Partida Rol por web

La joven celeste había notado el brillo en tus ojos. Pero, por suerte para ti, los tradujo como si fueran ira por pronunciar al Séptimo. Así que agachó la cabeza, todavía ruborizada y esperó hasta que la permitiste irse para alejarse a toda prisa. Ocultaría sus palabras a la gente, seguramente. Pero sería mucho más complicado con sus sentimientos. Aunque eso ya no era problema tuyo.

Observaste la estantería y encontraste un libro que te trajo poderosamente la atención. Su título, en un dialecto antiguo que, por suerte, conocías, rezaba "Del Séptimo. Su creación y su descendencia". Guardaste el libro bajo los pliegues de tus mangas y paseaste por la Biblioteca.

Tras unos minutos de pasillos, encontraste un rincón iluminado por un gran ventanal. Elegiste ese lugar porque podías ver quién se acercaba hasta ti. Además, si te escondías y te encontraban leyendo ese libro, podías levantar sospechas. Una vez sentada, abriste el libro y comenzaste a leer.

El libro parecía hacer una introducción al nacimiento de los dioses, describiendo la leyenda del Uno y su desintegración. Tras esto, hacía una descripción bastante detallada de los Seis. Exasperada, pasaste las hojas con velocidad. Si te interesase el color de los pelos de Wina, ya lo podrías haber encontrado en otro libro. Pero en éste debía mencionar algo del Séptimo.

Y por fin lo encontraste. Los Seis se peleaban continuamente. Eran dioses benévolos, ese rencor y odio no cabía en sus corazones. No podían entender la causa verdadera de esos sentimientos, hasta que juntos encontraron la solución. Formaron un hexágono y, uniendo sus poderes divinos, consiguieron extraer esa oscuridad de sus corazones. Una sombra apareció ante ellos, aparentemente sin forma ni conocimiento. Intentaron destruirla, pero no pudieron. Frustrados, supusieron que no podían destruir algo tan divino como ellos y, introduciéndolo en una piedra que supuestamente no podría romperse, lo enviaron a Idhún.

Y así es como nació la Sombra, el Séptimo. La divina oscuridad de los corazones de los Seis se hizo presente y tomó consciencia de su estado y su divinidad.

Una anotación a pie de página rezaba "El bien y el mal no pueden separarse. Si se hace, en el mal crecerá una parte de bien, y en el bien volverá a brotar el mal"

La chica se rasca la cabeza sin saber muy bien lo que hacer lo que decir, ¿había metido la pata? Quizás se había metido donde no la llamaban. No lo sabía, pero lo único que quería era información, no que la mandaran callar...
Abre la boca dispuesta a protestar, no le interesaba la discusión amorosa de la pareja, realmente poco le importaba, pero por un momento sintió algo, ¿pena por ella? No lo sabía identificar, pero al hablar de la profecía se queda parada mirándola con los ojos abiertos.
-Espera espera...- levanta la mano imitando el gesto de la varu cuando la había hecho callar pero mirándola llena de asombro e interés -¿tú también estás aquí por la profecía?- realmente no era consciente de las criaturas que podrían estar detrás de la misma, de manera positiva o negativa, pero no lo sabía.
No pensaba demasiado en sus acciones, por lo que miró a ambos varu intentando entender algo de la situación.

Al momento, Jon se levanta y se dirige hacia esa zona, sin siquiera mediar palabra, con los puños crispados, mirando con odio a los Szish. ¿Tienen algún problema, caballeros? Si es así, ¿por qué no lo discuten conmigo, en vez de con ella? Ella me ha ofrecido, a mi como a ustedes, su hospitalidad. Lo mínimo que esperaría sería un poco de respeto hacia ella.

Los fríos ojos del bárbaro están clavados en los Szish, sin miedo, sin duda, dispuesto a enfrentarse a ellos si es preciso.

Tenia la impresión de que mi compañera se había metido donde no la llamaban sí que intervine. - Disculpad amigos - les dije con tono suave - somos nuevas en la ciudad, y aunque mi compañera no quería interrumpiros necesitamos un poco de aydua para encontrar algún sitio donde pasar la noche. Si son tan amables de darnos alguna indicación se lo agradeceríamos.

No puedo evitar soltar un grito involuntario ante la violencia, golpear a un celeste era algo peor que golpear a un niño indefenso, de hecho no hacia falta la violencia para nada, no eramos seres violentos como las demas razas. Sin poder evitarlo avanzo hasta  colocarme junto a la celeste.

--- ¿ Te duele algo? - pregunto, no hacia falta expresarlo interiormente para que ella notase mi preocupación

Todo fue demasiado rápido e imprevisto para Ayla. Antes de darse cuenta, se había bajado del taburete en el que estaba sentada, había localizado la salida y comprobado que estaba despejada y, descubrió que tenia agarrado el cuchillo con el que había estado partiendo la comida, fuertemente en su mano. No sabía que había pasado, pero al ver a la celeste en el suelo, sabía que no era nada bueno.

El humano que estaba en la mesa a la que había estado prestando atención se levantó y fue hacia el centro de la discusión. Era la primera vez que presenciaba algo así entre otras razas y no sabía como iban a reaccionar el resto de individuos que estaban en aquella habitación.

Antes de que nadie se hubiera movido, estaba junto al semiyan de esa misma mesa. El único que quizás podía resultar seguro en un momento de confusión en aquel espacio tan pequeño y cerrado. Con voz queda, preguntó- ¿Quehapasssado?

La emoción que sintió la joven sacerdotisa fue tal que estuvo a punto de dejar caer el libro al suelo. Por un momento creyó que se ahogaba pero finalmente logró recuperar su respiración a un ritmo normal, mientras releía varias veces el pasaje, tratando de memorizar su contenido.

Si eso fuera cierto... ¿querría decir que el Séptimo no es más que la parte malvada de los Seis?

No podía creerlo. Eso significaría que él solo es mucho más poderoso (¡seis veces más!) que cualquiera de los otros dioses. Realmente, la visita a la biblioteca había valido la pena. Y la última frase llamaba su atención poderosamente.

"El bien y el mal no pueden separarse. Si se hace, en el mal crecerá una parte de bien, y en el bien volverá a brotar el mal"

Sonrió sin poderlo evitar, preguntándose lo que diría la Madre Venerable si leyera semejante sacrilegio en un libro al alcance de cualquiera. Los Seis, incluso Neliam, no eran las deidades bondadosas que todo el mundo decía, también tenían una parte de oscuridad. Y el Séptimo... el Séptimo es la promesa de poder para cambiar tu vida. Creía en él, tenía que hacerlo.

Aun así, ¿eso significaba que se encontraba atrapado en una piedra? ¿en Idhún? ¿O eso no era más que una leyenda? O incluso si no lo fuera, una deidad como él no tendría problemas en escapar de una prisión así. Al menos, así es como razonaba la varu, mientras se dirigía con rapidez hacia la estantería, volviendo a dejar el libro cuidadosamente en su lugar.

Por un momento, penso en abandonar inmediatamente la biblioteca, pero comprendió que eso podría resultar muy sospechoso, así que tomando un nuevo e inocente volumen, esta vez acerca de cómo los Dioses enviaron a los unicornios para que revivieran el mundo, tomó asiento otra vez en su solitario rincón y se dispuso a leer durante un buen rato, a pesar de que su corazón seguía latiendo con fuerza contra su pecho.

No había estado tan ilusionada desde que tenía quince años, cuando esperaba todavía que Evelu acudiera a rescatarla...

Estaba hablando con Asgeir y se levantó para encaminarse a la mesa del fondo. Esto no termina de olerme bien y no seré yo quien inicie una pelea y derrame sangre en una tierra que no es la mía... aunque eso no implica que no vaya a unirme llegado el caso.

Por el momento me mantengo observando la escena, junto a la mesa. Un buen cazador sabe respetar la distancias con su presa, dejándole espacio para que se sienta a gusto en su terreno, sólo en ese momento es cuando baja la guardia, apenas un instante, el momento perfecto para lograr un buen disparo. Acaricio la empuñadura del arco, esperando el momento pero sin parecer hostil, simplemente un curioso más.

Geblu se extrañó mucho ante la situación que estaba presenciando. Pero, sin salir del agua y de manera disimulada, no quitaba la vista de lo que ocurría.

Me resulta extraño ver tanta relación entre especies diferentes pensaba. Aunque Geblu tampoco había conocido mucha gente, en realidad.

-No... no te vayas, por favor.

Entu suplica a Iora, aunque cuando se da cuenta de que sus ruegos no surten efecto la deja ir. La varu está demasiado enfadada como para escucharle, no es el momento de seguir intentando que le haga caso.

Mira hacia Ceya sin ser plenamente consciente de lo que pregunta la celeste. Parece desorientado y perdido en sus sentimientos, algo que sin duda la celeste puede detectar.

La multitud se va congregando en la plaza, escuchando en sus cabezas la discusión de los varu. Sólo los celestes se marchan de allí al no poder aguantar tanta carga emotiva.

¿Quieres que me quede, Entu? reprocha enfadada. La joven varu muta de nuevo su mirada y el odio vuelve a llenar sus facciones. Demasiado tarde, demasiado tarde las lágrimas acuden a sus ojos y gira la cabeza antes de que puedas ver cómo resbalan sobre sus mejillas. En ese momento, la joven que había interrumpido la conversación vuelve a hablar, llevada por la curiosidad de la profecía.

Claro que he venido aquí para ver al unicornio. ¿Crees que vivo en una fuente por placer? Mi hogar está lejos de estos parajes. Iora observó también a June, sin responder a su pregunta porque ella no era del lugar.

La lectura sobre la aparición de los unicornios la conocías bien. La habías leído y te la habían contado, aunque con un poco de carga emocional negativa, pues los clérigos no terminaban de aceptar los magos.

Pero el sentimiento por el descubrimiento del Séptimo era tan grande que no te importaba perder el tiempo. Estaba claro que ese volumen contenía aún más cosas que las que habías leído, sólo necesitabas un rato más para descubrir todo lo que el libro contaba.

Geblu quería seguir permaneciendo al margen, pero su instinto le pedía lo contrario. Él era un varu, como los que se peleaban, y a Geblu no le gustaban demasiado las peleas. Sabía lo dramàtico de los finales de esas situaciones.

tranquilos, tranquilos. les comunicaba mentalmente a ellos dos, solamente, su pensamiento pretendía ser de corta distancia. Oye no sé que os ha pasado pero no deberíais pelear. Los que somos de la misma raza no deberíamos enfrentarnos entre nosotros. Además...

Geblu miró al rededor y vio como alguna multitud empezaba a aglomerarse,
Los azules de aquí, dijo refiriéndose a los celestes, pues no sabía como se llamaban y para que todos los que estaban cerca le oyeran parece que no les gustan los gritos. Parece que odian este tipo de situaciones, y no podemos ofenderles si estamos en su casa

Geblu no estaba muy seguro de lo que estaba haciendo, no sabía porque había salido de la comodidad de la fuente, pero no soportaba ver a dos personas que se querían, pelearse.

No tiene nada que agradecer. No creo haber hecho nada extraordinario, sólo me he comportado como cualquier persona... o ser de bien hubiera hecho. Así pues, preferiría pagar mis gastos. Al fin y al cabo, estoy recibiendo un permiso e imagino que el dinero que cobráis lo utilizareis para vivir. ¿Qué bien os haría si ahora os ahorro tener problemas con esos tipos pero mañana impido que podáis pagar lo que tengáis que pagar o que no podáis alimentar a quien tengáis que alimentar sólo por pensar que necesitáis darme una recompensa? No, gracias, no es algo que necesite, y no me sentiría bien aceptándolo. Así pues, tras ayudarla, Jon se sienta nuevamente en su sitio, dispuesto a acabar su cena, y a pagar por ella.

Suspiro, aliviado por no tener que luchar ahora y por poder conservar las pocas energías tras el viaje, y sonrío agradecido a las palabras de Shivei, la celeste. Me resultan extrañas las palabras de Asgeir, aunque sensatas. Pero cuando alguien te ofrece la hospitalidad de quedarte bajo su techo, no se puede rechazar, por muy buenas que sean tus intenciones. Razas dispares, costumbres diferentes, supongo.

-Será un placer compartir su techo y su comida -junto las palmas de las manos delante de la cara y me inclino levemente-. Aunque tengo que decir que todo el trabajo lo ha hecho Asgeir y no se le puede restar mérito. Al menos me dejarás invitarte a una jarra, ¿no? -sonrío nuevamente, esta vez hacia el humano-.

Vuelvo a ocupar mi sitio en la mesa y vuelvo a dar buena cuenta del agua. Seguro que ahora la comida sabrá incluso mejor.

Por supuesto que sí, amigo. Al fin y al cabo, vos no vivís de esto, ella sí. responde el humano con una sonrisa. Gente de otras culturas, pero buena gente, estos yan. Me gustan, en cierto modo me recuerdan a mi pueblo. Mis pensamientos vagan por los recuerdos, añorando tiempos pasados, y mi mente vuelve al motivo de mi visita a esta ciudad. Incluso, por un momento, pienso si no me habrá traído el destino por algo distinto a ver al unicornio.

-Tenía que venir aquí, no sabía que tú también estarías. Y siempre supimos que lo nuestro era imposible...- Trata de justificarse torpemente el varu, ignorando los comentarios de Geblu y tratando de explicarse frente a Iora.

Le di un pequeño codazo a Ceya para llamar su atención. - vaya cosas más raras pasan en esta ciudad. ¿entiendes algo de lo que ocurre?
 

Sonrio al ver que se encuentra bien, aun así examino su cuerpo, los celestes teniamos una constitución mas debil y a veces un smiple golpe o una dosis que para los humanos no era nada para nosotros podia ser letal...

--- Agradezco su ofrecimiento Shivei - mientras la examino- Yo soy Yu-Len, sacerdote de Yohavir