Partida Rol por web

Los simuladores están bien, nunca lo has puesto en duda; pero cuando recibes el aviso para una misión real no puedes evitar el emocionarte. Es el mismo Coronel Skolknick quién requiere tu presencia y eso solo puede significar acción de verdad. Te pones tu armadura de combate y te diriges a la sede central de la CET. Has hecho varias guardias aquí, pero nunca habías pasado de la puerta principal, por lo que te sientes importante cuando los soldados de la entrada te saludan respetuosamente cuando les enseñas tu identificación.
Cuando llegas a la sala de reuniones te encuentras con el mismo Skolknik con su uniforme de oficial junto a un hombre trajeado, algo mayor que él. Están de pie frente a una mesa donde hay preparadas cuatro sillas vacías y te invitan a sentarte, cosa que te hace sentir algo nerviosa; de saber que ibas a ser la primera hubieses hecho algo de tiempo en la cafetería.
Mientras aparecen los demás, un joven terrano, un médico veterano y una mujer terrana, te fijas en que hay otro hombre sentado en una mesa de escritorio de espaldas a vosotros, tecleando sin parar en un ordenador.

Todos tus músculos se tensan cuando te comunican que el Coronel Skolknik requiere tu presencia en la sede central de la CET. Has participado ya en algunas misiones reales como observador e infiltrador, pero nunca antes habías tenido que pasar por una entrevista así.
Los guardias de la puerta te dejan entrar con un respetuoso saludo militar al identificarte y entras en la sala de reuniones, donde te encuentras con el mismo Skolknik con su uniforme de oficial junto a un hombre trajeado, algo mayor que él. Están de pie frente a una mesa donde hay preparadas cuatro sillas y te invitan a sentarte. Tomas asiento junto a una mujer mark que parece también algo nerviosa e inmediatamente aparecen un jóven terrano y un hombre con las insignias médicas en su uniforme.
En esos momentos te das cuenta de que hay otro hombre sentado en una mesa de escritorio de espaldas a vosotros, tecleando sin parar en un ordenador.

Corres por las calles de Redención sin dejar de mirar la hora. Apenas has terminado tu instrucción y ya has recibido una llamada diciéndote que nada más y nada menos que el Coronel Skolknik requiere tu presencia en la sede de la CET.
Los guardias de la puerta te dejan entrar con un respetuoso saludo militar al identificarte y entras en la sala de reuniones, donde te encuentras con el mismo Skolknik con su uniforme de oficial junto a un hombre trajeado, algo mayor que él. Están de pie frente a una mesa donde hay preparadas cuatro sillas y te invitan a sentarte. Tomas asiento entre dos mujeres; una mark de aspecto duro y una terrana, visiblemente nerviosa, al igual que tú, piensas.
Mientras aparecen el que falta, un médico veterano, te fijas en que hay otro hombre sentado en una mesa de escritorio de espaldas a vosotros, tecleando sin parar en un ordenador.

No es la primera vez que te citan en la sede central de la CET, pero si es la primera en la que lo hace el Coronel Skolknik en persona. Conoces el lugar y los guardias no te ponen impedimento alguno cuando te identificas, así que te diriges directamente a la sala de reuniones, donde está el mismo Coronel junto a un hombre con traje, algo mayor.
Tomas asiento junto a una mujer mark, otra terrana y un joven con cara de asustado, cuando te fijas en otra persona que está de espaldas a vosotros tecleando sin parar en un ordenador.

Corres por los pasillos de la sede central de la CET en dirección a la sala de reuniones. El mismo Comandante Skolknik te ha llamado para una reunión urgente, y conociendo al Comandante, sabes que cuando dice urgente es urgente. Entras en la sala y tras los saludos correspondientes, éste te anuncia que va a necesitarte para liderar una misión especial.
En cuanto te pasa los nombres de los soldados que te acompañarán, sigues tu procedimiento habitual; te sientas frente a un ordenador y buscas sus fichas al completo. Fechas de nacimiento, historial delictivo, adicciones conocidas… Los soldados van llegando pero ni siquiera te giras a saludarles. No les conoces. Es más, hay uno que acaba de salir de la academia… esto no será fácil, sea lo que sea lo que tengáis que hacer. También os acompañará un médico con algo de experiencia, una exploradora y una mujer mark especialista en armas pesadas y demoliciones.
Todo parece correcto. No ves ningún Gen ni historial delictivo o adicción. Puede que no sea un mal trabajo al fin y al cabo.

El Coronel Skolknik carraspea, más por costumbre antes de hablar que por atraer vuestra atención, ya que todos le observáis con expectación y comienza a hablar.

-Saludos, soldados. Como sabrán, han sido seleccionados para una operación especial algo, digamos, fuera de lo común. Les pondré en antecedentes. Hace cosa de una semana detectamos una señal de radio procedente de La Tierra; tal hecho no es nada extraño, ya que muchas veces fenómenos meteorológicos tales como tormentas eléctricas, activan viejos emisores que mandan señales rutinarias fácilmente perceptibles desde aquí. Pero esta vez se trataba de algo distinto, ya que tal señal tenía una codificación distinta a cualquiera usada en La Tierra. Se trataba, sin duda de una emisión alienígena.

El Coronel mira de reojo al hombre del traje, que asiente y éste continúa.

-No tardamos en localizar el origen de la señal, que provenía de un punto de Centroamérica, en la zona antiguamente conocida como México. Con tal de investigar el suceso, decidimos pedir ayuda a la Kibbutz Mileto*, especializada en la investigación arqueológica de la Tierra y dirigida por el aquí presente Savastaoupulus Eleuterio, catedrático de historia de la Universidad Complutense de Marte. Como siempre que se les ha pedido colaboración, organizaron una expedición al lugar de la señal que consistía en media docena de hombres especializados, pero parece que algo salió mal.

-Estuvimos en contacto directo con la expedición Mileto para seguir la que habíamos llamado Operación Palantir y todo parecía ir como la seda tanto en el viaje como en el aterrizaje, pero después perdimos el contacto con ellos. Podría tratarse de una simple avería en el sistema de comunicaciones o en la alimentación de su nave, o puede que algo más grave, pero en cualquier caso es nuestra obligación el enviar a un grupo de rescate.

Mientras habla, Savastaoupulus os mira algo disgustado, cosa que el Coronel percibe antes de continuar.

-El grupo lo formarán seis miembros: Erika Kostoka, especialista en infiltración, Vasquez como apoyo pesado, el Doctor Jorge Castro y Leroy, un jóven que ha superado su entrenamiento con unas puntuaciones excelentes. También dispondrán de un piloto mecánico que en estos momentos se encuentra poniendo a punto la nave y al mando de la operación…

Dirige su mirada al hombre que está en el ordenador, que se levanta y se gira hacia vosotros, reconociéndole inmediatamente.

-…El Teniente Leonard Ripley, veterano de operaciones especiales y que ha participado en numerosas operaciones antiterroristas y misiones de rescate. Y ahora que estamos todos, no perdamos más tiempo y dirijámonos a la zona de despegues; allí se os darán las últimas indicaciones.

Subida en un alerón, das los últimos retoques a la nave. Desde que trabajas para el CET apenas has tenido tiempo de salir del hangar y a pesar de eso, el hecho de que te hayan incluido en una misión con un grupo de operaciones especiales no te hace ninguna gracia. Los soldados siempre te han parecido unos engreídos y su compañía, cuanto menos, tediosa.

Pero parece que éste va a ser un trabajo especial incluso para ellos. No conoces los detalles, pero sabes que tu misión consistirá en pilotar una pequeña nave de carga con media docena de soldados y nada más, hasta unas coordenadas en La Tierra; aterrizar, reparar lo que te digan que repares y devolverlos sanos y salvos a Redención.

Para la mayoría de personas, la sola idea de viajar a la tierra supone algo especial, el regreso a los orígenes, pero para ti, nacida de una forma que muchos consideran artificial, no te despierta ningún interés especial.

Mientras terminas de poner a punto el aparato, ves cómo el Comandante Skolknick se acerca con el grupo al que tendrás que acompañar. Ves a dos mujeres, una de ellas marciana; un jóven terrano, un hombre con uniforme de sanitario y al Teniente Ripley, sin duda al cargo de la operación, cuya reputación en el campo de batalla le precede, aunque hace falta algo más para impresionarte.

En el último momento repasas mentalmente tus cosas. Vas a llevar el uniforme de mecánica, un arma y un par de cargadores por si las moscas y por supuesto, tus introrfinas, que llevarás bien escondidas, así como unas cuantas latas para disolverlas. Si todo marcha bien, en un par de días deberíais estar de vuelta, aunque han cargado provisiones para una semana. Solo esperas que no se haga tan largo.

Apenas he tenido tiempo de echarle un breve vistazo a las fichas cuando el coronel y el sabelotodo ése que le lame los talones aparecen. Por lo que he visto, la misión es de las buenas: no sabemos qué nos vamos a encontrar ni qué ha pasado con la anterior expedición.

- Con el debido respeto, señor -digo, antes de que aparezcan los reclutas- ¿Qué equipamiento contaban los miembros de la Expedición Mileto? ¿Llevaban escolta armada?

Miro de reojo al científico que acompaña al coronel. Odio esas batas blancas... me recuerdan a una novia que tuve.

- Y qué tipo de condiciones nos esperan en ese... ¿México? ¿Alguna forma de vida? ¿Climatología? -una sonrisa socarrona- Seguro que lo primero que me preguntan mis chicos es si van a poder tomar el sol en Acapulco.

Por supuesto, sé que ya no existe Acapulco ¿pero a quién demonios le importa?

-Los miembros de la Kibutzz Mileto forman equipos equilibrados de arqueólogos, biologos y también militares; no tenemos constancia de que llevaran armamento pesado, pero seguro que sabían defenderse. Además, cuando aterrizaron nos informaron de que las condiciones ambientales eran las correctas, sin rastro de radiación u otros elementos que hicieran inviable la expedición sin equipo especializado.
El Comandante mira al otro hombre, que s elimita a asentir.
-A partir de ahí no tenemos más datos, así que deberéis descubrirlo vosotros.

Asiento con la cabeza y hago un último requerimiento.

- Entendido, señor. En caso de dificultades serias que requieran apoyo pesado ¿podemos contar con refuerzos? ¿será posible la evacuación de mi unidad y cuánto tardaría? -aprieto la mandíbula, sé lo mal que se pueden poner las cosas- Y deberíamos establecer un punto de extracción de emergencia, por si perdemos el equipo de comunicaciones. Una vez en la estación Sirio...

Les miro y me callo, no es momento para batallitas.

El Coronel se ríe sonoramente y te da una palmada amistosa en el hombro.
-Teniente, si no le conociera pensaría que está usted bromeando.
Su expresión se vuelve severa de nuevo y prosigue.
-Ustedes son el equipo de rescate, el apoyo pesado y el punto de extracción. Bajen allí y regresen con los operarios perdidos lo más rápido posible. Si pueden reparar su nave, perfecto y si no, hay espacio suficiente en la nuestra para evacuarles a ellos y a sus cosas.

Tras un pequeño paseo de largos pasillos y ascensores de carga, llegáis al hangar de la CET. En él hay varias naves de combate, listas para entrar en acción, pero os sorprendéis cuando el Comandante os conduce hasta la única que claramente está destinada a la carga de mercancías, una oronda pero fiable R-25 debajo de la cual alguien está terminando de revisar.

-Éste será vuestro vehículo –Comienza a explicar el Coronel. –Hemos optado por una nave con fines comerciales por su mayor capacidad de carga, lo que os permitirá regresar con el equipo Mileto al completo. A su cargo estará la señorita Cloe… -Mira a las piernas que asoman debajo de la nave, hasta que aparece una chica que no ha cumplido los treinta, cuyo mono de trabajo y manchas de suciedad no pueden ocultar una magnífica figura. –La señorita Cloe está especializada en conducir este tipo de astronaves, así como en mecánica y electrónica. No es personal militar, pero la llevaréis con vosotros para que se encargue de cualquier posible avería en el vehículo Mileto.
Mientras Cloe se levanta y se incorpora al grupo, el Comandante abre la puerta trasera de la nave.
-Como podéis ver, tiene una considerable capacidad de carga a pesar de haber sido adaptada para el transporte de pasajeros, pero ésta debe ser reservada para los miembros del equipo Mileto, así como para las cosas que ellos crean conveniente recuperar, por lo que llevaréis la cantidad justa de armas y munición. Confío en que sabréis hacer un uso racional de ello. Ahora, si no tenéis ninguna pregunta, podéis prepararos para embarcar.

Mientras caminábamos todos en silencio por el pasillo, releí una carta que tenía un sello en la parte superior, y la guardé doblándola cuidadosamente mientras pensaba:

La próxima misión será un paseo, Weiland me quiere en otro equipo de rescate, y ellos si que proporcionan armas y municiones. Es lo que tienen las compañías privadas,que tienen pasta de sobra. Me centraré en esta misión, no quiero sorpresas.

Comencé a examinar a mis compñaeros mientras miraba de reojo al teniente y a su puro:

Si se lo fuma dentro de la nave será un buen entrenamiento para resistir ataques con gases lacrimógenos.

Luego observé al médico:

Sin comentarios.

Me giré un poco mas y vi a Wolf:

Esa chica va descompensada...

Y por último a Leroy:

Tiene nombre de terráqueo bailarín negro, espero que se sepa mover y reaccionar.

Finalmente guardé la carta en el bolsillo trasero de mi pantalón mientras el ruido de mis botas golpeaban las paredes de la nave hasta que llegamos al embarcadero.

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Una vez allí escuché las indicaciones del coronel, di un paso hacia delante y con la smanos en la espalda le dije:

-Coronel, ¿es obligatorio llevar personal no militar en la nave? -no miré a Cloe aunque todos supimos que hablaba de ella- Por la experiencia que tengo, siempre dan problemas.

Observo la nave, a la piloto y a mi exiguo grupo y contengo una maldición. No sabemos lo que no vamos a encontrar ahí abajo... solo que alguna razón habrá para que no volvamos a habitar el puñetero planeta. Y esa razón puede estar esperándonos ahí abajo.

¿Y qué tengo para enfrentarme a ello? Un puñado de reclutas y una nave de carga ¿Qué será lo próximo? ¿Un tirachinas?

Cuando escucho a la Mark, desvío mi mirada a la cara del coronel. Creo que acabo de decidir cuál va a ser mi última misión.

El sonido de unas voces me alerta de que un grupo de gente se aproxima. Salgo de donde estoy y echo una mirada a todos mientras el coronel me presenta.
Siempre son iguales, un puñado de soldados engreidos que creen saberlo todo y un bocazas que en esta ocasion, mira por donde, tiene un par de tetas.
Cojo la camtimplora militar que siempre llevo colgando del cinturon y remuevo su contenido dando un pequeño trago despues. Me seco la boca con la manga del mono y meto las manos en los bolsillos, harta aun antes de empezar la mision. Espero que el coronel responda a la señorita bocazas, cuanto antes lo haga mejor. Aun tengo que cargar la provision de bebidas isotonicas que llevare conmigo en el viaje.

Wolf observa uno por uno a los presentes, de abajo a arriba, con un movimiento sutil de ojos. Esos iban a ser sus compañeros en el viaje de placer que estaban a punto de hacer? Wolf aparta la mirada del grupo y empieza a caminar detrás del coronel con pasos precisos y muy milimétricos. Cuando por fin llegan al hangar y les presentan su nave, casi se puede percibir como una ceja se alza de asombro. Cuando ve salir a la mecánica de debajo de esa chatarra, un escalofrío recorre el espinazo.

"Esta cosa no vuelve entera de la tierra" Piensa con algo de preocupación. Había hecho algo mal para que la enviasen a morir en un "accidente" en la tierra?

Cuando la marimacho habló, Wolf ni siquiera se preocupó de esperar la respuesta del coronel. Éste les había dicho que podían prepararse para desembarcar, y eso, en otras palabras, es que se podían retirar. Y eso pensaba hacer, así que fue la primera en salir del hangar dirección a recoger todas sus cosas, a repasar su armamento antes de volver.

Tomo el prolongado y tenso silencio del coronel como una invitación a actuar. Muy bien... el baile empieza aquí.

- ¡Soldado Vásquez! -bramo con todos los años de cuartel empujando cada sílaba- ¡Cuádrese! ¡Mal que me pese mi trabajo va a ser devolverles a todos ustedes, panda de perdedores, de vuelta a casa a bordo de esa cosa! ¡y a menos que usted haya aprendido a pilotarla mientras dispara esa polla artificial que le gusta manejar, le recomiendo que guarde sus opiniones personales para sí misma!

Me planto ante la mark con una mirada tan furiosa que amenaza con traspasar su cráneo y colocarle los ojos en el cogote.

- Si esta misión va como debe, esa nave deberá regresar cargada de personal civil, así que más vale que se vaya acostumbrando -relajo un poco los hombros, los tengo tan tensos que amenazan con criar alas y exhibo de repente una sonrisa maliciosa y bajo el tono hasta hacerlo sibilante- Y para ayudarle a aclimatarse, Soldado Vásquez, la nombro a partir de este momento asistente mecánico de la piloto civil. La ayudará en todo lo que necesite, sujetándole las llaves inglesas y haciéndole la colada si es preciso... ¡y no quiero oír ni una sola queja, ni por su parte...!

Me giro hacia la piloto sin dejar de sonreír.

- ¡Ni por la suya! Estoy seguro de que se van a hacer muy amigas. Pero no se pasen... no creo tener autoridad para celebrar bodas en la nave. 

Levanto la espalda y el pecho más que Miss Marzo mientras apunto con la barbilla al techo del hangar.

- ¿Alguien tiene una pregunta? ¡Y he dicho pregunta, no lloriqueos!