Partida Rol por web

Debido al velo, los compañeros no pudieron ver la expresión perpleja de Sarah ante las palabras de Sir Didymus. Primero se quedó en silencio, mirándolo con los ojos bien abiertos, y una especie de tic en la comisura de sus labios. Ese tic poco a poco se fue alargando hasta estallar en una sonora carcajada...

- Oh! Perdona!... - Dijo como pudo entre risas, llevándose las manos al rostro y secándose las lágrimas que se empezaban a formar. Durante unos segundos continuó riéndose hasta que finalmente consiguió controlarse... - No puedes decirle a una mujer que está horrible... Eso nos ofende mucho, tienes que ser más diplomático, no sé... Decir por ejemplo, ese velo no os favorece... Pero decir que está horrible, Oh!... - Volvió a reirse pero esta vez pudo controlarse enseguida.

Tras el accidentado paseo con el bote, llegaron finalmente al pueblo sumergido. Disimuladamente, Sarah observó su entorno a través del velo. En el momento en que su mirada se dirigía hacia la casa con el letrero de La Posada, escuchó como Luthien se ofrecía para pagar sus gastos.

- Supongo que no es mala idea detenerse a descansar, no tardará en oscurecer y al menos allí tendremos una cama caliente - . Comentó mirando a la pequeña hada.

- ¡Pero milady! - exclama Sir Didymus en tono dolido - ¡No soy capaz de concebir mejor halago para un disfraz que el de ocultar la verdadera naturaleza del portador! - a Sir Didymus le tiembla la voz ante la mera idea de haber ofendido a Sarah.

- ¡Y siendo vuestra belleza la de los atardeceres y vuestra sonrisa un amanecer que hace resucitar el mundo, no hay mejor disfraz que aquel que oculte bajo ruin apariencia tanta hermosura. - el caballero hace una pausa.

- Pero teneis razón, descansemos, descansemos, y perdonad mi imprudencia... disculpadme - Sir Didymus se deshace en disculpas mientras se acercan a la posada.

Los hombres y las damas entraron a la taberna. Se encontraron con unas diez mesas, decoradas con manteles a cuadros rojos y blancos y una vela en el medio, cada una rodeada de cuatro sillas. Había un grupito tocando una melodía y una señora, bonachona de cara, estaba charlando con un guerrero en la barra. Ella era la tabernera, no cabía duda de ello puesto que tenía en el pecho un cartelito que decía:

"Aída, la Tabernera"

El hombre parecía un guerrero porque tenía una espada, pero la había puesto al costado del taburete donde estaba sentado y conversaba jovialmente con la dama.

El grupo que cantaba era una mujer con cara violeta, y cuatro niños. Era una canción infantil. Era muy raro en este contexto pero en este contexto... ¿qué no era raro?

Al entrar en la posada, Sarah se quedó un momento parada, escuchando la extraña canción que estaban cantando, y mirando a aquellos niños que acompañaban a la cantante.

Por un momento perdió la noción del tiempo, aquella canción le traía extraños recuerdos de su infancia, pero no llegaba a comprender por qué.

- Chicos, pedid mejor vosotros las habitaciones - . Comentó bajando la voz para que sólo la oyeran sus amigos. Ya era difícil pasar desapercibida con un velo que le cubriera el rostro. Pero cuanto menos se dirigiera a la gente de aquel lugar, mejor...

Haciendo caso omiso de la canción, Sir Dydimus se acerca a la posadera, y llama su atención golpeteando repetidamente con su báculo sobre el mostrador.

- Tabernera, ¡Tabernera! - dijo elevando el tono - ¡Decídme, buena señora Aída! ¿Es posible conseguir alojaiento y cena para cuatro viajeros cansados, y una caseta y un hueso para mi montura? -

La tabernera muy dulce, les entrega las llaves de dos habitaciones. Una para las damas y otra para los caballeros. Incluso permite que Sir Ambrosio pase, una vez que sale de debajo de una mesa en donde estaba escondido. Mientras se dirigen a los cuartos Luthien comenta, preocupada.

-No me gustó esa canción. Esa tonada es es una canción infantil pero no es de las nuestras. Seguramente la reconociste Lady Sarah, al menos en parte. Es una mezcla de cosas nuestras y de vuestro mundo.

Luthien se agarra la frente y menea su cabeza diciendo:

-Eso quiere decir que la fusión de ambas realidades está empezando. Debe de estar pasando algún desastre natural ahora mismo en vuestro mundo. Sir Dydimus, debemos estar atentos, creo que dentro de poco nos enfrentaremos a situaciones tan raras que incluso en este mundo, serán raras...

Las palabras de Luthien provocaron en Sarah un escalofrío. Entraron en uno de los cuartos y una vez cerrada la puerta se quitó el velo de delante del rostro y se sentó en una de las camas.

En su rostro todavía se podía ver dibujada la preocupación que lo dicho por la pequeña hada le había provocado. Miró a sus amigos con ojos tristes. - Chicos, tenemos que hacer algo... No podemos permitir que esto suceda. Nuestros mundos mundos no pueden unirse, la gente no está preparada y sería desastroso para ambas partes. Luthien, ¿cuanto queda para volver? - Le preguntó volviéndose finalmente hacia ella. Si conseguían regresar, Jareth podría hacer algo...

Sir Didymus se vió interrumpido por las palabras de Sarah, porque ya estaba siguiendo con el rabo el ritmo de la tonadilla.

- ¡Ah! - dijo - ¡Por fin una misión digna de nuestra valentía! - añade en su acostumbrado tono petulante, que sin embargo no es capaz de ocultar la excitación que le produce tener una aventura por delante.

- ¡Enfréntemos con gallardía nuestro destino, y por los medios que sean necesarios interrumpamos esta fusión de mundos que tan presta como inexorable avanza en nuestro perjuicio! - dicho esto, se arrodilla frente a Sarah, y toma una de sus manos con delicadeza. De pronto, toda la bravuconería y los alardes han desaparecido. Sólo queda la promesa de un amigo fiel a una amiga amada. La voz de Sir Didymus de pronto se ha vuelto calmada, y llena de emoción contenida.

- Dulce dama. Una vez más nos llama el destino a cumplir grandes proezas. Y mientras me necesiteis en las tribulaciones que os esperan, seguiré aquí, a vuestro lado. Una vez más lo juro por mi honor, y que caigan sobre mi todas las maldiciones de las brujas si rompo mi promesa. Lady Sarah, soy vuestro caballero, en cuerpo, alma y corazón. Y si he de matar y morir por vos, no dudaré ni el tiempo de un chasquido de dedos. Lo juro por el Espejo, el Laberinto y las Nueve Coronas de la Magia. - remata el perruno caballero, tras lo cual inclina la cabeza sin soltar la mano de Sarah.

Luthien mira primeramente al caballero perruno y luego a Hoggle pero el hombre se alza de hombros como diciendo: "ni siquiera yo lo termino de entender".

Entonces, contestando el comentario de Sarah, Luthien dice:

-Para volver al mundo real tendríamos que...

La chica piensa las opciones...

-Volver al castillo... hay un portal que usa el Rey... ese portal lo comunica a vuestro mundo, mayormente se traslada con espejos. Pero está ese espejo... es el espejo que conecta a los demás...

La fata suspira...

-Pero es sumamente peligroso... también podemos probar por el pantano pero el pantano... no sé si sería peor, el pantano es la muerte...

Hoggle agrega, bastante asustado.

-No podemos ir al pantano, mi señora... hay cosas horribles que se comen a damas como vos o como ella. Ni decir del perro.

Ambrosius, cuando Hoggle dice ésto último, se esconde debajo de una cama.

-Por otro lado, ir nuevamente al castillo... Lady Luthien, tiene que haber otra manera, piensa.

-Podríamos seguir buscando por el pueblo. Sé de un camino que lleva al mundo real, pero el pueblo está lleno de gente bárbara. Estas personas son buenas y decentes, pero si nos adentramos más nos encontraremos con los sirvientes del Rey. No sé, a esta altura creo que nada es bueno... Oh lo siento mi señora Sarah, realmente siento no ser más útil...

Sarah sintió unas enormes ganas de abrazar a su amigo perruno. Pero se contuvo sabiendo que eso le hubiese incomodado. Pero, la emoción la embargaba y sintió como sus ojos se humedecían.
Escuchó a Luthien y a Hoggle, quedándose por un momento en blanco, sin saber qué es lo que podían hacer. Durante unos minutos se quedó en silencio, consciente de que estaban esperando alguna respuesta por su parte. Pero... Todo era tan complicado...

- No podemos volver al castillo, seguro que nos atraparían enseguida - . Empezó a decir con un hilo de voz. A su memoria volvió el caballero... ¿Cómo era...? No le venía su nombre ahora mismo a la cabeza... Era... Ummhhh... Black Dast o algo por el estilo. Recordó Sarah finalmente. - El castillo está lleno de vigilantes, empezando por los cuadros y... No sé, seguro que no hay ni un rincón seguro. Y si decís que el pantano es tan peligroso, pues... Quizás, lo mejor será continuar con el primer plan, buscar ese camino intentando pasar desapercibidos en el pueblo - . Terminó diciendo la joven mirando a sus amigos. Sus ojos claros se detuvieron finalmente en los de Luthien y una sonrisa tímida asomó a sus labios. - ¿Podrías ponerte en contacto con Jareth y decirle lo que está ocurriendo? Que dejen de buscarme... No pueden permitir que el rey se salga con la suya. Y mientras están ocupados en buscarme van ocurriendo cosas que se nos escapan de las manos... -

Allá donde vos decidáis ir, os seguiré, mi dama. - dice Sir Didymus. - Si es necesario me enfrentaré a cualquier peligro por vos, y la causa que defendéis. - respira profundamente - Así que decidíd el camino que seguiremos, y Sir Didymus os precederá en el mismo.

Lady Luthien, viendo que tanto Sarah como Didymus están de acuerdo, le tiene el arete mágico a la chica y le dice:

-Señora, es mejor que vos hablés con Jareth directamente usando el objeto que usamos siempre. Seguro que os prestará más atención que a mí -suspirando -es que se lo vé tan enamorado...

Sarah asintió con la cabeza, y con una sonrisa en sus labios alargó la mano para recoger el pequeño objeto que le servía para poder comunicarse con Jareth. Sintió como sus mejillas empezaban a arder tras las palabras de Lady Luthien. Por mucho que se repitiera que era imposible, que ella ya tenía su vida y no podía dejarse llevar por ese cúmulo de sensaciones. Sentía como miles de mariposas revoloteaban en su estómago cada vez que alguien hacía referencia al Rey de los Goblins.

Se llevó el arete mágico a los labios y empezó a susurrar...

Casi no habían hablado. Tras explicar entre susurros la situación que estaban viviendo, Sarah se quedó durante unos segundos en silencio. Un cúmulo de sentimientos podían verse dibujados en su rostro. Pero... De repente la joven palideció y susurró el nombre de Jareth... Bajó el brazo con impotencia y sus ojos parecieron humedecerse.

Con mano temblorosa le devolvió el arete mágico a Lady Luthien. Por un momento pareció tener la mirada perdida. Mordiéndose el labio inferior empezó a negar con la cabeza. Respiró profundamente, y cuando creyó que estaba algo más calmada miró a sus amigos.

- Hay algún problema. Ha tenido que cortar la comunicación precipitadamente y sin explicar los motivos - . Dijo con voz temblorosa. Sarah en aquel momento se hallaba extremadamente preocupada por las tres personas que se estaban enfrentando a diversos peligros por encontrarla...

- ¿Problemas, milady? - dice Sir Didymus con voz entrecortada.

- No debéis preocuparos... Lord Jareth sabe cuidar de si mismo. - hace una pausa - No en vano es el Rey de los Goblins. - se detiene mientras reflexiona - Y nosotros tenemos una misión, mi señora. - remata, intentando que la mente de Sarah se ocupe en algo que no sea su preocupación por el rey.