Partida Rol por web

Daniella desconocía los motivos por los que la Oráculo temía a los sacerdotes. En los pocos días que llevaba en el templo, no había observado ninguna actitud cruel para con ella. Quizás la sobreprotegían para que no le ocurriera nada, y no le permitían acceder a depende que lugares.

Eso está muy mal, pobrecita... Se dijo mirándola de reojo mientras juntas se adentraban en el jardín. Durante el paseo que dieron, Daniella fué enseñándole las diferentes flores que por allí se encontraban esparcidas. Con orgullo le decía los pocos nombres que conocía. Y le mostraba las peculiaridades de dichas flores.

Se acercaron a una zona donde florecían camelias blancas.

Daniella se soltó de la mano de Dysis y se acercó a aquellas flores que tanto le gustaban. Le recordaban a una infancia largo tiempo olvidada. Cuando unos padres amorosos reían ante las danzas de su pequeña. Una sonrisa triste, de añoranza, se dibujó en los suaves labios de Daniella.

- Acercaos y contemplad estas flores. Su suave belleza aterciopelada tan sólo es comparable con el suspiro de amor de una joven doncella... - Susurró sin apartar la mirada de las camelias.

Mientras las dos jóvenes paseaban bajo la frescura de la noche, acompañadas por la luz intensa de una brillante luna creciente (no sería luna llena hasta el día de la ceremonia a Afrodita), se sintieron relajadas y tranquilas, aspirando los aromas de las flores y los jazmines, embriagándose con sus perfumes. Dysis pudo contemplar una belleza que no había conocido antes, el templo del Oráculo no era tan hermoso como este y eso la emocionó.

Daniella escuchó unos pasos, se sobresaltó y miró hacia dónde presentía que alguien se les acercaba. Un rayo plateado cayó sobre el sacerdote que, como ellas, también había salido a caminar: un hermoso joven de cabello rubio, torso atlético y recia compostura. Era Orión, el sacerdote amante de Cloris, la alta sacerdotisa de Afrodita. Iba vestido con una túnica corta sujeta con un broche dorado en el hombro, dejando al descubierto la mitad de su escultural pecho y su brazo derecho. Las miró sorprendido, y les sonrió amablemente.

- Buenas noches, Daniella. Buenas noches, Oráculo - saludó cortés a ambas, acercándose un poco pero sin invadir el espacio vital de ninguna. Daniella sabía que aquel hombre era el amante de todas las sacerdotisas del templo, y que él solía ser quién iniciaba a todas las sacerdotisas de Afrodita. No pudo evitar sonrojarse, Orión era un hombre atractivo y en un futuro, quizás no muy lejano, Daniella acabaría en sus brazos de alguna forma. - ¿Dándo un paseo para conciliar el sueño? Espero que ninguna preocupación impida a Morfeo llevarlas en brazos a su mundo... - comentó de forma distendida, observando a las dos chicas. Era joven, pero sobre sus hombros parecían haber pasado muchos más años.

Me separé un trecho de aquel hombre, sus motivos tendría para comportarse así y me centré en mi camino.

Mi curiosidad se antepuso al apetito y a indagar donde podía pernoctar, quería ver como era ese templo, si había gente, las vistas que desde allí habían, su había alguna escultura, algún sacerdote o sacerdotisa, si había gente del pueblo por allí o simplemente estaba desabitado, no tardé mucho en llegar y averiguar todo eso.

De repente abrí los ojos y en la lejana espesura oí voces humanas. Las olas mojaban las plantas de mis pies y tenía arena en las mejillas sonrosadas. Ni siquiera sabía cuanto tiempo había pasado debatiéndome en mi desgracia.

Las costas de Citerea se abrían ante mí y ... tenía hambre tras el naufragio. Caminé hacia ese lugar donde parecía haber un estanque y escuchaba los dulces tonos de una mujer.

Mis vestiduras núbiles estaban rasgadas y sucias, pero de la forma que pude, me recompuse pudorosamente.

Acompañado por los refrigerios y el vino que generosamente se ofrece en esta tierra hablo con Laertes y Melisos de las costumbres y el culto de afrodita asi como de otras peculiaridades de la vida en grecia, es una cultura rica y fascinante muy distinta de la de mi tierra y disfruto mucho de la conversación

-¿es correcto en estas tierras presentar los respetos en los templos locales? desearia visitar los templos de Afrodita y Poseidon, y algún otro si lo hay en la isla, y hablar con los sacerdotes. Sin embargo se que algunos cultos son muy celosos frente a los extraños-

bebi un poco mas de vino y sonrei a mis compañeros de mesa.

Sin duda, este es el mejor momento para visitar las casas de los dioses.

En estas fiestas abren sus puertas para que todo aquel que quiera pueda hacerles ofrendas.

¡Quiza visite a las acolicas de afrodita! todo hombre necesita una limpieza del espiritu....Ya me entendeis....- Les guiñe un ojo con travesura

Cada uno por su lado, Sísifo y Etheokles se dirigieron al templo de Afrodita separados uno del otro por diez metros. La extraña reacción del compañero de viaje desalentó un poco a Sísifo, el otro se había calado la capucha hasta los ojos y había salido corriendo en dirección al templo, tropezándose con una piedra y subiendo a trompicones la cuesta. Por Zeus, apostaría a que el tipo iba borracho ya de buena mañana.

Por su parte, el grupo formado en la taberna, decidieron ir a presentar sus respetos a los dioses, empezando por Afrodita, seguramente después marcharían al pequeño templo de Poseidón que había en lo alto del acantilado.

El templo de Afrodita era una enorme construcción rodeada de columnas. El frontón estaba decorado con los motivos de la diosa y los capiteles estaban decorados con hojas y frutas. La base de la construcción era una plataforma de diez escalones, rodeada de arbustos, rosales y limoneros. Ninguna sacerdotisa ni sacerdote se hallaba en la entrada de la construcción, pero sí muchos curiosos y extranjeros (vieron un grupo de personas bien vestidas, con el borde de los ojos pintados de negro, seguramente se tratase de egipcios o comerciantes fenicios). Los habitantes de Citeria (la mayoría mujeres), estaban decorando las columnas con ramos de flores y guirnaldas de rosas amarillas y blancas, mientras disponían algunas mesas con manteles blancos, quizás para preparar algún almuerzo.

Entre las columnas se distinguían algunas estatuas de grandes pedestales, desde aquella distancia no podía apreciarse bien los dioses que representaba. Los más dévotos cruzaban ya el umbral para entrar y resguardarse a la sombra del templo, el sol había subido y el calor y la humedad empezaba a acusar. El ambiente se había vuelto muy caluroso...

Zenobia se acercó al estanque, pero era un charco de agua salada. A su alrededor no había nadie, pero en la lejanía distinguió una figura en medio del agua, que nadaba hasta la orilla de la que ella había salido. A medida que se acercaba descubrió que se trataba de una muchacha, que rápidamente, con las ropas empapadas y cubierta de numerosos adornos de conchas marinas y algas, se acercó a ella. 

- Poseidón te ha perdonado la vida - le dijo muy contenta, cogiéndola de las manos. - Ahora eres una hija del mar, me llamo Casiopea, soy una fiel servidora de Poseidón. Ven, tendrás hambre y sed, y el agua te habrá dejado muy cansada. Ven a mi casa, necesitas cambiarte de ropa y secarte un poco ^^

Observo detenidamente el templo, es una construcción grandiosa muy distinta a nuestras arboledas sagradas. Y a diferencia de los menhires y dolmenes no parece tener una ordenación astrológica -de todos modos tendré que ver el cielo nocturno desde aquí para saberlo- murmuro

También hay viajeros egipcios o fenicios, quiero que egipto sea mi próximo destino tras conocer grecia, aunque para eso aun faltan años, podre hablar con ellos mas tarde

Me giro hacia mis compañeros -si me disculpáis voy a ver el templo por mi cuenta, es fascinante y no creo que en un día pueda ver todo lo que quiero. Confío que si vais a seguir en la isla nos veamos pronto-

Perdí interés en mi compañero que parecía ir ebrio, y me fui acercando al tempo de Afrodita, era una construcción impresionante, desde lejos no me había parecido tan grande y es que estaba muy bien proporcionado, era enorme.

No era el único curioso que andaba por aquí, ni mucho menos, además de las lugareñas que adornaban con flores el lugar y preparaban la mesa, comerciantes o gente extraña. Como parecía que no era ningún sacrilegio entrar al edificio comencé a ascender los escalones para resguardarme un momento a la sombra y apreciar las esculturas de más cerca.

Me apetecía sumergirme en el lugar, así que me acerqué a unas de las mujeres que estaban preparando la mesa y le pregunté – Disculpe señorita ¿Qué es lo que están preparando aquí? – imaginé que no hacía falta decirle que era forastero

Tras varias miradas hacia atrás en su camino hacia la cima, Etheokles notó que se había separado un poco de Sísifo, cosa que lo alegró enormemente. Pero pronto divisó un enorme grupo de gente, y volvió la paranoia.

Egipcios... demonios, tienen los mejores perfumes y telas. No quiero que me vean así...

Miró rápidamente para todos lados y decidió fanquear el templo hacia la parte trasera, en busca de su anhelada fuente.

Los pasos alertaron a la joven Daniella, que nerviosa miró en dirección de donde provenían. El temor de la Oráculo quizás le había sido contagiado.

Al ver acercarse a Orión, Daniella sintió como sus piernas se volvían de gelatina. Ahogó un gemido que luchaba por salir de lo más profundo de su alma. Deseaba desde que lo vió por vez primera poder yacer entre sus brazos. Había escuchado muchos rumores, y la joven no podía evitar que fantasías eróticas poblaran sus sueños.

Pero ahora, al tenerlo delante dirigiéndose a ella, sintió como su rostro se ruborizaba y su voz parecía haberse esfumado. Una sonrisa tonta asomó en sus labios aterciopelados mientras bajaba con timidez su mirada.

- Sí... Le estaba enseñando a la Oráculo los jardines. La mejor forma de poder apreciar su belleza es bajo la luz de la luna... - Respondió finalmente, levantando nuevamente su mirada y prendiéndola en los cristalinos ojos del sacerdote.

bueno ya que estamos aqui haremos una visita.....- Sonrei y comence a caminar.

Me encantaba aquel ambiente festivo que se respiraba, los olores a perfumes egipcios acudieron a mi nariz mezclandose en un aroma exotico que hacian que mi mente evocara un sentimiento mistico.

Debia mucho a los dioses y aunque nunca me habia llamado la atencion entrar en algun templo, esta vez tenia ganas de conocer a la diosa afrodita.....

Las ropas que me cubrían, seguían sucias y raidas, pero esa mujer hermosa, Casiopeia, me decía que Poseidón había perdonado mi vida. Era también joven como yo, y me ofrecía un lugar.

- Gracias hermana y que la paz de los dioses os acompañe en el caminar. Acepto vuestras vestiduras con humildad. ¿Podrías decirme en que lugar he venido a parar?

Dysis recorría el jardín como si sus pies flotaran sobre el suelo. Se detenía en cada una de las flores, acercándose a ellas sin atreverse a tocarlas, como si eso supusiera mancillarlas. Miraba las plantas, las flores y luego a Daniella, con una enorme sonrisa, como si aquel paseo supusiera el mayor de los regalos que se le podía ofrecer.

Se quedó parada, la boca entreabierta y los ojos asombrados. Enseguida se recompuso, mirando al suelo y colocándose casi detrás de Daniella. No se atrevía a hablar, sólo miraba brevemente al hombre y volvía a retirar la mirada. Asintió al comentario de su compañera y, de repente, las flores volvieron a resultarle muy interesantes. Aunque no podía evitar dirigir su mirada hacia el hombre durante cortos y avergonzados segundos.

El sacerdote regaló una de sus mejores sonrisas a Daniella, y el efecto en la sacerdotisa fue casi inmediato, y mucho más intenso que antes: le temblaron las rodillas, se le hizo un nudo en el estómago y un delicioso escalofrío recorrió su cuerpo desde vientre hasta la cabeza, dónde su cerebro recibió tal descarga eléctrica que su piel se erizó y sintió un ligero cosquiello entre sus muslos.

Pero Orión seguía hablando como si no notase la reacción de la novicia.

- Tenéis toda la razón, Daniella - su voz era armonisa y la luz de la luna bañaba su pelo de color plateado y su piel bronceada,  perfilando los músculos de su cuerpo bajo la túnica.

Tres días, se dijo la novicia. Tres días más y sería iniciada por Orión. ¿Podría aguantar tres días?

- Ah, hace una bonita noche. ¿Me permitís, como deferencia a nuestra invitada, que os enseñe el lugar favorito de Afrodita?

Sísifo se separó del grupo y se acercó a una de las mujeres que estaban adornando el templo. Cuando escuchó su pregunta, emitió una risita divertida, mirando de reojo a las demás mujeres, que miraron a Sísifo y volvieron a reirse.

- Esta noche habrá una fiesta justo aquí, extranjero - le cometó divertida, sin detener su faena. - Una cena a la luz de la luna bendecida por la Gran Sacerdotisa Cloris, la elegida de Afrodita. En tres días se celebrará la iniciación, por eso los que no somos sacerdotes ni novicias celebramos durante tres días nuestras propias fiestas... Todo el mundo está invitado - murmuró volviendo a reirse y apartando la mirada de Sísifo con las mejillas prendidas.

Pero ni Cadrolon ni Laertes estaban interesados (en principio), en las fiestas que pudiesen estar preparando los citerenses, por lo que se adentraron en el templo para observar su interior. Las estatuas erigidas tras las columnas y en la parte frontal estaban dedicadas a Afrodita, dos soberbias esculturas de la misma mujer vestida con  una túnica tan fina que podía adivinarse su desnudez. La de la derecha se sostenía sobre una tortuga, la de la izquierda se aferraba al tronco de un árbol de granadas.

Las columnas rodeaban todo el templo y sostenían el gigantesco tejado de piedra. La naos principal estaba concurrida de sacerdotisas y sacerdotes que se dedicaban a engalanar las columnas. Los fuegos ardían en sus pedestales y el humo se elevaba hacia arriba formando volutas, no servían para calentar sino para iluminar, pues el ambiente estaba fresco. Al otro lado del templo, sobre un pedestal, se levantaba una imagen de Afrodita de varios metros de alto.