Partida Rol por web

Agazapado en las sombras creadas por las llamaradas del joven hechicero, Yi Fan apoya todo su peso en la pierna sana mientras observa como los dos jinetes pican espuelas y cargan con sus lanzas hacia el frente, con la clara intención de ensartar a Alex.

No lo conseguirán.

Al mismo tiempo que Henry ataca a la amazona de su lado, el Dindavara desenvaina su filo con ambas manos y salta hacia el caballo que carga, con la intención de derribar a la Cara Azul antes de que sea capaz de completar su ataque…

Esa lanza me ha dado, pero sigo concentrado en mi baile para mi próximo hechizo que será un chorro de puro poder de fuego directo a la lider, veamos si es capaz de absorverlo. Así que trazo los intrincados pasos para usar mi hechizo más destructor. Mientras me vuelvo a colmar de energía poco a poco. Confío en mis compañeros para protegerme.

La lanza de Hatysa se desvía ligeramente por la distancia y, en vez de alcanzar el corazón del hechicero, golpea con fuerza su brazo izquierdo. El dolor se extiende por todo el brazo cuando la afilada punta desgarra músculos y tendones por igual, dejándolo completamente inerte. Alex da grito cuando nota que el dolor se extiende por el hombro y el pecho, pero pese a todo consigue mantenerse en equilibrio mientras ejecuta sus pasos de baile. El hasta de la lanza estalla en llamas cuando cruza el círculo de fuego que el hechicero mantiene a su alrededor, pero el arma ya ha cumplido su función.

Yi Fan se lanza hacia la amazona justo en el momento que pasa a su lado, describiendo un amplio arco con el filo de su dinda. A pesar de su pierna herida, consigue pararse en seco junto al caballo que pasa a su lado mientras golpea a la amazona. Se escucha un chasquido mientras la espada del guerrero cercena el brazo de la mujer. Como si no terminase de creérselo, la truil se mantiene sobre la silla de su montura, mirando con gesto incrédulo el vacío que se extiende de su hombro. Pasa de largo junto al hechicero antes de caerse del caballo, desangrándose para no volverse a levantar.

Hatysa da un grito de rabia y coge algo de su jubón mientras señala a Yi Fan con la lanza. Su lugarteniente asiente y, enarbolando hacha y escudo, lanza a su caballo hacia el dindavara. Mientras la líder de los caras azules espolea a su montura para bordear a los dos guardianes del hechicero, que estarán ocupados con las otras dos truil.

La mujer derribada, consigue levantarse con esfuerzo y desenvaina una espada corta para enfrentarse a Henry. Ligeramente mareada, lanza un tajo horizontal a las piernas del luchador mientras trata de enderezarse. Sin embargo, con su peculiar estilo de lucha, Henry se hace a un lado, dejando que el filo de la espada corte el aire donde se encontraba tan solo hace un momento, mientras salta hacia el lado izquierdo de la mujer.

Concentrando toda su fuerza en el puño, el hombre de Asceltis lanza un terrible golpe hacia la espalda de la amazona. Incapaz de esquivarlo, la mujer recibe el tremendo puñetazo que le obliga a exhalar de golpe todo el aire de los pulmones. Se da la vuelta para encararse de nuevo con Henry.

El asesino se separa un par de pasos de su oponente y sonríe. De repente el rostro de la mujer se contrae en una mueca de terror. Sus piernas flaquean y deja caer la espada mientras se lleva la mano al corazón. Un segundo después, su cuerpo cae nuevamente al suelo.

El caballo pasa al galope justo a su lado, pero Yi Fan no se mueve, manteniendo su posición. Escucha detrás suyo caer el cuerpo de la amazona y el ruido de los cascos de su montura alejándose.

Con un movimiento continuo, el letal filo del corazón del Dindavara vuelve a quedar envainado, y él de pie, quieto, esperando. En el otro flanco, Henry combate con sus manos desnudas contra la otra mujer, pero sus puños resultan ser más peligrosos que cualquier arma.

Pero Yi no tiene tiempo de ver el resultado del combate, ya que la segunda al mando se lanza a la carga contra él, enarbolando escudo y hacha. La Cara Azul al mando se mueve para flanquearlos. Está claro que su objetivo es el chico, pero el Dindavara no puede hacer nada por él. Si se gira o se mueve hacia donde está Alex, la amazona a la carga lo matará.

A cubierto Alex. Susurra en voz suficientemente alta como para ser oído por el hechicero, mientras se planta en su puesto, con el rostro bajo, pero con su mirada oscura fija en la mujer cargando.

Exhala el aire de sus pulmones y deja la mente en blanco, permitiendo que el miedo y la furia que el combate genera desaparezca. La mayoría de los soldados a pie se sienten aterrados ante una carga de caballería. Su instinto les dice que den la vuelta y echen a correr. Eso es lo que les mata.

No. Debes permanecer firme. Hasta el último segundo. Golpear con éxito sólo una décima de segundo antes que tu atacante y dar un simple paso lateral, lo suficiente como para que no seas arrollado por el caballo.

Si fallas, probablemente morirás...

Acabo mi baile juntando las manos y haciendo un golpe de arriba a abajo. cuando apunto hacia mi objetivo, la lider que cabalga hacia mí y lanzo todo el poder en forma de una llamarada anaranjada que va quemando todo a su paso. Por un segundo el fogonazo ilumina la zona circundante como una explosión pero sín el ruido.

La mente de Yi Fan está en blanco...

... y sin embargo, recuerdos del pasado le vienen a la memoria, mientras espera, con paciencia infinita, a una mujer a caballo que carga al galope contra él para matarle...

No recuerda quién fue. ¿Uno de sus instructores de duelos a espada? ¿Su hermano? ¿Su padre tal vez? Le preguntaban por qué utilizaba esa técnica de combate, una técnica a la que apodaban la del hombre muerto.

Descargas todo tu ser, todo tu alma, en un sólo tajo. Le parece oir la voz, susurrándole al oido. Y el Filo de tu Corazón cortará a tu oponente en dos... Así sucederá siempre, al menos hasta...

¿Hasta cuando? Preguntaba un joven Yi Fan Meiren.

Hasta que te enfrentes con un enemigo mejor que tú. Sentencia la suave voz.

Ese día morirás.

El arrogante chico del clan de los ríos sonreía con ferocidad mientras replicaba:

No hay nadie mejor que yo.

La líder de los Caras Azules espolea su caballo de batalla hacia el hechicero. Baja la lanza mientras carga hacia Alex y, cuando está a penas a unos metros del chico, un rayo de fuego sale disparado hacia ella. La mujer sonríe mientras el medallón que cuelga de su cuello emite un destello rojo. El fuego se disipa al entrar en contacto con Hatysa, pero no sólo el proyectil ígneo lanzado por Alex, sino también el aura que rodeaba al hechicero. Mientras observa cómo la luz roja de la piedra del medallón se extiende por el metal en el que está engarzado formando el dibujo de unas runas, Alex siente frío por primera vez desde hace mucho tiempo. Una vez más, la magia que le mantenía sintonizado con su escuela, parece esfumarse, haciendo que todos sus hechizos sean meros bailes sin sentido.

El hechicero uld se queda paralizado por un momento, sintiendo cómo su poder se aleja atraído por el medallón de la mujer truil a una dimensión lejos de su alcance. Ese instante hubiera sido vital para que Alex se echase a un lado, pero no consigue reaccionar a tiempo. La lanza de Hatysa se clava en su torso, desgarrando túnica y músculo con la misma facilidad. El dolor hace que Alex vuelva en si mismo, esperando que su herida no haya dañado ningún órgano interno.

La mujer había visto la técnica del dindavara al acabar con su compañera y no parecía tener la más mínima intención de dejarse matar de la misma forma.

Cuando la jinete llegó a su lado, Yi Fan golpeó tal y como tantas veces había practicado con su maestro, un tajo rápido a la altura de la cabeza del enemigo. Puesto que la mujer iba a caballo, su altura era menor que la habitual de los enemigos del duelista, pero eso no le importó. Golpearía en el pecho ya que no alcanzaba el cuello de la amazona.

Sin embargo, la Cara Azul lo estaba esperando. Sacrificando el impulso de su caballo, movió ligeramente el escudo para bloquear el golpe de Yi Fan. Con un estridente chirrido, la dinda cortó la capa exterior del escudo, dejando una larga cicatriz en el recubrimiento de metal. El impacto estuvo a punto de descabalgarla, pero había pasado suficiente tiempo a lomos de su montura como para que el propio caballo se encargase de mantenerla en su silla. Sin embargo, el momento de desequilibrio evitó que la mujer pudiese descargar su hacha sobre el guerrero.

Yi Fan tiene que hacer uso de todas sus fuerzas para que el brutal impacto del metal contra metal no le arranque la Dinda de las manos. Lo consigue, pero por poco. El caballo al trote pasa junto a él con los cascos levantando tierra y en un segundo queda fuera de su alcance.

¡Ha fallado! La amazona es una experta jinete, y no sólo ha logrado bloquear su ataque con el escudo, sino que no ha sido desmontada del caballo, a pesar de que el Dindavara ha puesto todo su alma en el golpe. Ahora la mujer hace girar su montura, preparándose para embestir de nuevo.

Pero a Yi Fan el destino no le da tregua. Escucha un ruido a un lado y se vuelve justo para ver cómo la líder de las Caras Azules clava su lanza en Alex, un golpe que le hace girar sobre sí mismo. Parece que la hechicería del joven no ha conseguido detenerla.

Por suerte, parece que el lanzazo no ha sido letal, pero ¿por cuánto tiempo podrá el hechicero resistirla si no puede hacer uso de su magia?

El Dindavara mira a su oponente, que pronto volverá al ataque, después a Alex, indefenso ante esa implacable mujer, y se siente impotente al no ser capaz de desdoblarse en dos…

Una vez acabado con la amazona, Henry mira un momento la situación. Alex, gravemente herido, se enfrenta a la líder de las amazonas, mientras que Yi Fan parece estar enfrascado en combate con su lugarteniente.

- ¡Acaba con el caballo! - grita a Yi Fan mientras se dirige a ayudar al hechicero. - Perderán su ventaja si las obligas a desmontar.

Siguiendo su propio consejo, lanza un terrible golpe contra las patas del caballo, que carga nuevamente contra el hechicero. Dolorido, el corcel tratabilla y reduce su velocidad, ante el grito de rabia de la jinete, que mira a Henry con odio.

La carga de la amazona es interrumpida por el golpe de Henry. El caballo pierde velocidad, pero gracias a la pericia de su jinete no cambia de dirección. El ataque de la truil, perfectamente apuntado hacia el pecho de Alex, continúa su trayectoria letal, mientras el jóven hechicero ve cómo la punta de la lanza de la mujer se dirije directamente a su corazón.