Partida Rol por web

 Bingo. Eureka. Yipi yay Yey. La Sra. Smellie tenía más información de la que en un principio pensé que me iba a encontrar al entrar a la habitación. No pude evitar poner una expresión de sorpresa cuando escuche lo de los venenos; obviamente era una revelación particularmente alarmante. Pero mantuve el temple serio y seguí con la conversación, disfrazando elinterrogatorio como si de un chusmerío entre señoras se tratase.

- ¿Robar sus venenos, dice? ¿Por qué cree eso?

La mujer no dijo nada más, tan solo siguió abanicándose acaloradamente, esperando alguna pregunta más por parte del entrometido detective privado, o que se fuera de la habitación para que ella pudiera continuar asfixiándose en paz bajo aquel enorme abrigo. Sea como sea, ella seguía y seguía tratando de aliviarse.

Viendo como el detective no parecía ver lo evidente, y sin detener el abaniqueo y la corriente de aire gélido, señaló con su otro dedo lleno de joyas al mueble donde se encontraban los venenos, en particular, al candado con marcas de arañazos que había en el ojo de la cerradura.

Examiné aquél magullado y maltratado mueble, en busca de algo que pudieta merecer la pena, posiblemente algún tipo de marca reconocible, pues no deja las mismas marcas un tenedor que un cuchillo afilado, o también ya que estamos y por qué no comparar, un cuchillo con dientes de sierra dejaría marcas diferentes a las de una palanca.

Una vez satisfací mi curiosidad, tuve claro que no iba a sacar nada más en claro de aquella arrugada y acalorada mujer, por lo que no tenía más tiempo que malgastar allí. Con un simple "Señora" y un gesto educado con mi cabeza, me despedí de ella. Quien más llamaba mi atención ahora era la "nueva abuela" ¿sería una jovencita cazafortunas? ¿O realmente el viejo encontró el amor otra vez antes de estirar la pata?

Pero antes de salir me replanteé que aquella situación era muy extraña, por lo que me acerqué a la ventana que había detrás de la señora y me dispuse a abrirla. - Antes de irme, permítame que le refresque un poco. - pero todo era una treta, pues aproveché que estaba cerca de la ventana y la señora para usando toda muy fuerza bruta, arrancarle el abrigo al grito de. - ¡DEJE DE MENTIRME VIEJA PELLEJA!

El abrigo salió volando, el tirón fue lo suficientemente fuerte como para sacar al abrigo del cuerpo de la Señora, revelando que bajo el tenía, no uno, sino media docena de abrigos, uno encima de otro. De la sorpresa la señora Barbrow no da crédito de lo que acaba de ocurrir y se gira hacia mi, con una expresión furiosa.

-¡Pero se puede saber qué está haciendo, mentecato! -Exclamó- ¿¡Qué pretende?! ¡Asaltar a una jovenzuela como yo!. ¡Que vigoroso, pero sepa que soy una mujer casada y con mucha honra!. ¡Salga de aquí de inmediato!.

Arrebatándome el abrigo de las manos, la Señora que tenía más fuerza de lo que parecía me empujó hacia la salida del cuarto. Si llegara a empujar con más fuerza, no solo me hubiera lanzado al pasillo, sino al cuarto de la "nueva abuela" que estaba justo enfrente.

 Avergonzado y apenado por mis actitudes me encontraba. No sabía bien que esperaba encontrar o descubrir con aquel osado acto de desfachatez; el cual me costó todo el progreso que había logrado con la Sra. Barbrow. Pero lo que sí sabía era que mis posibilidades de quitarle más información a esa mujer eran ínfimas, por lo que tendría que seguir adelante con nuevas personas y nuevas pistas.

- A visitar a la "nueva abuela", entonces. Puff...

 Lamentablemente, el listado de gente que me veía positivamente en aquel lugar no estaba aumentando.

¡No joda señora! Empieza a exasperarme ya esta situación.

Pero si ha empezado usted... 

Claro, va provocando y me ha confundido joder, en pleno mes de agosto y llevando apenas doce abrigos...

¿Si se viste como una puta que espera que pase?

La siguiente mujer a la que tenía que ir a visitar no era otra que la nueva esposa del difunto, pese a que toqué a la puerta un par de veces, no parecía responder nadie del otro lado, pese a ello, aún así, escuchaba que, en efecto alguien estaba dentro de la habitación de la recién viuda nueva mujer.

Con cierto aplomo giré el pomo de la puerta y eché un leve vistazo al interior; la habitación estaba hermosamente decorada... si es que a uno le gustaba el color rosa, lo cual parecía extraño por algún motivo.

Encima de la cama se encontraba una mujer en camisón, con ligeras manchas rojas, esta mujer, rubia no parecía moverse, tan solo estaba ahí tumbada; y en la sabana rosa, así como en el suelo, también habían más y más manchas de esa tonalidad rojiza.

Me acerco lenta y sigilosamente al cuerpo de la chica, mientras lo hago, huelo a ver si reconozco ese olor característico de la sangre, ese holor a metal que tanto había olido en mis tiempos como policía.

El olor fue reconocido al instante, y aunque no era el olor que me esperaba oler, sí que era un olor que pude reconocer; a la par que aquella joven mujer que rondaría poco más de la veintena se movía bruscamente dejando que la botella de vino en sus manos siguiera manchando la rosada y -ahora- más rojiza ropa de cama.

-¿Cariño? -Balbuceó aún con los ojos entrecerrados mientras alzaba los brazos hacia el aire- ¡Cariñin, ven aquí!.

Al parecer, por algún motivo, la joven me confundía con alguien, pues no guardaba recuerdo alguno de ella como para que me llamara como tal; quizás el hecho de entrar sin decir nada la hayan llevado a semejante engaño, o quizás su embriagadez fuera tal que no pudiera reconocer quien era, o mejor dicho "dónde estaba su cariño" en esos momentos, en la morgue.

Me desnudo hasta quedarme en camisa de tirantes y calzones. Luego me acerco a la cama y me inclino sobre ella a la altura de sus piernas, empiezo a lamer sus pies y voy subiendo hasta llegar a sus muslos muy despacio, recreándome en cada centímetro.

Poco a poco los gemidos de la chica dejan todas las preocupaciones apartadas a un lado, ya nada importaba, sólo el placer.

No me costó demasiado deslizarme por debajo de las sábanas y subir por sus muslos, con un suave movimiento coloco una de las piernas sobre mi cabeza de tal modo que mi boca se pone en contacto con su sexo, está húmedo, pero no lo suficiente.

- Pronto - pienso mientras sonrío, - estaría como a mi me gustaba - . 

Aquel placer, aquel que hacía mucho había dado y deseado pero que no había recibido.

Entonces aparece su doloroso recuerdo, su cara se hace presente en mi memoria, aquello me distrae unos segundos y por unos instantes no se lo que hago, un mordisco en el muslo derecho de la chica hace que la rubia gima y suelte un grito, un grito medio de dolor medio de placer.

Lamo sus muslos a la vez que muevo mi cara por su entrepierna, quería que despertara del todo antes de continuar con algo más duro, así que cuando oigo sus gemidos empiezo a lamer los labios exteriores de forma lenta, luego, poco a poco, voy penetrando con la lengua, fuerzo todo lo que puedo por entrar en la cavidad, toda mi boca está en contacto, mi lengua está totalmente dentro y se mueve como loca, pronto los fluidos que tanto me gustan empiezan a inundar mi boca, comienzo a succionar para beber el manjar que me proporciona aquella improvisada amante, noto que las contracciones son cada vez más intensas, es el momento, así que aparto mi boca y meto mis dedos índice y corazón, de un solo movimiento rápido y certero que hace que la chica suelte un gemido que se oye por toda la casa. 

Cada vez me excito más y estoy totalmente erecto, comienzo a tocarme a la vez y al unísono que sus gemidos, es lo más cerca del cielo que he estado en mi vida y cuando toda mi cara queda empapada por su orgasmo me poso sobre los muslos mojados y todavía separados.

Subo lentamente, deslizándome por encima de su sudoroso cuerpo y por debajo de las húmedas sábanas, ahora no es tan fácil, todo ese calor hacía que las sábanas se me pegaran al cuerpo y ahora nuestros cuerpos no resbalaban, más bien querían quedarse pegados para siempre, me tiemblan las manos, el corazón me va a mil por hora y siento que me va a estallar el corazón dentro de las costillas, al llegar hasta su cuello la beso y sigo hasta su boca, la beso con toda la pasión que concibe mi cabeza, sus ojos están abiertos de par en par y creo que todavía está en esa fase de "la petit mort" que tanto me gusta ver en la cara de mis conquistas. Pongo mi cara delante de ella esperando su reacción.

Y todo queda oscuro por unos segundos, al igual que un intenso dolor en mi cabeza cada vez se hacía más y más intenso.