Partida Rol por web

Tras separaros de aquella familia con gran agradecimiento, os internásteis por las calles de Cuzco. Aquella ciudad, vista desde la lejanía era impresionante, tremendamente grande. El estilo colonial era único, como si nada hubiera cambiado desde que fue considerada una ciudad moderna décadas atrás. Nada tenía que ver con Pisco: sus calles llenas de vida constante, viajeros, comerciantes, habitantes, carros, burros y ganado en medio de las calles.

Se veían algunos vehículos intentando entrar en medio de las plazas y calles, siempre apartando a gente, y en cada esquina algún pequeño negocio o puesto de venta intentaba sacar unas monedas a cuantos se acercaran. Lo más espectacular de la misma no era sino la llamada Plaza de Armas, lugar de importantes hechos en la capital, como por ejemplo la independencia de Perú. En ella se albergaban algunos jardines y dos edificios de renombre: la catedral de la Ciudad (asentada sobre el palacio rendido al dios inca Viracocha, y la iglesia de la Compañía de Jesús, asentada sobre el palacio del antepenúltimo gobernante inca, Huayna Capac.

Teníais una maleta en vuestra mano y una ciudad inmensa delante de vuestros ojos.

Los casi quince días de trayecto dieron para mucho. Yo aprendí a montar en una vieja yegua, la cual aún no se como podía llevarme a mi y toda la carga que la habían puesto. Aprendí bastante de aquel lugar, de sus tierras, su gente y su idioma. La primera palabra que aprendí fue: "caca". Al principio me costó descubrir que querían decirme con eso... pero después de realizar la misma acción varias veces... acercándome a animales exóticos del lugar, sobre todo esas hermosas ranas de colores.. descubrí que trataban de decirme "peligroso". 

Recuerdo que cuando lo asocié, Sullivan y Namur rompieron a reir junto al chico aquel que hablaba nuestro idioma. Luke me decía que no, que no se traducía como "peligro" y al final decidimos apostar a que en menos de un día les demostraba que si significaba eso. Ambos aceptaron la apuesta y... en tan sólo media mañana, descubrí lo que realmente significaba "caca"... así pues, me tocó "pagar la apuesta", realizando el resto del viaje vestido de mujer...

El viaje dió para mucho más, saqué varias fotos curiosas, acabando así el carrete... Tenía ganas de llegar a Cuzco para revelar las fotos, sobre todo las del tipo aquel y su marca en la cara.

Al llegar a Cuzco, nos despedimos de aquella familia tan encantadora, la cual me regaló el vestido y el gorro que me hicieron ponerme durante casi medio viaje.... Y de esa guisa, entré en la ciudad.

Lo cierto es que no me di cuenta de que estaba así vestido hasta que vi la mirada de la gente, las risas de los niños... las variopintas reacciones de todo el mundo en general.

Caballeros, que tal si buscamos alojamiento, nos damos un merecido baño y... me cambio de ropa.. Creo que así estoy llamando demasiado la atención.

También tenía ganas de llegar a un hotel pero no sabía si sería lo mejor que nos presentáramos así. Después de unos minutos durando finalmente decido que ese parque con arboles y setos es nuestra mejor opción.

– Richard creo que es mejor que se cambie, – señalándole los arboles, – antes de que lleguemos al hotel o alguien avise a la policia. A menos que fuera carnaval seguramente tendríamos problemas con las autoridades.

Y mañana sin falta tengo que enviar dos telegramas uno al aeropuerto de Lima, aunque dudo que todavía este esperándonos el avión, y el otro al Doctor Walter para decirle donde estamos ahora.

Pe... pe... pero tu... ¿¿que quieres? le pregunté sorprendido a la par que fingiendo una no muy lograda voz de mujer. ¿Qué ahora me detengan por exhibicionista!? Qué poco considerados sois los hombres de hoy en día con las mujeres! mi voz resultaba más bien chistosa al oido, pero lograba mantenerme serio mientras reñía a Arthur. Si es que mi madre ya me lo decía!!! dije alzando las manos y la cabeza hacia el cielo Que el señor la tenga en su gloria! Que sabia era.. Siempre con lo mismo.. "hija...no te fíes de los hombres.. y menos aún de los educados que te pidan que te vayas detrás de unos árboles y arbustos.... Ay hijaaaa, no te fies!!!"

Miré a mis compañeros y luego a mi alrededor. Parecía que había llamado la atención de algunos curiosos. Tampoco me hacía falta andarme ocultando, aun así, agarré mi camisa, pues los pantalones los llevaba siempre puestos, y me fuí a la zona que me indicó Arthur para quitarme el vestido y el gorro y volver a ser el señor Castle de nuevo.

Salí de entre los árboles con otro aspecto más.... varonil. Me acerqué a mis compañeros de viaje con el vestido hecho una bola en mis manos, junto con el gorro. ¿Así mejor, Arthur? le sonreí. Al menos los mirones ya no estaban por allí.

Que os parece si..... buscamos al anticuario de.... ya sabeis..  ese que nos recomendaron aquí en Cuzco y... buscamos un lugar para hospedarnos cerca. Aunque sólo sea para una noche... creo que a los tres nos apetece dormir en una cama.... separados... cada uno en una.. ejem.. ya me entendeis.

Tiene razón Richard, buscamos primero al anticuario y después un lugar donde pasar la noche próximo. Sino lo mismo nos hospedaremos en la otra punta de Cuzco.

– Si lo mejor es que nos situemos y si de paso encontramos una oficina de correos enviare un telegrama al aeropuerto de Lima, aunque no creo que estén aun esperando, y otro al Doctor para indicarle donde estamos.

Ya en Cuzco, y con la maleta aún en la mano, decidísteis dar un paseo de la ciudad. Comenzásteis a caminar por las estrechas calles de la ciudad antigua, maravillándoos con lo que poseía esa ciudad (un encanto aún anclado en centurias anteriores, bañado en una afluencia de gente sin igual). Pasásteis incluso por una calle, cerca de la plaza de Armas, donde se encontraba la famosa piedra de los doce ángulos (una extraordinaria pieza de lo que antiguamente fue el palacio del Inca Roca, y ahora era un edificio eclesiástico). El caso es que, tras preguntar a varias personas e incluso en un establecimiento donde vendían recuerdos y objetos similares, ubicásteis la buscada tienda de "Antigüedades Thompson".

El negocio se encontraba en un callejón en la avenida del Sol, junto al Convento de Santo Domingo (antiguo templo inca Coricancha). Cuando llegásteis al lugar una media hora después (después de vagar un rato por aquella exquisita población), vísteis una vieja casa y un pequeño letrero sobre su puerta, con la inscripción en letras plateadas “Antigüedades Thompson”.

La visita me deja maravillado aunque me duele ver tan escasos restos incas. Nunca pude permitirme venir a ver la ciudad aunque si que estuve en unas excavaciones próximas.

Siempre me ha gustado el trabajo de campo y la emoción de que será lo que encontraremos en la excavación y nunca faltan los que encantados se ofrecen voluntarios del contacto con las autoridades locales, los suministros, correo...

Antes de llegar delante mismo de la entrada me detengo para hablar con mis compañeros.

– Creo que lo mejor ahora es encontrar donde reposar y asearnos. Siempre le daremos mejor impresión que ahora.

Disfruté del paseo por la ciudad lamentándome de tener el carrete de fotos gastado. En un cuarto oscuro podré cambiarlo.

Estoy de acuerdo con ir a un hotel y descansar y asearnos... aunque con estas pintas podremos decir que venimos de una excavación y que allí vimos el nombre ese raro... me quedé pensativo unos segundos. Lo más sensato es ir al hotel y no delatarnos.. Si alguien busca lo que tenemos, quizás ya sepa que vendríamos aquí y use al anticuario como chivato. Busquemos un alojamiento y desde allí veremos que hacer luego.

Anduvísteis por la avenida Sol. Casas lineales, coloniales y de dos pisos en su mayoría. Su estructura y plano era regular en las calles que partían de ellas, pero nada más alejarse un poco las ramificaciones de las calles comenzaba a sucederse. Al final de la misma avenida había un hotel formado por dos casa anexas reformadas y reconvertidas en dicho establecimiento. Era bastante más grande que el hostal de Pisco. El trajín de la ciudad era constante. Al menos, la tienda de Antigüedades Thompson no estaba lejos (sólo cruzar tal gran avenida).

Una vez dentro, preguntásteis por unas habitaciones, y haciendo un ajustado presupuesto, pudísteis conseguir dos habitaciones de 10 dólares* cada uno. No es que fueran las mejores (las vistas que tenían eran hacia la parte de atrás, a una calle de viviendas simple y corriente), pero eran limpias. Desde la puerta del hotel podían verse unas maravillosa montañas.

Llegamos al hotel. Despues de racanear y regatear con el recepcionista, logramos unas habitaciones sencillas y baratas. Yo estaba desenado poder relajarme en un buen baño, así que.. corrí hacia una de las habitaciones y dispuse todo para ello. Escogí la ropa más limpia para ponérmela después, la más sucia se acabaría bañando tambien detrás mío.

Una vez llena la bañera me sumergí en el agua y me relajé disfrutando del baño, recordando los hermosos paisajes que vimos durante el viaje y recordando en ese instante que debía cambiar el carrete de la cámara si quería sacar más fotografías. Pero ese no era el mejor momento para pensar.. era el momento de relajarse y disfrutar. Me relajé tanto que casí me quedé dormido. Fue con ese primer cabezazo, digáse de paso que me hizo tragar algo de agua... cuando decidí salirme.

Minutos más tarde, ya seco y vestido, tiré la ropa sucia dentro de la bañera con el agua del baño, para dejarla en remojo. Ya me encargaría de ella más tarde. Cogí mi mochila y saqué los papeles falsos con intención de dejarlos en la habitación, pero recordando el fracaso de la vez anterior, los volví a dejar en la mochila, la cual volví a cargar conmigo.

Dispuesto para comer, salí de la habitación y llamé a la puerta de al lado. Bajo al comedor, tengo hambre! dije trás golpear la puerta un par de veces. Descendí y me encaminé a la zona del comedor, donde me senté en una mesa y me empecé a plantear que comer.

Bajástes, tras un rato, todos al comedor. Os reunísteis en una mesa, y vísteis que había bastantes más comensales y clientes que en el pequeño hostal de Pisco. Aquello era Cuzco, una ciudad aún anclada en la época colonial, pero quizá lo más cosmopolita del sur de Perú.

De menú, el hotel contaba con una cocina exquisita y variada. Parecían haber adaptado su comida de ingredientes autóctonos a las necesidades del hotel. Los fragantes olores invitaban a comer. Veíais una gran chimenea en el comedor; un horno de leña y barro de esas tierras altas donde el cliente podía ver cómo su comida se asaba: carnes, tubérculos y algunos pescados eran producto de las variedades locales.

Las entradas incluían maíz con queso andino, y una ensaladada del llamado "tarwi" (una legumbre peruana). El cerdo frito con hierbas y especias aromáticas tampoco faltaba, acompañado de maiz molido y envuelto en hojas para cocinar (con ciertas salsas como la ají y la salsa de culantro). El caso es que se os olvidó totalmente porqué estábais allí, o el largo viaje quincenal que habíais hecho: aquello estaba realmente delicioso.

Terminé de comer y me recosté un poco en la silla. Me iria a dormir un rato... una "siesta" como dicen aquí.

Después de dos semanas en la selva, sin lujos, durmiendo donde podíamos y si llegábamos a dormir, pues cuando nos daba por empezar a hablar de las serpientes, escorpiones, tarántulas, escolopendras.... incluso ranas!! Hermosas ranas de brillantes colores con veneno!! Era sacar el tema, y no pegar ojo en toda la noche. Al menos esta noche dormiríamos en una cama y bajo un sólido techo.

Deberíamos ir a ver al anticuario ese lo antes posible. A ver si con suerte sabe algo que nos pueda llevar a otro destino más concreto, pues Cuzco es demasiado grande para ir preguntando puerta por puerta .... y me da muuuucha pereza. sonreí a mis compañeros, dispuesto a movilizarme en cuanto lo dijesen. Claro que.. la opción de la siesta me atraía mucho más en ese momento.

Después de tanto tiempo sin bañarme me relaje tanto que me quede dormido en la bañera hasta que Richard llamando a la puerta me saco de mi somnolencia. Casi me llegaba el agua a los labios ya que me había estado resbalando hacía abajo ala relazarse los músculos.

– ¡Ah… Ahora bajo, – le grite.

Me vestí sin entretenerme mucho y baje al comedor no tardando mucho en encontrar a Richard en una mesa bien surtida.

Comimos en silencio degustando aquellos platos hasta que en acabar comentamos que hacer ahora. – Sí vayamos al anticuario y luego busquemos una oficina de correos.

Después de comer aquel menú que recordaríais mucho tiempo, decidísteis salír a inspeccionar aquel anticuario. No tenía pérdida (ya sabíais que estaba al final de la avenida del hotel, la avenida Sol. Finalmente vísteis el cartel de letras plateadas de "Antigüedades Thompson". Nada más acercaros (el negocio no estaba clausurado y semi-abandonado como el de Pisco), veíais actividad en el interior de la tienda. Tres personas hablaban: una empleada y dos clientes (una pareja seguramente foránea y casi anciana). Éstos dos últimos se llevaron una hermosa lámpara que vísteis mientras os hacíais a un lado en la misma puerta (y mientras dicha empleada despedía con la mano y una sonrisa).

Tras veros (tres tipos con también aspecto forastero), os invitó en un bastante aceptable español que accediérais. Pronto se dió cuenta de que no dominábais el idioma (al menos en apariencia), y os invitó en un suculento inglés a que accediérais sin miedo. Era inglés de las Islas. Aquella tienda tenía todo lo que podíais desear: desde pequeñas baratijas de mano, cuadros, figuritas y esculturas de dispares tamaños, a reliquias selváticas y algunas armas decorativas (probablemente por la cercanía de la selva a aquella ciudad). Aquello era un fascinante espectáculo. La empleada se acercó a vosotros y comenzó a preguntaros qué os interesaba, con un aire bastante placentero.

Bienvenidos a mi pequeño tesoro. Soy Emily, la dueña. ¿Y bien, señores? -os preguntó-. ¿Desean algún "recuerdo" en particular?

Entré en la tienda, maravillado por la cantidad de hermosos objetos que se esponían en aquel lugar, tan alucinado estaba, que no me percaté ni del saludo de la joven que nos dió la bienvenida. Simplemente me perdí en la tienda, mirando cada objeto con detenimiento, procurando mantener mis manos en la espalda, donde apretaba los puños con fuerza cada vez que veía algo que quería agarrar en mis manos y verlo más de cerca.

Mi curiosidad era alentada por la gran variedad de objetos, de colores, de formas, de historias que guardaban para sí... Hasta que llegué a la zona donde estaban colocados los objetos que parecían reliquias del pasado, sacadas de la profundidad de la selva. Me quedé mirándolas un buen rato, analizando mentalmente cada pieza, tratando de recordar lo estudiado en arqueología de todo aquello... y como no, buscando algo conocido entre tanta pieza y grabado.

Justo ahora que confiaba en que Richard la distrajera hablando. Bueno probaré a intentar descubrir si pudiera tener alguna pieza relacionada con el pueblo de los Mallku ya que tenía una referencia temporal en la englobarlo.

Me dirijo a la joven que nos atiende presentándome como aficionado a la arqueología.

No es mentida ya que siempre me ha gustado, lo que no le acabo de contar es que doy clases sobre el tema. Al cabo de unos minutos le pregunto. – ¿No tendría alguna pieza del periodo del Imperio Inca del Tahuantinsuyu?

Examino las que me muestra valorando si creo que son lo que me dice ella o creaciones convenientemente envejecidas para turistas.

Mientras Richard Castle estaba embebido en mirar todo, Luke recorría tras él observando... a la empleada. ¡Qué hermosura!, debió pensar el piloto. El caso es que a Luke le parecía que todo aquello era realmente bonito, pero para él carente de valor histórico o de coleccionismo.