Partida Rol por web

La mujer pregunta. ¿Que es lo que quieres? pregunta la mujer mientras acompaña al mago.

No me alejaré mucho, no me puedo fiar. Pareces compatriota, ¿Pensabais dejar que me pudriera en este agujero?

La mujer sale del taller con Maedros.

- Hablaremos de eso... después. Ahora, entrégame el mensaje que tienes para tu dulce señora - dice Maedros tan pronto se quedan a solas

Mientras Maedros conversa en privado con la mujer, Aslam se acerca al tipo que ha hablado y le pone la punta del estoque en el cuello:

-¿No has oído a mi compañero o qué? Te lo voy a repetir una única vez. ¿Dónde está la sala de entrenamiento?

Claro, la sala de entrenamiento es la que tienes justo tras el taller dice señalando la única salida.

Mi "dulce señora" se va a quedar sin el mensaje. Llevo meses en esta pocilga.

- No ha sido facil venir a rescatarte. - explicó Maedros con una encantadora sonrisa- Pero aqui estoy, ¿no? Y de seguro que prefieres que ella sepa de tu buena colaboración cuando vuelvas a casa... a que sepa lo contrario

Me lo pensaré, volvamos con los demás

Al rato regresan Maedros y la esclava.
Uno de los esclavos comenta. Nosotros esperaremos aquí.

El pícaro de Absolom se queda mirando a Maedros como esperando a que éste les explique algo. Sin embargo, cuando al cabo de unos segundos queda claro que el hechicero no les va a comentar nada, el joven cerrajero suspira resignado y vuelve a centrarse en la importante misión que les ocupa.

-De acuerdo, quedaos aquí mismo--asiente Aslam para luego entregarle la daga al cautivo que acaba de hablar--Toma esto por si acaso. Vigilad que no escapen ni den la voz de alarma. Volveremos lo antes posible.

Depues de que el tipo les dijera donde estaba la sala de entrenamiento, William se dispuso a ir hacia ella. Pero al ver que no había vuelto todavía el hechicero no hubo más remedio que esperar.

¿Donde narices se habrá metido ahora?

Cuando volvió no dijo nada de lo que había hecho, aunque tampoco es que le importara demasiado.

Bueno, pues si ya hemos terminado de hablar será cuestión de actuar.

Este gran salón está limpio y vacía. Unos estantes de madera muestran varias armas de entrenamiento hechas de madera. Se pueden ver muñecos de paja y algunas dianas repartidos aquí y allá. Hay una extraña estatua de madera delante de una puerta. Tiene tres cabezas de tigre mirando en distintas direcciones. La estatua lleva seis brazos armados con un bastón, un sai, un nunchaju, un shiangam y un kama.

Con mucho cuidado, William se adentra en la sala. Le extraña la estatua del tigre con varios brazos, y le recuerda a las que vio en la entrada.

Tengo que acordarme de echarle un vistazo a las que vi arriba, creo que pueden ser un patrón de algo interesante.

Caminando despacio observa atentamente la sala por si hay alguien escondido. No es cuestión que les pillen por sorpresa.

Extremando las precauciones, Aslam camina estoque en mano junto al explorador en dirección a la puerta que hay detrás de la estatua.

La estatua no parece ser un monje disfrazado.
Alfrik reza a Torag para que sane las heridas de Aslam

La flecha tensa la cuerda de mi arco y apunto directamente a la estatua, si esta es la sala de entrenamiento y es donde está el maestro, inequívocamente este puede ser él disfrazado mediante algun embrujo - Alfrik, tu tienes el cetro-rastreador, ¿hacia donde nos indica la señal ahora mismo?, otra cosa muchachos, sería tremendamente ventajoso, si estas fueran las armas del maestro, quitárselas y gardarlas bien, aunque esa estatua, si no sois muy aprensivos con el buen arte, yo de vosotros le daría un buen hachazo en una de las cabezas antes de acercarme....

William se extraña de no encontrar a nadie en la sala. Aunque si es cierto que el jefe estaba aquí lo más seguro es que hubiese huido al escucharles, porque sigilosos no han sido desde luego.
Se fue al centro de la habitación y se agachó un momento escudriñando el suelo.

-Gracias, Alfrik, por enésima vez en el día de hoy...

Mientras aguarda a que el enano saque el objeto brújula y les diga por donde continuar, Aslam se aproxima a examinar con minuciosidad la puerta y su posible mecanismo de cierre.

El encuentrasendas señala hacia la puerta de madera que no tiene trampas ni está cerrada. Basta con mirarla un poco.
La estatua no hace ningún movimiento sospechoso a pesar de que parece ser alguna especie de artilugio mecánico.