Asiento en silencio al dialogo sostenido por mis compañeros y ratifico la desición con expresión optimista
-Sí, seguramente tengamos más suerte allí, así que no perdamos más tiempo pensando en lo que nos sale mal
Kingsport es un agradable pueblecito costero a sólo unos cuantos kilómetros de Arkham. El paseo se os hace agradable con el sol de la tarde iluminando los verdes campos de Nueva Inglaterra. Casi os da pena el tener que cambiarlos por el frío y la nieve. El coche circula por las empedradas calles de la villa rumbo a la estación de transmisiones. Una vez se ha localizado la torre de radio, llegar hasta allí es fácil.
Arthur McTighe es un hombre alto y huesudo de veintitantos años, con entradas y una gran mata de pelo negro, manos largas y una boca grande y expresiva. Lo encontrais en la puerta de la estación de radio. Cuando ya está a punto de regresar a su casa.
-Buenas tardes, caballeros -os saluda un poco sorprendido-. No me digan que también vienen por el asunto de la expedición a la Antártida.
Por unos instantes me muestro sorprendido.
Disculpe, ¿quiere decirnos que no somos los primeros?
-Pues no. Esta mañana vino una señorita por el mismo asunto, sí.
Me adelanto un poco extendiendo mi mano y me presento
- Disculpe que nos hayamos presentado aquí de improviso, somos los profesores Stamp, Mellor y Brunswick de la Universidad del Miskatonic, y vamos a ir en la siguiente expedición que se organizará. Hemos venido porque nos interesaría conocer detalles del viaje que nos puedan ayudar a comprender mejor la situación en la que nos encontraremos. Nos gustaría poder aprender de la experiencia previa y poder estar mejor preparados ante los imprevistos, si no es mucha molestia para usted. Ah, y disculpe mi curiosidad, pero ¿quién era esa señorita que vino preguntando por lo mismo? Quizás sea alguien que vaya a viajar con nosotros y haya tenido la misma idea.
-No puedo contarles mucho más de lo que ya ha salido en los periódicos. En cuanto a la señorita, me dijo que era de Arkham. Una tal Laughton. Tenía aspecto de tratarse de una mujer con dinero, no sé si me entienden.
Me mantengo detrás junto a Edgar y digo en voz baja:
Creo que no conseguiremos nada...
Después del viaje que habíamos dado, no me atrevía a decirlo en alto, y mandar marcharnos.
Parece que Bell tiene razón y este viaje se ha convertido en una pérdida de tiempo. Pero, es curioso que hasta aquí también llegase una mujer adinerada y ¿se fuera de vacío?
Discúlpeme, señor McTighe. Esa tal señora Laughton, ¿simplemente le preguntó por la expedición y se fue también sin recibir ninguna respuesta? Comprenda que nos jugamos mucho en ese viaje, y ciertamente, es muy duro saber que en tan pocos días todo un grupo de hombres pueda caer muerto por las inclemencias del tiempo. - Extiendo lentamente un billete de diez dólares hacia el hombre, intentando que el gesto parezca carente de importancia - Tal vez usted sepa orientarnos sobre los mejores y peores lugares de aquella tierra, y la mejor forma de sobrevivir. Despúes de todo, usted fue uno de los agraciados. ¿Por cierto, cuál era su función en la expedición?
-Yo llevaba las comunicaciones radiofónicas -dice mirando el billete (diez dólares son una pasta en 1920) con ojos ávidos-, y le puedo decir que el peor lugar de la Antártida fue aquella cordillera montañosa que descubrimos... Las Montañas de la Locura. Así es como Dyer las llamaba. Supongo que ahora las llamarán las Montañas Miskatonic. Un lugar increíble, ¡por Dios era como estar alucinando!, se veían muy altas, y tenían picos y chapiteles imposibles. Y malas. Parecían muy malas. Todavía pienso que lo son.
¿Malas?
Me preguntaba como unas montañas podían ser malas...
¿A qué se refiere?
McTighe mira a Bell cuando le pregunta. El jovial radiotelegrafista tiene ahora el semblante serio como un muerto.
-No sé, era muy extraño, pero al estar junto a ellas, uno sentía la sensación de que no eran "naturales" no sé si me entiende. Había algo allí, se respiraba cierta tensión. Como si te observaran. En esa zona fue donde Lake hizo el hallazgo de aquellas criaturas que llamó "Antiguos".
Vaya, parece que el telegrafista se revela como un hombre supersticioso, o al menos creyente en extrañas energías...
Probablemente su sensación se debiese a un cúmulo de cosas: la angustia de un lugar tan alejado y deshabitado, la falta de aire en aquellas alturas..., pero dígame una cosa, ¿que pasó con los restos fósiles que encontraron? ¿no fueron capaces siquiera de traer una pequeña muestra? ¿Tan dura fue la tormenta que arrastró con todo?
-Fue una tormenta terrible, sí. Los especímenes que encontramos estaban tan dañados por efecto del viento que se habrían hecho trizas si hubiésemos intentado moverlos. Por eso los dejamos allí, al igual que los cadáveres de nuestros compañeros. La ventisca arrasó con todo: tiendas, hangares, perros... y hombres. Fue un espectáculo horrible y nos afectó a todos muchísimo. Sobre todo a Danforth. Fue el único que me dio pena. No es que me cayese muy bien, era un capullo estirado, pero ¡Dios, cómo gritaba! Gritaba y lloraba y maldecía en lenguas extrañas... Tuvimos que atarlo durante el camino de vuelta mientras atravesábamos las placas flotantes de hielo. Durante un segundo pensé que acabarían asesinándolo solo para poder dormir tranquilos. Las Montañas de la Locura. Sí, se cobraron por lo menos una víctima. Al final lo metieron en un manicomio. Necesitaba mucho descanso.
Quizá con el conocomiento de Wallace podría sacar algo de aquel pobre insano... Aunque todo aquello me sonaba a un claro caso de posesión.
¿Sabe si se puede visitar al señor Danforth?
-Supongo que sí, lo internaron en un sanatorio a las afueras de Arkham. Yo no he querido ir -dice un tanto culpable-. Danforth y yo no es que estuviésemos muy unidos.
Miro a mis compañeros dubitativo y pregunto
- ¿Qué opinan compañeros? ¿Debemos dar una visita al desafortunado Danforth...?
Esto cada vez se pone más interesante, ahora a visitar a un chiflado.
Vayamos al sanatorio.
Me acerco a McTighe para despedirme.
Ha sido un placer conocerle. Le estamos muy agradecidos por habernos ayudado, y pido perdón por si le hemos molestado.
Entonces le estrecho la mano, y mientras me voy alejando y acercando al resto del grupo le pido algún consejo.
¿Algún consejo para la expedición?
-¿Consejos? Trabajen en equipo, no se separen de sus compañeros. Caven unos buenos refugios para la nieve porque allí las ventiscas son terribles. Que tengan mucha suerte.
Después de despedirste de McTighe, os volvéis a apretujar en el coche de Edgar para la visita al sanatorio. El luga en cuestión es una elegante mansión con un bonito jardín. Toda la propiedad está rodeada por un muro de unos tres metros. La entrada es una cancela enrejada cerca de una garita de guardia. Cuando el coche se acerca allí, un hombre vestido de uniforme con una porra colgándole del cinturón te da el alto.
-Buenas tardes señores, ¿qué desean? -pregunta con amabilidad.