Partida Rol por web

El inicio de la experiencia no fue precisamente balsámico. Las instrucciones del excéntrico Mr. Mallowan no dejaron indiferente a nadie, mientras que la eficiente y controladora Brooke Davenport había sufrido un par de alteraciones imprevistas en sus planes, lo cuál saltaba a la vista que no le hacía precisamente feliz.

El grupo de invitados se debatía entre la ansiedad, la curiosidad y la decepción, lo cuál no ayudaba al ambiente preparatorio de la fiesta. En el Hummer H2 conducido por la organizadora el aire era tan espeso que podía extenderse sobre una tostada. El panorama general era de caras largas.

Quizá alguien presentía lo que iba a ocurrir. Quizá alguien ya lo supiera...

Aunque estos dos días represento a Mr. Mallowan, en mi nombre y el de mi compañía me gustaría pedirles disculpas. Lo que a su anfitrión le resulta divertido y positivo a ustedes claramente les está suponiendo un incordio. Lamento ser el arma ejecutora, pero espero me comprendan...

Acabáis de adelantar al cuarteto de caminantes y os internáis en un sendero entre los árboles. En la hierba se pueden ver los dos larguísimos surcos formados por ruedas de vehículos todo-terreno. Os sentís aliviados de no haber participado en la caminata, parece realmente incómoda para realizarse sin la ropa adecuada.

Los asientos delanteros están ocupados por Brooke y el irreverente Halleck. Justo detrás de ellos, Sean Eberhard a la izquierda, Alan Silverstone en medio y la señorita Stockton a la derecha. La tercera fila de asientos está ocupada por Chloe Sullivan y la cariacontecida Kelly Denbrough.

Vuestro equipaje ha sido cuidadosamente colocado en el amplio maletero del todo terreno, espoleado por las protestas del sr. Eberhard con respecto a su carísimo y elegante bolso de viaje, que debía ir en condiciones muy concretas, ni debajo del todo ni encima, a salvo de rozaduras y demás. Finalmente el buen hombre decidió llevarlo sobre su regazo, aunque cuidando de no arrugarse ni mancharse el traje. Para ello, lo sujeta de modo que un extremo apoya sobre el muslo izquierdo de Alan Silverstone.

Acabáis de adelantar al cuarteto de caminantes y os internáis en un sendero entre los árboles. En la hierba se pueden ver los dos larguísimos surcos formados por ruedas de vehículos todo-terreno. Os sentís aliviados de no haber participado en la caminata, parece realmente incómoda para realizarse sin la ropa adecuada.

Los asientos delanteros están ocupados por Brooke y el irreverente Halleck. Justo detrás de ellos, Sean Eberhard a la izquierda, Alan Silverstone en medio y la señorita Stockton a la derecha. La tercera fila de asientos está ocupada por Chloe Sullivan y la cariacontecida Kelly Denbrough.

Vuestro equipaje ha sido cuidadosamente colocado en el amplio maletero del todo terreno, espoleado por las protestas del sr. Eberhard con respecto a su carísimo y elegante bolso de viaje, que debía ir en condiciones muy concretas, ni debajo del todo ni encima, a salvo de rozaduras y demás. Finalmente el buen hombre decidió llevarlo sobre su regazo, aunque cuidando de no arrugarse ni mancharse el traje. Para ello, lo sujeta de modo que un extremo apoya sobre el muslo izquierdo de Alan Silverstone.

Observo el grupo de caminantes pasar desde mi posición al lado de la ventanilla, miro por el rabillo del ojo a Eberhard y sonrio. Yo también soy una persona muy cuidadosa, sobre todo con mis cosas. Pero mi equipaje (que también es muy caro) va en el maletero junto al resto. No echaría a perder mi traje blanco por un capricho así.

Chloe en tercera fila se sienta al lado de la ventana, y con algo de aburrimiento dirige su mirada a ésta durante todo el trayecto. Escucha a Brooke, y cuando termina de hablar le dirige una fugaz mirada, pero al sentarse atrás del todo seguramente ni se ha dado cuenta.

La mujer no parece muy cómoda conduciendo el cuatro por cuatro. Deduces que no es suyo y no tiene soltura conduciendo este tipo de vehículo.

La mujer no parece muy cómoda conduciendo el cuatro por cuatro. Deduces que no es suyo y no tiene soltura conduciendo este tipo de vehículo.

No se preocupe, señorita. Nadie la culpa de nada -digo, rompiendo el incómodo silencio tras el pliego de descargo de la organizadora. Miro a la joven sentada junto a mí, la suplente del invitado ausente, con un gesto de disgusto por su altanería.

Chloe aburrida, decide empezar una conversación. Esta vez, con la mujer a cargo del vehículo.

Muy chulo el coche. ¿Es suyo? Debe cobrar un pastón... Dice dando unos golpecitos al marco de la ventana y para intentar amenizar el camino. No sabía cuanto tardarían en llegar, por lo que no vendría mal.

Obviamente no ignora a su compañera de asiento, pero no le dice nada, simplemente le dedica una enorme y sarcástica sonrisa.

Señora -corrijo, sonriendo a la señora Denbrough por el retrovisor y enseñando la alianza de mi mano derecha-. Espero haber hecho mi trabajo lo bastante bien como para contentar no sólo a Mr. Mallowan, también a ustedes.

Escucho a la joven Sullivan y río abiertamente.

¡Qué más quisiera! Yo tengo un chevrolet bastante corrientucho, pero para ir por ciudad ya está bien... Este es el tipo de trasto de un leñador. Es de Mr. Mallowan, llevo conduciéndolo desde esta mañana, he tenido que subir todo el equipo y los preparativos, este camino es impracticable para nuestras pobres furgonetas...

Los enormes neumáticos y amortiguadores del Hummer absorben casi totalmente el traquetreo forestal. Os preguntáis qué habría pasado de haberos unido al paseíto del señor Blisen y compañía, y lo cierto es que os alegráis de ignorar la respuesta.

Chloe levanta una ceja.

¿Lo ha hecho todo usted sola? Pregunta dándose cuenta en la frase "he tenido". ¿No hay nadie más organizando la fiesta? ¿Ni siquiera la ha ayudado Mr. Mallowan? Lo dice con tono adulador hacia la mujer.

Para eso se paga a la gente, chiquilla. Para cruzarse de brazos y verles currar.

Me vuelvo y miro a Chloe por encima de mis gafas.

Y si no, pregunta aquí a Luis XV y María Antonieta -señalo a Denbrough y Eberhard con el pulgar-. Él tiene hasta chófer, lo he visto en el aparcamiento. Y eso que aquí los coches son automáticos, pan comido, no te digo nada si le plantas ante el puzzle del tercer pedal...

Encontrará difícil alterarme con sus insolencias de hippie trasnochado, joven. Si me envidia, haber trabajado para pagarse usted un chófer y un buen coche en vez de esa tartana a la que poco le falta para pasar de remolcadora a remolcada.

Miro de reojo al señor Halleck y esbozo una ligera sonrisa.

-A mi me gusta poder conducir mi propio coche, pero digame, ¿por que no tener un chofer cuando puedes y quieres tenerlo?.

Nada, nada, está muy bien todo ese rollo del espíritu feudal, Jeeves y el desayuno en la cama. Sólo que... -me recuesto en el asiento con las manos detrás de la cabeza- cuando uno es trabajador, hace las cosas por sí mismo, no necesita lacayos ni chachas. ¿Tiene usted chófer, señorita...? Lo siento, no me he quedado con su nombre?

-Stockton -miro a su cogote esbozando una sonrisa ligeramente felina- Quiere decir que la gente que tiene dinero, ¿no es trabajadora? -se me escapa una risilla despectiva, mientras me incorporo y pongo la mano en el asiento muy cerca de su hombro- Eso es muy tipico de la autollamada "clase obrera" Pensais que el dinero llueve del cielo a unos pocos agraciados y que el unico esfuerzo que tienen que hacer es levantar un poco la mano para que caigan sobre ella los fajos de billetes.

Me vuelvo a recostar sobre el respaldo.

-Y como ya le he dicho, me gusta conducir mi propio coche.

Muy bien dicho. Y usted, Halleck, deje de volverse tanto y mire al frente o se mareará y acabará por vomitar.

Al menos daría colorido a esta fiesta...