Partida Rol por web

Los aventureros recibieron numerosas felicitaciones -incluída la del Capitán Schiller, hombre poco dado a mostrarse afectuoso en público- por su heróica actuación; no en vano habían salvado al Pozo Negro y a todos sus moradores.

Fueron directos a reposar sus heridas y recargar fuerzas, una buena comida por cuenta del posadero que incluyó las mejores viandas posibles, desde cerveza Bugman hasta cordero asado, pasando por sopa de verduras y finalizando por licores varios. Un merecido descanso para los mercenarios.

Esperaros a que llegara el día convenido, el tercero desde su encuentro con El Mancillado, para volver a Mordheim. Siempre por la puerta sur, con sus dos vigilantes gárgolas corroídas por la lluvia y las inclemencias del tiempo. Pasaron por el ya muchas veces visitado barrio pobre -con los sentidos alerta y las armas empuñadas en todo momento- para llegar hasta el anfiteatro y desde allí, se encaminaron a los muelles.

Los tileanos protegían el paso del río, como de costumbre, tuvieron que volver a pagar. El capitán Stacci se acercó a ellos para cobrarles el peaje.

- Bon giorno, como sempere, vichinti cuoronas per cápita-

dijo el mostachudo oficial mercenario con una sonrisa.

Aquellos condenados tileanos debían de estar haciéndose de oro ofreciendo sus servicios en aquél inhóspito lugar. Decenas de pequeñas bandas de aventureros cruzaban cada día de un lado a otro de la ciudad para buscar piedra bruja y eso les generaba ingentes cantidades de oro. Si conseguian sobrevivir, serían ricos de por vida.

Los protagonistas subieron a la barcaza operada por un avezado grupo de expertos marineros tileanos que la dirigieron con profesionalidad al otro lado del río, atracándola en un pequeño muelle que servía de conexión con el otro lado de la ciudad. Allí también había un pequeño destacamento de mercenarios tileanos fuertemente armados con mosquetes y picas que cubrían esa parte de la zona de atraque.

Los extranjeros se despidieron de los aventureros con sonrisas y deseándoles suerte.

Por su parte, los protagonistas volvieron a internarse en la ciudad, en dirección a la estatua del conde Gotthard.

Los restos de la carrera frente a los poseídos estaban por el camino, cuchillos, charcos de sangre y algún que otro ex-ciudadano de mordheim fallecido.

Malos recuerdos para alguno de los aventureros, casi no lo cuentan. Lo cierto es que la carrerita fue demencial, con centenares de enemigos acechando cada instante y clamando por su sangre. Se habían salvado de milagro.

No obstante, llegaron a la plaza donde estaba la estatua del noble sin complicaciones. Eso sí, el paisaje era el típico de Mordheim pos-cometa, casas semiderruídas, basura por doquier, cadáveres putrefactos y algún que otro perro que aullaba de vez en cuando mientras busacaba sustento entre los deshechos.

Los protagonistas no se amilanaron, pusieron rumbo al sur, hacia el barrio rico, que se caracterizaba por sus suntuosas mansiones construidas por expertos canteros venidos desde lejos. Los escudos heráldicos de las principales familias nobiliarias de la ciudad aún podían distinguirse en las fachadas, dejando claro que habían llegado a la mejor parte de la ciudad. Allí se dirigía el destino de los habitantes de Mordheim, se cerraban los principales tratos comerciales y se discutía sobre política y negocios.

Ahora todo eso había acabado, solo había muerte.

Los aventureros no tuvieron mucha dificultad en encontrar el edificio que buscaban, una casa en bastante buen estado, con dos torreones y cuyas ventanas habían sido tapiadas tras la caída del cometa. Ahí se celebraría la reunión entre Vladeck y los mercenarios y ese sería el momento propicio para conseguir el núcleo.

Se escondieron en unas cuadras cercanas y esperaron al anochecer. En un momento dado, se encendió una luz en el piso superior y escasos instantes después, cuatro figuras apenas discernibles en la oscuridad, entraron en la casa.

Los protagonistas no lo dudaron, se pusieron en camino y se internaron en el edificio por una puerta antaño utilizada por el servicio y que ahora se encontraba desencajada, dejando paso franco a los aventureros.

Con todo el silencio del mundo y pese a que iban bien armados y protegidos por múltiples piezas de metal y cotas de mallas, los protagonistas subieron por un angosto corredor hasta el piso superior.

Una pequeña portezuela daba a un recibidor, iluminado tenuemente por un par de candiles que revelaron una lujosa estancia; sin embargo, era solo la antesala de algo mucho mayor, una sala de recepciones que pudieron ver a través de una puerta entreabierta donde varias personas charlaban.

Escucharon parte de la conversación.

- Escuchad capitán, requiero de los servicios de vuestros hombres para asegurar mi protección. Ha llegado a mis oídos que un grupo de mercenarios anda tras la pista de cierto objeto de mi propiedad y me veo obligado a cubrirme las espaldas. Os pagaré cien coronas por semana a cada uno de vosotros así como una prima cuando lleguemos a mi castillo de Walhoff en Sylvania. Me dispongo a partir de inmediato.-

comentó un anciano finamente vestido con ropajes de exquisita calidad y una larga capa de seda roja. Cuando terminó, se llevó a los labios una copa de oscuro contenido que sorbió con delectación.

- Aceptamos.-

dijo el capitán, viejo conocido vuestro tras la carrerita en los aledaños al refugio de El Mancillado.

Los mercenarios no eran otros que los Middenheimmers, los peligrosos hombres de la Ciudad del Lobo Blanco. Unos adversarios temibles, en todo caso.

- Una cosa- dijo el líde haciendo un breve gesto con la mano para recabar la atención del noble - Queremos que la manutención de nuestro grupo corra por su cuenta; y también queremos un adelanto de veinte coronas por cabeza.-

Rolde entró con paso decidido en la sala. De sus costado pendían dos pistolas nuevecitas, compradas apenas unas horas antes. Las había probado un poco antes de salir, pero no estaba seguro de poder utilizarlas bien en medio del combate.

Desenfundó las dos armas, una con cada mano, y apuntó con sus negras bocas al jefe de los Middenheimmers. Con un rugido vomitaron polvora y plomo, acertando al desprevenido en el brazo derecho y la pierna izquierda. Con suerte la hemorragia sería letal y ese pobre no volvería a levantarse.

-Lo siento, capitán, pero esto son negocios, y tú te interpones en mi camino.

Siguinedo los pasos de Rolde, Oskar desenfundó sus pistolas a una gran velocidad, apuntando con ellas al capitan de los Midennheimers.

Bien dicho Rolde, esperamos que nuestros negocios salgan mejor de lo que va a salir el tuyo.

Ambos dispararon a la vez pero al contrario que su compañero no acerto los dos disparos, uno de ellos se perdió en el fondo de la sala.

Oskar y Rolde no lo dudaron ni un instante, abrieron la puerta de una patada -dejando estupefactos a los mercenarios y a Vladeck- y, tras soltar unas breves e intensas palabras, dispararon a quemarropa sus pistolones contra el capitán de los Middenheimmers.

Cuatro estampidos que casi hicieron temblar los escasos vidrios de las ventanas sonaron en la estancia acompañados de sus respectivos fogonazos que iluminaron un poco más la escena. El capitán de los Middenheimmers se llevó cuatro impactos directos que hicieron saltar la sangre por doquier, aquéllos proyectiles de plomo se expandieron al chocar contra la carne y el hueso creando unas brutales heridas y provocaron un grito de dolor en el curtido mercenario.

El olor a pólvora invadió la sala, en cuanto se despejó la humareda provocada por los cuatro disparos los Midenheimmers y Vladeck pudieron ver como Oskar y Rolde ya habían guardado sus pistolas y empuñaban sus aceros para el combate a corta distancia.

La matanza iba a iniciarse; el núcleo estaba en juego.

La ladrona no perdió el tiempo, aullando ante la posibilidad de lograr sus objetivos -el núcleo, es decir, una ingente cantidad de dinero- se echó encima de un mercenario que ya estaba desenfundando su martillo de guerra.

Ekhaterina usó el impulso de la carga para enviar un mandoble a la cara del barbudo norteño, pero falló miserablemente.

Ahora estaba a merced de su oponente.

Cargo contra  uno de  los mercenarios  intentando  acabar con el  por la via rápida  pero casi no hay  espacio para  levantar las  armas   y  me quedo con cara de idiota delante del mercenario.Casi mejor asi , me  hubiera  reconcomido la idea deno saber  si erais  tan buenos

Los mercenarios fueron cogidos por sorpresa, otro grupo de aventureros se hizo presente en la sala y por saludo inicial envió una descarga cerrada de disparos contra el capitán de los middenheimmers. La sangre salió despedida por múltiples heridas y el líder vio mermada considerablemente su salud.

El norteño cargó sin éxito contra uno de los mercenarios mientras que la ladrona hacía lo mismo.

Los sorprendidos middenheimmers actuaron con rapidez, sacando sus martillos de guerra y preparándose para la defensa.

El adversario de Mordekai falló su ataque, si bien es cierto, la sorpresa había hecho mella en él. No sucedió así con Oskar, Rolde y Ekhaterina, que se llevaron una brutal martillada por parte de los norteños. Enfurecidos por el inesperado ataque, los middenheimmers usaron salvajemente sus martillos para eliminar a aquellos inoportunos visitantes.

No importaba que hubieran sido compañeros de fatigas en el tema de los poseídos. Ahora había dinero en juego; mucho dinero.

Vladeck siguió observando la escena con una sonrisa entre divertida y molesta por lo extraño de los acontecimientos.

-¡Aaaaaaargh!-

exclamó la ladrona cuando el martillo impactó en su cuerpo. Un golpe brutal que la dejó sin aliento durante un breve instante que le pareció una eternidad. Sin embargo, se repuso como pudo para eliminar a su oponente, le iba la vida en ello, así que no se rendiría.

Ekhaterina descargó su acero contra el middenheimmer pero la elevada protección que portaba el norteño desvió su ataque.

Sin duda, era un enemigo imponente.

Rolde recibió el impacto en pleno pecho. La coraza resonó como una campana, haciéndole sufrir aun más por el golpe recibido.

Con velocidad se repuso del impacto y lanzó dos tajos lo más rápido que pudo. Dudaba que pudiese matarle de una sóla estocada, pero sí podía aprovecharse de su velocidad para inflingirle muchos daños en poco tiempo.

-Vete con Morr, maldito.- gruñó entre dientes. La sangre le subía a la boca por el golpetazo recibido, tiñendo su sonrisa con un macabro brillo escarlata. Hinchando los carrillos la escupió contra el de Middenheim.- Cabrón, esta me la voy a cobrar.

Las cosas no pueden ir a peor los  mercenarios  parecen  llevar  la batuta  y la pelea se esta  poniendo de lo mas complicada.Los compañeros   están llevando la  peor  parte   y  en cambio  los enemigos parecen indemnes

El ataque del capitan le dio en plena cabeza, para lo cual no lleveba ninguna protección. Acto seguido le devolvió el ataque mientras su cabeza sangraba profusamente.

Pagaras por esta afrenta, hijo de mil padres.

Su ataque acertó pero no pareció que le realizara mayor daño.

El capitán de los Middenheimmers detuvo con habilidad el mandoble de Oskar y lanzó un potente martillazo contra el mercenario, sin duda alguna, quería vengar los disparos que había recibido.

Por su parte, los demás mercenario se ensañaron con los aventureros, lanzando martillazos a diestro y siniestro mientras aullaban gritos de guerra y blasfemias varias contra las familias de los protagonistas.

Nadie quería perder aquél combate.

Mientras tanto, Vladeck miraba entusiasmado la pequeña batalla que se desarrollaba a su alrededor, sin perder en ningún momento la sonrisa.

Curioso personaje.