Partida Rol por web

Portadores de malas noticias. Así llegabais al puerto de Valencia tras la travesía que os ha traído desde Génova, vuestro último destino. El puerto de Valencia era llamativamente pequeño para un país con semejante tráfico marítimo. Se decía que pronto darían comienzo las obras para ampliarlo pero para eso, como para todo, iba a hacer falta una buena cantidad de dinero, dinero que ahora mismo estaba mejor invertido en los Tercios.

De todas las encomiendas que la Orden de los Encubiertos os había dado hasta el momento esta era sin duda la peor de todas. Según nuevas recibidas por agentes de la ciudad italiana Alfonso Vidal, acaudalado hidalgo valenciano, había encontrado la muerte en la Batalla de Montaña Blanca. Claramente se trataba de la versión oficial, que aprovechaba la guerra contra los protestantes para cargarle un muerto más. Nadie iba a contarlos. Era más probable que Alfonso Vidal, más conocido en su identidad de El Zurdo Gentil, hubiera estirado la pata en alguna operación de los Países Bajos. Así que ahí estábais, con el peso insoportable vuestra nueva e importante misión: llevar las malas noticias a la ahora viuda de Vidal.

-Bueno, compañeros-dice el joven Diego animoso y tan  jovial como suele acostumbrar-ya hemos llegado.

-Propongo que solucionemos este desagradable encargo fúnebre lo antes posible y marchemos a visitar un par de tabernas de las que me han hablado muy bien...-añade.

Como siempre , mira en lontanaza hacia la ciudad con gesto sonriente,  aunque no puede evitar una mirada desconfiada en derredor, entre las gentes del atestado puerto , atento a cualquier lanza o soldado del Imperio que pueda verle... y quizás reconocerle.

Rodriego se atusó pensativo los bigotes. Va a ser una oportunidad única para practicar mi Valenciano, pensó.
El viaje le había cansado más de lo acostumbrado. Aunque hacía tiempo que no se mareaba en las singladuras, esta travesía había sido singularmente desagradable por las fiebres que le habían asaltado nada más zarpar. Claro que de esa manera había evitado caer por la borda cuando el palo de la mesana había golpeado la zona de la cubierta donde solía observar la puesta de sol y el amanecer...
Aproximándose a sus compañeros, les habló quedamente. Mis estimados gentilhombres, nos hallamos en la cuna del movimiento que nos ha adoptado... ¿no os parece tremendamente interesante? Dijo, mirándoles de hito en hito a ambos.

Asier no era hombre de mar, pero tampoco se sentia incomodo en un barco. Toda su familia habian sido marineros, asi que en cierta manera el era la oveja negra de la familia. 

Comunicar la muerte de un compañero no era lo que tenia pensado para una mision de los encubiertos, pero tambien es cierto que en caso contrario a el le gustaria que hicieran lo propio. No iba a ser un trago agradable, ya habia quedado con sus compañeros en ensalzar la figura de Alfonso Vidal y dejarlo como un heroe.

Al fin de al cabo lo habia sido.

"No me place mucho andar de tabernas Diego" no se podia quitar de la cabeza como recibiria la noticia su viuda "perdonar que no comparta su excitacion, pero debemos un respeto al compañero caido. Vayamos rapido a dar las malas nuevas a su viuda."

El puerto estaba atestado, los estibadoers cargaban y descargaban a toda prisa para que los barcos abandonaran el muelle cuanto antes para que pudiera atracar otro de los barcos que esperaban en la dársena. Parecía un milagro que no colisionaran entre ellos y salir de aquí parecía toda una proeza.

De repente, justo ante vosotros se vuelcan unas cajas de pescado. teneís que parar en seco para no pisar unod e los peces y caer al suelo. Un pescador empieza a discutir acaloradamente con un estibador, al parecer responsable por descuido de la caída del pescado.

Mientras se desarrolla el escándalo del pescado te das cuenta de que varios metros más adelante un hombre al que reconoces por haber viajado en vuestro mismo barco susurra algo a un enorme estibador y os señala con discreción. Los ojos del estibador se clavan primero en vuestro pequeño grupo y después en otros miembros del gremio que se encuentran en el muelle y que, a una señal suya, dejan lo que tenían entre manos.

El misterioso viajero continúa su camino.

El escándalo que se ha montado con el pescado volcado te tiene totalmente absorto. Han sido demasiados días en el mar y cualquier cosa que se salga del oleaje y el crujido de las cuadernas te parece todo un espectáculo.

-Parece ser que nos buscan-dice Diego a sus compañeros con premura mientras señala disimuladamente con la mirada al estibador que les mira.

-Sugiero intentar escabullirnos entre el gentío..-añade dispuesto a lanzarse de un momento a otro entre la multitud para perderse entre ella.

Rodriego parece totalmente sumido en alguna disquisición; no parece darse cuenta de lo que le dice su compañero.
¿Cómo? ¿Perdona? Mira a donde le indica Diego, de la manera menos sospechosa posible. Sí, sí, lo que digas, camarada... te sigo... Y se dispuso a hacer de sombra del joven marino.

- No se si nos dara tiempo... estad preparados por si acaso - dijo tocando el pomo de su espada...

Diego asiente y se lanza con agilidad y encabezando al grupo entre el gentío intentando aprovecharse de la locura  de mercancías,  cajas y personas  para ir ocultándose.

Intenta no perder de vista el lugar por el que marchó el hombre misterioso para tratar de alcanzarle, si consiguen librarse del "grupo de bienvenida", claro.

Diego se lanzó al bullicio a una velocidad y con una soltura que sus compañeros fueron incapaces de seguir. De pronto pareció desaparecer entre la muchedumbre en pos del hombre misterioso. Lamentablemente, la misma maréa de gente, cajas y barriles que le arropaban a él hicieron lo propio con su presa.

Asier y Rodriego estiraban el cuello esperando ver por dónde había ido su compañero, pero no había manera.
El joven cazarrecompensas, con la mano en el pomo de la espada, notó cómo los estibadores que habían recibido la señal agarraban palos y garfios y empezaba a formar un círculo a su alrededor que los habituales del puerto, oliéndose la tostada, empezaron a despejar.

Diego había quedado fuera de este cerco, y en su mano quedaba decidir continuar la persecución o ayudar a sus compañeros aprovechando su posición ventajosa.

Diego se desliza entre el bullicio ignorante de que sus propios compañeros han quedado atrás.

Se mueve a velocidad de vértigo. Salta mirando sobre las cabezas, se agacha buscando los andares del "viajero" , incluso llega a preguntar un par de veces a aturdidos transeuntes del puerto si le han visto pasar.

Tropieza, trastabilla y resbala en pos del hombre que ha puesto a enviado a los estibadores hacia ellos con desconocidas intenciones.

No sabe que le dirá si le atrapa. Ya lo pensará en su momento..

Asier estudio detenidamente las fuerzas que les rodeaban, quizas eran demasiado para ellos dos, no sabia que tal se defendia Rodriego con un arma, asi que busco rutas de escape.

Asier comprobó, muy a su pesar, que el círculo de estibadores avanzaba hacia ellos dejándoles como única vía de escape el agua que les esperaba a su espalda, al final del muelle.

Diego le echó el guante al misterioso viajero, que se giró hacia él mirándole con una indisimulable expresión de sorpresa. Era un tipo alto y delgado, con los pómulos marcados, los ojos hundidos y una prominente nariz aguileña. Sus vestiduras negras le quedaban holgadas, acentuando su delgadez y dándole un aspecto siniestro. No era alguien a quien se pudiera olvidar fácilemente y es por eso que le reconoces del viaje en barco, incluso aunque no salía mucho de su camarote.
-¿Qué prentende, señor?- pregunta con una voz rota echando mano a su espada, en la que no habías reparado hasta ahora por encontrarse cubierta por la capa.