Partida Rol por web

Domingo, 2 de abril de 2017 - 10:17 PM

Tras informar al supervisor Pearlman de la información obtenida, utilizaron los contactos de este con la policía para conseguir un pequeño apoyo; varias patrullas montarían un cordón en las calles aledañas para impedir que Carcosa pudiera escapar. Con todo organizado los agentes salen nuevamente en dirección a Red Hook esperando que las casi 24 horas que han tardado en localizar a Carcosa no hayan sido suficientes para que se quite de en medio.

En las alturas, la cúpula de Brooklyn cubre los edificios, con su malla de cristal y acero, mientras los investigadores se acercan al hogar donde reside Jhonny Carcosa: un edificio de apartamentos, viejo como la muerte, de ventanas altas, estrechas y oscuras, con algunas luces en el último piso. El edificio es una isla de miseria, aislado del resto de la manzana por un patio rodeado por un muro de cemento lleno de pintadas. Una alta verja con motivos tentaculares da al patio lleno de matorrales y mugre donde se alza el viejo edificio como un monolito impasible. La pestilencia a basura se mezcla con algo más cuando atraviesan la verja y se adentran en el patio: un hedor que no lograrán reconocer y se atascará en sus gargantas amenazando con vaciar sus estómagos.

En el muro interior, a la izquierda, entre las pintadas cutres de los gamberros, una pintura mural, desagradable. Un paisaje alienígena, un desfiladero de montañas pálidas como hueso que desemboca en una playa de aguas oscuras. En primer plano, flanqueado por las montañas, la pintura muestra algo mitad criatura, mitad planta, de colores rosáceos, una especie de árbol cárnico cuyas ramas parecen extremidades intentando abrazar al observador.

Mientras comprobaba mi arma, me ajustaba el disimulado chaleco antibalas y el resto del equipo, llamó mi atención el extraño mural que había junto a los grafitis, me recordaba a lo que había investigado con Lisman, ¿estaría relacionado con todo aquello?, ahora no había tiempo, asi que saco mi móvil rápidamente y hago alguna que otra foto, más tarde ya podría estudiarlo con más calma. Una vez acabo me giro hacia mis compañeros.

- Uno de nosotros debería cubrir la puerta trasera mientras los otros dos irrumpen por la puerta principal, el clásico movimiento de pinza.

Habían llegado a la dirección de Carcosa y, ante la casa que querían asaltar, se detuvieron unos instantes para dar las últimas órdenes. Julia, equipada con el chaleco antibalas al igual que el resto de sus compañeros y pistola en mano, observó un instante a Lizzy al escuchar su comentario asintiendo a lo que decía.

—Vosotros —dijo a tres de los policías que habían llevado como refuerzo— vigilad la parte de atrás por si nuestro sospechoso intenta escapar por ahí. Y tened cuidado.

El hedor que procedía del patio era aún mayor que el que se tenía que soportar en todo el barrio, creando una sensación repugnante y opresiva. Pero no era sólo ese mal olor o la miseria que se respiraba en ese bloque de apartamentos, había otros detalles que llamaron la atención a Julia como la extraña forma de la verja o, ya en el patio, una de las pintadas que había y que no se asemejaba en nada a las habituales de grafiteros y gamberros, un dibujo que hizo estremecer a la agente Harper. Una mano muy siniestra y macabra había tenido que hacer semejante mural pues más bien parecía la pesadilla salida de una mente perturbada que el simple diseño de un artista.

—¿Preparados? —Preguntó, echando un rápido vistazo a sus compañeros—. Entremos pues.

Lee volvía a estar sonriente, como un sabueso de caza que luego de estar largo tiempo inactivo, vuelve a la acción.

Asintió a Julia e iba con chaleco, pistola, una PR-24, esposas y algunos cargadores de repuesto. Pensaba ofrecerse para vigilar la salida, sin embargo... Bueno, era mejor mandar a esos panolis.

Se quedó embobado por unos segundos contemplando la escena alienígena del mural, mientras Lizzy la fotografiaba. El sonido del obturador de la cámara lo devolvió a la realidad.

— ¿Creen que abrirá la puerta a la primera? —Preguntó inocentemente— Siempre he querido hacer esto.

Avanzó hasta uno de los laterales de la puerta, pistola en mano y esperó en posición a sus compañeras.

Tras encargar a los patrulleros que vigilen las escaleras de incendios de la parte trasera, los agentes se encaminan hacia la puerta principal. Unos peldaños sucios llevan a la entrada al edificio, una boca desdentada y maloliente. Escaleras arriba, en los rellanos, puertas tapiadas y un hedor a tierra empapada en meados cada vez más intenso, a medida que ascienden. La baranda que acompaña los escalones y los rellanos está oxidada y da a un hueco central que presagia una caída mortal. En el último rellano está el apartamento de Johnny Carcosa, con la endeble puerta entreabierta.

Dawler se coloca a un lado y White a otro mientras Harper da un empujón a la puerta. El apartamento está más allá del hedor: imposible entrar sin cubrirse el rostro, y aún así la peste se pega como ácido a las lenguas y a los ojos de los agentes, haciendo que lagrimeen. La decoración del oscuro piso es antigua y barata, pasada de moda, con viejas fotografías de personas horrendas, en marcos ovalados cubriendo las paredes cuyo papel húmedo se cae a tiras. Silencio. Habitaciones vacías, sin camas. Ni rastro de Carcosa, y el insoportable hedor que parece emanar de esa puerta entreabierta al final del oscuro pasillo. Avanzan despacio, llamando a Carcosa e identificándose como FBI por si hay alguien más, en teoría vive con su madre. La puerta se va acercando, el silencio da la sensación de crear un sonido a susurro en los oídos, como las caracolas de la playa. Y al cruzarla…

Aquí está la única cama del apartamento y, sobre ella, despatarrada y muerta, la fuente del hedor, tan potente que parece imposible. Una anciana oronda, de baja estatura, desnuda, de rostro muerto y desdentado, de cabellos ralos, con una boca que se abre en su cráneo como un tajo de lado a lado. Ni siquiera su muerte puede explicar el abominable pestazo a pescado putrefacto que emana del cadáver. En su mano inerte sostiene una navaja de afeitar ensangrentada. Su cuello ha sido rebanado con esa misma navaja, con un corte implacable. La sangre ha brotado sin límite empapando el torso arrugado, el colchón sin sábanas, los sucios tablones del suelo. La sangre aún está húmeda y gotea con parsimonia alimentando el charco oscuro del suelo. El cuerpo aún conserva un ápice de calor.

En la estancia, una miríada de juguetes sexuales y pornografía, tan retorcidos y abyectos que quitan el aliento y que, de nuevo, hacen referencia a la cultura popular de Los Mitos de Cthulhu: consoladores de formas tentaculares, reptilianas, insectoides, anfibias, alienígenas. Revistas con individuos disfrazados de forma aparatosa y grotesca, fornicando con ayuda de artilugios tenebrosos.  

Dawler entró el primero, abriendo de sopetón la puerta con el hombro y apuntando dentro, usando una linterna junto al cañón de la pistola.

— Me cago en... —dijo, producto de la macabra escena—. Qué puto asco. Chicas, un relevo. Creo que voy a soltar el almuerzo en el pasillo.

Ni siquiera pudo acabar de recorrer la habitación, el solo observar a la anciana fue demasiado para él. Les dejó espacio a Julia y Lizzy mientras salía al pasillo.

Lo perdimos de nuevo... y el cabrón se ha cargado a su madre.

No podía entender cómo alguien era capaz de vivir en un lugar como aquel. No era tanto por la miseria que se respiraba por todas partes sino por el hedor tan insoportable que parecía impregnar hasta la última partícula en contacto con ese maloliente ambiente. Pero si Julia ya estaba bastante asqueada lo que se encontró nada más traspasaron la puerta del apartamento de Carcosa la dejó un tanto conmocionada, no tanto por el orondo cadáver que se veía en la única cama de todo el apartamento sino por el olor que, aunque se hubiera puesto una máscara antigas, seguro que seguiría penetrando por todas partes.

Julia, al percatarse al igual que sus compañeros que en la vivienda no había nadie más aparte de la muerta, se acercó a ella para observar sorprendida que aún estaba caliente y que la sangre goteaba húmeda. Entonces ¿de dónde coño venía aquella peste? Antes de ponerse a rebuscar entre toda la mierda que había en el apartamento buscando cualquier pista que condujera al paradero de Carcosa, la agente Harper vio a su compañero yendo directo hacia la salida bastante pálido, la verdad es que no le sorprendía que el nuevo tuviera en esos instantes el estómago en la garganta.

—Menuda pocilga —dijo mirando todos los objetos y revistas de carácter sexual bastante perturbadores que se veían esparcidos por la habitación—. Y a saber a cuánta le gente le pondrá usar... esto. —Evitó mirar a Lizzy para no hacerla sentir molesta por si ella hubiera utilizado, en su aventura nocturna en el club, algún objeto parecido a los que se veían en el cuarto—. Echemos un vistazo. Me niego a pensar que, después de todo lo que hemos pasado, se nos haya escapado con tanta facilidad.

Julia recorrió no sólo la habitación donde se encontraba el cadáver y que, seguramente, sería la madre de Carcosa, sino el resto del apartamento rebuscando, con los guantes de látex puestos, por todas partes, pensando en cómo se habría producido la muerte de la mujer. ¿Sería un suicidio o la habría matado su propio hijo?

La escena que se muestra ante mí es demasiado, me quedo helada, no esperaba encontrarme algo así, había visto cadáveres anteriormente pero de ninguno emanaba ese olor nauseabundo, nunca podría olvidarlo, se me estaba metiendo por las fosas nasales y hasta por la garganta, creando una imprimación en mi cerebro. Al oir a mi compañero vuelvo a la realidad y siento como se me revuelve el estómago, las arcadas empiezan, intento tapar mi boca con la mano, no quiero crear una escenita, asi que salgo corriendo de allí, sin poder abrir la boca.

Maldita sea, estas cosas no deberían afectarme así, espero que Julia de con algo rápido para no tener que volver a entrar ahí dentro...

Mientras White y Dawler se recuperan de la visión de la anciana muerta, Harper descubre que buena parte de esa material está usado, manchado y desperdigado por la habitación ¿habría usado Carcosa todo esos artilugios con su propia madre? Pero una pequeña parte todavía espera en una caja del proveedor, medio abierta sobre la cómoda cubierta de artilugios de látex y cuero. Al fondo de la caja hay un consolador  a pilas enorme, del tamaño de un brazo adulto y con bultos y rugosidades. A pesar de los guantes el tacto es resbaladizo y en su interior se oculta una bolsa de plástico, de buen tamaño, con no menos de medio kilo de Polvo Blanco.

Cerrando la tapa de la caja y recogiendo del suelo un trozo de cartón arrancado para abrirla, consigue componer la dirección de procedencia, una tienda llamada Susurros en la Oscuridad en Salem.

Julia, viendo todos aquellos artilugios que parecían estar usados, no podía apartar de su cabeza la imagen de la muerta siendo utilizada como campo de pruebas para esos aparatos. Prefería no mirar el cadáver y, para ello, se centró en buscar cualquier indicio que le diera una pista de dónde coño se había metido Carcosa.

Desde luego, aquel tío era un auténtico pervertido con la mente tan calenturienta que no sabía cómo no le había explotado aún. A Julia, incluso con guantes, le daba cierta repulsión tocar aquellos aparatos a cada cual más extraño y depravado. No se consideraba ninguna mojigata pero había cosas que superaban sus límites de comprensión. Pero no todos parecían estar usados ya que, en una caja, encontró alguno que daba la impresión de estar ¿nuevos? Eso sería mucho decir pero eso era lo que parecían.

Sacó el que se encontraba al fondo de la caja mirándolo con auténtico estupor. Quién en su sano juicio podía disfrutar metiéndose semejante mole por cualquiera de sus agujeros. Por todos los demonios , si aquello era enorme, capaz de desgarrar a alguien por dentro. Iba a dejarlo en su sitio cuando se dio cuenta que algo se ocultaba en su interior.

—¡Joder! —Exclamó sin poder evitarlo—. El tío usa consoladores para ocultar su mierda —añadió sacando la bolsa de polvo blanco del interior de la monstruosidad aquella.

Pero hubo algo más que llamó su atención, algo que por fin podía darles la pista necesaria para ir tras Carcosa. En aquel trozo de cartón desprendido de la caja y que cayó junto a ella al cerrarla, venía la dirección de la tienda que, con toda seguridad, proveía a Carcosa de aquel material tan especial.

—Chicos —llamó a sus compañeros— he descubierto algo, aparte de todas estas mierdas y el polvo blanco. Mirad, una dirección... Si no encontramos nada más por aquí podríamos ir a echar un vistazo.

El tiempo que Julia tardó en conseguir el polvo blanco, fue el tiempo mínimo que necesitaba Dawler para recuperar una apariencia de entereza. Se acercó a Julia, sin mirar a la anciana ni al cuarto -aunque logró no tener que taparse la nariz- mientras se acercaba a sus compañeras.

Escuchó lo que Julia decía y pensó «¡Nos vamos de esta mierda!»

— Retorcido hijo de puta —dijo—. Entonces, ¿dejamos esto a los forenses? Ese cabrón debe tener gente en la cuadra que seguramente ya le avisó del allanamiento. Si dejamos enfriar su pista, podría perderse.

Después de salir para poder respirar algo que no fuese aquel nauseabundo olor proveniente de la habitación del cadáver, logro recuperar la compostura y decido volver a entrar en el cuarto muy a mi pesar, al oír las voces de mis compañeros, parecía que podían haber dado con algo. Y así era, asi que todos aquellos objetos eran para ocultar el polvo blanco, y bueno vete tú a saber que más... - Sí, por favor, vámonos ya, no creo que pueda aguantar otra vez sin vomitar, al menos ahora tenemos una buena pista que seguir - digo con el rostro más pálido de lo normal. Una vez ya hayamos salido de allí, echo un vistazo rápido cerca de la puerta de la salida por si hubiese un teléfono con una agenda de contactos o algo parecido.

Los investigadores bajan las escaleras del vuelta al patio del edificio con la sensación de haber dado un gran paso, medio kilo de polvo blanco y una dirección en Salem que parece ser el proveedor de la sustancia que usa Carcosa. Al salir del edificio parece que alguien les está esperando al lado del grafitti del árbol de carne, cuando apuntan con las linternas descubren que no es otro que Carcosa. Vestido con su abrigo largo, su badana tapándole la boca y su camisa con chorreras, porta una maleta en el brazo derecho y a la impresión de estar esperándoles.

Lee se quedó con la mandíbula desencajada. Miró con desconcierto a sus compañeras, y sin salir de su asombro, apuntó con su pistola a Carcossa.

— Nos ahorraste la tarea de ir a buscarte, hijo de puta —le dijo—. Quédate donde estás, cabrón incestuoso retorcido. ¿Te follaste a tu madre con penes alienígenas, mientras estabas hasta el culo de esa cocaína espacial?

Eso sí que no me lo esperaba, ¿qué demonios hacía allí Carcosa? ¿Estaba acaso jugando con nosotros?

Antes de que pueda reaccionar, Dawler se adelanta apuntandole con su arma. Asi que hago lo propio sacando la mía, por si las moscas, apuntandole también y me quedo a tan sólo unos pasos por detrás por si tengo que reaccionar rápido.

Por esta vez prefiero esperar a ver como se las apaña el nuevo, aún no tengo el cuerpo para mucho.

Miro de reojo a Julia para ver como reacciona, quizás ella si que decidiese intervenir.

El agente Dawler tenía razón, allí sólo quedaba trabajo para el forense y la científica y ellos tenían una nueva pista que seguir. Pero lo último que se hubiera imaginado Julia encontrarse al abandonar la casa era a Carcosa que, con una maleta en la mano que demostraba su intención de huir, los estuviera esperando junto al desagradable mural. ¿Qué coño hacía allí? Los tenía que haber visto así que Julia no entendía qué narices pretendía con su actitud.

El nuevo fue el primero en reaccionar, seguido de Lizzy y, al igual que habían hecho ellos, la agente Harper también desenfundó su pistola apuntando con ella directamente hacia la cabeza de Carcosa. Aquel tipo le daba grima y, después de todo lo que había visto en la casa que acababan de abandonar, a Julia no le importaría pegarle un tiro si hacía cualquier movimiento inoportuno o amenazador.

Los métodos y el lenguaje del agente Dawler no eran santo de su devoción pero, en esos instantes, a Julia no le importó la retahíla de insultos y palabras soeces que el nuevo lanzó, dejándolo llevar en esos momentos un poco la iniciativa.

Carcosa se mantiene de pie mirándoos, sin moverse ni alterarse al ver que le apuntáis con vuestras armas: Le he pedido que me acompañe, pero la anziana no quegía volver a zu vieja patria. Zupongo que era demaziado oggulloza. Dizcúlpenme, por favor, zólo me he detenido un inztante para gecoger algunaz cozaz. Pero no puedo quedagme máz tiempo, ezte zitio apezta, ¿lo notan?

— Estás detenido por hablar pársel, hijoputa —le dijo Shen—. Suelta el maletín y pon las manos detrás de la cabeza o te hago un agujero más grande que el que le has hecho a tu madre.

Shen se acercó con la pistola y la linterna apuntando directamente a Carcossa.

Lo que Carcosa les estaba diciendo no tenía ningún sentido para Julia. Que el hombre se estaba escapando era bastante obvio, pero seguía sin comprender porqué los había estado esperando y el porqué no había dejado a su madre atrás pero sin asesinarla. Necesitaba explicaciones ya que eran demasiadas las preguntas que requerían respuesta y Julia dudaba mucho que se pudiea aguantar hasta poder interrogarlo en condiciones.

—¿Y cuál es esa patria? ¿Por qué no la dejaste simplemente que se quedara? Si no quería ir contigo ¿qué más te daba dejarla atrás pero viva? —Buscar un sentido a toda aquella locura era lo único que quería Julia. Eso y coger al culpable de todas aquellas barbaridades... al verdadero culpable, al cerebro de toda aquella aberración—. Este lugar siempre ha apestado, ¿por qué te molesta ahora?

Julia seguía apuntando su pistola directamente a la cabeza de Carcosa, al igual que sus compañeros, era imposible que pudiera escaparse y, si lo intentaba, dudaba mucho que consiguiera dar un solo paso sin acabar como un colador.

- Nah. Vegás, me tengo que ir - dice encogiéndose de hombros, ya no puedo eztag pog aquí. Egte lubar, viejo, es un puto dezaztge ¿Zabez?