Partida Rol por web

Se tarda más de una hora en viajar desde la hacienda Strophes hasta el pasillo que conduce a la zona media de la colmena Sibellus. Tan pronto os acercáis a la entrada de la ciudad inferior, los mosaicos brillantes y los labrados de las paredes decadentes lentamente dan paso a un pavimento viejo y agrietado, y paredes grises sin rasgos distintivos. Una fila de tropas del Magistratum vestidos con capas verdes y fuertemente armados, cargan con largos mástiles hermosamente adornados, terminados en linternas de cristal brillante, os aguardan en lo alto de una escalinata enorme de escalones rotos que se adentran en la oscuridad inferior.

Os observan con una mezcla de diversión y desprecio cuando pasáis a su lado. Las luces del hueco de las escaleras son tuberías sucias de las que surgen llamas azules, muchas amenazando continuamente con apagarse. Cuando descendéis, los sonidos de maquinaria pesada martillando en la distancia se elevan como dándoos la bienvenida, al igual que lo hace el duro crujido de las piedras.

Pronto la escalera termina, acabando en un pequeño patio atestado de trabajadores ataviados con túnicas grises, vendedores ambulantes ofreciendo diversos trozos de carne espetadas de origen dudoso, niños con insignias del servicio de comunicación para el que trabajan, corriendo y llevando mensajes de un lado para otro; y por último, a un sacerdote de flamante toga adornada con mucho colorido, rociando de escupitajos a aquellos a su alrededor a la vez que los exhorta a todos a abandonar sus pecaminosas vidas. El suelo tiembla por la constante actividad de las fábricas de la colmena media, y roca pulverizada cae continuamente sobre vuestras cabezas filtrándose de innumerables toneladas de albañilería compacta y rota. La poca luz que hay emana de las velas de sebo acanalado dispuestas en una amplia diversidad de accesorios metálicos torcidos  y vetustos, recubiertos por un milenio de cera. La luz proyecta sombras largas y el denso aire está impregnado como un olor arcilla.

La sonrisa de Octus se ensancha hasta tensar la comisura de los labios, la familiaridad de los pasillos deslustrados, el olor del aire reclicado, el ambiente en permanente penumbra...

Que bueno es estar de vuelta.

La tentación de buscar a quienes conocía y saber de ellos es muy fuerte, tanto que Octus se plantea una breve visita a su antiguo bloque de viviendas y a su división de arbritradores cuando todo termine.

Miles y miles de siervos del Emperador concentrados en tan poco espacio, ¿no es perfecto? cualquier cosa que necesites la tienes cerca y jamás estarás sólo. No hay mosquitos, ni fauna salvaje. Buenos a excepciónd e las ratas mutantes, pero eso es otra cosa.

Los dos acólitos pasan junto a un puesto de carne a la brasa.

Hablando de ratas mutantes, no comas esas brochetas por nada del mundo...

A Octus le cuesta un poco orientarse, pero poco a poco se ubica y dirige sus pasos hacia la taberna.

Caminaba junto a Octus mirando hacia todos lados. Aquel sitio tan singular en cierto modo tenía su encanto y me gustaba.

Escuchaba atento su cháchara sin interrumpirle, salvo algún gruñido que pegaba yo cuando se me acercaba algún niño de los que corrían sin control.

-Odio a los pequeños, se les hace daño sin querer y luego te culpan e intentan hacértelo pagar como si fuese nuevo.

Mis glándulas salivares se activaban cuando pasábamos cerca de los puestos de comida, e incluso ya estaba señalando una con la mirada hasta que me avisó de su denominación de origen:

-Pues seguro que he comido cosas peores y menos ricas.

Contesté medio a regañadientes, tendría que conseguir alguna de esas pero cuando no me mirasen, simplemente para no tener que escuchar la bronca:

-Si las venden no puede ser veneno, o eso o todo el mundo ya estaría muerto. -me encogí de hombros-

Justo delante, entre las lúgubres calles de la colmena media, vislumbráis lo que buscáis: la taberna del Santo Ladrador. La entrada está situada dentro de la boca de una enorme cabeza de perro que debió pertenecer a una estatus gigantesca. La cabeza descansa en un torcido ángulo sobre los hombros de la forma tumbada de una figura más grande tallada con los reconocibles símbolos de la Eclesiarquía. Cuando os acercáis, veis ante la puerta a un chico joven sentado en un taburete.

Os examina tomando notas en un cuaderno viejo y estropeado.

- Bienvenidos. El Santo Ladrador se rige por la ley del primer desenvainado y están prohibidos los estilos no vestidos. Así se os advierte.

La ley del primer desenvainado quiere decir que en caso de pelea no puedes utilizar un arma más mortífera que lo que haya desenvainado el primero, por ejemplo si te pegan un puñetazo solo puedes usar tu cuerpo, si te atacan con un cuchillo solo armas cc normales,....

Que están prohibidos los estilos no vestidos quiere decir que si el otro no porta de manera visible un tipo de arma no puedes desenfundarla, por ejemplo si el otro solo lleva un cuchillo al cinto no puedes sacar una pistola

Escucho la advertencia y me encojo de hombros mirando a Octus:

-Vale majo PLOF PLOF PLOF -contesto al chico y le doy unos golpes en la espalda- si hay que desenfundar lo haré primero y por supuesto no pienso desnudarme para eso.

Octus reprime una carcajada mientras empuja a su compañero al interior del tugurio. El arbites dedica una buena ración de mirada policial al interior del local buscando a su interlocutor, así como a esos potenciales problemas en forma de pandilleros y borrachos busca broncas. Antes de acercarse a una mesa, advierte a arcturus en un susurro.

Amigo, el que desenvaina primero elige el tipo de arma. Nunca puedes desenvainar un arma más mortífera que la que haya sacado tu oponente y no puedes desenvainar nada que tu contrincante no porte a simple vista. Es decir si se nos acerca un pandillero buscando bronca y saca un cuchillo tú no puedes sacar la pistola, sólo un cuchillo o similar. Pero si antes de que saque el cuchillo le arreas un puñetazo, él solo podrá defenderse a puñetazos aunque lleve un cuchillo, pues se considera que has desenvainado tú primero. ¿Lo pillas?

El arbites se quedó mirando por unos segundos al guardia imperial para ver si este lo había comprendido. Las costumbres locales erandifíciles de entender y aún así no respetarlas les buscaría un montón de problemas.

El chico parece apuntar algo en la libreta y entráis. El interior del Santo Ladrador está formado por el mismo material que el de fuera: mampostería arruinada. Oscuras alcobas de diversas formas se han excavado de forma tosca o se han montado a partir de fragmentos inconexos de mármol. No hay mesas, sólo grandes trozos de varias clases de piedra que realizan su función. La "barra" central es un largo pedazo de granito apoyado sobre los extremos cortados de dos columnas acanaladas. La barra está abarrotada con un heterogéneo grupo de habitantes de la colmena y el ruidoso tamborileo de las conversaciones. Detrás de ella, un hombre corpulento y empapado de sudor está sirviendo bebidas.

Mientras caminaba por el garito le decía a Octus:

-Pues esa costumbre no me parece nada bien, imagina por ejemplo que alguien se hace experto en atacar con un arma en particular, viene por aquí se lia a retar a todo el mundo y les gana -negaba con la cabeza- o que viene un tipo, se mete conmigo y le saco yo primero cualquier cosa, pero como el es un muerto de hambre sólo sabe atacar a mordiscos y entonces no puedo usar, mmmmm, una bolter por ejemplo. Esa ley es muy deventajosa. Debería imperar la del mas fuerte como en todo el mundo...

Octus niega con la cabeza mientras busca entre la concurrencia. Su implante ocular zumbaba al enfocar y parece que el Arbite sal fin encontró lo que buscaba.

Arcturus eso está pensado para que las peleas no vayan a más, tú asegúrate de arrear un buen puñetazo a la primera de cambio y nos evitaremos tener que matar a nadie o que nosdestripen a nosotros.

Su experiencia como arbitrador le hacía pensar que si una ley así se consentía, era por que evitaba muertes inecesarias.

Te hes reconocible entre los olores del local el aroma de la obscura*.

Una de las camareras se acerca a vosotros: ¿Qué pasa chicos? ¿Vais a pasar a tomar algo?

-Claro que si guapa. -contesto a la chica- querriamos beber y comer algo.

No sabía las costumbres ni la comida típica de allí, así que esperé que Octus me guiase.

Claro.

Doce Octus sin quitar razón a Arcturus.

Pero hemos quedado con un viejo amigo y tal vez le esperaremos antes de pedir comida. Es Vorlin Orday, tal vez le conozcais.

El arbitrador se la jugaba ya que si el detective había elegido el sitio por el anonimato, la camarera no le habría visto nunca. Pero si como pensaba Octus, Orday estaba jugando en casa y tenía preparada la cita, sería un habitual de la taberna.

La cortina a la que se refiere la mujer está al otro lado de la barra apartada de las luces de la taberna. Cuando Argantonio aparta la cortina descubre a un hombre canoso pero bien parecido que se aleja de los cincuenta sentada al otro lado de una mesa cuadrada. Una mano sostiene una jarra y la otra una pistola bolter que apunta directamente a la cabeza del arbite. 

Sonríe desganado, mostrando unos dientes relucientes que parecen un faro dentro del cubículo, y dice: ¿Estás buscando a alguien?

Octus devuelve la sonrisa y aunque mira por unos instantes a la pistola que les encañona, se centra en los ojos cansados del detective.

¿Estamos un poco nerviosos, no? No es bueno para la gente mayor estresarse tanto, creo que es malo para el corazón.

Sube tranquilamente las manos y enseña las palmas, manteniendo alejados los dedos de cualquier arma de las que porta.

¿Que si buscamos a alguien? ¡a la Reina de las Nieves joder! te buscamos a tí Orday. Venimos de parte de Laurent Strophes y por ese amigo que tenemos en común, vamos a olvidar que nos has hecho venir a este antro de fumadores de obscura para apuntarme a la cabeza con un puñetero bolter.

El arbites baja las manos y señala los asientos libres.

¿Y ahora, podemos sentarnos ya y tomar unas cervezas?

No acababa de entender esas bromas. ¿Habían retado a Octus o no? Yo le podía dejar una pistola de ese calibre, pero, ¿había sido un reto de broma?, ¿Se pueden anular o debería ser hasta le final? Curiosas normas...

Finalmente me senté callado y esperé a ver si traían algo de comer. Me apetecían costillas, el animal me daba igual, pero que fuesen costillas.

Octus saca un paquete de cigarros de Iho y tras llevarse uno a la boca lo deja sobre al mesa por si alguien quiere servirse.

Yo soy Octus y este de aquí es Arcturus.

Anuncia antes de encenderse el cigarro y pedir bebidas.

Bueno, bueno... pues vamos al grano. Necesitamos que nos cuentes lo que sepas de la sobrina desaparecida y del Coro del Júbilo ese con el que se relacionaba ultimamente, ¿qué son; fanáticos o algo así?