Partida Rol por web

A Peabody seguramente le hubiera gustado trabajar como voluntario en la elaboración de la comida canina, ya que el trabajo físico le ayudaba a distraerse de sus obsesiones. Sin embargo, la enorme y juguetona Dolly había acaparado toda su atención. Metódico y persistente como siempre, sencillamente había adoptado como reto personal que funcionara. Y no que no se estropeara, y enfriara razonablemente, no; tenía que funcionar a la perfección, en todo momento.

Para ello procuró tener cerca a Huston en todo momento, como hombre de confianza. Era su conexión con el resto de la tripulación, y Alex parecía agradecer por igual las exageradas anécdotas, la sencilla camaradería y la habilidad para las reparaciones que caracterizaban al de Dakota. Parecía sentirse algo solo sin sus compañeros, y su oferta de amistad le había parecido sincera.

Una de las historias que Colt contó a Peabody, estando entre tornillos, flejes, tuberías y líquidos malolientes (en las tripas de Dolly) fue aquella de cuando trabajando para el ferrocarril, en la costa Oeste, encontraron un niño en el depósito de agua de una locomotora a vapor, de las de antes. La cuadrilla atravesaba el desierto de California y no había un alma a su alrededor. Al final adoptaron al muchacho en mancomunidad. Le llamaron Susto, por la cara de alucinado que traía siempre. Nadie supo jamás de dónde salió, quienes eran sus padres, quién lo trajo y cómo hizo para meterse donde se metió. Un pastor formado para la ocasión le bautizó con el mejor agua de locomotora del mundo.

Tenía escrito un Blues sobre esta historia, pero lo he olvidado, puede que un día de estos me decida a hacer memoria.

Ha hecho un gran trabajo, Sr. Huston - felicitó Peabody a Alan llamandole por su apellido, ya que naturalmente, a pesar de la incipiente amistad que parecía crecer entre ambos, su educación no le permitía tomarse más confianzas - Sin embargo, he observado que esa junta de presión que está junto al manómetro muestra leves indicios de estar humedecida; debemos seguir vigilándola, lo que haremos cada dos horas. He colocado, como puede ver, algo de papel secante, para estar seguros. No me importa si tenemos que desmontar toda la instalación de nuevo, pero no debemos dejar ningún detalle al azar...

Y, cambiando de tema, ¿Sabe lo que fué de ese niño, "Susto", del que me hablaba? - preguntó interesado, dejando ver algo de humanidad debajo de su barniz de excéntrico tecnicismo - Quizá el destino le había reservado llegar a ser un gran maquinista, o un destacado mecánico, por las circunstancias de su nacimiento..., ¿Cree usted en esas cosas...?

Las historias de "Colt" habían resultado un bálsamo milagroso contra la introspectiva melancolía de Alex, que cada vez era más consciente de que quizá necesitaba alguna ayuda "profesional". Las circunstancias más peregrinas afectaban a su ánimo de un modo brutal y excesivo, y sentía que, de alguna manera, estaba perdiendo la razón.

He, mister, puedes preguntar en la universidad de Tocaloosa, en Alabama. Creamos entre todos una sociedad cuyo fin era la tutela del chaval. Puedes preguntar por el joven Scared Boilder, el apellido es el nombre de la misma sociedad, claro. Todos estamos muy orgullosos de él, ahora está terminando un doctorado en ingeniería de los materiales. La tesis iba de algo sobre el hormigón combinado con varias configuraciones de armaduras, en forma y en aleación, además de según con qué áridos, ph resultante... mierdas de esas que para mi son incomprensibles. Pero puede que hasta nos saque de pobres.

Mmmmh, vale, creo que con el papel secante bastará. Eres un puto genio, mister, estoy encantado. A ver, cómo comenzaba esa canción. ¿Dónde está mi ukelele... ?

- ¡Oh sí! Las clases de baile...- Dijo ante la apreciación de GReen. Pero no era con el médico de métodos arcaicos con el que le gustaría echarse unos bailes. La pequeña mujer se acercó a Pooster para interesarse por si el sorprendente psicólogo iba a ir a las clases de baile.- Timoty...- Se atrevió a dirigirse a él pro su nombre de pila.-...¿me haría el favor de acompañarme a las clases de baile?- A la periodista no se le caían los anillos por ser tan directa con un miembro del sexo opuesto. Si tenía que esperar a que un hombre se lanzara se haría vieja esperando en una mecedora.

Domingo 15 de Octubre: aún en Melbourne.

Menez tomó el ejemplar del periódico entre sus manos. Le bastó un rápido vistazo para que le hiciera surgir una sonrisa maliciosa en su arrugado rostro.

- Ji ji ji, no esta mal, Nada mal.- Dejó caer la publicación de nuevo sobre la mesa y se dirigió a Peabody.- Buen trabajo chico. Es una pena que cosas como la que ha hecho usted no salgan en los periódicos. Mejor nos iría.- Dijo aunque ella misma era consciente de que una noticia así, la de la reconstrucción de una nevera, no tendría cabida en ninguna publicación que se preciase. 

Tim no ocultaba su fascinacion por aqurella pequeña pero a la par, gran mujer. No todos los dias se encontraba con alguien con quien poder charlar de sus creencias tan abiertamente y tan en la onda de sus pensamientos e ideas. Ademas, tras los ultimos hechos le hacia falta airearse y despejar la mente con alguna actividad.

Con no cierto rubor, Tim comentó a la pequeña dama.

me encantaria dar las clases de baile con usted, siempre que este dispuesta a recibir algun que otro pisoton y encontronazo con el pato que tiene delante, entre mis virtudes no esta el baile y puede estar bien cultivar esa faceta, maxime con ytan buena compañera. Si, acudiré a las clases con usted, ya tiene pareja.

El muchacho se sentía, si cabe, un poco más observado desde que la noticia de su parentesco saliera en la prensa y ya todo el mundo, si es que quedaba alguien sin saberlo, conociera sus orígenes. Los días en el Gabrielle, pese a no ser muchos, le habían dado la confianza suficiente para moverse con la cabeza bien alta por el barco; El apodo a la expedición de Starkweather-Starkweather-Moore por parte del periódico le había hecho ganar enteros y la mayoría de la tripulación ya lo trataba de tú a tú —todo lo que se le puede tratar a un muchacho de quince años—. Nandan se pasaba preguntando todos los días un "¿Cuándo zarpamos?", ansioso de ponerse en marcha hacia lugares totalmente nuevos para él. Por la noche observaba las estrellas trazando rumbos imaginarios en su cabeza, que todos los días, después de comer se preocupaba de pasar a su libreta de apuntes.

El resto del tiempo seguía bastante unido a los americanos que había encontrado en la pequeña taberna irlandesa-australiana. Poco a poco le perdía el miedo a Pooster, correteaba con Menez siempre que podía, ayudaba a Peabody a mantener su rutina de ejercicios matutinos —incordiándole, más que otra cosa— y preguntaba a la distante Maggie sobre los perros y la mejor manera de tratarlos. Al que menos conocía era a Hirsch principalmente porque salía poco a cubierta. El mestizo había multiplicado su nómina de amigos por diez desde que había puesto el pie en el buque, y eso era bueno.

Ya, lo de la nevera no es muy épico, que digamos. Pero lo de la desactivación de la bomba daría para un relato por fascículos en alguna publicación adecuada, compartiendo beneficios, ¿no?; guiño-guiño.

Lo de la bomba se escribe solo la verdad, pero repartiremos los beneficios cuando regresemos de la Antártida (jijijiji)

- No se preocupe Sr. Pooster, nos pisaremos mutuamente.- Dijo con una media sonrisa.- Cualquier cosa con tal de olvidar la comida para perros, ¿no cree?.

En una de las pocas ocasiones en las que sus mutuas obligaciones les permitieron coincidir, Alex se dirigió a su amigo Pooster en términos poco habituales para él:

Tim, hace mucho tiempo que nos conocemos... - comenzó el circunloquio - Hemos vivido juntos cosas que dificilmente los demás entenderían, experiencias que superan la habitual percepción de la realidad por la mayoría de las personas... - hizo una pausa, como buscando las palabras adecuadas para algo muy difícil de definir - Te observo, ¿Sabes? - continuó, como un poco avergonzado - Habiendo compartido lo mismo, siento que afrontas las cosas con una mayor entereza, diría que con más madurez...; Tim, necesito ayuda. Me siento inseguro, más con cada nuevo pequeño reto, con cada insignificante novedad, como si me estuviera volviendo loco.

Me conoces, desde siempre - termina Peabody - ¿Crees...,crees que podrías hacer algo...?

Amigo, eres mas que un hermano, lo que hemos vivido podria romper el fragil hilo de la cordura humana y has demostrado tu valor y entereza hasta ahora. No te dejes vencer, claro que podemos tratar de ver que podemos hacer, puedes hablr conmigo sin esconder nada, lo que sabemos que ha pasado y que es tan real como tu y como yo, nos ha hecho estar mas unidos y ser mas fuertes. Veremos si podemos hacer que tu desasosiego desaparezca, hermano.

Visiblemente emocionado, Alex coloca su mano sobre el hombro de Pooster, con un perceptible temblor que para nada era habitual advertir en él, mientras le dirige una mirada de profundo y sincero agradecimiento.

Cualquier cosa que creas que debo hacer, Tim... - dice con voz trémula, que denota claramente su desesperación - Cualquier cosa; comprende que no es fácil para mi pedirte esto, pedir ayuda. ¿Quién podría confiar en mi si ni yo mismo puedo hacerlo?.

Sí te pido que, por favor, mantengamos el secreto de esto entre los dos - añade, para terminar - Nadie más necesita saberlo, ¿No crees?. Salvo, claro está, que desees pedir consejo a Hirsch o a algún otro, porque lo consideres mejor. Tienes toda mi confianza en este asunto.

hay un codigo etico entre paciente y medico y un lazo afectivo entre dos amigos, con lo que , descuida, nadie sabrá de la terapia. No te preocupes, creo poder ayudarte en esto que te acaece, amigo, lo vamos a superar, ya lo veras.

Tim trata de dar confianza a su compañero y amigo.

veras como dentro de poco, te reiras de esto y lo recordaras como una fea anecdota.

Por fin todo estuvo a punto para salir. Todo menos los perros que faltaban. Era algo que iba a suponer un engorro, pero no suficiente como para ser serio. Simplemente algunas cosas iban a ir más despacio. En general a los que no habían estado en el hielo no les importaba, pero los que si sabían lo que era tirar de un trineo en la nieve sin ser perro miraban con cierta malicia las acumulaciones de grasa en los abdómenes de los anteriores, pensando que semejantes síntomas de blandura y baja forma tenían fecha de caducidad: era claro que en muchas ocasiones al menos un trineo debería ser tirado por personas.

Los últimos días fueron mucho más tranquilos. Había trabajo, pero ya no era una exageración. El pemmican estaba en su sitio. Se aguantó el último día sobre todo porque había preparada una recepción con las autoridades de Melbourne, con pena del corazón gustoso de competir de Starkweater. Lexington cada vez llevaba más ventaja.

Pero todo ello pasó. Pronto la sirena del Gabrielle estaba saludando un amanecer rojo, un mar en calma, un cielo despejado. Las autoridades del puerto saludaron con banderas y con sus propias sirenas. Un pequeño remolcador llevó a la expedición hacia la salida.

El Gabrielle partió rumbo al sudeste, rodeando Tasmania, y luego hacia el sur, viajando por las aguas del Oceano Pacífico. El cielo estaba claro y el mar en calma. Todo parecía perfecto.

El profesor Moore convocó una reunión en la camareta de oficiales. Había un mapa de los mares que rodeaban al polo colgando de la pared que había tras él. Orgelfinger le acababa de dar un papel que consultaba muy atentamente. Cuando acabó, dijo:

Aquí tenemos el parte meteorológico. Muchas gracias Orgelfinger. Los informes son buenos y malos, pero de hecho se parecen a lo que nos esperábamos. Dice aquí que la primavera en el sur ha sido tremendamente tormentosa, y es probable que siga así durante las próximas semanas. De eso sacamos dos conclusiones. Es probable que muy pronto tengamos que enfrentarnos al mal tiempo, que puede llegar a ser crítico; pero también significa que el hielo polar se desplazará pronto desde el Mar de Ross. Esto último es muy importante, pues una vez que se desplace nosotros podremos abrirnos camino a través de él.

Seguramente algunos de ustedes, o quizá todos, estarán pensando que nos estamos adentrando al sur antes de lo previsto. Es verdad, y constutuye un riesgo. Sin embargo, es un riesgo que también corrió la Expedición de la Universidad Miskatonic hace tres años y funcionó. Prueba de ello es que Lexington nos lleva bastante ventaja, aunque es posible que tengan que esperarnos delante de la barrera de Ross y con mal tiempo, con el riesgo que ello conlleva. Finalmente creo que nosotros estamos llevando el calendario óptimo. Bueno. Al meternos en la boca del lobo, por decirlo de algún modo, ganaremos tiempo en la Antártida. Espero que hagamos buen uso de ese tiempo.

Según nuestros cálculos entraremos en contacto con las placas de hielo al norte del Cabo Adare, y seguiremos camino atravesando el Mar de Ross hasta llegar a la isla de Ross, donde haremos una parada. Si esto es factible o no dependerá del hielo, por supuesto. Tocaremos tierra por la parte que nos parezca más segura, y a partir de ahí improvisaremos.

Si todo marcha bien, llegaremos al continente en menos de un mes a partir de hoy. Si tenemos suerte, podría ser mucho antes. Deben ustedes poner sus relojes según el tiempo de las antípodas, si no lo habían hecho antes. Es fundamental. Recuerden: 12 horas por delante del meridiano de Greenwich.

Del diario de a bordo del viaje al sur:

18 de octubre: Mar en calma y cielos despejados. Leve marejadilla. Posición de Mediodía 151º40'E, 39º44'S. El Gabrielle hace 88 millas por la tarde.

19 de octubre: Viento norte a 20 millas por hora. Mar picado, posición de Mediodía 151º40'E, 46º51'S. 252 millas.

21 de octubre: Viento suave del suroeste, de 10 a 15 millas por hora. Grandes claros de cielo azul. Posición de Mediodía 156º12'E, 50º5'S. 258 millas.

22 de octubre: Cielos despejados, mar muy revuelto y en aumento. Cielo gris oscuro, sol apenas visible. Vientos del oeste de 20 a 25 millas por hora. 157º15'E, 53º21'S. 236 millas recorridas.

23 de octubre: Cae el barómetro en picado antes del amanecer. Vientos de hasta 50 millas por hora con rachas de mayor velocidad procedentes del oeste y del suroeste, mares muy picados, las olas llegan hasta la barandilla. El viento arrastra al Gabrielle...

 Durante los cuatro días siguientes, el barco avanza hacia el sur cerca de mil millas, surcando un mar gris. Los vientos soplan fuerte a intervalos de una hora, fríos y de forma muy violenta a veces. El barco es como una cáscara de nuez en el inmenso océano, el sonido del mar es sobrecogedor. Los que se marean lo pasan fatal; las sacudidas de la cubierta hacen de su vida un infierno.

El 23 de octubre el barómetro baja mucho en las primeras horas de la mañana, mientras se acerca una fiera tormenta por el oeste. Hacia las cinco el viento sopla furioso, a cincuenta millas por hora. El capitán Vrendenburgh deja el barco al pairo, y durante muchas horas el Gabrielle está a merced del viento y el oleaje, sacudido de punta a punta por el furioso capricho de los elementos.

Aquellos a los que toca sufrir el tiovivo más bestia del mundo no lo están pasando muy bien. Más de la mitad de la expedición ya está incapacitada debido a las náuseas. Greene, que es inmune al mareo, provoca miradas de odio cuando recomienda muy fervientemente (con el humor cínico que le caracteriza) que coman mucho, y a ser posible, bien grasiento. Los que no se marean tienen muchas dificultades incluso para caminar por la cubierta. Los objetos pequeños que no han sido atados ruedan ruidosamente en los camarotes. Todo el mundo, por obligación, lleva chaleco salvavidas.

Durante los días que siguieron a la salida de Melbourne, a Peabody le pareció que la situación era insostenible en varias ocasiones. Se guardó cuanto pudo de preguntar lo cerca que estaba el barco de hundirse, pero el desasosiego era generalizado y se notaba que más o menos todo el mundo pensaba lo mismo.

Consiguió soportar bastante entero los tres primeros días, si acaso aquejado de algún leve mareo transitorio. El interminable y violento movimiento del barco le superó el cuarto, dejándole algo atontado y prácticamente incapaz de ninguna acción razonable, salvo apartarse cuando notaba la presencia de alguien para dejarle paso. Abandonó por completo sus ejercicios ante la imposibilidad de mantenerse en pie con un mínimo de dignidad.

Si bien el quinto día, tras una noche horrible, pareció haberse recuperado un poco, pronto notó de nuevo las nauseas y los mareos. Pese a ello, se obligó a revisar la nevera, temeroso de que los golpes de mar pudieran afectar a su funcionamiento; y en ello estaba, cuando tropezó fortuitamente con una de las barras de pemmican en un cabeceo del barco, cayendo en su helado interior y consiguiendo que al tratar de agarrarse la puerta se cerrara tras él. Como se hallaba solo, el episodio se resolvió con un fuerte golpe en el codo derecho y una temprana habituación a las temperaturas que pronto tendrían que sufrir en el ártico. Afortunadamente, al cabo de una hora larga de llamar y golpear, acertó Huston a pasar por allí, precisamente en su busca, y le rescató abriendo la puerta heroicamente.

18 de octubre.

Menez se quedó un rato viendo cómo Melbourne y su gargantuesco puerto se iba haciendo más y más pequeño. Le había venido estupendamente poder "estirar las piernas" fuera del limitado espacio del Gabrielle y, ahora que ya conocía mucho mejor la vida de un marinero y todo lo que le esperaba, más deseaba poner de nuevo los pies en tierra firme. Aún así le parecían exageraciones las advertencias recibidas y, paseando con Nandan por la cubierta con la mar tranquila, le quitaba importancia al asunto.

- Bla, bla, bla. Nos quieren asustar con todas esas cosas. Peor yo ya soy mayorcita, ¿sabes?- Hacía ya mucho que había superados sus primeros mareos en alta mar y los veía demasiado distantes como para recordar lo mal que lo había pasado.- Es cierto que me mareé en un principio, pero nada que no se pase en un par de días. Ya verás, jovencito. ¿Qué tal va todo con tu padre, hijo?- Aprovechaba para que el joven le contara cualquier cosa que fuera jugosa. También quería que le contara bien lo de las alucinaciones de Orgelfinger. Era de buena periodista contrastar las distintas fuentes antes de aventurarse a escribir algo sobre ello.- Tienes que contarme bien lo que pasó en el pasillo el día que Peabody se desmalló. ¿Hablaste de sirenas voladoras? ¿Son esas palabras las que salieron de boca de Orgelfinger?Jijiji.- No pudo evitar reír divertida. Tenía que estar mal de la cabeza el pobre.

19 de octubre.

Al día siguiente Menez tuvo que comerse sus palabras. De todas formas era lo único que podía comerse, puesto que todo lo demás que se llevaba a la boca acababa semidigerido en el suelo del camarote.

- Loooo ssssieeennto...Mag-ggie.- Trataba de disculparse la periodista con voz de ultratumba. Sentía que se iba a morir allí mismo, que el Gabrielle iba a ser su ataúd. ¿Cómo podía tambalearse tanto? Y encima decían que no iba a ser el peor día. Si hubiera tenido fuerzas se hubiera ahorcado allí mismo.

22 de octubre. 

Al día siguiente todo fue igual o peor. Menez no lo notaba pero el ambiente del pequeño camarote se hacía irrespirable por los vómitos que, debido al maldito oleaje, acababan esparcidos por todas partes. Pero no tenía ni fuerzas para lamentarse por sus compañeras de camarote. Se pasaba la mayor parte del día aferrada a la cama como si fuera una boya de la que no debiera soltarse y acurrucada con su chaleco salvavidas.

- Vamos a morir.-  A veces se la oía maldiciendo a Orgelfinger y , sobre todo, a Starkweather por meterla en una empresa semejante.

23 de octubre. 

Pero cuando crees que no pueden ir peor las cosas el Destino te muestra que sí puede ir peor. Menez estaba prácticamente inconsciente. Apenas había comido nada en dos días y, lo que comía lo devolvía al poco rato. Cuando podía bebía pequeños sorbos de agua que la mantenían aferrada a la vida. Al menos eso creía ella en su delirio. Había perdido unos kilos y su aspecto era deplorable. Su normalmente arreglada permanente se veía deslucida, sucia, grasienta y aplastada. La cara pálida, las arrugas y las ojeras más marcadas le daban una imagen demacrada. Si se hubiera visto en un espejo hubiera pensado que ya estaba muerta.

-¡Aaaaaaaah, STARKWEATHER!- Bramaba cuando el barco parecía darse la vuelta y se imaginaba flotando inerte en la fría oscuridad del océano bajo toneladas de agua.