La dirección del albarán es un número imposible de encontrar en una manzana llena de tiendas con carteles escritos en letras extrañas. Hombres vestidos con túnicas oscuras y barbas pobladas juegan al ajedrez en una esquina. En una plazoleta, dos latinos de piel morena discuten en su jerigonza incomprensible, las camisas rotas, el pelo largo rizado. La ropa ondea en los balcones, y la música que sale del Café trae evocaciones de Arabia, India y más allá.
Pero la maldita dirección no aparece por ningún lado.
Vais todos en el coche.
En la Comisaría han insistido: Por supuesto, pondrán a alguien a vigilar a la sospechosa, claro que si. Y después, patrullarán la ciudad ayudando a las viejecitas a cruzar la calle, bajando gatos de los árboles y deteniendo el tráfico para que los niños crucen las calles. Si quieres que la vigilen, o lo haces tu o la detienes.
Observo con lentitud todo mientras veo que desde luego no vamos a encontrar nada a menos que preguntemos. Miro a mis acompañantes.
Thomson se queda junto a sus compañeros, mirando en derredor como un ventilador oxidado olvidado por alguien en medio de una habitación. Está fuera de lugar en su propia ciudad. No le gusta ese sitio. Ni esas túnicas, ni esas barbas ni esa jerizonga. Saca un puro con toda la flema que puede reunir, y se lo enciende con ceremonia, mientras piensa.
Por un momento ha pensado que quizás sería buena idea vigilar a la señorita Hirt. Pero también piensa que no va a tirarse las horas muertas en la calle como si fuera un gato, con el calor que hace. Y todo para que esa señorita extraña decida hacer macramé en su salón. Sí, es sospechosa, pero también ha ido a avisarles de la desaparición de su hermano.
-Me acerco a la cafetería. Preguntaré por Kaynak y por Hirt.
Cruza la calle y entra en la cafetería. Su puro y sus tirantes desentonan en ese lugar tanto como un político en el Bronx. Apoya el codo sobre la barra y avisa al camarero.
-Policía, quiero hacerle unas preguntas.
El revólver es fiable y leal, su peso tranquilizador.
-¿Dónde demonios está Kaynak Bil...Bilginin?
El hombre te mira un momento con la misma expresión que quien ve un elefante entrar en el despacho del alcalde. Se repone pronto y se acerca a la vieja y manchada barra de mármol.
- ¿Perdón, siñor? ¿Kanyak Bilginin? No sé que es Kanyak Bilginin ¿Qué es?
Habla con un terrible acento extranjero. Algunos parroquianos permanecen atentos, disimulando tras periódicos escritos en otro idioma.
Thomson se queda mira al camarero con cierto desconcierto durante unos segundos en los que se escucha el zumbido de las moscas entre las aspas de los ventiladores que penden del techo.
-Ehm, si, Kanyak Bilginin...¿no? Se rasca la ceja derecha, con su sombrero de medio lado. -Buscamos esta dirección...sid. Le señala la dirección del albarán. De repente sonríe. -¡Ah! Kan...Kanyak Bilginin. Mira de reojo a los hombres que se ocultan tras los periódicos. -¿Dónde puedo encontrarlo? Si, si Kanyak Bilginin. Jerry se afana en imitar los sonidos que antes pronunció el camarero.
El hombre asiente varias veces, saca una copa y coge del estante una botella. Te sirve la copa.
- Kanyak, si.
Sonríe, acercándote la copa.
La mosca se posa en la nariz de Thomson, pero está petrificado. De repente, coge la copa con rapidez y se la toma de un trago. -¡Baaaghh! El calor del coñá estalla en su estómago y deja un rastro de fuego en su garganta. -Buen Kanyak. Acerca su cabeza al camarero y le indica que se acerque y le susurra. -¿Te dice algo el nombre de Alaquin Hirt? Le enseña la foto del susodicho.
Le miro asombrada y si alguien pudiera leer mi mente seguro que veria pasar una planta rodadora por ella por la incredulidad que hay en esta accion.
Una de dos o el camarero sabe algo y no nos lo quiere decir o... carraspeo mientras le miro y luego al resto de los que hay en el lugar. Busco al primero que me parezca mas atento y me acerco a él.
Policia, necesito hacerle unas preguntas si no es molestia caballero
Un murmullo recorre el café cuando la joven dice la palabra "Policía" y un par de clientes terminan rápidamente sus bebidas antes de salir por la puerta. El camarero mira la foto y grita algo a un par de hombres de barba poblada, que le responden gritando de vuelta. La conversación va y vuelve entre gritos incomprensibles.
- Allí, allí.
El camarero señala la mesa de los hombres, que os hacen un gesto para que os acerquéis.
Luego dicen que la palabra policia no abre puertas. Sonrio para mi mientras les miro y camino hacia donde estan esos hombres con el resto de mis compañeros.
Les miro, les observo y espero a que se de a conocer Jerry aunque no se yo si sera lo mas adecuado.
Buenas tardes, detectives Hall, Pequod y Thomson, queremos hacerles algunas preguntas si no es molestia caballeros
Los hombres asienten. El más jóven responde, mientras el otro le dice algo en su idioma.
- Si, si. Kütüphane, si. Alkín, si: Kütüphane.
Arqueo una ceja al oirle hablar...
Le agradecemos la ayuda pero si nos lo dijera en un idioma que los presentes podamos entender le estariamos muchisimo mas agradecidos. Mantengo la mas amable de mis sonrisas mientras hablo, luego me va a pasar factura, no es mi karma ser tan amable.
Thomson aguarda prudentemente detrás de Annie, aún saboreando el Kanyak y la impotencia que le ha provocado la conversación con el camarero. Por suerte, parece que el tipo ha reconocido a Hirt en la fotografía. -Sin duda una imagen vale más que mil palabras.
Los de la mesa comienzan a hablar en la misma jerga incomprensible. -Otra vez... Saca su block de notas y comienza a anotar las palabras según suenan. -Si, cutufan, si, alkin, cutufan. -¿Si, le conocemos?
Los dos parroquianos, ligeramente empapados de alcohol y café, discuten un momento antes de que el primero que habló se levante, haciéndoos señas para que le sigáis. Con paso algo inestable, os dirige hasta la boca de un callejón estrecho y oscuro, señalando una escalera de aspecto poco seguro en mitad del bloque.
- Kütüphane. Kanyak Bilginin.
En lo alto de la escalera, entre cuerdas con ropa tendida y cables de teléfono, una pequeña puerta con un minúsculo cartel, prácticamente invisible desde la calle.
Por eso no lo veiamos. Asiento y sonrio al hombre
Gracias replico mientras miro a mis compañeros esperando sus ideas. Subire yo primero y me seguis preparados por si acaso. No es una buena idea lo se, pero o subo yo o sube uno de ellos delante
-Como quieras. Asiente, algo incómodo. Le gustaría afrontar los riesgos, pero tampoco quiere discutir con Annie por esa tontería. Desabrocha el botón de la funda del 38 y apoya la mano en la culata de madera barnizada. -Te sigo entonces. Apaga el cigarrillo con el zapato. -Veamos qué tenemos ahí arriba.
Sube las escaleras detrás de Annie, con los ojos bien abiertos. Al llegar a la puerta, deja que Annie llame y permanece alerta, por si hubiera algún problema. Sonríe imperceptiblemente mientras espera. -Seguramente nos abra la puerta un ancianito con barba y gafas de culo de vaso hablando ese idioma extraño.
La puerta se encuentra abierta, y el interior es una abarrotada pero ordenada librería. Una campanilla de bronce tintinéa en cuanto entráis a la penumbra. El olor característico de las tiendas de libros antiguos se mezcla con un toque de especias y de menta fresca que se sobreponen al ubicuo aroma del papel y el polvo. Dos largos pasillos se adentran en la manzana, dejando atrás la única ventana por la que entra la mortecina luz que se cuela entre los edificios de ladrillo sucio.
Sobre pulcras estanterías se alinean libros de todas las formas y colores. Algunos de ellos en inglés, muchos en otros idiomas ininteligibles. Aquí y allá, un breviario iluminado, un icono de madera o una menorah de latón, junto con cajas llenas de diversos colgantes con símbolos religiosos, cajones de estampas de santos y mártires y frascos de cristal etiquetados con nombres de diversas ciudades de oriente próximo.
Alguien se acerca desde el otro extremo de la larga estancia. Un hombre alto, pulcramente vestido y de barba cuidada, que luce un fez de color rojo intenso que destaca sobre su por otra parte formal atuendo.
- Mi nombre es Saljuk, bienvenidos a mi tienda. ¿En qué puedo ayudarles?
Su voz es suave y con un marcado acento británico de clase alta.
Arrugo la nariz al entrar y oler el lugar. Odio el olor de algunas de estas cosas.
- Mmmmmm
El hombre se gira y comienza a caminar hacia el fondo de la tienda mientras habla.
- Temo que el Sr. Hirt no ha hecho caso de mis advertencias. Le dije que restringiera su curiosidad a los libros antiguos y el conocimiento académico, pero creo que ha experimentado directamente lo que tanto le fascinaba. Pienso que no le volveremos a ver de nuevo.
Junto a un desgastado mostrador, un juego de pequeños vasos de cristal reposa sobre una bandeja de plata profusamente grabada. En un rincón, una tetera igualmente decorada burbujea lanzando nubes de vapor con profundo olor a té negro.
- ¿Gustan?