Partida Rol por web

Nieve Carmesí I

La Mansión

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08/11/2008, 05:41
Black_Sirius

Una tormenta de nieve infernal, bombardeos que arrasan con todo lo que encuentran a su paso, frío mortal... y el único lugar para refugiarse es una antigua mansión abandonada.

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07/03/2009, 20:19
Director

Año 1914. En algún lugar al norte de Varsovia.

Aquella maldita tormenta parecía empeñada en acabar con sus vidas. No era una exageración, aquel tiempo podía matarles si es que no lo lograban antes los proyectiles de artillería que les llovían desde cielo y que eran lanzados por ambos bandos.

Lluvia, viento, arena, nieve… y metralla. Las fuerzas de la naturaleza y el hombre combinadas para crear un infierno en mitad de las estepas rusas. En mitad de ningún lugar. Perdidos en la inmensidad de un desierto, en la profundidad de una niebla impenetrable, en el corazón de una guerra interminable, injusta, cruel, sin vencedores ni gloria.

Estaban perdidos y sus vidas tan sólo dependían del cruel azar. En las últimas horas el escenario había variado levemente, pasando del desierto y la estepa a un bosque no demasiado denso. Mas tan sólo fue eso lo que varió, pues sus cuerpos seguían siendo azotados por la tempestad y las explosiones continuaban sucediéndose a mayor o menor distancia de ellos, provocando un sobresalto general cuando un proyectil impactaba lo suficientemente próximo. En alguna ocasión incluso tuvieron que echar cuerpo a tierra y cubrirse tras unas rocas hasta que cesó la lluvia de metal.

A pesar de los árboles continuaban perdidos. Avanzaban por inercia e intuición, obligados más por la necesidad imperiosa de alejarse de la zona bombardeada y por encontrar refugio de la tormenta que por llegar a algún destino concreto. ¿Cómo habían terminado en aquella situación? ¿Qué tiempo llevaban vagando sin rumbo?

El último recuerdo claro que tenía era que los habían despertado en mitad de la noche para lanzar un ataque sorpresa sobre las líneas rusas. En plena oscuridad les ordenaron saltar las trincheras y avanzar a través de un terreno plagado de zanjas y espino, horadado por las bombas y sembrado de cráteres. Supuestamente todo aquel esfuerzo tendría su recompensa al llegar hasta las posiciones de un enemigo dormido y pillado por sorpresa gracias a la densa niebla que lo cubría todo. Nada más lejos de la realidad. Los rusos les estaban esperando y descargaron contra ellos todo cuanto tenían, odio y metal.

Los atacantes se dispersaron como pétalos al viento. Cada cual tiró para donde pudo en un intento vano por salvar su vida. Los hombres caían a tierra donde quiera que se mirase. Los gritos de dolor acallaban el atronar de las balas. Desde ese momento todo se volvió tan confuso que la mente apenas fue capaz de registrar recuerdos de las horas siguientes.

Barro… arrastrándose por él con las uñas y las rodillas… la tormenta comenzando, apenas una lluvia fina en su inicio… el viento que arrecia… la luz intermitente de las explosiones… la sed… el cansancio y el dolor… la tormenta que gana intensidad poco a poco… fuego… nieve… sangre…

Pieter había conseguido mantenerse en todo momento al lado de su hermano y juntos habían estado alejándose del infierno durante horas. De alguna forma varios de los hombres que consiguieron escapar de aquella trampa mortal acabaron encontrándose, antes o después, en mitad de la niebla. Entre ellos el oficial de mayor rango resultó ser el Teniente Diederick, un hombre sencillo y amable bajo cuyas órdenes habían servido ya con anterioridad. Junto a él y de su misma unidad estaban el Sargento Kart, el soldado Dieter y Grüber, médico de campaña. Entre ellos caminaba también una mujer, una campesina rusa a la que habían hecho prisionera para que les sirviera de guía.

Caminaron a la deriva durante horas. Bien entrada la tarde se encontraron con otro superviviente del ataque, aunque perteneciente a otra unidad, el soldado Octavius, quien en su huida se topó con un campesino ruso al que hizo prisionero y que ahora le acompañaba.

Nueve almas luchando contra el vendaval y rezando a todos sus dioses para que ninguno de aquellos proyectiles que silbaban en el cielo tuviera la retorcida intención de caer sobre sus cabezas. La situación era desesperada. El agua comenzaba a escasear.

…apareció como un fantasma de entre la niebla, esquiva, irreal. Una luz en el horizonte. Se hizo visible por momentos, mas desapareció al instante siguiente. Se miraron sorprendidos, presas de una mezcla de esperanza e incredulidad. La luz apareció de nuevo, tan sólo un rasguño entre el muro blanco que los atenazaba. Avanzaron decididos hacia ella y ésta respondió mostrándose más nítida, más clara. Quizás fuera la luz de una casa. Aquella era su única oportunidad.

Notas de juego

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07/03/2009, 20:32
Director

Año 1914. En algún lugar al norte de Varsovia.

Aquella maldita tormenta parecía empeñada en acabar con sus vidas. No era una exageración, aquel tiempo podía matarles si es que no lo lograban antes los proyectiles de artillería que les llovían desde cielo y que eran lanzados por ambos bandos.

Lluvia, viento, arena, nieve… y metralla. Las fuerzas de la naturaleza y el hombre combinadas para crear un infierno en mitad de las estepas rusas. En mitad de ningún lugar. Perdidos en la inmensidad de un desierto, en la profundidad de una niebla impenetrable, en el corazón de una guerra interminable, injusta, cruel, sin vencedores ni gloria.

Estaban perdidos y sus vidas tan sólo dependían del cruel azar. En las últimas horas el escenario había variado levemente, pasando del desierto y la estepa a un bosque no demasiado denso. Mas tan sólo fue eso lo que varió, pues sus cuerpos seguían siendo azotados por la tempestad y las explosiones continuaban sucediéndose a mayor o menor distancia de ellos, provocando un sobresalto general cuando un proyectil impactaba lo suficientemente próximo. En alguna ocasión incluso tuvieron que echar cuerpo a tierra y cubrirse tras unas rocas hasta que cesó la lluvia de metal.

A pesar de los árboles continuaban perdidos. Avanzaban por inercia e intuición, obligados más por la necesidad imperiosa de alejarse de la zona bombardeada y por encontrar refugio de la tormenta que por llegar a algún destino concreto. ¿Cómo habían terminado en aquella situación? ¿Qué tiempo llevaban vagando sin rumbo?

El último recuerdo claro que tenía era que los habían despertado en mitad de la noche para lanzar un ataque sorpresa sobre las líneas rusas. En plena oscuridad les ordenaron saltar las trincheras y avanzar a través de un terreno plagado de zanjas y espino, horadado por las bombas y sembrado de cráteres. Supuestamente todo aquel esfuerzo tendría su recompensa al llegar hasta las posiciones de un enemigo dormido y pillado por sorpresa gracias a la densa niebla que lo cubría todo. Nada más lejos de la realidad. Los rusos les estaban esperando y descargaron contra ellos todo cuanto tenían, odio y metal.

Los atacantes se dispersaron como pétalos al viento. Cada cual tiró para donde pudo en un intento vano por salvar su vida. Los hombres caían a tierra donde quiera que se mirase. Los gritos de dolor acallaban el atronar de las balas. Desde ese momento todo se volvió tan confuso que la mente apenas fue capaz de registrar recuerdos de las horas siguientes.

Barro… arrastrándose por él con las uñas y las rodillas… la tormenta comenzando, apenas una lluvia fina en su inicio… el viento que arrecia… la luz intermitente de las explosiones… la sed… el cansancio y el dolor… la tormenta que gana intensidad poco a poco… fuego… nieve… sangre…

Karl había conseguido salir de aquel infierno junto con algunos de sus hombres. De alguna forma varios de los soldados que consiguieron escapar de aquella trampa mortal acabaron encontrándose, antes o después, en mitad de la niebla. Entre ellos el oficial de mayor rango resultó ser el Teniente Diederick, un hombre sencillo y amable bajo cuyas órdenes había servido ya con anterioridad. Junto a él y de su misma unidad estaban el soldado Dieter y su hermano Hans, y Grüber, médico de campaña. Entre ellos caminaba también una mujer, una campesina rusa a la que habían hecho prisionera para que les sirviera de guía.

Caminaron a la deriva durante horas. Bien entrada la tarde se encontraron con otro superviviente del ataque, aunque perteneciente a otra unidad, el soldado Octavius, quien en su huida se topó con un campesino ruso al que hizo prisionero y que ahora le acompañaba.

Nueve almas luchando contra el vendaval y rezando a todos sus dioses para que ninguno de aquellos proyectiles que silbaban en el cielo tuviera la retorcida intención de caer sobre sus cabezas. La situación era desesperada. El agua comenzaba a escasear.

…apareció como un fantasma de entre la niebla, esquiva, irreal. Una luz en el horizonte. Se hizo visible por momentos, mas desapareció al instante siguiente. Se miraron sorprendidos, presas de una mezcla de esperanza e incredulidad. La luz apareció de nuevo, tan sólo un rasguño entre el muro blanco que los atenazaba. Avanzaron decididos hacia ella y ésta respondió mostrándose más nítida, más clara. Quizás fuera la luz de una casa. Aquella era su única oportunidad.

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07/03/2009, 20:34
Director

Año 1914. En algún lugar al norte de Varsovia.

Aquella maldita tormenta parecía empeñada en acabar con sus vidas. No era una exageración, aquel tiempo podía matarles si es que no lo lograban antes los proyectiles de artillería que les llovían desde cielo y que eran lanzados por ambos bandos.

Lluvia, viento, arena, nieve… y metralla. Las fuerzas de la naturaleza y el hombre combinadas para crear un infierno en mitad de las estepas rusas. En mitad de ningún lugar. Perdidos en la inmensidad de un desierto, en la profundidad de una niebla impenetrable, en el corazón de una guerra interminable, injusta, cruel, sin vencedores ni gloria.

Estaban perdidos y sus vidas tan sólo dependían del cruel azar. En las últimas horas el escenario había variado levemente, pasando del desierto y la estepa a un bosque no demasiado denso. Mas tan sólo fue eso lo que varió, pues sus cuerpos seguían siendo azotados por la tempestad y las explosiones continuaban sucediéndose a mayor o menor distancia de ellos, provocando un sobresalto general cuando un proyectil impactaba lo suficientemente próximo. En alguna ocasión incluso tuvieron que echar cuerpo a tierra y cubrirse tras unas rocas hasta que cesó la lluvia de metal.

A pesar de los árboles continuaban perdidos. Avanzaban por inercia e intuición, obligados más por la necesidad imperiosa de alejarse de la zona bombardeada y por encontrar refugio de la tormenta que por llegar a algún destino concreto. ¿Cómo habían terminado en aquella situación? ¿Qué tiempo llevaban vagando sin rumbo?

El último recuerdo claro que tenía era que los habían despertado en mitad de la noche para lanzar un ataque sorpresa sobre las líneas rusas. En plena oscuridad les ordenaron saltar las trincheras y avanzar a través de un terreno plagado de zanjas y espino, horadado por las bombas y sembrado de cráteres. Supuestamente todo aquel esfuerzo tendría su recompensa al llegar hasta las posiciones de un enemigo dormido y pillado por sorpresa gracias a la densa niebla que lo cubría todo. Nada más lejos de la realidad. Los rusos les estaban esperando y descargaron contra ellos todo cuanto tenían, odio y metal.

Los atacantes se dispersaron como pétalos al viento. Cada cual tiró para donde pudo en un intento vano por salvar su vida. Los hombres caían a tierra donde quiera que se mirase. Los gritos de dolor acallaban el atronar de las balas. Desde ese momento todo se volvió tan confuso que la mente apenas fue capaz de registrar recuerdos de las horas siguientes.

Barro… arrastrándose por él con las uñas y las rodillas… la tormenta comenzando, apenas una lluvia fina en su inicio… el viento que arrecia… la luz intermitente de las explosiones… la sed… el cansancio y el dolor… la tormenta que gana intensidad poco a poco… fuego… nieve… sangre…

Hans había conseguido mantenerse en todo momento al lado de su hermano y juntos habían estado alejándose del infierno durante horas. De alguna forma varios de los hombres que consiguieron escapar de aquella trampa mortal acabaron encontrándose, antes o después, en mitad de la niebla. Entre ellos el oficial de mayor rango resultó ser el Teniente Diederick, un hombre sencillo y amable bajo cuyas órdenes habían servido ya con anterioridad. Junto a él y de su misma unidad estaban el Sargento Kart, el soldado Dieter y Grüber, médico de campaña. Entre ellos caminaba también una mujer, una campesina rusa a la que habían hecho prisionera para que les sirviera de guía.

Caminaron a la deriva durante horas. Bien entrada la tarde se encontraron con otro superviviente del ataque, aunque perteneciente a otra unidad, el soldado Octavius, quien en su huida se topó con un campesino ruso al que hizo prisionero y que ahora le acompañaba.

Nueve almas luchando contra el vendaval y rezando a todos sus dioses para que ninguno de aquellos proyectiles que silbaban en el cielo tuviera la retorcida intención de caer sobre sus cabezas. La situación era desesperada. El agua comenzaba a escasear.

…apareció como un fantasma de entre la niebla, esquiva, irreal. Una luz en el horizonte. Se hizo visible por momentos, mas desapareció al instante siguiente. Se miraron sorprendidos, presas de una mezcla de esperanza e incredulidad. La luz apareció de nuevo, tan sólo un rasguño entre el muro blanco que los atenazaba. Avanzaron decididos hacia ella y ésta respondió mostrándose más nítida, más clara. Quizás fuera la luz de una casa. Aquella era su única oportunidad.

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07/03/2009, 20:45
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Año 1914. En algún lugar al norte de Varsovia.

Aquella maldita tormenta parecía empeñada en acabar con sus vidas. No era una exageración, aquel tiempo podía matarles si es que no lo lograban antes los proyectiles de artillería que les llovían desde cielo y que eran lanzados por ambos bandos.

Lluvia, viento, arena, nieve… y metralla. Las fuerzas de la naturaleza y el hombre combinadas para crear un infierno en mitad de las estepas rusas. En mitad de ningún lugar. Perdidos en la inmensidad de un desierto, en la profundidad de una niebla impenetrable, en el corazón de una guerra interminable, injusta, cruel, sin vencedores ni gloria.

Estaban perdidos y sus vidas tan sólo dependían del cruel azar. En las últimas horas el escenario había variado levemente, pasando del desierto y la estepa a un bosque no demasiado denso. Mas tan sólo fue eso lo que varió, pues sus cuerpos seguían siendo azotados por la tempestad y las explosiones continuaban sucediéndose a mayor o menor distancia de ellos, provocando un sobresalto general cuando un proyectil impactaba lo suficientemente próximo. En alguna ocasión incluso tuvieron que echar cuerpo a tierra y cubrirse tras unas rocas hasta que cesó la lluvia de metal.

A pesar de los árboles continuaban perdidos. Avanzaban por inercia e intuición, obligados más por la necesidad imperiosa de alejarse de la zona bombardeada y por encontrar refugio de la tormenta que por llegar a algún destino concreto. ¿Cómo habían terminado en aquella situación? ¿Qué tiempo llevaban vagando sin rumbo?

El último recuerdo claro que tenía era que los habían despertado en mitad de la noche para lanzar un ataque sorpresa sobre las líneas rusas. En plena oscuridad les ordenaron saltar las trincheras y avanzar a través de un terreno plagado de zanjas y espino, horadado por las bombas y sembrado de cráteres. Supuestamente todo aquel esfuerzo tendría su recompensa al llegar hasta las posiciones de un enemigo dormido y pillado por sorpresa gracias a la densa niebla que lo cubría todo. Nada más lejos de la realidad. Los rusos les estaban esperando y descargaron contra ellos todo cuanto tenían, odio y metal.

Los atacantes se dispersaron como pétalos al viento. Cada cual tiró para donde pudo en un intento vano por salvar su vida. Los hombres caían a tierra donde quiera que se mirase. Los gritos de dolor acallaban el atronar de las balas. Desde ese momento todo se volvió tan confuso que la mente apenas fue capaz de registrar recuerdos de las horas siguientes.

Barro… arrastrándose por él con las uñas y las rodillas… la tormenta comenzando, apenas una lluvia fina en su inicio… el viento que arrecia… la luz intermitente de las explosiones… la sed… el cansancio y el dolor… la tormenta que gana intensidad poco a poco… fuego… nieve… sangre…

Grüber había conseguido mantenerse en todo momento al lado de su sargento y juntos habían estado alejándose del infierno durante horas. De alguna forma varios de los hombres que consiguieron escapar de aquella trampa mortal acabaron encontrándose, antes o después, en mitad de la niebla. Entre ellos el oficial de mayor rango resultó ser el Teniente Diederick, un hombre sencillo y amable bajo cuyas órdenes habían servido ya con anterioridad. Junto a él y de su misma unidad estaban el Sargento Kart, el soldado Dieter y su hermano Hans. Entre ellos caminaba también una mujer, una campesina rusa a la que habían hecho prisionera para que les sirviera de guía.

Caminaron a la deriva durante horas. Bien entrada la tarde se encontraron con otro superviviente del ataque, aunque perteneciente a otra unidad, el soldado Octavius, quien en su huida se topó con un campesino ruso al que hizo prisionero y que ahora le acompañaba.

Nueve almas luchando contra el vendaval y rezando a todos sus dioses para que ninguno de aquellos proyectiles que silbaban en el cielo tuviera la retorcida intención de caer sobre sus cabezas. La situación era desesperada. El agua comenzaba a escasear.

…apareció como un fantasma de entre la niebla, esquiva, irreal. Una luz en el horizonte. Se hizo visible por momentos, mas desapareció al instante siguiente. Se miraron sorprendidos, presas de una mezcla de esperanza e incredulidad. La luz apareció de nuevo, tan sólo un rasguño entre el muro blanco que los atenazaba. Avanzaron decididos hacia ella y ésta respondió mostrándose más nítida, más clara. Quizás fuera la luz de una casa. Aquella era su única oportunidad.

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07/03/2009, 20:48
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POST INTRODUCTORIO GRIGORI

Año 1914. En algún lugar al norte de Varsovia.

Aquella maldita tormenta parecía empeñada en acabar con sus vidas. No era una exageración, aquel tiempo podía matarles si es que no lo lograban antes los proyectiles de artillería que les llovían desde cielo y que eran lanzados por ambos bandos.

Lluvia, viento, arena, nieve… y metralla. Las fuerzas de la naturaleza y el hombre combinadas para crear un infierno en mitad de las estepas rusas. En mitad de ningún lugar. Perdidos en la inmensidad de un desierto, en la profundidad de una niebla impenetrable, en el corazón de una guerra interminable, injusta, cruel, sin vencedores ni gloria.

Estaban perdidos y sus vidas tan sólo dependían del cruel azar. En las últimas horas el escenario había variado levemente, pasando del desierto y la estepa a un bosque no demasiado denso. Mas tan sólo fue eso lo que varió, pues sus cuerpos seguían siendo azotados por la tempestad y las explosiones continuaban sucediéndose a mayor o menor distancia de ellos, provocando un sobresalto general cuando un proyectil impactaba lo suficientemente próximo. En alguna ocasión incluso tuvieron que echar cuerpo a tierra y cubrirse tras unas rocas hasta que cesó la lluvia de metal.

A pesar de los árboles continuaban perdidos. Avanzaban por inercia e intuición, obligados más por la necesidad imperiosa de alejarse de la zona bombardeada y por encontrar refugio de la tormenta que por llegar a algún destino concreto. ¿Cómo habían terminado en aquella situación? ¿Qué tiempo llevaban vagando sin rumbo?

Grigori había pasado por muchas adversidades. Cuando estalló la guerra sus tierras fueron requisadas y a él se le reclamó para unirse al ejército de la madre patria. Grigori escapó antes de que vinieran en su busca y volvió a encontrarse con una lucha diaria. Primero los Zares, luego los Bolcheviques, y luego los Prusianos. La vida del campesino ha sido siempre la de sufrir bajo la bota del poderoso. Pero Grigori era un hombre listo que sabía sacar provecho de la desesperación y que no rendía cuentas a sus escrúpulos. Vendiendo comida a precio de oro primero, ofreciendo refugio a los Rusos Blancos o a los Bolcheviques para después venderlos al otro bando y cobrar suculentas recompensas. Metiéndose en más y más problemas. Hace unos días, la situación se volvió demasiado peligrosa y Grigori decidió poner algo de tierra de por medio entre él y cualquiera que pudiese reconocerle. Habían puesto precio a su cabeza y justo cuando los Bolcheviques se decidían a fusilarle, aparecieron los Alemanes y le hicieron prisionero. Eran una patrulla extraña, que parecía huir de algo más que dirigirse a algún lugar. Le tenían retenido, pero eso era mejor que esperar de pie frente al pelotón de fusilamiento. Aún respiraba y todavía tenía parte de sus riquezas cosidas al forro del chaleco, monedas de oro del Zar. Esperaba poder ganarse a los Alemanes para que le llevaran a Berlín y poder empezar una nueva vida en el bando ganador, con dinero para llevar una buena vida… al fin. Junto a él, los alemanes también mantenían retenidos a una mujer.

Nueve almas luchando contra el vendaval y rezando a todos sus dioses para que ninguno de aquellos proyectiles que silbaban en el cielo tuviera la retorcida intención de caer sobre sus cabezas. La situación era desesperada. El agua comenzaba a escasear.

…apareció como un fantasma de entre la niebla, esquiva, irreal. Una luz en el horizonte. Se hizo visible por momentos, mas desapareció al instante siguiente. Se miraron sorprendidos, presas de una mezcla de esperanza e incredulidad. La luz apareció de nuevo, tan sólo un rasguño entre el muro blanco que los atenazaba. Avanzaron decididos hacia ella y ésta respondió mostrándose más nítida, más clara. Quizás fuera la luz de una casa. Aquella era su única oportunidad.

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07/03/2009, 20:52
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Año 1914. En algún lugar al norte de Varsovia.

Aquella maldita tormenta parecía empeñada en acabar con sus vidas. No era una exageración, aquel tiempo podía matarles si es que no lo lograban antes los proyectiles de artillería que les llovían desde cielo y que eran lanzados por ambos bandos.

Lluvia, viento, arena, nieve… y metralla. Las fuerzas de la naturaleza y el hombre combinadas para crear un infierno en mitad de las estepas rusas. En mitad de ningún lugar. Perdidos en la inmensidad de un desierto, en la profundidad de una niebla impenetrable, en el corazón de una guerra interminable, injusta, cruel, sin vencedores ni gloria.

Estaban perdidos y sus vidas tan sólo dependían del cruel azar. En las últimas horas el escenario había variado levemente, pasando del desierto y la estepa a un bosque no demasiado denso. Mas tan sólo fue eso lo que varió, pues sus cuerpos seguían siendo azotados por la tempestad y las explosiones continuaban sucediéndose a mayor o menor distancia de ellos, provocando un sobresalto general cuando un proyectil impactaba lo suficientemente próximo. En alguna ocasión incluso tuvieron que echar cuerpo a tierra y cubrirse tras unas rocas hasta que cesó la lluvia de metal.

A pesar de los árboles continuaban perdidos. Avanzaban por inercia e intuición, obligados más por la necesidad imperiosa de alejarse de la zona bombardeada y por encontrar refugio de la tormenta que por llegar a algún destino concreto. ¿Cómo habían terminado en aquella situación? ¿Qué tiempo llevaban vagando sin rumbo?

Su unidad se dispersó tras un ataque especialmente cruento hace varios días. Desde entonces, ha estado vagando por los bosques, disparando sobre las tropas alemanas cuando ha tenido la oportunidad y huyendo de nuevo a la espesura antes de que pudieran localizarla. Se ha ganado incluso un apodo. La llaman "El Lobo Negro", los ha escuchado cuando hablan... porque ninguno de ellos imagina que el francotirador que les está diezmando es una menuda mujer regordeta disfrazada de campesina. Lástima que anoche se encontrase con esta patrulla alemana, que escapaban de un bombardeo. Aparecieron de repente de entre la niebla, ellos quedaron tan sorprendidos de verla como la propia Alexeva. La hicieron prisionera pero tan sólo la han tomado por una simple campesina. Ahora está desarmada pues no tuvo tiempo de ir a recuperar su fusil del escondite donde lo tiene a buen recaudo. Eran una patrulla extraña, que parecía huir de algo más que dirigirse a algún lugar. Junto a ella, los alemanes también mantenían retenidos a otro campesino ruso.

Nueve almas luchando contra el vendaval y rezando a todos sus dioses para que ninguno de aquellos proyectiles que silbaban en el cielo tuviera la retorcida intención de caer sobre sus cabezas. La situación era desesperada. El agua comenzaba a escasear.

…apareció como un fantasma de entre la niebla, esquiva, irreal. Una luz en el horizonte. Se hizo visible por momentos, mas desapareció al instante siguiente. Se miraron sorprendidos, presas de una mezcla de esperanza e incredulidad. La luz apareció de nuevo, tan sólo un rasguño entre el muro blanco que los atenazaba. Avanzaron decididos hacia ella y ésta respondió mostrándose más nítida, más clara. Quizás fuera la luz de una casa. Aquella era su única oportunidad.

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09/03/2009, 13:10
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Año 1914. En algún lugar al norte de Varsovia.

Aquella maldita tormenta parecía empeñada en acabar con sus vidas. No era una exageración, aquel tiempo podía matarles si es que no lo lograban antes los proyectiles de artillería que les llovían desde cielo y que eran lanzados por ambos bandos.

Lluvia, viento, arena, nieve… y metralla. Las fuerzas de la naturaleza y el hombre combinadas para crear un infierno en mitad de las estepas rusas. En mitad de ningún lugar. Perdidos en la inmensidad de un desierto, en la profundidad de una niebla impenetrable, en el corazón de una guerra interminable, injusta, cruel, sin vencedores ni gloria.

Estaban perdidos y sus vidas tan sólo dependían del cruel azar. En las últimas horas el escenario había variado levemente, pasando del desierto y la estepa a un bosque no demasiado denso. Mas tan sólo fue eso lo que varió, pues sus cuerpos seguían siendo azotados por la tempestad y las explosiones continuaban sucediéndose a mayor o menor distancia de ellos, provocando un sobresalto general cuando un proyectil impactaba lo suficientemente próximo. En alguna ocasión incluso tuvieron que echar cuerpo a tierra y cubrirse tras unas rocas hasta que cesó la lluvia de metal.

A pesar de los árboles continuaban perdidos. Avanzaban por inercia e intuición, obligados más por la necesidad imperiosa de alejarse de la zona bombardeada y por encontrar refugio de la tormenta que por llegar a algún destino concreto. ¿Cómo habían terminado en aquella situación? ¿Qué tiempo llevaban vagando sin rumbo?

El último recuerdo claro que tenía era que los habían despertado en mitad de la noche para lanzar un ataque sorpresa sobre las líneas rusas. En plena oscuridad les ordenaron saltar las trincheras y avanzar a través de un terreno plagado de zanjas y espino, horadado por las bombas y sembrado de cráteres. Supuestamente todo aquel esfuerzo tendría su recompensa al llegar hasta las posiciones de un enemigo dormido y pillado por sorpresa gracias a la densa niebla que lo cubría todo. Nada más lejos de la realidad. Los rusos les estaban esperando y descargaron contra ellos todo cuanto tenían, odio y metal.

Los atacantes se dispersaron como pétalos al viento. Cada cual tiró para donde pudo en un intento vano por salvar su vida. Los hombres caían a tierra donde quiera que se mirase. Los gritos de dolor acallaban el atronar de las balas. Desde ese momento todo se volvió tan confuso que la mente apenas fue capaz de registrar recuerdos de las horas siguientes.

Barro… arrastrándose por él con las uñas y las rodillas… la tormenta comenzando, apenas una lluvia fina en su inicio… el viento que arrecia… la luz intermitente de las explosiones… la sed… el cansancio y el dolor… la tormenta que gana intensidad poco a poco… fuego… nieve… sangre…

Octavius se encontró sólo, caminando hacia ningún lugar mientras trataba de escapar del infierno. Mas no sabía hacia donde se dirigía ni qué dirección debía tomar. La niebla lo cubría todo y tratar de orientarse era tan inútil como intentar evitar los proyectiles de la artillería. Sin embargo, en un determinado momento los duendes de la fortuna quisieron sentarse a su vera, pues apareciendo de entre la niebla se encontró con un campesino que se sorprendió tanto como él. Presto alzó su fusil y lo tomó prisionero. Él le serviría de guía y así al menos sabría hacia donde dirigirse. Afortunadamente su dominio del ruso era suficiente para mantener una comunicación fluida. El campesino estaba asustado, pero no hasta el nivel de querer provocar problemas.

Así, se pusieron en marcha en la dirección en que pensaban que se encontraba el campamento alemán, y al poco se encontraron con una patrulla. De alguna forma varios de los hombres que consiguieron escapar de aquella trampa mortal acabaron encontrándose, antes o después, en mitad de la niebla y ahora Octavius se había topado con ellos. Entre todos el oficial de mayor rango resultó ser el Teniente Diederick, un hombre sencillo y amable. Junto a él y de su misma unidad estaban el Sargento Kart, los soldados Pieter y Dieter, el artillero Hans, y Grüber, médico de campaña. Entre ellos caminaba también una mujer, una campesina rusa que habían tomado prisionera.

Nueve almas luchando contra el vendaval y rezando a todos sus dioses para que ninguno de aquellos proyectiles que silbaban en el cielo tuviera la retorcida intención de caer sobre sus cabezas. La situación era desesperada. El agua comenzaba a escasear.

…apareció como un fantasma de entre la niebla, esquiva, irreal. Una luz en el horizonte. Se hizo visible por momentos, mas desapareció al instante siguiente. Se miraron sorprendidos, presas de una mezcla de esperanza e incredulidad. La luz apareció de nuevo, tan sólo un rasguño entre el muro blanco que los atenazaba. Avanzaron decididos hacia ella y ésta respondió mostrándose más nítida, más clara. Quizás fuera la luz de una casa. Aquella era su única oportunidad.

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09/03/2009, 20:05
Grigori

Grígori estaba totalmente acongojado, pero ni él mismo sabía la razón, el frio, el miedo, el hambre, por cualquier lado que se mirase su situación, todo indicaba que iba a morir antes de lo que le gustaría y que todo sus esfuerzos por sobrevivir a lo largo de su vida de poco le servirían ahora.

Casi dejándose llevar por el peso de sus piernas avanzaba por el terreno más inhóspito con el que nunca hubiera podido soñar. Casi había deseado morir cuando divisó algo parecido a una casa, por decirlo de algún modo. En otra ocasión no hubiera abierto la boca por temor a ganarse un disparo de sus captores pero ahora no pensaba demasiado en eso, ya que de no decir nada seguramente callera igualmente...

Si!! al fin!! algo de suerte... es una casa?!

Dijo señalando la mansión que parecía haber aparecido de la nada delante de ellos...

Creí que no lo contaba....

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09/03/2009, 19:59
Karl

El cansancio hacía mella en aquellos hombres, hambrientos, sedientos y ahora además, atenazados por el temor a ser encontrados. Horas antes ellos eran los atacantes, los asaltantes inesperados que pronto iban a acabar con desarmados y desprevenidos rusos. Sin embargo todo se torció, y aquellos hombres los estaban esperando. Los atacaron rápidamente, obligándoles a retirarse. Destrozadas y desarboladas las líneas del ejército, los hombres comenzaron a correr en pos de salvar sus propias vidas. Nadie les había enseñado tal maniobra, pero su instinto les gobernó, dirigiéndolos hasta lugares más seguros.

De ese modo ahora 9 personas caminaban bajo el frío forzándose pese al cansancio y la desesperación. Karl era un sargento, y se había visto involucrado en situaciones similares, aunque ninguna era igual: unas veces sus propios hombres morían en sus manos; otras eras torturado y golpeado hasta temer irremediablemente por tu vida; y en las más terribles se veía obligado a ejecutar las órdenes dadas por un superior, no todas ellas satisfactorias.

Le dolían las pantorrillas y la planta de los pies. La suela de una de sus botas se había rajado y el agua se había filtrado por ella provocando que su planta se humedeciese. Cuando se pudiera quitar la bota estaba seguro de encontrarse heridas y jirones de piel pegados al calzado. También le dolían las puntas de los dedos de las manos, manchados de barro y sangre de uno de sus soldados al que intentó ayudar pero al que no fue posible salvar. Sentía en las yemas pequeños pinchazos, similares a los de los alfileres, dolorosos y punzantes. Pero el dolor era lo de menos, pues no podía permitirse sentirlo a sabiendas que les perseguían como perros de presa. Ahora ellos eran las liebres que corrían en busca de la madriguera.

De pronto, la visión de la luz y de la posible ubicación de una casa iluminó ligeramente el rostro del oficial, haciéndole sentir como un sediento que toma por primera vez en meses un vaso de agua.  Quizá todo fuera producto de su imaginación, pero no lo parecía. Se frotó los ojos con una de sus manos. Aquel campesino pareció verla también, pues entre toses y malestares mencionó el hogar. Parpadeó en dos ocasiones y asegurándose de lo que vio, tragó saliva dispuesto a hablar.

- ¡Señor, una casa!-dijo aliviado señalando con una de sus manos-. Deberíamos refugiarnos, señor. Los hombres están cansados y no pensamos con lucidez. Además, sería un buen lugar para montar algún tipo de defensa si dan con nosotros. Seguramente esté habitada, pero no deberíamos herir a los que viven en ella.

Dio dos pasos más y los dolores parecían haberse ido definitivamente. Aquel vaso de agua alivió su amarga sed. Cerró los puños y caminó un poco más mientras miró a su superior directo esperando algún tipo de orden clara. El ejército se había disgregado dejándolos como un pequeño reducto, una patrulla. Pero él seguía siendo un oficial del ejército alemán, y seguiría las órdenes impuestas por su superior. Solo de ese modo conseguiría regresar junto a su mujer y su hija. Y si no lo lograba, al menos eso le llevaría al descanso eterno con su conciencia tranquila.

- ¿Señor?

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09/03/2009, 23:41
Pieter

La noche se presentó movida. Una orden de última hora les movilizó antes de que pudieran echarse a dormir. De todos modos, ¿quién dormía en aquellas incómodas trincheras?

- ¡Al fin algo de acción, Hans! - había comentado algo excitado mientras oía las órdenes de su superior sobre las intenciones de aquel movimiento nocturno. La oscuridad y la niebla debían ser, junto a la sorpresa, los elementos que decantaran la victoria.

No obstante la sorpresa fue mayúscula cuando se toparon de frente con todo el ejército bolchevique en pie - ¡No puede ser! Al final tenías razón en eso de que están dirigidos por el mismo diablo - decía Pieter mientras corría junto a su hermano intentando evitar la lluvia de fuego que les estaba cayendo encima.

Tras horas de huída desesperada, habían conseguido reunirse un pequeño grupo, con un par de prisioneros por lo que pudiera pasar - no os fieis de los ruskis, seguro que nos llevan hacia la boca del lobo.

La idea de no volver a su casa no se pasaba por la mente del aguerrido Pieter y, junto con la necesidad de que también le acompañara su hermano, había seguido avanzando aún cuando la esperanza de salir con vida de aquellos páramos abandonados, se iba perdiendo poco a poco.

Al ver aquella luz de pronto, la esperanza volvió a renacer, ¿qué sería lo que les aguardaba entre la niebal en aquel inhóspito paraje. Poco a poco, la silueta de una casa fue apareciendo - tened cuidado, podría ser una casa ocupada por el enemigo. No os dejéis llevar por la necesidad ahora que falta tan poco - había comentado cuando vió la cara de euforia en alguno de sus compañeros - Hans, no te separes, seguiremos juntos, como siempre, por lo que pueda pasar.

Espectante, Pieter aguardaba las órdenes del Teniente Diederick sobre como proceder mientras estudiaba los rasgos arquitectónicos del edificio.

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10/03/2009, 01:26
Alexeva

Alexeva se encogió de hombros y caminó con el pelotón sin apenas alzar la vista para que los fuertes vienton no le dañaran los ojos.

Maldita niebla, en otras condiciones habrían muerto todos cuando estaban a 250 metros de mi, sin saber ni de dónde les llegaban las balas, pero ahora...

La campesina se mantuvo en silencio.

Una casa, magnífico, espero que cuando lleguemos allí se despisten estos imbéciles y les pueda quitar un rifle, se van a enterar.

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10/03/2009, 05:01
Grüber

Camino en silencio contando mis pasos y mirando constantemente hacia el cielo buscando algun indicio de ataque aereo para correr a resguardarme lo mas pronto posible

Dios mio..padre, madre...juro que regresare con vida y tendran el orgullo a su lado Pienso mientras echo un vistazo a los que me acompañan y luego busco en mi mochila algo que se no encontrare

Muchos heridos y poco material, tendre que hacer milagros con todo esto..al menos a simple vista ninguno esta malherido y creo que con un poco de descanso y dedicación los tendre a todos en condiciones optimas de supervivencia Miro los rostros de esperanza al levantarse ante nosotros aquella mansion y sonrio

Techo...gracias a Dios Y miro al teniente Señor...sugiero que luego que estemos dentro de la mansion me permita una valoración cefalocaudal de cada uno de los presentes, señor. Es mejor evitar sorpresas y las provisiones son escasas, igualmente la hipotermia ya esta surgiendo efecto

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10/03/2009, 12:04
Director

El silbido de los obuses volvió a escucharse, el grito agónico del metal cayendo en la niebla. E inmediatamente, las explosiones que sacudían el suelo y la mente. Cerca. Muy cerca.

De repente, todos comenzaron a escuchar un suave silbido proveniente de algún lugar no muy alejado de donde se encontraban. El silbido se hacía más audible mientras los segundos avanzaban hasta que una explosión iluminó todo el horizonte.

El ruido del obús de la artillería al golpear el suelo hace retumbar todo el lugar. Una lluvia de barro y restos de madera comenzó a salpicar a los soldados, de todas direcciones, mientras cada impacto provocaba un golpe que se sentía a través de las pesadas botas embarradas, una onda expansiva que golpeaba el pecho, una explosión ensordecedora que sacudía el cerebro.

Otro silbido... y otra explosión... esta vez, mas cerca del grupo... justo en la retaguardia...

El cielo continuaba cubierto por nubes negras, el viento helado azotaba sus rostros, congelando los huesos de los soldados y los campesinos que allí se encontraban. La nieve les castigaba sin pudor.

La niebla se llenó de fogonazos, el cielo gris desapareció entre la lluvia de restos. El bosque se convirtió en un estruendo de metralla, madera y explosiones. El infierno se desató una vez más.

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10/03/2009, 12:04
Teniente Diederick

-¡Corred, soldados! ¡Corred y no perdáis de vista a los prisioneros! ¡Debemos llegar a esa casa antes de que este maldito fuego de artillería nos convierta en confeti!

El Teniente Diederick voceó las órdenes por encima del estruendo de la tormenta y las bombas. Las instrucciones eran claras, continuar avanzando, sin mirar hacia atrás. El propio teniente se mantuvo en la última posición, en la retaguardia, corriendo de espaldas y vigilando, sin dejar de apuntar con su rifle hacia la nada, atento ante cualquier cosa.

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10/03/2009, 13:21
Alexeva

La campesina empezó a correr desesperadamente hacia el resguardo, pero, recordando su entrenamiento lo hizo en zigzag, para evitar que la pudieran apuntar con facilidad.

Si a todos los que he disparado hubieran seguido este simple truco habrían muerto solo tres cuartas partes al primer disparo.

En su carrera agarró al otro campesino de la camisa y tiró de él mientras le gritaba en ruso:

Vamos, date prisa, ya queda poco.

Sería una mujer, sería del regimiento de francotiradores, pero de todas formas era un soldado como cualquier otro y había que proteger la vida de los civiles.

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10/03/2009, 13:22
Pieter

De nuevo la lluvia de fuego y barro volvió a sobreponerse a la fría nieve. El ruído era ensordecedor y desesperante. El silbido de los obuses surcando el cielo se hacía desquiciante, aunque siempre era mucho mejor que el efecto que tenían cuando tomaban tierra.

- ¡Rápido, ya has oído! - gritaba Pieter bayoneta en mano mientras jaleaba al prisionero con la punta afilada de su arma.

Entre el barro y los ataques, era difícil mantener la estabilidad, pero poco a poco iban avanzando hacia su objetivo - no intentes huir, aquí fuera te espera la muerte y nosotros no os haremos nada mientras no nos deis motivos - dijo dirigiéndose al hombre que avanzaba ante su fusil.

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10/03/2009, 19:08
Hans


Cita:

Varsovia, 15 de Noviembre de 1941

Querida Marla:

¿Cómo empezar?... Os echo tanto de menos... tanto. Sois la única luz que me ilumina en este aciago lugar... la única que me mantiene cuerdo... la única que me da fuerzas y esperanzas para continuar cada uno de estos días hasta que volvamos a reunirnos por siempre. Estar lejos de vosotras, me está resultando mucho más duro de lo que esperaba... os tengo tan presentes... os quiero tanto. No te entristezcas amor mío, necesito que sonrías... me encanta tu sonrisa... me encantan tus labios... ¡Cómo los echo de menos!!.

Siento haberme demorado desde la última carta... aunque en todo momento os tuve en mi cabeza, rogué por vosotras... lo hago todos los días. Nuestra compañía fue enviada con premura hacia el Norte... hacia otro destino al parecer más tranquilo. Estamos por tanto de enhorabuena. Fueron tres duros días de trayecto en el que apenas tuvimos descanso, hasta ahora mismo que nos hemos establecido. Gracias a dios el buen tiempo quiso acompañarnos, facilitándonos la marcha... bastante costoso es ya el terreno nevado. Y en cuanto he podido, me he venido a escribirte... como siempre, te añoro.

He dejado a Pieter charlando, junto con el resto de los muchachos, con otra compañía que vino del Sur para aprovisionarnos... de un lugar cercano a nuestro primer destino. Les dejé intercambiando chanzas y jugosos rumores de la guerra... buenas nuevas. Al parecer, los altos cargos están muy satisfechos y la guerra se está ganando... quizás regresemos antes de lo esperado... lo cual deseo y anhelo con todas mis fuerzas. Tal es así, que el Oficial al mando nos ha dado permiso para celebrarlo por todo lo alto... y yo lo prefiero celebrar con vosotros, lo mejor que me ha podido pasar en esta vida.

El tío Pieter, que insiste fervientemente en que os mande mil besos, y yo, que os mando millón de ellos más, estamos bien... igual que el resto de muchachos de la compañía. Nos abastecen, cada poco, de todo cuanto precisamos... incluso de unas buenas ropas para combatir el intenso frío que hace aquí. Nunca pensé que llegase a odiar tanto la nieve... tanto el frío... no sé qué sería de nosotros sin tan buen equipamiento.

Sé que mañana es un día especial, es el primer cumpleaños de nuestra pequeña princesa, Alexia, y no quiero dejar pasar el tiempo, hasta entonces, para decirle que pienso mucho en ella... que la quiero muchísimo... que me hace muy, muy feliz. Ojalá pudiese susurrárselo ahora mismo... ojalá pudiese todos los días... ojalá pudiese tomarla en brazos. Estoy seguro que le hablas de mí, de su afortunado padre, todos los días... como me prometiste la noche que nos despedimos. Y doy gracias a Dios por ello... te doy gracias a ti por ser como eres... por ser mi esposa... por amarme... te adoro, mi reina. Espero que algún día me perdonéis todo lo que he hecho... y ruego que Nuestro Señor esté también de acuerdo en eso...

Ese mismo día... esa misma noche, les ordenaron caer sobre el enemigo previsiblemente desprevenido... y, al final, sería todo lo contrario. Les esperaban organizados. Fue una completa masacre... un infierno de sangre, metralla, gritos, dolor y muerte plasmado en la nieve... un infierno que haría temblar los cimientos de cualquier hombre... pero ellos, a los ojos del Señor, ya habíamos dejado de serlo. Prácticamente ambas compañías quedaron aniquiladas... ¿cuántas vidas se perdieron?... ¿cuántos nombres... cuántas almas?... ¿cuántos amigos?... ¿cuánto dolor?... ¿y con qué sentido?... con qué sentido. Pensamientos que azotaban a Hans mientras se obligaba a seguir al lado de su hermano pequeño... pues había jurado, ya desde que se comían los mocos, protegerlo...

Había reaccionado sin pensar, al instante, tomando a su hermano pequeño... arrancándolo a tiempo de aquella funesta escena, que amenazaba con engullirnos en sus inclementes fauces. La balas silbaban a su alrededor mientras huían despavoridos, como alma que lleva el diablo, a través la plomiza nieve... alejándonos de los ensordecedores e insoportables gritos de dolor... de rabia frustrada... de auxilio ignorado... huyendo de la propia muerte. -. ¡Corre, Pieter, corre por lo que más quieras!!.- No fueron los únicos, otros emprenderían el mismo camino por la niebla... aunque la mayoría no tendrían la misma suerte...

Durante horas caminaron en completo silencio, en constante alerta, por la espesa niebla. El martillear del sonido de la metralla aun parpadeaba en su sien, uniéndose al crujiente sonido de la nieve al ceder de sus cansados pasos... uniéndose a sus entrecortadas respiraciones.

Lentamente, a cada poco, se iría conformando un pequeño grupo con los restos vivos de las extintas compañías... y dos extraños prisioneros. Entre ellos, una mujer, cuyo odio hacia sus captores era bien patente en sus pupilas. Vagarían al azar por aquel desconocido bosque, simplemente pretendiéndon alejarse, por puro instinto, de la segura muerte... del diablo que les esperaría tras cruzar su umbral...

... hasta que alguien anunció, oportunamente... esperanzadoramente, la presencia de una fantasmal casa entre la juguetona niebla. ¿Había sido una ilusión... un burdo espejismo?. Hans observó al instante a su hermano, verificando con una simple mirada que habían vislumbrado lo mismo... y no habían sido los únicos de aquel grupo. -. Cuidado...- Musitarían sus congelados labios... su reseca boca, a la vez que lo hacían los de Pieter a viva voz. Sus entumecidas manos aferrarían con fuerza el fusil... tan fuera de lugar... tanto. Seguiremos juntos Pieter... seguiremos como siempre hasta ahora... No había confesado nunca a su hermano pequeño las razones que le habían llevado a alistarse voluntariamente... y éstas, ardientes, se habían dibujado en su mente en ese preciso instante... arengando a su combativo espíritu a seguir. Obviamente, las motivaciones eran bien distintas a las de su impulsivo hermano que tanto había transformado la guerra... tanto que a veces no parecía reconocerlo, pensando si eso mismo también le estaría sucediendo a él. ... aunque no siento que haya podido proteger tu alma, ni la mía, de este horror que parece enraizar en tu sangre, dando sentido a tu existencia. Siento que estoy fracasando... siento que nada puedo hacer ya para impedirlo. Prometí a papa, a mama y a mí mismo que te traería con vida, aunque no sé quién regresaría a casa conmigo. Sin embargo, en estos difíciles momentos, sólo pienso en protegerte... en traerte de vuelta... es como si nada hubiese cambiado, a pesar de que todo lo haya hecho.

En eso, el silbido de los obuses... el atronar de las explosiones cercanas... irrumpió sus divagaciones. La incansable parca les estaba dando alcance con mortíferas zancadas... el diablo les reclamaba a chillidos en su reino. Una tras otras, las ensordecedoras explosiones, cada vez más cercanas, harían retumbar el suelo bajo sus ligeros pies. Ya habían iniciado la carrera hacia el incierto refugio, al son del angustioso grito del Teniente, entre una densa lluvia de barro y cascotes de tierra. -. ¡Corre desgraciado!!... ¡corre!!!- Apremia al prisionero que estaba enlenteciendo con su torpe carrera a su hermano. -. ¡Déjamelo a mí, Pieter!!... ¡adelántate hacia la casa con la mujer!!- Señaló también a la mujer que se movía ágil, zigzagueando astutamente hacia la casa... tirando del torpe campesino. -. ¡¡¡Vamos, ya me has oído!!!... ¡¡¡CORRE!!!!... ¡¡no podemos permitirnos que, por torpeza de uno, los dos únicos guías mueran a la vez!!.- Azuzó a su hermano pequeño, apremiándole con la mirada firme.

Notas de juego

Intentando ponerme al día, la cita es una carta a su amada mujer...

Hans sale corriendo hacia la casa, haciéndose cargo del campesino y ordenando a su hermano pequeño (Pieter) que se adelante con la mujer.

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10/03/2009, 20:07
Karl

Antes perseguidos por el silencio y la angustia. Ahora a punto de ser alcanzados por el caos, las explosiones y la tempestad cargada de muerte.

Sin dudarlo un instante, Karl obedeció a su superior por dos sencillas razones: huir de las explosiones era lo más lógico para salvar sus vidas, y por otro lado él era su superior directo. Comenzó a correr echándose el arma al hombro y sujetándola por la culata con su mano derecha. El otro brazo lo movía rápidamente para mantener el equilibrio al tiempo que franqueaba los obstáculos naturales del campo. Surcos, madrigueras, tocones y piedras entre otros tantos.

Giró su testa un momento para observar al resto de hombres. Parecían hacerse cargo de los campesinos que pocas horas antes habían encontrado. Por fortuna parecían entender el idioma y no sería necesario un intérprete o similar.

- ¡Soldado! -gritó hacia Pieter-. ¡Abra la marcha hacia la casa! ¡Los demás corran, ya oyeron al teniente! ¡Si quieren ver el día de mañana corran cuanto puedan hacia la casa! ¡Hacia la casa!

Intentó tragar saliva, pero llevaba tiempo sin ingerir líquido, por lo que la pasta que se había formado en su boca era todo cuanto tenía. De pronto sintió un pinchazo en su costado debido a la precipitada carrera. Llevó su mano libre hasta el dolor y lo apretó mientras intentaba recuperar el resuello. Procuró mantenerse al frente de la patrulla hasta que el soldado le adelantase. Así permitiría al teniente permanecer en la retaguardia.

Correr y correr. Era lo único que podían hacer ante la tormenta desatada sobre sus cabezas. Era una maldita guerra. ¡Una guerra llena de muertos! Aquel pensamiento golpeó su mente como un poderoso martillo lo hace con un clavo. Sus hombres podían morir, podían jamás llegar a ver a sus familias. A él también podía pasarle. Por eso se había despedido de los suyos antes de partir, porque cabía esa posibilidad, aunque no tenía porqué gustarle. Debía correr más, aún más. Ni siquiera los muros de aquella fantasmagórica casa les aseguraría una protección definitiva, pero sí mayor que la que los prados devastados lo harían.

Intentó escupir, pero la poca saliva que le quedaba quedó colgando de su labio como un pingajo manchándole la barbilla. ¿Pasó su padre por todo eso también?

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10/03/2009, 23:40
Octavius

 El infierno había abierto de nuevo sus puertas y por ellas escupía bombas y más bombas, trozos de metal que no eran mas que heraldos de muerte buscando a quién arrastrar con ellos. El descanso había durado poco, ya se sabe, el diablo no descansa apenas. En realidad poco había cambiado la rutina del grupo y mucho menos la de Octavius, que se dedicaba a caminar y caminar, para buscar nadie sabe qué ... algo en donde poder al menos soñar con resguardarse de aquella lluvia de muerte. Y entonces la lluvia pasó a ser tormenta y todo se recrudeció, y entre el ensordecedor alarido de los impactos todos empezaron a correr en estampida, una luz, una luz, había aparecido un enorme resplandor, como un foco enorme en medio de la oscuridad, como un imán para almas errantes. ¿Una casa? ¿un refugio? ¿una trampa?, poco importaba en medio de aquella aterradora cortina de bombas ... había que correr hacia allí, pararse a pensarselo era tal vez pararse a morir, por eso Octavius comenzó a correr hacia lo que sea que fuera aquello que el resplandor les presentaba ... al menos era algo nuevo, al menos algo diferente ... al menos podría olvidarse por un rato de ese insoportable dolor de su mano ... y por eso Octavius comenzó a correr, y mientras lo hacía comenzó a sonreir y su sonrisa dió paso a una gran carcajada ... al tiempo que se ponía a la altura de sus compañeros y les gritaba:

-- Vamos, hay una rendija en las puertas del infierno, no veis esa luz? JA JA JA JA ...

y siguió corriendo hacia el edificio ... como alma que lleva el diablo