Partida Rol por web

Leashrra se adentró en las profundidades de la colmena impulsada por su cólera. Su pecho subía y bajaba apresuradamente y un gruñido bajo surgía entre sus colmillos apretados. 

Las paredes de los túneles estaban hechas de tierra y metal en extrañas combinaciones. Había decenas de ramificaciones a los lados, en el techo y, a veces,  en el suelo. Cientos de klackons iban y venían por todas partes en inquietante silencio. Donde quiera que fuesen, iban rápido. 

El interior de la colmena klackon era inimaginablemente grande. Se paró a orientarse con un mapa de la pared pero emitió un suspiro al ver que la escala era de cientos de kilómetros. 

Al ver que se encontraba en una colmena llena de klackons que caminaban sin parar como los obreros dedicados que eran, Leashrra se abrazó a sí misma y miró a su alrededor intentando no tocar nada. Le daba algo de repelús, pero a la vez era extrañamente acogedor ver cómo cada uno de esos individuos trabajaba con el objetivo bien claro. Ese era el sueño de cualquier monarca: peones centrados y eficientes. Además, parecía que todos ellos tuvieran un sitio, una función. No sabía determinar si aquello era espeluznante o reconfortante.

El mapa de la pared no ayudaba mucho. Ahora se arrepentía de haber ido sin una escolta apropiada, pero no podía tolerar que le hablaran como a una mera subordinada, especialmente un individuo de raza carente de importancia que había llegado a la Onyx por pura suerte. Le hubiera dado una lección allí mismo si no fuera porque no quería alterar los nervios de los klackon. Seguía indignada por la suplantación de identidad que había maquinado el psylon, aunque no podía hacer mucho al respecto excepto arrancarle ese dispositivos de sus blandas manos, cosa que tampoco sería una buena idea si quería salir de ese planeta ilesa. Ya había tenido suficiente con el episodio del restaurante trilariano.

Aún aferrándose a sí misma, pero recuperado ya el aliento, Leashrra intentó buscar a alguien que no fuera klackon para que el ayudara a encontrar el camino. Por desgracia, parecía que allí sólo había cucarachas gigantes...

Un pequeño klackon de metro y medio, caparazón verdoso y ojos rojizos se detuvo junto a Leashrra. Sus antenas se movieron inquisitivamente como si paladeara el aire.

-¿Turista?¿Perdido? Tkk'l'kk ayuda turista. Sí. Sí. Colonia grande. Turista pequeño. Lugar peligro. Tkk'l'kk saber. ¿Turista!?¿No?¿Sí-sí?

Su voz era como el zumbido de un insecto molesto. Movía la cabeza en pequeños tics como si mirara los ricos ropajes de Leashrra desde todos los ángulos posibles. 

-Turista no klackon. Tkk'l'kk saber. Otros colonia turista. ¿Llevar? ¿Sí? 

Adelantó una pequeña mano segmentada haciendo el inequívoco gesto del que espera algo a cambio.

Leashrra miró con aire de superioridad a ese molesto klackon, especialmente después de que le pidiera algo por hacerle un servicio que entraba dentro de los mínimos de la hospitalidad al tratar con nobles como ella. Se cruzó de brazos y carraspeó.

- No soy una simple turista.- espetó con cierto tono de ofensa.- Y tienes que explicarte mejor. ¿Quieres decir que hay otros no klackon por aquí? ¿Sabes si van a salir del planeta pronto? ¡Responde!

-Otros turista-no-klackon. Como turista. Nave cerca. Tkk'l'kk sabe. Guerreros. Pium Pium. ¿Sí? ¿Llevar tú? 

Leashrra perdió la paciencia porque no podía ver la hora de abandonar esa roca llena de bichos.

- ¡Sí, llévame, vamos! Cuanto antes, mejor. Y cuando lleguemos te daré... una recompensa.- añadió haciendo un gesto ambiguo con los dedos. Se quedó mirando al klackon y frunció el ceño.- ¡Adelante, muévete!

El pequeño klackon se alejó unos metros y se detuvo volviéndose a Leashrra para que le siguiera. Inquieta, la noble mrrshan siguió al insectoide entre la silenciosa multitud.

El klackon llamado Tkk´l´kk la condujo a través de una galería principal y torció a la izquierda por un túnel menor. Al cabo de un tiempo indeterminado, la criatura había tomado tantas ramificaciones que la joven heredera de la Noble Casa Rn´amara se sintió todavía más perdida. Qué horrible lugar para desaparecer sin nadie que pudiera encontrar siquiera su cadáver.

A medida que se adentraba más y más en la colonia, la mente de la mrrshan vagó hacia aquella nave destartalada en la que había venido hasta aquel planeta. Evidentemente, no les debía nada pero tal vez debería haberse despedido. Aunque sólo fuera para que supiesen dónde buscarla.

Por suerte, el último túnel desembocó en una gran cúpula cerrada donde el olor húmedo de las cuevas se vio sustituido por el de combustible quemado y piezas bien engrasadas: un espacio-puerto. Al menos, uno pequeño: parecía un hangar privado y sólo había una nave: para sorpresa de Leashrra, era de diseño mrrshan.

Leashrra no estaba demasiado versada en aeronáutica espacial pero sí sabía lo suficiente como para reconocer el escudo pintado  en los costados del vehículo: el león negro sobre fondo rojo, el emblema de los arrogantes diplomáticos mrrshan.

Dos felinoides armados y embutidos en armadura de combate montaban guardia junto a la nave.

-¿Turista contenta?-dijo el pequeño klackon volviéndose-¿Sí-sí? ¿Pago? ¿Propina? ¿Metálico? ¿Tramsferencia?

Leashrra iba sumida en sus pensamientos mientras seguía a su guía. Ir en la Onyx no había sido tan horrible, exceptuando algunos detalles, y además le había ayudado a escapar sin ser vista ni reconocida por nadie. Además, disfrutaba cuando los tripulantes le habían pedido su opinión en cualquiera de las situaciones que se habían dado. No estaba acostumbrada a tener voz y voto durante las reuniones, pese a ser una noble respetable e importante. La vida con sus padres siempre se había regido por la obediencia total. En esa nave, podía ser como a ella le apeteciera.

También iba observando los túneles. Justamente pensaba en la posibilidad de que ese klackon le estuviera tendiendo una trampa, cuando llegaron a su destino. Al ver la nave mrrshan, casi dio un salto hacia atrás. Tuvo que contenerse para no alarmar a nadie y no llamar la atención de los guardias. Miró al klackon, confundida, y balbuceó algo que no llegó a ser una respuesta. Usó al bicho como escondite, aunque no era fácil esconderse detrás de él.

- Oye, esos son mrrshan.- dijo finalmente en un susurro acusador.- ¿No hay... otros? ¿Otros que no sean mrrshan?

El pequeño klackon movió la cabeza confuso como si no comprendiera. Señaló la nave mrrshan con un gesto dubitativo y las antenas gachas.

-¡... y yo represento los intereses del imperio más poderoso de la galaxia! ¡Me da igual! ¡El pueblo felino tiene un feudo de sangre y honor con esa escoria y no permitiremos interferencias externas! 

Las orejas de Leashrra giraron en su cabeza inquietas: ¡alguien hablaba mrrshan!

Se giró para descubrir con desmayo que una pequeña comitiva entraba en aquel momento en el espacio puerto bloqueando la salida. Escoltado por dos soldados mrrshan, dos guerreros klackon y un droide guardaespaldas, un mrrshan corpulento y canoso rugía improperios por un comunicador. 

La joven tragó saliva al reconocerle: era el Duque Rassh de la Muy Noble Casa de Rassh, Señor del Protectorado de Cleus Quintus, primo segundo de la nuera de la Emperatriz Ggrrays III, viejo amigo de su padre desde la Tercera Guerra Fronteriza y... pretendiente a su mano.

Mierda. 

Leashrra miró hacia el origen de aquella voz que hablaba en mrrshan y que le era familiar. Tenía miedo de averiguar de quién se trataba, algo completamente justificado porque no podría haber sido alguien peor. Bueno, podrían haber sido sus padres. Entonces sí que se hubiera vuelto loca. Al parecer, el Duque estaba discutiendo con su comitiva, algo que ella también haría si la hubieran llevado a ese planeta perdido y gobernado por un falso rey con subordinados asquerosos. ¿Pero qué hacía él ahí, precisamente ahí? ¿La estaría buscando o sería una casualidad? Claro que no era una casualidad.

No podía reaccionar. Se giró buscando alguna forma de pasar desapercibida, pero no encontró nada. Fulminó con la mirada a su klackon guía y volvió a girarse hacia el Duque. Sonrió con nerviosismo, pero entonces se dio cuenta de que eso solo sería peor. No, un momento, podía fingir que la habían secuestrado y alegrarse porque la encontraran. Se giró por tercera vez para ir preparando sus argumentos y no verle venir.

- Uno. Uno. Unounounouno.- dijo en voz baja y frenéticamente por la radio.

-¡Muy bien, pues yo digo que no! ¿Es eso lo que quieren en la Unión Estelar? ¿Una guerra con los mrrshan? ¡Debo advertirle, senador, que nuestros soldados no son tan pacientes ni comprensivos...!

Su apasionado discurso se interrumpió. El paso del duque se hizo más lento hasta que se detuvo observando con creciente sorpresa los ropajes de Leashrra. Los ojos del Duque Rassh se abrieron de par en par:

-¿Lady Rn'amara?¿Mi dama? ¿Qué... cómo...?

Su comunicador murmuró algo:

-¡No hablo contigo, humano!- rugió cortando la conversación. 

Leashrra ahogó un grito de desesperación y en su lugar dibujó una falsa sonrisa en su rostro. Se giró fingiendo sorpresa y miró al Duque. Le costó articular las palabras, pero esperó que eso ayudara a construir su fachada de perplejidad y alegría inefable.

- ¡Duque Rassh!- exclamó juntando las manos sobre su cintura, adoptando una postura más regia.- Ya temía que fuera a encontrar sólo klackons salvajes por aquí. Es un placer poder verle.- mintió descaradamente, aún con una sonrisa amplia.- ¡Qué... sorpresa! ¿Cómo ha llegado aquí?- se quedó donde estaba, observando tanto al noble como a sus guardaespaldas y acompañantes.

El Duque y su comitiva se arrodillaron en la tradicional genuflexión de respeto mrrshan. Los klackon no eran muy hábiles en aquel protocolo. 

-Mi dama... no existen palabras que puedan expresar el cálido gozo que baña mI corazón en vuestra resplandeciente presencia- Rassh cogió delicadamente la mano de Leashrra- Como sin duda ya sabréis, la galaxia se encuentra al borde de una nueva Guerra Interestelar : nuestros ancestrales enemigos los alkari están movilizando tropas en las fronteras de sus dominios y no podemos permitir que ataquen primero. Es por ello que me han enviado aquí en una privilegiada misión diplomática para reunir a los aliados de los Reinos Felinos en esta su hora más gloriosa...

El duque era de los que gustaban de jactarse de sus privilegios. De no ser por lo evidente de sus mentiras  (los mrrshan no tenían aliados y mucho menos en el otro extremo de la galaxia), habría resultado muy convincente. 

-Pero, os lo ruego, decidme ¿qué hacéis aquí? ¿Cuándo habéis llegado? ¿Cómo?  ¡Este no es un lugar digno de alguien de vuestra alcurnia! 

Leashrra hizo una discreta reverencia respetuosa para no ofender al Duque, aunque obviamente era sólo por cortesía. Al fin y al cabo, ella merecía más honores que él por su avanzada posición en la línea sucesoria. Miró a Rassh mientras éste inventaba sus mentiras, pero tuvo que fingir, como siempre, la sonrisa obligatoria que exigía el protocolo. Se alisó el vestido varias veces, más que nada porque estaba nerviosa y no sabía cómo ponerse. Ya era difícil evitar la imperiosa necesidad de salir corriendo y saltar por un precipicio o algo que se le pareciera.

- Mi señor Duque.- respondió e inmediatamente hizo una pausa para pensar qué iba a decir.- Me complace ver que servís con tanta diligencia a vuestro pueblo al partir en busca de aliados para la inminente guerra.- dijo siguiéndole la corriente, aunque ambos supieran que era mentira.- Espero que vuestros esfuerzos hayan dado resultado y que los alkari no tengan ninguna posibilidad contra nuestros filos.

Carraspeó, miró teatralmente hacia los lados y se inclinó un poco hacia adelante para aparentar discreción.

- Me temo que no puedo contaros el por qué de mi presencia aquí.- respondió bajando el tono de voz.- Estoy en mitad de un asunto importante que podré desvelar en cuanto llegue a su fin. Por ello debo pediros que no insistáis demasiado, pues no puedo ofreceros muchas respuestas.- volvió a erguirse y se quedó como estaba, mirando directamente al Duque y deseando que aquella excusa sirviera de algo. Por lo visto, Rassh no sabía que ella había escapado y sería mejor que siguiera siendo así.

El duque ronroneó en un intento de parecer seductor que pareció más como si estuviera desatascando una cañería:

-Bella y, además, misteriosa-dijo en tono condescendiente-Siempre he dicho que nuestro futuro enlace obedece a algo más que una simple alianza política. No os preocupéis: seré una tumba si vos así lo deseáis. Tal vez podamos confraternizar un poco gracias a este fortuito encuentro. Este inmundo planeta ofrece pocos encantos pero las Lunas Casino de Arrika están a pocos parsecs de aquí y puedo ofreceros pasaje en mi nave que, por si no habéis reparado en la belleza de sus líneas, es una Strodilgbus-8000, un diseño exclusivo de los Astilleros Protonik...

Mientras devoraba a Leashrra con la mirada, el mrrshan reparó en el pequeño klackon que se escondía detrás de su ostentoso miriñaque:

-¿Quién es eso? ¿Un esclavo? ¿Un pilluelo? ¿Os causa problemas? ¿Queréis que lo haga ejecutar?

En respuesta a las palabras de su amo, los dos guardaespaldas mrrshan se llevaron las manos a las empuñaduras de sus pistolas. Los guerreros klackon entreabrieron sus mandíbulas amenazadoramente y medio desenfundaron algunas de sus numerosas espadas. El androide guardaespaldas volvió su cabeza hacia el klackon y una luz roja se encendió en su sien.

Leashrra miraba a Rassh con una sonrisa que intentaba disimular la tremenda aprensión que le tenía en ese momento. Sólo con ver cómo sus ojos la asaltaban ya le daba ganas de tirarse de un precipicio, que había sido su plan inicial. Para colmo, el mrrshan la había invitado a una romántica travesía espacial en su "flamante" nave (que era una mejora respecto a la Onyx, pero aún así...). Casi ni se dio cuenta de que habían capturado al klackon y que ya estaban listos para ejecutarlo. La compasión se apoderó de ella (aunque seguía dándole mucho asco) y alzó una mano con gesto autoritario.

- Alto. Esta horrenda criatura sólo ha tenido la amabilidad de traerme hasta aquí. De hecho, es gracias a él que nos hayamos encontrado.- habría soltado una sonora carcajada sarcástica si no fuera porque, bueno, sería tremendamente inadecuado y contraproducente.- Dejad que se vaya.

El duque alzó una ceja sorprendido. Las armas se congelaron en el aire:

-¿Estáis de broma? ¿Mostráis compasión por una criatura inferior como esta? Sin duda sois una dama llena de sorpresas, lady Rn´amara. Muy bien, si ese es vuestro deseo, lo dejaré ir. ¡Largate, basura, o la próxima vez que te vea no tendrás tanta suerte!

El pequeño klackon salió corriendo con un repiqueteo frenético. Leashrra lo vio desaparecer por la entrada del hangar con cierta envidia. Ahora estaba sóla con la comitiva. Tragó saliva al ver al Duque Rassh ofrecerle su brazo:

-Pero basta de charla, permitidme agasajaros como merece alguien de vuestra categoría: tengo en mi nave algunas botellas de arrsgiam para acompañar un excelente zarrniab asado que prepara mi cocinero-se volvió hacia uno de sus guardaespaldas mrrshan-Sska, ocúpate de que esté todo preparado-se volvió hacia la joven insistiendo en ofrecerle el brazo-¿Y qué tal están las cosas en la augusta familia Rn´amara? ¿Vuestra noble madre Ayensas se encuentra mejor de salud?

Leashrra dio un par de palmaditas en el brazo de su pretendiente y sonrió falsamente. Carraspeó y miró hacia la nave. ¿Qué iba a hacer? ¿Cómo podía evitar subir? Podía subir y obligarles a que la dejaran en otros lugar... alegando una razón legítima. Tuvo que ahogar un suspiro, un grito y un gemido de asco, transformándolo todo en una risita aún más falsa.

- Mi madre se encuentra maravillosamente, gracias.- respondió. Seguramente en ese momento estaría dando vueltas por el palacio y arañando las cortinas por falta de información sobre su hija desaparecida.- Veo que sabe cómo tratar a una mrr.- fingió un ronroneo para arrastrar la última palabra, pero por dentro se murió de horror.- Pero... ¡Tengo que hacer algo antes de irme a este planeta! ¿Podría ayudar?

-Soy vuestro más humilde servidor, lady Rnámara: ¿de qué se trata?

Examinó su transmisor de muñeca donde parpadeaba una luz dorada:

-Me informan de que las botellas están ya frías: maravillas de los criogenizadores automáticos. Normalmente los utilizo para no gastar comida con los prisioneros políticos pero tienen un uso mucho más práctico... sin duda, podréis explicarme vuestro problema con más detalle mientras nos relajamos un poco en mi nave.

- ¡Ése es el problema!- exclamó casi apartándose de él de un manotazo.- No debo dejar que me vean subiendo a vuestra nave. Para mi... ya sabéis, lo que estoy haciendo aquí. Debo parecer independiente, sin aliados. ¿Entendéis? De hecho, me haríais un gran favor si fingierais que soy vuestra... ¿enemiga?- ya no sabía qué decir. ¡Todo iba mal! ¿Habría recibido la Onyx su grito de socorro? Necesitaba a un héroe que la sacara de allí.

Sonrió y juntó las manos sobre su cintura. Por todas las estrellas, tenía ganas de cortarle los bigotes de un zarpazo a ese tipo.