Partida Rol por web

En avant! Formidable! - dijo el loco con un gran entusiasmo dos puntos por encima de atrevido y solo uno por debajo de incómodo en perfecto francés. - Como dicen en las viñas donde me crié, en la mesa y en el juego se conoce al caballero.- Dos segundos dos puntos por encima de incómodo más tarde, se acercó lentamente la mano de la joven a la boca. - Allí es donde me dieron también el nombre de René. Si no pregunté yo es porque me gusta adivinarlo primero. Je suis in fat fransois; aunque llevo aquí toda la vida. Pero más que jugar a las cartas lo que me gusta todavía es escribirlas. Y tú... - lanzó al aire la pregunta sin terminar, dudando un poco si debía finalizar el venerable ritual del beso a la mano de la jovencita, o espachurrar una colilla de cigarrillo en el suelo. Al final se decidió por lo primero. Tomó la mano de la jovencita con la candidez de un niño y la solemnidad de un viejo y respetable coronel de guerra, y la besó. - ¿Perdón, qué estaba diciendo? Ah, sí, ¡qué espléndido ambiente para una reunión de amigos!. Pero no, no era eso lo que quería decir. Y las cartas son geniales y... - Su entusiasmo en el habla había empezado a comerse sus palabras. A medida que se iban acercando a la plaza su nerviosismo sólo fue en aumento.- Ah, sí. Y vosotros... Pero esperad un momento - Antes de que nadie pudiera responder el personaje su fue un momento y volvió con dos cacharros de tinto de verano del bar, ya visiblemente más tranquilo, ofreció primero a uno y luego a otro.- Y vosotros... ¿a qué os dedicáis? - 

Por suerte la noche mejoró bastante, ya no mas visiones raras tan solo aquella sensación de falsa invulnerabilidad que dan el alcohol y las droga. La noche avanzo y Manu lo dio completamente todo.
Conoció a una chica, bueno conocer es un termino sobrevalorado, pero sin duda había química entre ambos. Bailes apretados, besos y sobeteos en la pista...

...A la mañana siguiente abrió los ojos, totalmente desorientado, estaba en el interior de una tienda de campaña sin saber que horas serian pero el sol daba de lleno sobre la tienda, la cual actuaba como invernadero. Manu se encontraba allí desnudo y completamente empapado, a su lado aun dormida se encontraba la chica de la noche anterior en idénticas condiciones.

Se puso la ropa como buenamente pudo, sacó un par de fotos a la "bella durmiente" desnuda y se preparo para largarse. Antes de eso le dio una suave palmadita en el muslo -Nos vemos por ahí...- le dijo con voz ronca, no pretendía despertarla, ni esperaba respuesta simplemente se despidió.

Salió de la tienda con el equilibrio de un cervatillo recién nacido, ahora comenzaba una nueva misión: Encontrar el camino de vuelta hasta donde estaban sus amigos... o en su defecto a cualquier sitio donde poder comer algo, lo que antes se cruzara en su camino.

Después de la fallida broma del ruso borracho, Elliana tomó con pinzas la nueva información sobre los orígenes galos del hombre. Verdad o no, su francés sonaba decente. Al menos a los oídos de una persona que no hablaba más que dos versiones del mismo idioma.

Al llegar a la plaza Elliana se sentó sobre un muro bajo de piedra, desde donde aún tenía una vista bastante decente aunque distante de la casa ('Por si acaso' se dijo). Tomó el ofrecimiento de vino de buen gusto, aunque se diría que más por buena educación que otra cosa. Recordaba a su abandonado vaso de Gin-tonic, que quizá siguiera sobre la mesa, tan intacto como ella lo dejó. Se preguntó si llegaría a tomar algo de aquella nueva bebida después de todo. Supuso que no.

-Yo aquí de vacaciones, ¿y tu quieres hablar de trabajo?- le contestó al francés con una sonrisa mucho más sincera que su respuesta, y se volvió hacia Pavel -¿Alguna noticia de tus amigos? -dijo señalando el celular de éste.

Eran cuatro en el coche. Al parecer un colega había encontrado un lugar mejor para dormir mientras que a otro aún tuvimos que dejarle en el coche antes que al resto. El sol le daba en la cara cuando despertó. Sabía que no habría dormido demasiadas horas pero era más que suficiente para él, la falta de sueño solo le duraría media hora de dolor de cabeza antes de sentirse como una rosa. Salió del coche para desentumecerse un poco y estirar las piernas. El resto parecía que aún dormían.

- Yo estoy en eso de ganarse la vida como buenamente se puede - Respondió distraído, buscando a alguien con la mirada. - Lo típico, acabé la carrera y tal y ahora echando currículos como un loco, aunque sea para pringar en un McDonalds o de modelo en una clase de desnudos de la Uni de Bellas Artes, lo que sea, vamos.

Y la vio, allí seguía la chavala. Para sorpresa general del público lo había estado esperando. Punto para él.

- Bueno nuevos amigos, he localizado a mis colegas, así que sintiéndolo mucho, aquí me despido. ¡A vuestra salud!- Alzó el vaso de tinto que le había acercado el extraño personaje que ahora hablaba con acento francés habiendo intentado ser ruso unos minutos atrás y lo vacío de un solo, sonoro y largo trago - ¡Muchas gracias, colega! - Palmeó el hombro del hombre, le guiñó un ojo descarado a Elliana y se dio la vuelta - ¡Nos vemos! - Se despidió por encima del hombro antes de apretar el paso y volver con su ligue de aquella noche.

Touché. - dijo Carlos ante la observación de la periodista y la elegancia del otro juerguista que había hecho un órdago con el calimocho, y que ya se había perdido entre la muchedumbre. - Yo me quedaré un rato por aquí a ver si encuentro a mi amiga. - Cruzó la mirada con Eliana que la tenía puesta en un gin tonic sin dueño. A Carlos también le había llamado la atención. - Veo que también prefieres las bebidas fuertes.- Dejó el vaso de plástico con la bebida refrescante sobre la mesa más cercana. - Yo también. Aunque a veces todavía me cuesta abandonar al niño que llevo dentro.- dijo con la mirada perdida en algún lugar entre la muchedumbre. - Pero bueno, si no te gusta hablar de tu vida entonces al menos cuéntame, como es que has llegado a este pueblo perdido de la mano de Dios. ¿Estabas pensando en comprarte aquel edificio que mirabas antes?

A esas horas, uno de los chiringuitos estaba sirviendo churros con chocolate como desayuno para los que se levantaban pronto o los que directamente aún no se habían acostado. El ambiente estaba considerablemente más tranquilo que durante la noche, y las campanas de la iglesia sonaban llamando a la misa de difuntos.

A Teo se le iluminó la cara al ver el puesto. Habían traido alguna cosa que dejaron en el coche; papas, minipalmeritas de hojaldre y alguna cosa más, pero al llegar tras la fumada había volado. Ellos querrán seguir durmiendo... desayuno mientras lio uno y les despierto...  Así que palpando la cartera se dirigió, iluminado, hacia el puesto. Solo entonces calló en cuenta en el sonido en las campanas. Misa de difuntos, eh? Menudas ganas ir a estas horas a misa... Pensó con una sonrisa sardónica.

El resto de la noche transcurrió con tranquilidad. Pavel volvió con la chica con la que había estado hablando, y Elliana y Carlos charlaron animadamente durane buena parte de la noche. No hubo ni rastro de la editora con la que Carlos había quedado, pero a partir del segundo cubalibre ya se había olvidado de todo.

Al final de la noche, cuando debería haber puesto la muletilla para triunfar como un verdadero torero y haberse llevado al ruedo ruedo a la muchacha, Pavel, pasado de rosca, entró en ese bucle autodestructivo de borracho deprimido, tirando por tierra todas sus opciones con la chavala. Que si que asco de vida, que si como echo de menos a mi ex, que si menuda puta, como le había destrozado la vida, que si dejara al capullo de su nuevo novio y le dijera de volver la iba a mandar a la mierda, no, volvería con ella. No, no, no, a la mierda. ¡Pero la quería tanto!

Pavel había entrado a matar y joder que si había matado, la poca autoestima con la que había llegado al pueblo. Mierda de garrafón.

Así que amaneció cuando pudo amanecer, hecho un trapo y un lío entre las mantas y sus pantalones, habiendo conseguido sacarse una sola pata y habiendo dado la otra por imposible, con ese mal cuerpo de haberse pasado, por mucho, con la bebida. ¿Dolor de cabeza? Check. ¿Dolor de estómago? Check. ¿Sensibilidad a la luz? Check. ¿Ganas de ir al aseo a soltar lastre? Check. ¿Promesa de no volver a beber tanto? Ja.

Se dedicó unos largos minutos a gemir en la cama como un cachorrito herido de muerte, esperando que alguien se apiadara de él y viniera en su ayuda con una taza de café sin final y algo sólido para el estómago, una piedra, por ejemplo.

Manu se acercó al chiringuito, mientras daba un bostezo que no pretendía disimular lo mas mínimo. Se abrió paso a empujones y miradas de mala ostia hacia la barra y con una moneda de euro empezó a golpear insistentemente para reclamar la atención del camarero.

-Un café jefe, y bien cargadito...

...Y mas vale que no sea una puta mierda aguada.

Al pasar un rato fue cuando su cerebro asocio con las campanadas, y es que iba un poco lento hoy, teniendo en cuenta todo lo que había pasado la noche anterior. ¿Y esas campanas? ¿La palmaría alguien anoche? Seguro que le dio un chungo a alguna vieja.

Los rayos de sol entraban esporádicamente en la habitación, a medida que el viento mecía la cortina y la apartaba, para luego dejarla caer y sumir el cuarto en una penumbra matinal. Elliana llevaba ya un par de horas despierta, pero permanecía en la cama, sentada con las almohadas como respaldo y con su laptop sobre las piernas. El internet de la casa donde se había hospedado (una habitación alquilada a una pareja de ancianos con una vivienda con muchos cuartos y pocas visitas) dejaba mucho que desear, y una arruga de frustración se formaba entre sus cejas cada vez que las páginas cargaban en versión html. 

Cómo extrañaba su apartamento en Madrid.

Con un suspiro exasperado, dejó la laptop sobre la cama y se dirigió a la ventana. Como estaba en un segundo piso, y además en la parte alta del pueblo (dónde éste comenzaba a trepar por la ladera de la montaña), tenía una bonita vista del paisaje de casas blancas de techitos rojos, y hasta podía divisar la plaza. Pensó en la fiesta de la noche anterior, y en la extraña sensación que la había embargado (ya completamente autoconvencida de que fue fruto del stress y el cansancio). Aun así, se preguntó si debería volver a la casa que su padre había visitado antes de morir. ¿Encontraría realmente algo que valiera la pena? Eso esperaba. Sus pensamientos regresaron a la fiesta, y recordó a Pavel y Carlos. Sin darse cuenta, se encontró preguntándose si los volvería a ver.

Palpando en la mariconera de tela negra que llevaba atada a modo de riñonera en un costado, abrió el chivato y metió algo de hierba sin llegar a sacar el grinde, mientras se acercaba al puesto. Un tipo pedía un café con bastante mal humor, Teo grindó mientras y cuando acabaron con él, pidió:

-Perdone, ¿Podría ponerme un chocolate y media docena de churros? -Realmente estaba famélico. Mientras esperaba puso el tabaco de liar dentro también de modo que saliese mezclado. No le gustaba poner tabaco en el grinde, pero al menos disimularía un poco. Ya se lo fumaría lejos de allí.
 

Comenzó a beber el cafe, sin azucar, sin leche, tal cual. Era la única forma de que aquella mierda aguada le hiciese algún efecto. Clavo su mirada llena de odio en el cámarero como si aquel, cafe fuese la máxima ofensa que se le podia hacer a un hombre.

El jovén suspiró, se acomodó en la barra y comenzó por primera vez a observar a quien por allí se encontraba. Observó con detenimiento a Teo sin el menor disimulo.

Ese me suena de de algo... Lo vería anoche por la fiesta supongo, o no... con el ciego que llevaba lo puedo estar confundiendo. -Cuando la miradas de ambos se cruzaron Manu levanto con un golpe seco la barbilla, no quedaba muy claro si era a modo de saludo o un "¿tu que coño miras?"