Partida Rol por web

Elwher. Capital de Eshmir. 16:20. Celdas de contención. La tuya propia. Dia 1. Ano 1 del "Ultimo Emperador".

Acabas de salir del templo, y te has dirigido a tu celda. Como ente monástico tienes tu propia celda. Eres, dentro de la Orden, del de mayor rango que hay. Los Monjes Guerreros. Además, tú, por no se sabe que misterio, fuiste entrenado en un reto más. Querían que hicieras ciertos servicios especiales, asesinando a enemigos de la "Orden" o los que indicaba el "Primado", que no dejaba de ser el máximo representante de los dioses del caos en tu reino. Todas las órdenes y cultos (del caos) tenían dos representantes, y entre ellos se nombraba uno como el máximo entre iguales. El "Primado".

Venías de una familia de comerciantes, que ponía puntualmente sus tributos al templo. Igual por eso te aceptaron sin pegas, pero además, cumplías los requisitos. Son muchos los aceptados, pero si no eran capaces de pasar todas las pruebas ... morían en el intento. El adiestramiento era duro, cruel y real. Tanto que una batalla y el último año de adiestramiento eran lo mismo. Pero una "guerra" de un año entera. Muchos no sobrevivían y los que lo hacían eran directamente admitidos en las diferentes ramas de la "Orden" según su culto.

Os habían reunido para daros una noticia importante. Hacía unas horas que había sido coronado un nuevo emperador. Siempre decían que era el último, pero realmente se referían al siguiente. Este se llamaba Elric, y como sobrenombre, y el de todos los Emperadores, era el de su procedencia: " De Melnibone". Las grandes esferas lo consideraban un débil y pusilánime que se podría controlar. No dudó el contubernio en mandar unos "embajadores" para conseguir el favor de ese nuevo líder, pero para ti había otros planes.

Hacía ya unos días, en los oficios diarios, que habías encontrado entre las escrituras una invocación. Por lo visto no era más que un ente idiota, sin mente capaz de pensar o razonar, pero por lo visto era capaz de endurecer los metales, siendo las armas más resistentes y las armaduras, también. Lo malo es que aún estabas investigando todo lo requerido para conseguir realizar el proceso. Y parecía que no era poco. Escamoteaste el libro y lo escondiste en tu cama. Bajo el colchón, varias losas se podían mover. Allí, tras las piedras, estaba oculto el libro de escrituras sagradas, que para ti era una especie de grimorio básico. Conocías el proceso, pero jamás habías invocado y atado por ti solo un "bicho". Habías participado en varios procesos en tu adiestramiento, e incluso, habías ayudado para la generación de varias armas-demonio, en la invocación y "presa" del "bicho" al objeto.

Lo malo era la misión encomendada. El próximo objetivo era tu propio padre. Como había fallecido toda tu familia, y tú "pertenecías" a la Orden, no podías heredar las propiedades familiares. Todo pasaría a pertenecer y estar controlado por el comité. Por esa panda de burócratas asentados en sus potronas, amasando dinero, competencias y poder, sin mover un dedo.

Ya me encontraba hastiado del largo entrenamiento, los años de duro trabajo habían cumplido su objetivo. Me había vuelto duro y frio, sin sentimientos, era la única manera de poder sobrellevar esto. Pero el objetivo estaba cumplido, ya era uno de los Monjes Guerreros.

En el templo se notaba el revuelo por la coronación del nuevo emperador. Seguro que mis superiores ya estaban metidos en nuevas intrigas políticas para ganar influencia y poder.

Llevaba dándole vueltas, unos días, a la invocación que había encontrado. Sería una opción interesante el lograr atar a un par de esos “bichos” a mis armar y armaduras.

Pero había surgido un problema, la orden en su ansia de poder me había ordenado matar a mi padre para que así hacerse con todas sus posesiones. No es que me supusiera un problema moral demasiado grande el realizar el trabajo, pero no estaba dispuesto a que se hicieran con ello tan fácilmente. Posiblemente estuvieran probando mi lealtad con ese trabajo y lo mismo se iban a encontrar con algo que no les iba a gustar.
Tendría que arriesgarme a hacer mi primera invocación en solitario, antes de tomar mi decisión para estar preparado ante las posibles consecuencias de mis hechos.
 

Empezabas a tenerlo claro. La invocación la podías realizar en solitario. Además, podías realizarlo. Te pusiste a ello. Te arriesgaste realizando un simple sello de seguridad. Fueron horas de esfuerzo, pero no conseguiste potenciar el poder del ente.

Te "saltaste" muchos de los pasos, los cuales, ni si quiera aún tenías conocimiento de ellos. Aún tenías que investigar más, pero asumiste el riesgo. Enseguida descubriste lo que era y para que valía, y un vaporoso ser rielaba en el interior del dibujo que habías preparado como protección, pero tu arma y el demonio aún no estaban unidos.

Me encontraba en un estado de excitación fuera de lo normal. Aunque el proceso no había sido todo lo ortodoxo que debía, había dado resultado y ante mí se encontraba el demonio. Tenía que actuar rápidamente si quería lograr atarlo, en mi mente intentaba repasar todos los procesos que había estudiado, aunque llegados a este momento me resultaban un poco nublados, pero no había marchar atrás.
Empuñe firmemente mi arma con el fin de atarlo a ella, grabe las ocho flechas del caos como marcaba el proceso. Había llegado la hora de la verdad……
 

Elwher. Capital de Eshmir. 23:41. Celdas de contención. La tuya propia. Dia 1. Ano 1 del "Ultimo Emperador".

Sin haberte parado a pensar, grabas las 8 puntas y concentras tu mente en el demonio, que empieza a evaporarse, y las emanaciones que surgen vuelan hasta tu espada empuñada. Cuando el proceso termina una brisa borra todo lo que habías hecho y esparce todo, llenándolo de polvo. Te dabas cuenta que habías asumido muchos riesgos, para poder salir de esta. Como experimento de juventud había estado bien, pero ... tenías que prepararlo más, para asegurarte que no era tan peligroso.

- ¿Qué había sucedido si no lo consigues atar a la primera? ¿Y si el demonio escapa o te ataca?...

Preferías no pensar en aquello. Tenías que investigar más el hechizo. - Por tu salud ...

Muchos dioses del Caos alababan la invocación a este plano de demonios, y otros, además, estaban felices de que esos fueran soltados para crear más mal estar entre las vidas de muchos, pero el tuyo no. El tuyo ... ahora estará contento, cuando la pongas a "trabaja". Es una arma letal.

La mueves y pruebas su equilibrio. Es fantástica. Te ves invencible con esta en la mano pero se ha vuelto oscura. Ahora parece pavonada, con la pertinente estrella de puntas inscrita con una piedra, de manera burda y vulgar. Ahora tienes el dilema. ¿Asesinarás a tu padre?

Cuando el polvo se asienta te das cuenta que no estás totalmente solo. En tu "escondite" hay alguien más. No sabes donde ni quién es, pero te está observando.

El riesgo corrido parecía que había merecido la pena, sentía el poder del demonio en la espada. Tendría que mantener esto lo mas en secreto que se pudiera, no tenía la menor intención de desvelar mi poder real a mis superiores.

Cuando aún no había recuperado el aliento de la tensión que me había producido mi primera invocación, noto una presencia que me observa, aunque no logro ubicar su situación.

Apoyo la punta de la espada en el suelo y las manos sobre la empuñadura en posición de descanso.

-Sé que estas aquí, muéstrate y dime que quieres-
 

- No vas a ser tú quién me de ordenes a mi.

La voz se te hacía conocida. Parecía alguno de los maestros de asesinos que has tenido. Sonaba susurrante y sibilina. No sabías de donde surgía, ya que parecía moverse con cada sílaba. La presencia era general.

- Estoy orgulloso por tu invocación. Vas a resultar un buen "herrero" para el Templo.

Sabías que el culto tenía unos cuantos especialistas para generar las mejores armas y equipo. Pero para eso había que ser buen invocador ... y no ser buen combatiente. Para ti aquella insinuación podría tomarse tanto como un halago como un insulto.

-Maestro insultas mis capacidades- un brillo de ira destella en mis ojos –sabes perfectamente en lo que soy bueno y es quitando vidas- mientras empiezo a esbozar una medio sonrisa.

Llevaba muchos años de duros castigos y entrenamientos para haber llegado hasta donde me encontraba ahora, y no iba a permitir que nadie me insultara y despreciara sin más.
 

Durante un instante piensas que la presencia ha desaparecido, pero escuchas una frase: - Pues haz lo que sabes hacer.

Y la presencia la dejas de notar totalmente.

Parecía que la presencia había desaparecido. ¿Por qué me estarán vigilando? Posiblemente la orden de asesinar a mi padre tendría algo que ver con esto.
Ya era tarde y la invocación me había dejado extenuado, me quite la armadura y me dispuse a descansar un rato, dejando mi nueva arma cerca de la cama. El nuevo amanecer traería claridad a mis pensamientos. Y me dispondría a hacer una visita a mi padre ¿sería la última?, pensaba mientras cerraba los ojos para dormir por unas horas.
 

Elwher. Capital de Eshmir. 08:01. Celdas de contención. La tuya propia. Dia 2. Ano 1 del "Ultimo Emperador".

Caies profundamente. Las pesadillas de los recuerdos del bicho que invocaste te perturban, pero cuando te despiertas es en el momento de la victoria. En el momento que tu mente somete a la del demonio y lo consigues atar a la espada. Ella, con sus 8 flechas marcadas con una piedra, yace negra a tu lado. Te despiertas de un sobresalto. Sudado. Asustado, pero conforme al ver que la espada y tus cosas siguen donde esperabas.

La noche no había sido todo lo placida que podría haber esperado. El ritual que había realizado para atar el bicho a la espada me había pasado factura, y había conseguido que no durmiera lo suficientemente cómodo.

Pero en fin solo había sido un sueño turbio y nada más. Tenía que olvidarlo pronto y centrar mi mente en mi trabajo.

Lentamente empecé a vestirme, ajustando bien todas mis prendas, me coloque la armadura y tense las correas que la ajustaban. Cogí del respaldo de la silla el cinto de armas ajustándolo a mi cintura, guardando la daga en su vaina. Me colgué de la espalda el carcaj y el arco, no creo que el arco en este caso me hiciera falta, pero no estaba de más llevarlo. Una vez colocado todo el equipo, empuñe la espada que perturbaba mis sueños, estaba ansioso por darla de beber y ver como de letal era. Tras contemplarla durante unos segundos la envaine y me dispuse a salir de mis aposentos.

Me dirigí hacia las caballerizas, allí estaría mi caballo esperándome. Había llegado el momento de partir, monte mi corcel y puse camino de la casa de mi familia.
 

Era temprano, pero la ciudad ya estaba activa, aunque el frío que hacía era bastante. Había nieve en las cumbres cercanas y sabías que en los campos también había nevado. La ciudad, aunque una fortaleza, tenía una actividad civil constante, así que la nieve pronto pasaba, por las pisadas en barro y charcos.

El tránsito de gentes y mercancías es constante, ya que pronto serán las fiestas del Advenimiento, así, muchos líderes están de reuniones, muchos comerciantes presentan sus productos, y luego, vendrían los actos. No sería más allá de una semana. Sabías que tu padre era de los que trataban con vinos y licores, y además, algunos que otros productos de copete. (Inciensos, especias, sal ... )

Tardarías como una hora en llegar hasta allí. Normalmente tardarías la mitad, pero con el bullicio de estos días, era lo que había. No esta en casa. De eso pondrías la mano en el fuego. Pensabas que estaría en sus almacenes, con los inventarios, los repartos y las entradas de mercancía. De todas maneras, de casa al trabajo había menos de medio paseo.

El exceso de gente en las calles no me gustaba, hacía que tuviera que estar más alerta de lo que era estrictamente necesario. El tiempo que había pasado entrenando en el tempo había hecho que me volviera más solitario y que la compañía de la gente no me fuera todo lo cómoda que me era en mi juventud.

Comprobé que mi padre no se encontraba en casa, lo cual era normal en las fechas que estábamos, era buena época para que los comerciantes hicieran buenas ganancias.

Seguramente estaría en el almacén, desmonte del caballo y me dispuse a ir dando un paseo hasta allí, como había hecho cientos de veces en mi juventud.
 

En el almacén el ajetreo era inmenso. Lo sabías. Lo habías visto otras veces durante los años.

Reconoces a la mayoría. Los encargados y administradores, el contable ... incluso la mayoría de los peones. Los conoces a todos y a muchos por su nombre. Y ellos a ti. El hijo del jefe. El único hijo del jefe.

Muchos te saludan, pero tienen tanto trabajo que en este momento nadie se puede parar. Caras alegres, caras sudadas. Pero no la de tu padre. No está allí.