgaste, podía ver todo Thiaras Este, la Grieta, y la muralla de Thiaras Oeste. Atrás, las luces de la vida nocturna empezaban a despertar, igual que sus tímidas risas y los susurros de los amantes.
Enfrente, en territorio enemigo, Artemis veía a los hombres patrullando al pie de la muralla y sobre ella. Antorchas colocadas de forma estratégica iluminaban a los guardias paseantes, armados con rodelas y picas ligeras, y escondían en sus sombras a taimados arqueros de offir y vigilantes entrenados. La vigilancia era fuerte. De un rápido vistazo Artemis supo que no se podía tomar la muralla de lord Knebb mediante un ataque frontal a no ser que uno dispusiera de gran cantidad de hombres y una buena dosis de locura.
Al pie de la propia muralla Artemis pudo vislumbrar la fuerza de ataque de Lord Benrat. Menos de veinte mercenarios. Todos ellos armados hasta los dientes y acompañados por dos carros, no de carra, sino de paja, como si pensaran llenar tales vehículos con el expolio del palacio del gobernador enemigo. El señor de la ciudad se encontraba entre sus hombres, ligeramente atrás, ataviado con coraza y espada. Artemis recordó que era un viejo soldado. Se comportaba como un oficial, daba órdenes y se mantenía seguro, firme. Tras él, cuatro figuras, apenas sombras. Tres mujeres, raro de ver, y un hombre. Las Moiras, dedujo. No fueron ellas las que atrajeron su atención.
Había dos hombres que destacaban sobre los demás. Llevaban su larga cabellera negra asida como una cola de caballo, era fornidos y atléticos, con el torso desnudo, lleno de tatuajes tribuales. Iban armados solos con una espada. Uno de ellos parecía reír y bromear, el otro era su reverso, silencioso. Ambos hombre se movían como fieras, con el sigilo de una pantera, con el hombre de un depredador carnívoro. Había en su expresión corporal algo que desubicó a Artemis, parecían entrenados, pero también feroces, como animales o bárbaros, sedientos, excitados, uno en su algazara otro en su mutismo.
Los dos hombres, que no eran de Offir ni Nemedia, ni ningún reino aledaño. De hecho, no podía situarlos en ninguna etnia, no recibían órdenes del lord, sino de una figura encapucha, alta y esbelta, que andaba con el aplomo de un conquistador y la suavidad de un cortesano. El encapuchado, un paso por detrás del lord, tenía a su lado a un anciano encovado de aspecto senil, ataviado con una túnica de estrellas y lujas, que no dejaba de farfullar.
Una observación posterior indicó que el encapuchado era un hombre albino, de manos suaves y un perfil digno del mejor artista de Argos. Su presencia le resultaba incómoda. A la vez, le atraía. Era, sin duda, un líder nato y poseía un magnetismo que, desde la distancia, le inspiraba respeto y afecto.
—Si él me pidiera que saltase…—murmuró Alimaña, perdida en la figura encapuchada.
Abajo se preparaban para un ataca. El más silencioso de los hombres tatuados se adelantó. Y ocurrió algo que no solía pasarle a Artemis de forma habitual; lo perdió. Cierto que la Grieta no estaba bien iluminada, pero el asesino sabía seguir a una sombra, a un fantasma, a otro sicario. Pasados unos minutos le pareció ver faltas en las murallas de Lord Knebb. Primero uno de los guardias de la patrulla más alejada, luego uno de los tiradores situado en la torre más alejada.
—Así que te escondes aquí, ratita —la voz retumbó a sus espaldas, Alimaña dio un respingo.
Artemis, ducho en sus artes asesinas, se ocultó tras unos fardos de ropa vieja que los mercenarios de la muralla usaban para descansar*. Alimaña se vio sola. Sacó uno de sus cuchillos. Estaba tan nerviosa que se le cayó de las manos replicando en la noche como una campana de cristal. Tomó otro y lo aferró con ambas manos.
—¿Tienes mi dinero? —dijo la voz.
Se mostró, era un hombre grueso y obeso, pelado, de piel morena y barba de chivo. En sus manos llevaba un grueso garrote de madera. Tras él, otra figura, espigada, con un buen acero en las manos, una cimitarra de aspecto esbelto, justillo de cuero y cicatriz en el labio, también de piel morena, de Offir seguramente, sus músculos eran fibrados y ágiles.
—No tengo tu dinero, Bossom. Necesito más tiempo —contestó Alimaña, miró hacia atrás, la larga muralla no ofrecía una salida hasta más de cincuenta pasos. Podría evitar a Bossom pero no al matón que le acompañaba.
—Te he dado tiempo, ratita. He sido muy generoso. Veo que mis avisos no han surtido efecto —Bossom mostró una grasienta sonrisa, Alimaña se llevó la mano sobre sus heridas del rostro, compungida —. Tu recordatorio de esta noche será más intenso, así puede que empieces a cumplir los plazos.
—Es mucho dinero…—su súplica murió en un lamento, Bossom y su matón avanzaron por la muralla.
Artemis, espectador, oculto, podía evitar el conflicto, deslizarse por la pared de la muralla y escapar de la escena sin ser visto. Si decidía pelear tenía clara una cosa; el ataque de lord Benrat ya había empezado, en las sombras, y era cuestión de tiempo que sus hombres, él mismo, las Moiras y el encapuchado, se lanzasen a la Grieta. Si perdía el tiempo le dejarían atrás.

Notas de juego

*Imagino que harías algo así, sino, los dos recién llegados te verán.

Los mayores retos que debe afrontar un personaje no son aquellos que afectan a su salud, a los combates, al peligro, sino los que ponen en duda sus convicciones morales y hacen tambalear el deber que han jurado seguir.

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25/01/2017, 16:31
Artemis

El hecho de que descubriera algo tan obvio como la nueva herida de su cara parecio disgustarla, para mas inri ademas mis palabras desprovistas de todo pues al fin y al cabo soy solo su patron parecen molestarla. Ladee ligeramente la cabeza observandola aun mas detenidamente que hasta el momento aunque ella no me estuviera mirando a mi, recordando y estudiando los detalles que me habian unido a ella y lo ocurrido la otra noche en la posada. No queria admitirlo y probablemente ese tono que habia usado era por el hecho de la misma decepcion de volver a ver su rostro marcado pero la chica me recordaba demasiado a mi perdida hija y por ende, atravesaba muros que de otra forma se habrian mantenido intactos. ¿Cuando me habia vuelto un sentimental? Sin duda ya tenia mis años pero nunca antes me habia visto en una situacion asi, no... no desde que mi hija desapareciera. Mi gesto no cambio, mi mirada no tuvo ningun gesto diferente pero por mi mente pasaba otra forma de pensar. Habia sido enviado aqui con una mision y al mismo tiempo, yo habia encontrado quiza otra propia. Hacia tiempo que mi humanidad era algo que no me importaba, aun asi... esta chiquilla. Alimaña como la llamaban habia abierto algo que no deseaba ser reconocido.

Sus palabras se colaron por entre mis pensamientos, el puesto que decia parecia el idoneo para la vigilancia. Volvi mi cabeza a una posicion vertical sin mas y asenti lentamente. - Vamos, no quiero perderme ningun detalle.

No tardamos mucho en estar sobre la muralla, como bien habia dicho la chica no habia ni un alma. Todos marchaban con su señor en un intento de locura que sin embargo, estaba seguro que ocultaba algo mas que simplemente los ultimos destellos de una mente cuerda. Mis ojos pasaron de las antiguas y monoliticas murallas del Este, a la grieta, la herida abierta en el mismo mundo que clamaba a cualquier que posara sus ojos sobre ella sobre la muerte de un mundo antiguo de maravillas inimaginables y mas alla, las recias, fuertes e inamovibles murallas de la otra Thiaras. Desde la posicion elevada podian verse las antorchas, los movimientos de los guardias y las patrullas de un ejercito que sin duda se veia vencedor de una guerra civil que ya duraba demasiado. Vencedor pero no confiado. Era algo a tener en cuenta. Repase las murallas con ojo experto, denotando las posiciones de los vigias, los que se veian y los que no antes de bajar la mirada a la avanza que se dirijia al combate. Mire detenidamente a los hombres, casi una veintena de mercenarios de los mas duros, veteranos de mil campañas que portaban consigo dos carros para el botin. Sonrei para mi mismo. Sin duda la arrogancia y la confianza en sus nuevos amigos es desmedida y eso siempre puede ser util.

mas entonces los vi, al grupo que sin duda iba pero no formaba parte del ejercito de Bernat. Primero las Morias, los cuatro individuos estaban alli no muy lejos de un encapuchado que incluso a esta distancia consiguio de alguna manera insinuarse en los pensamientos de mi acompañante. Mala cosa, la belleza de ese tipo, la que provoca no solo devocion sino una obediencia rayana en el fanatismo no debe ser contemplada demasiado tiempo. Si debo matarlo, debe ser de tal forma que no este mucho tiempo frente a él y tambien alejado de las mentes de los mas debiles o se pondran en mi camino. Mire por el rabillo del ojo a la chica para vovler a centrarme no solo en el albino, sino en los otros dos. Parecian dos caras de una misma moneda, ademas de grandes, musculoso y llenos de tatuajes de diversa indole tribal, mas no era eso lo que me llamaba la atencion no, era como se movian, la perfeccion de su andar, de sus gestos, la economia de movimientos. Mas entonces mire al albino, su tez era algo digno de estar en los salones de los reyes, y si con lo ocurrido con la chica no era suficiente etaba claro que incluso a mi me parecia digno de respeto. Menee la cabeza, mala cosa. Mas entonces cai en otra figura, alguien que farfullaba detras del albino... algo que a mis ojos solo podia ser un hechicero. Suspire quedamente. ¿En que me has metido majadero? Dijiste un hombre. Aqui hay cuatro asesinos entrenados, dos salvajes mas que peligrosos, un mago y un maldito trozo de yeso que sin duda es mas pdoeroso que todos los demas. Empiezo a plantearme si el pago merece el riesgo. Ese simple pensamiento me hizo sonreir, claro que lo valia... no el pago en si, sino este momento. El estar aqui y ahora planeando como hundir mi daga de plata en el cuello de ese hombre para arrancarle sus colmillos.

Entonces ocurrio justo cuando observaba como uno de los salvajes se lanzaba al ataque, justo cuando mis ojos lo seguian en su carrera, lo perdi. Mis ojos se abrieron de asombo mientras lo buscaba en las somrbas, en los resquicios y fue solo cuando los centinelas del otro lado de la muralla comenzaron a morir de forma sistematica que me di cuenta de donde estaba el salvaje. Impresionante, no me cabia la menor duda. La adrenalina empezaba a bombear lentamente en mi cuerpo, podia sentirla junto con la expectacion del combate y del asesinato. Levante una mano apra darle una señal a la chica cuando oi algo, sin ni siquiera abrir la boca me deslice entre las ropas y telas tiradas por doquier donde los mercenarios solian descansar.

Dos hombres que sin duda parecian conocer a mi guia, cuya cara de sorpresa era mas que obvia desde mi escondite, estaban sin duda buscando el pago por... algo. Era lo que tenia contratar los servicios de alguien como ella, no sabias las pesas que portaba a sus espaldas y la verdad de por norma no me importarian. Podia deslizarme fuera de estos sitios pero ella era una baza, o eso queria decirme a mi mismo, porque tambien era un lastre. Aun asi desde donde estaba me daba cuenta de que no podia simplemente dejarla morir sin mas, a cualquier otro no me supondria un problema pero por algun motivo habia conectado con esa chica. Con cada uno de sus gestos, incluso los de tristeza y sin duda no iba a dejar que dos simples alcahuetes la apalizaran. Mis ojos fueron a mi objetivo, el tiempo corria en mi contra, los segundos, los minutos que desperdiciara aqui me pasarian factura pero tambien era cierto que sabia a donde iba Bernat... y en caso de equivocarme dudaba que fuera muy dificil seguir a una fuerza tan pequeña dentro de una ciudad en estado de alerta.

Me di la vuelta mire a los dos rateros armados, los estudie y sin vacilar coloque un dardo venenoso* en la cerbatana. El grandullon probablemente seria el mas problematico, parecia el jefe, el que le habia dedicado tantas atenciones a mi guia. Con un poco de suerte, su muerte ahuyentaria al otro y sino, tampoco me importaba mucho. Apunte a la bola de sebo, a la garganta, un tiro certero y mortal antes de salir de entre los fardos. Paso lento seguro, confiado, mirando al otro individuo y moviendo mi siniestra para atraer su atencion mientras una esfera de ceramica descansaba en mi diestra. Alcanzaria a la chica cogiendola del cuello de sus ropas, tirando de ella hacia mi y lanzando la granada de humo al suelo, a los pies o delante del otro dependiendo de si se acercaba o se quedaba en el sitio, para despues correr lo mas rapido posible en pos de mi verdadero objetivo. Minimizar el tiempo de respuesta de mi contrario, desaparecer ante sus ojos y buscar lo que realmente tenia valor. Si mas adelante debia matar a mas de esos rateros, no me supondria un problema mayor...

Notas de juego

La idea es usar veneno mortal, pero si no tengo acceso a uno de esos pues uno de tipo berseker. La granada entonces seria para no dejarle ver lo que tiene delante y de nuevo desaparecer del lugar en ese lapso de tiempo.

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26/01/2017, 23:58

Los mejores asesinos del mundo sabían que las emociones eran un lastre, similar a cargar con un fardo lleno de piedras a la espalda. Un gran guerrero dijo una vez; el amor debilita al combatiente. Un sabio, en su solitaria montaña, señaló; quien nada desea nada tiene que temer. Emociones, un lastre, problemas, interferencias. Malas palabras para encontrarlas en mitad de un encargo.

La muerte. La muerte poseía muchos rostros; la máscara de los años, la del acero templado, la de la flecha silbante. También podía ser más discreta. Sombras y demonios, Alimañana se enfrentaba a sus agresores. Bossom, un prestamista de la ciudad que estaba dispuesto a cobrar su deuda, de una forma u de otra. Tras él, un escolta. Un matón. O un torturador. Puede que las tres cosas. Las piernas de la muchacha temblaban. Se había olvidado de Artemis.
Artemis no la había olvidado.
La altiva llena quedó llena, durante un instante, por un zumbido, similar al de un insecto. Bossom se llevó la mano al cuello, sus ojos se tornaron blancos. Una sombra se deslizó, agarró a Alimaña por el cuello de su justillo, tiró de ella hacia atrás, y arrojó una bomba de humo, todo en un solo movimiento, inapreciable entre las sombras.
Dos figuras aparecieron entre las sombras. Un tambaleante Bossom que, ya muerto, chocó contra la baranda de la muralla y cayó al suelo, desde una distancia considerable. Su grasiento cuerpo impactó contra el suelo de forma sorda y fatal. Su compañero tuvo mejor suerte. Salió tosiendo de la nube de humo, los ojos rojos. Su mente de sicario reaccionó con rapidez poniendo sus ojillos aviesos en las dos figuras que corrían por la muralla.
—Le has…le has…—susurraba Alimaña, le faltaba el aliento, intentaba sonreír, incrédula —. Has matado a…ahhhh…
Aunque ella corría a su lado, tropezó, se vino abajo.
No había tropezado. Algo se había enroscado a sus pies. Intentó zafarse de la cuerda y de los contrapesos gemelos que había atados a sus extremos. El sicario ya estaba encima de ella pero se detuvo. No la miraba a ella sino que escudriñaba las sombras. La figura de Artemis, aún al descubierto, parecía una aparición, un fantasma enfundado en el manto de la noche.
El sicario se lo pensó, pasó su lengua vacilante sobre la herida de su labio. Aceptó el reto finalmente, desenfundó la cimitarra, encorvó la espalda, levantó la otra mano y adoptó una posición de combate. El arma curva giró dos veces en su mano. Alimaña le miraba espantada. No esperó, el hombre saltó por encima del cuerpo de la muchacha y atacó

- Tiradas (2)

Notas de juego

Tira dos juegos de dados, depende de las habilidades que vayas a usar. "Esquivar, alguna habilidad de armas, etc". Tu rival primer ataca, luego esquivará, un tipo produdente.

La narración también cuenta. De hecho, contra pnjs cuenta más que los dados así que si te salen tres unos, no desesperes.

Un saludo!

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29/01/2017, 18:26
Artemis

Entre las sombras observe lo que ocurria y medi cada acto, cada posible ataque, vi como paso a paso la mole de sebo se acercaba a la joven chica y una vez calculadas las distancias actue. La cerbatana cumplio su objetivo, el dardo acerto en el cuello al tal Bossom y la muerte le llego incluso antes de que él se diera cuenta. Pasos medidos, un fuerte agarre, una bomba lanzada en el lugar correcto y despues una larga carrera. La respiracion entrecortada de la joven muchacha, sus aspavientos de panico junto con su incapacidad para procesar lo que habia pasado. Si, lo habia matado. Habia matado a un hombre y probablemente debiera matar a otro por ella. ¿Me importaba? Lo mas minimo, pero aun asi sabia que habia errado en mis acciones. Las chicas como Alimaña mueren todos en los callejones de todas las ciudad del mundo y sin embargo yo, he salvado a esta. Hoy, la he salvado hoy pero no estare mañana. Una estupidez, la tonteria de un padre que se ha apegado a una muchacha porque le recordaba a su hija. Un tonto que hacia demasiado tiempo que no se encontraba con una situacion asi... deberia mejorar, deberia recordar como se hacia. Dejando atras sentimentalismos de ese estilo. Mas el mal ya estaba hecho, solo quedaba sufrir las consecuencias.

El maton se recupero rapido, no habia duda de que era bueno. Aparte a Alimaña al escucharle venir detras de nosotros, un simple gesto para que no se entrometiera en la pelea que se avecinaba. Aunque llamarlo asi probablemente feura demasiado, no tenia tiempo y no pensaba dedicarle mas tiempo del necesario a un maton cuyo unico propposito era vigilar mientras un gordo maltrataba a una niña. Una carrera loca para él, apenas un suave sprint para mi. El cortante viento de la noche de Thiaras acompañaba nuestro enfrentamiento, mi capa y mi capucha se movian por su incesante ulular. Aunque la distancia no era mucho, me dio tiempo de estudiar sus posibilidades, de decidir como atacaria a raiz de como se comportaba. Su accion, la mas absurda de todas, fue cargar, queria matar, saciar su sed de sangre con su espada. Suspire mientras me relajaba, esperando el momento, jugando con los tiempos como si fuera un dios que juega con las probabilidades. Ni siquiera sonrei, ni me inmute, solo movi mi siniestra, permitiendole al maton ver mi ballesta. Una pequeña pero letal arma a distancia, que movi como si fuera a utilizarla, mientras él corria en mi direccion. Medi los tiempos, para que se diera cuenta de que, o aceleraba, o no tenia donde cubrirse. Un incentivo mas para convertir una carrera brutal en una ademas desesperada... pues nadie desea morir sin tener la oportunidad de ver a los ojos al que ha matado a su patron. Un truco, una finta, nada mas que eso. Mi mano nunca alcanzo la ballesta y justo cuando estaba encima mio, di un paso al lateral contrario, a mi diestra dejando pasar el filo a escasos centimetros de mi, mi siniestra tomo su brazo inmovilizandolo el tiempo justo, mientras la cuchilla oculta en mi antebrazo derecho se colaba por entre sus defensas hasta alcanzar el cuello y le daba una muerte rapida a este infeliz.

Casi podia saborearlo en mi mente, pero si algo fallaba. Lo primero que haria seria rodar a la espalda del mismo mientras él cargaba para entonces si. Disparar a bocajarro la ballesta. De nuevo con el tiempo pegado a los talones... como si mi encargo no fuera lo bastante complicado ya.

- Tiradas (2)
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31/01/2017, 00:27

IX.

Un salto, acero recortado contra un mar de estrellas cenicientas, que fenecían. El golpe de un villano. Artemis ladeó su cuerpo, contuvo la respiración. Mostró su ballesta, un arma exótica, única podría decirse. Oscuridad e intenciones, el matón no reconoció la amenaza. Aceleró el paso igualmente. Su tajo pasó tan cerca del rostro de Artemis que el aire caliente meció sus ropajes. Contestó al ataque. Un golpe rápido, invisible entre los pliegues de su capa, entre los dobleces de las sombras. Una hoja oculta surgió en la noche. La última expresión del matón fue de sorpresa.
Se derrumbó sobre la muralla. Su acero curvo replicó contra el suelo. Trató de aferrarse la herida, detener la hemorragia con sus manos. Pero ya estaba muerto. Una ejecución perfecta.
Alimaña cortó las ataduras de sus pies, arrojó los pedazos de cuerda a un lado, con desdén. Miró al hombre muerto. Se asomó a la muralla tratando de ver el cuerpo del prestamista. El abismo de la noche lo había engullido, igual que su horribles demonios alados lo hubieran llevado a la profundidad de una sima.
—Muertos —exclamó —. Están muertos.
Una lágrima de cristal resbaló sobre su sucia mejilla. Le sonrió, tímida pero feliz, menuda pero radiante como el astro sol.

Su pequeño escarceo le había costado tiempo. Descender de la muralla, llegar al lugar donde había estado Lord Benrat, sus mercenarios y su particular escolta le llevó más tiempo del esperado. Siguieron sus huellas a través de la Grieta.
La sensación que percibió al recorrer aquella tierra entre tierra resultó extraña. Como asesino estaba acostumbrado a distanciarse de sus emociones, de sus víctimas, de su propia humanidad. Algunos de sus colegas lo hacían con tal maestría que se volvían huecos por dentro, autómatas incapaces de sentir nada. Ese vacío, ese punto conocido como la vacuidad, cuando ya has matado a tanta gente que ya nada importa, ese camino desalmado y nulo. Esa era la sensación. La Grieta le recordaba ese vacío.
Al pasar por delante de la torre ciega sintió un escalofrío. Alimaña, tras él, jadeando, apretó el paso al recorrer aquella tierra baldía. La chiquilla no había dudado en seguirle a pesar de que sus mayores miedos se escondían en esa tierra de nadie.
Fantasmas, si lograban acallar sus corazones el viento sonaba igual que fantasmas pidiendo clemencia. La noche estaba quieta, la luna en lo alto, igual que un tirano albino que disfrutase, mudo y sordo, de un espectáculo entre las bambalinas del mundo. Les vio corretear, uno detrás de otro. La noche les siguió, la torre derramó sobre ellos su gélido toque. Dejaron atrás la Grieta.

Los hombres de Lord Benrat lo habían conseguido. Thiaras del Este había abierto sus puertas. De alguna manera, veinte hombres habían logrado tomar la muralla, entrar la ciudad y llegar a palacio. Artemis examinó la escena con ojo experto. Había algo más que un brusco enfrentamiento entre hombres. Detectó dos constantes; una letal y silenciosa y otra brutal, animal. La primera era sin duda un asesino de élite, como él, capaz de eliminar a los mercenarios sin que se apercibieran, ya fuera en silencio o en plena batalla. La segunda era más brutal, un guerrero salvaje que había despedazado a sus enemigos a golpe de espada.
Las calles estaban llenas de cadáveres, de sangre, del aroma amargo de la derrota. Esa noche los ciudadanos se habían encerrado en casa. No era terreno para curiosos. Alimaña observó los cuerpos destrozados contemplándolos con atención.
—¿Tantos hombres tenía Benrat? No me pareció contar tantos.
Otro dato. Entre los cadáveres no encontraron ningún hombre de Lord Benrat. Todos servían a Knebb. Artemis dejó de contar. Cincuenta, sesenta. Puede que más. El horror se encontraba a las puertas de palacio.
El palacio era una construcción sólida, una oda al mal gusto, a lo ostentoso, al oro y al marfil entrelazados en fastuosas cúpulas, en estatuas rematadas con pan de oro, en ingeniosas arquitecturas que reflejaban la luz de la luna en sus adornos de plata. Hermoso, sobrecargado. A sus pies, la puerta principal abierta y más de treinta cuerpos. Puede que más. Los hombres de Knebb habían intentado frenar al invasor ante las puertas. No lo habían logrado.
Artemis examinó la escena. Los mercenarios de lord Knebb habían cargado desde la puerta. Por la posición de los cuerpos era evidente que habían tratado de doblegar a sus enemigos mediante el número, rodeándolos. No había servido. Encontró en sus restos las huellas del guerrero feroz y los letales cortes de un asesino implacable. Artemis no quería creerlo pero todo indicaba lo mismo. Aquella masacre, la toma de la muralla, los cuerpos dejados a lo largo de toda la ciudad, habían sido obra de dos hombres de excepcional destreza.
Y luego estaban los carros.
Había visto los carros que los mercenarios de lord Benrat llevaban junto a ellos. Para el expolio, había pensado. Estaban cargados…de cadáveres. Mercenarios, todos ellos se buena talla, veteranos. Se veía en sus rostros experiencia, sangre fría, ferocidad, como si los hubieran seleccionado con tal propósito. Todos ellos presentaban dos heridas gemelas en el cuello, como si les hubieran pinchado en la aorta con dos punzones gemelos. Habían sido dejados allí, pero no abandonados.
Alimaña llegó después de su escrutinio. La chica tuvo que parar, detenerse con las manos apoyadas en sus rodillas. Sudaba, jadeaba, el viento frío cortaba sobre su piel desnuda. Necesitó un minuto para recuperar el aliento. Artemis aprovechó para examinar el palacio. Una guerra en su interior, vigilantes y guardias habían desaparecido de sus puestos. Tampoco estaba Lord Benrat, o la figura encapuchada. Sin duda, se habían internado en palacio. En el interior de libraba una feroz lucha; defensores contra invasores. La suerte de Thiaras se decidiría allí, esa misma noche.
—¿A dónde vamos ahora? —preguntó Alimaña.

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06/02/2017, 19:50
Artemis

Mi treta no sirvio de nada, el maton corrio mas pero no por la ballesta mostrada, un arma unica y por lo tanto imposible de reconocer para un simple patan de ciudad. Casi suspire, sino fuera por el afilado acero que se acercaba a mi, un paso mas y mientras contenia la respiracion di un paso lateral. El filo del arma paso a escasos milimetros de mi, casi fui capaz de verme reflejado en ella, mas eso no era importante, mi brazo actuando mas por memoria muscular que por una orden mia, se movio en un arco eprfecto, superando la pobre defensa de mi contrincante y alojando el oculto acero en lo profundo de la garganta de mi enemigo. Apenas unos segundos, quizas un minuto y aun asi me parecia demasiado. Habia optado por permitir vivir a la chica por un sentimiento paternalista que realmente no tenia, un reflejo que sin duda era mejor tener ahora que no cuando me encontrara con mi verdadera hija. A diferencia de la llamada Alimaña, si realmente estaba con el cerebro lavado o no, ella no dudaria, seria certera y directa... y quizas esperaba que sus reflejos se vieran mermados por el hecho de que era su padre, pero esa era una duda que solo podia resolverse de una forma.

Me di la vuelta, haciendo caso omiso de lo que la muchacha farfullaba, pues era obvio que estaban muertos... eran pocos lo que se cruzaban en mi camino y sobrevivian y aun asi, algo me decia que mi actual presa, quizas incluso pudiera pertenecer a esos, sobretodo viendo sus compañias.

La bajada hasta el nivel de tierra fue sin duda un incordio, mas giros y vueltas que un idiota di, lo preocupante es que estaba seguro de haber tomado el camino mas rapido pues la chica no parecia de dar indicaciones a sabiendias de la prisa que tenia. Cruzamos las puertas de la desocupada Thiaras para atravesar la Grieta. Mal lugar, si fuera supersticioso, diria que tenia muy mal fario. Casi como si los fantasmas de los muertos estuvieran viendonos mientras cruzabamos el lugar, la unica parte buena es que con el frio, con ese antinatural senscion de ser observados tambien venia el hecho de que no podia saber que decian. Bueno o malo, seria cosa de ellos mismos puesto que incluso si fuera capaz, no era lo que ahora mismo tenia en mente. El camino no fue largo pero sin duda afecto a mis sentidos en mas de una forma, el rostro de mi acompañante dejaba claro que si para mi no habia sido una buena experiencia para ella menos... lo que no entendia es porque corria detras mio como un perro callejero.

Las puertas de la otra Thiaras eran un osario, lleno de cadaveres a tal punto que no tenia claro como la veintena de Bernat habia sido capaz de atravesar tamaña fortaleza y guarnicion. Mi experto ojo fue capaz de notar dos tipos diferentes de combatientes, los mismo que habia contemplado desde lo alto de la muralla. Un asesino como yo mismo y un berseker, un barbaro cuya capacidad de destruccion sin duda era portentosa y tambien... util si sabia usarla a mi favor. Habian diferentes tipos de rabias y mientras sin duda la fria sombra sabria controlar sus emociones, este ultimo parecia guiarse por ellas, excesivamente acerbadas podian darme una ligera ventaja. Alimañana rompio mi concentracion con una pregunta que mi mente ya habia resuelto... ni uno solo de los cadaveres era de Bernat, todos eran hombre de Knebb. - No los tiene, pero posee al menos a un par de guerreros como pocos he visto en todos mis años. Muy pocos. - Una suave sonrisa rompe mi barba, puesto que estaba ansioso por emociones y sin duda el mago me ha dado una increible. No solo un objetivo mas alla de lo humano, sino que ademas esta rodeado por asesinos del mas alto nivel. Una proeza que solo el principe de asesinos podria intentar cometer... o quizas seria mejor llamarlo locura.

El palacio de Knebb se mostro ante nosotros, la opulencia y su barroquismo como definicion unica del mal gusto. Demasiado marfil, demasiada plata y sin ninguna duda demasiado oro. No perdi el tiempo demasiado en su arquitectonica, mas para lo que a mi me interesaba. Sus sombras, sus recovecos y por donde podian estar vigilandome. Mas mientras inspeccionaba el lugar pude observar los dos carros que se suponia eran para el botin, llenos de cadaveres, mas no simples cadaveres. Eran guerreros jovenes, fuertes, experimentados... verdaderos veteranos, eliminados mas que seguramente por la sombra... o sino solo habria pedazos de ellos. Observe la disposicion de los cadaveres y despues el interior del palacio, se habian tomado muchas molestias... demasiadas. Con un encogimiento de hombros me acerque a una antorcha y no dude en lanzarla sobre los carros, mientras entraba en el palacio a cubierto de las luces, usando solo las sombras para acercarme al lugar que sin derimiria el destino de una ciudad antaño dividida en dos. Si alguien queria esos cadaveres para algo, sin duda que se quemaran le enfadaria, lo que me daria ventaja... si alguien se perctaba, saldria para evitar la quema... de una u otra forma, conseguia algo mas de ventaja.

Las palabras de Alimaña me hicieron mirarla por enseima vez. - Tu te quedaras aqui, escondete. Si sale el encapuchado, vendras a buscarme. - Mi mirada dejaba claro que ocurriria si me seguia. Esta noche no era para aficionados, la muerte campaba a sus anchas de la mano de mas de un hombre y ella, deberia estar corriendo a esconderse en el agujero mas cercano. Me adentre en el palacio, a sabiendas de que Knebb se habria refugiado en su salon del trono y que era alli donde debia dirigirme, prepare mas venenos, rocie varios de mis dardos con el veneno mortal y tambien con el berseker... mientras colocaba ese mismo veneno, el mismo que habia matado al acreedro de Alimaña, en mi hoja oculta y en las espadas. El minimo roce seria mortal si no poseian el veneno que yo tenia.

Debia encontrar la sala del trono, usar las peleas y las carnicerias para buscar mi camino por este lugar y a ser posible, dar con alguna posicion elevada. Los grandes hombres como Knebb necesitaban ser adorados, el palacio hablaba por si mismo, asi que seguro que le gustaria que muchos pudieran verle... con un poco de suerte daria con esos sitios y podria planear mi ataque sobre la destruccion personificada que eran los subalternos de Bernat.

Notas de juego

*Quedo a disposicion de que si Alimaña conoce el palacio se venga, no he puesto la pregunta pero te lo pongo aqui, por si acaso.

Lamento la tardanza, estos con problemas serios en el curro y se me va el santo al cielo.