Partida Rol por web

Wolf se adentra entre el manto y una vez se cree segura y lo activa empieza a moverse entre la maleza intentando peinar la zona.

En serio, los estáis asustando - dice Ozzy mirando a los demás y especialmente a Ripley - No creo que vayan a atacarnos a no ser que piensen que necesitan defenderse... Joder, con los dos grupos raros de motoristas que nos hemos encontrado ya, lo raro es que no hayan corrido más rápido. Mirad, vamos a acercarnos con tranquilidad. Armas bajadas. ¡Armas bajadas! - repite lanzando una mirada a Vasquez - hasta la casa y tratemos de hablar con ellos.

Con la mirada se lo dije todo a Ozzy. No estaba acostumbrada a misiones de paz, y aquello no parecía una, al menos desde el principio.

Antes de poner mi arma en vertical esperaba la información que nos tenía que dar Wolf.

-No soy la persona mas adecuada para hablar con campesinos asustados...

Escupo a un lado con mala cara, no estoy para muchas sutilezas.

- Dí lo que quieras, doctor Strangelove, pero no voy a soltar mi arma para tranquilizar a unos paletos -observo la gran cabaña intentando sacar conclusiones- Pero no tengo inconveniente en ir con el cañón bajado ¡al fin y al cabo uno ya tiene una edad!

Suelto una risilla esperando que nadie más haya pillado el chiste y hago un gesto hacia el refugio.

- Si queréis podemos ir tomando posiciones mientras nos acercamos a esa gran cabaña. Debe ser un salón de reuniones o algo así, aunque también podría contener una armería. Yo me acercaría con precaución, asegurándome de que no queda gente en las cabañas más pequeñas mientras esperamos las noticias de Wolf. Leroy puede ser un buen explorador porque se supone que es el mejor en las distancias cortas. Él puede ir entrando en esas casuchas mientras Vásquez y yo mismo le cubrimos.

Mientras hablo voy señalando las ubicaciones.

- Una vez tengamos la zona asegurada, podemos escoger al pico de oro que negocie con los indígenas ¿qué os parece si nos ponemos en marcha?

Como te sientes completamente incapaz de orientarte en la densidad de la selva, prefieres no arriesgarte a perderte y vuelves al poblado. Puedes ver a tus compañeros avanzando con cautela hacia una cabaña de gran tamaño y cómo la mayor parte de la población se han reunido en el más apartado d elos campos, pero sin llegar a adentrarse en la selva.
Cualquiera diría que temen más a la verde densidad de la vegetación que a los recién llegados.

Las palabras de Ripley me hacen abrir los ojos como platos. Siempre había querido participar en un tiroteo, embarcarme en operaciones especiales, pero los nativos de la Tierra parecen gente inocente.

- Señor Ripley, no... no querrá que disparemos a los nativos, ¿verdad? -pregunto con genuina incredulidad-. Quiero decir, no parecen peligrosos, solo asustados.

Pongo los ojos en blanco y lanzo un sonoro suspiro.

- ¡Por supuesto que no, muchacho! -exclamo con un aspaviento de fastidio- Pero no pienso meterme en una aldea desconocida caminando por la calle principal mientras espero a que Cletus el Paleto me vuele la cabeza con su escopeta de caza ¿entiendes?

Me encojo de hombros mientras dirijo miradas nerviosas hacia la gran casa central.

- Creo que de momento es mejor que les demos miedo, así se lo pensarán dos veces antes de atacarnos. Una vez comprobemos que no hay gato encerrado, podemos sacar las guirnaldas y las flautas y montar una fiesta, si os apetece. Solo digo que nos acerquemos con cuidado y con las armas preparadas: un poco de precaución nunca está de más. 

Levanto un dedo y apunto con el a la frente del chaval.

- ¡Y no te confíes! Si se te acerca un niño con un ramo de flores pídele que lo deje en el suelo, separe las margaritas y te enseñe las manos para asegurarte de que no lleva una granada. Y luego le cacheas. Solo así llegarás a mi edad, muchacho.

Ozzy suspira - Vale, comandante, lo haremos a tu manera - dice mirando a Ripley. Id tomando posiciones y seré yo quien me acerque a hablar a la cabaña... El resto cubridme, cabrones - dice mirando a los demás. Espera a que todos se situen para acercarse a la cabaña.

Cuando Ozzy, seguido por Leroy se acercan a la cabaña grande, aparecen dos hombres armados con lo que parecen escopetas de caza y entre ellos podéis ver la figura de un anciando sentado en una silla de ruedas que es empujada por otro hombre, muy moreno, armado con un fusil de asalto.
El anciano os mira detenidamente y después de un incómodo silencio, se dirige a sus hombres en castellano.
-Bajad las armas, insensatos. ¿No veis que si quisieran matarnos ya lo habrían hecho?
Obedientes, los tres guardan sus armas, aunque podéis ver la tensión en sus rostros sudorosos.
-Bienvenidos a "La Puebla", viajeros. Decidme en qué podemos ayudaros. -Pronuncia esta vez en perfecto inglés con acento norteamericano.
Tendrá más de ochenta años y viste un desgastadísimo uniforme militar. A pesar de su fragilidad y sus temblores, sus ojos azules se clavan en vosotros, desafiantes.

Al escuchar voces me giro de golpe y flexiono las piernas poniendo el dedo en el pulsador de mi arma y espero a ver que pasa.

-Wolf, tenemos compañía armada, aunque parece que no atacarán. Vigila.

Dejo el intercomunicador abierto para que oiga todo.

Exhibo una enorme sonrisa toda llenita de dientes. Por fin parece que encontramos a alguien con el que pueda hablar sin intermediarios ¡Y repleto de medallas!

Intento descifrar los emblemas medio desprendidos de sus hombros para hacerme una idea del grado y del tipo de Ejército al que perteneció su propietario... que supongo que tengo delante. Aunque... ¿cuándo demonios fue la última vez que hubo soldador uniformados en la superficie de la Tierra?

¡Mierda! ¡Ni siquiera sabíamos que existía superficie!

Me cuadro y hago un saludo militar sin pasarme de formal. Ni este tipo ni yo somos unos novatos.

- Señor, se presentan el asesor militar Ripley, los soldados Vásquez y Leroy, nuestro médico, Castro, y Cloe, también personal civil -los voy señalando con una inclinación de cabeza; de momento prefiero no desvelar la presencia de Wolf ni de la nave- No queremos hacerles ningún daño ni a usted ni a su... congregación. Hemos venido en busca de información sobre una expedición que nos precedió hace algún tiempo.

Carraspeo y toso un poco, algo incómodo al ponerme en el papel de "Hijo del Cielo".

- Venimos de ahí arriba -concluyo con cierta solemnidad mientras señalo hacia las nubes.

Wolf activa su comunicador cuando observa el extraño comportamiento de los lugareños.

-Señores, los lugareños parecen tenerle más miedo al bosque que a nosotros mismos.- observa mientras, una vez activado su traje intenta mantenerse en el linde del bosque.

Es en medio de su exploración que recibe la comunicación de Vásquez.

-Recibido, esto parece despejado, me acerco a apoyaros.- Dice mientras, aliviada, se aleja del bosque lentamente en dirección a donde están el resto de la troupe, sigilosamente.

Con las manos en los bolsillos, camino junto al grupo manteniendome en segunda linea. Cuando veo aparecer al vejestorio lo miro con curiosidad, al fin alguien que habla mi idioma. Sin perderme una palabra de la conversacion me fijo en sus ojos, a pesar de la bienvenida, de su edad y de su incapacidad, parece controlar la situacion. Me pregunto desde cuando esta en el pueblo pero no digo nada. Una sensacion de inquietud recorre mi cuerpo y bebo un poco para tranquilizarme. La mision se esta complicando mas de la cuenta y de pronto fantaseo con la posibilidad de quedarme, en contra de mi voluntad, en un planeta que me es totalmente indiferente y al que no me une ningun lazo afectivo. Tengo que conseguir la pieza averiada o estaremos condenados a quedarnos en la Tierra.

Mientras enrosco el tapon de mi cantimplora, observo a los hombres que custodian al vejestorio y espero que responda a Ripley.

El anciano mira al cielo casi nocturno donde una estrella brilla con mayor intensidad que las otras: Redención.
-Mi nombre es Jeff Turner, y sé de donde venís, y creo saber a quiénes buscáis. Acompañadme.
El hombre os invita a entrar y os encontráis en una cabaña bien amueblada y con un fuerte olor a algún tipo de vegetal que no sois capaces de identificar. Os sentáis alrededor de una gran mesa de madera y Jeff se dirige de nuevo a sus hombres.
-Traednos algo de comer. Estos señores y yo tenemos mucho de lo que hablar.
En un instante os quedáis solos y Jeff os mira uno a uno con esa mirada dura de quién no tiene miedo.
-Y bien. decidme en qué puedo ayudaros.

Respondo de forma impulsiva antes de que lo hagan los demas.

-Si sabe a quien buscamos no necesitara muchas explicaciones, aunque sobre eso supongo que le informaran el resto de mis acompañantes. Mi problema, y por lo tanto lo que necesito, es muy simple de explicar. Nos frieron a tiros cuando aterrizabamos y se cargaron el condensador de nuestra nave, me gustaria saber donde puedo encontrar uno de recambio para regresar- El vejestorio me pone nerviosa, tiene el porte de un militar con experiencia y nunca he estado comoda entre ellos.

Con el arma cargada y apunto, aunque apuntando el cañón hacia el suelo acompaño a los componentes dentro de la cabaña.

Entre susurros y con disimulo:

-Wolf, atenta a cualquier cosa rara, si escuchas disparos apunta alto que estaremos tirados en el suelo...

No comí nada de lo que nos ofrecían. Sólo nos faltaba ser narcotizados o envenenados para que nos robasen nuestras armas, y bueno, puede que la virginidad anal de Leroy...

-Buscamos supervivientes que vienen de nuestro planeta. -dije mientras inspeccionaba con la mirada cualquier sitio por donde poder escapar.

Asiento ante las palabras de las chicas.

- Sí, no queremos interferir en lo que sea que estén haciendo aquí -apunto con un gesto vago- Aunque no estaría mal que nos contara qué hace un tipo como usted en un sitio dejado de la mano de Dios como éste ¿Acierto al pensar que sabe EXACTAMENTE de dónde venimos y que no somos los primeros que ve que vienen de allá?

Acompaño esta última frase con una sonrisa cómplice.

Miro a Ripley indeciso durante unos instantes y luego me dirijo al señor Turner:

-Señor, yo... desde que nací siempre he oído que los otros alienígenas... -cierro los ojos con fuerza y hago un esfuerzo por recordar las clases de historia- los Hijos de Ra, aniquilaron a los seres humanos de la Tierra... que la Tierra era inhabitable. Pero... ¿Qué... qué pasó realmente?

Miro absorto al anciano. ¡Estamos a punto de saber qué ocurrió en la Tierra después de la guerra! -pienso totalmente emocionado. El silencio se hace tan irresistible como cuando pongo el último trídeo de Valka en el reproductor y espero ansioso a que empiece el espectáculo.

Wolf observa, atenta y apartada desde una calle, la casa por la que entraron sus compañeros. No va a entrar, y aunque el intercomunicador está abierto, se queda atenta a lo que oye por el intercomunicador mientras apaga el suyo: no quiere que ningún sonido que se produzca fuera pueda delatar su presencia. Ya que aunque está seguro de que saben de su existencia, esperaba que no supieran su paradero.

-¿Así que las gentes de Redención vienen en busca de ayuda? ¿Aquí? ¿Después de tantos años de abandono? Siempre he sabido que ese pedazo de chatarra seguía funcionando; la veo brillar todas las noches. Y siempre me he preguntado el porqué nadie había venido nunca hasta aquí. Y en una semana, tenemos dos visitas, ambas pidiéndonos ayuda.

El anciano mira con severidad a Cloe y después a Ripley, pero la curiosidad de Leroy le devuelve la tranquilidad y comienza a hablar mientras sirven algunos platos de verdura asada frente a vosotros, junto con varias jarras de agua.

-Hace más de sesenta años desde la guerra. Yo entonces era un jóven sargento al mando de un pelotón apostado en la ciudad. Eran tiempos tensos pero la población confiaba en nosotros. Confiaba en el ejército. Llevábamos años preparándonos. Los Ki-Engir. –Hace una pausa y mira al suelo con desprecio. –Los Ki-Emgir nos enseñaron a fabricar armamento jamás imaginado por nuestra civilización y La Tierra estaba rodeada por una flota jamás vista de máquinas de guerra. Nuestra misión, la de la infantería era simplemente la de vigilar que todo marchara bien; para que la gente estuviera más tranquila.
Cuando los Hijos de Ra llegaron se suponía que la batalla duraría meses y se realizaría a tal distancia de la atmósfera que no habría riesgo de caídas de objetos. ¿Os lo podéis imaginar? La mayor guerra de la historia, y nosotros no íbamos ni a enterarnos. Aquí abajo todo transcurría de forma normal, incluso había cierta euforia. Recuerdo a un tipo que diseñó unas camisetas en las que se leía “Yo sobreviví a los Hijos de Ra” y en cinco minutos las había vendido todas. Pero parece ser que allá arriba las cosas no estaban yendo tan bien.

A los dos días recibimos una comunicación diciendo que nuestra flota estaba derrotada. Una guerra que debía durar meses se había perdido en dos días. Nos temimos lo peor: Lluvias de fuego, explosiones nucleares… pero no. Llegaron sus naves. Sobrevolaron nuestros cielos eclipsando la luz del Sol mientras nuestros cazas trataban de detenerlas y entonces el tiempo se detuvo; todo dejó de funcionar; cualquier mecanismo más complejo que un reloj de pulsera se detuvo. Y se marcharon, sin más.

Al principio la gente mantuvo la calma, pero los dias pasaban y sin electricidad, ni gas, ni comunicación alguna con otra parte del mundo cundió el pánico. Los víveres comenzaron a escasear y llegó un momento en el que un trozo de pan valía más que una vida. Tratamos de evitar las revueltas y los saqueos pero la gente estaba enloquecida. La guerra alienígena se convirtió en una guerra entre los humanos. Ya todo estaba perdido.

En las zonas rurales los ánimos estaban más calmados y sus gentes eran capaces de autoabastecerse, pero pronto fueron presas del pillaje de los que huían de la ciudad. Nosotros pudimos establecernos aquí y defender a sus gentes de los bandidos, pero los años no pasan en balde. Nuestras municiones se terminaron hace mucho y los jóvenes se marchan a la ciudad para unirse a las bandas que les prometen poder e influencia. –El viejo mira a través de un pequeño ventanuco, hacia la selva. –Además, tenemos otros problemas además de los Montero… o Chafarote, o quien quiera que domine ahora las ruinas de allí abajo.