El joven señor Paxton no siempre tenía la suerte de despertar en una cómoda cama de hotel. Al haber caido en desgracia habían desaparecido también los lujos que siempre le habían acompañado al ser el hijo de un gran combatiente condecorado como lo había era su padre. Por suerte, había recibido una carta anónima unos días antes. Más que una carta, era una nota, de esas parecidas a las que recibía de vez en cuando de algún informante.
Cita:
Objeto redondo y brillante, en un estudio de una residencia cerca de la Emb. Am.
Fácil entrar, fácil salir.
Dentro incluía mas libras de las que hubiera visto en los últimos meses, y una dirección cifrada que no tardó en entender. Aún cuando no había una fecha para la entrega del objeto exigido, era probable que lo exigieran pronto. Mientras la luz comenzaba a colarse perezosamente desde un cielo gris londinense, una figura remoloneó al otro lado de la cama. Una chica castaña, de labios carnosos. ¿Adriane? ¿Alice? No podía recordar el nombre en ese momento.
En la cama, la castaña remoloneó un poco, perezosa, suspirando suavemente al beso de Dwight. Abrió los ojos miel que de inmediato cubrió con su brazo, dejando al descubierto su busto desnudo, mientras se reincorporaba. -...nosdias...- Murmuró adormilada. Pareció darse cuenta de donde estaba, y una sonrisa aniñada dibujó su rostro. ¿Realmente estaba en una habitación tan lujosa? Su mirada se detuvo en el rostro del hombre que se le había acercado la noche anterior.
Se escuchó un golpecito en la puerta, y luego una voz masculina servicial. -Servicio a la habitación, señor Paxton.-
Apunto estuvo de cobrarse una nueva sesión de intensa investigación carnal con la castaña, así había cifrado su nombre en su cabeza, el que llamaran a la puerta hizo que maldijera en voz baja mientras besaba profusamente los labios de la joven, como si arrancara tiempo antes del final. Suspiró mirándola, disfrutando un tanto más de su delicioso busto delante de él.
—Parece que nos van a tener que interrumpir un momento.. —comentó con resignación. Se levantó poniéndose una bata, levemente atada para ocultar su desnudez, y se dirigió hacia la puerta.
—¿Qué sucede? —preguntó medio abriendo la puerta.
Ante la puerta estaba un mayordomo joven, pulcramente vestido, que llevaba un carrito de comida. -El señor solicitó anoche que se le despertara a esta hora y le fuera traído el desayuno.- Dijo cordialmente el hombre, esperando que se le diera paso para entrar. Desde la cama se escuchó un chillidito de vergüenza de la chica, que se apresuró a esconderse debajo de las sábanas para no ser vista.
El mayordomo dejó el carrito dentro de la habitación y esperó en la puerta con la mano extendida.
Con absoluta despreocupación, Dwight acompañó al mayordomo cayendo en la cuenta del desayuno. ¿Qué hora era? ¿Importaba? Echó una leve risa al ver la reacción de la muchacha mientras acompañaba de vuelta al mayordomo, al ver que extendía la mano, Dwight cayó en la cuenta.
—Oh, claro —dijo mientras le daba un par de toallas sucias —. Gracias —sonrió socarrón mientras cerraba la puerta delante de los morros del muchacho.
Hecho esto, miró a la mujer sin perder la sonrisa de truhán y se acercó a la cama.
—¿A qué viene esa timidez? —rió mientras se sentaba al borde de la cama —. Deja que vuelva a ver ese precioso cuerpo de marfil a plena luz de la mañana.
La puerta se cerró ante la cara entre sorpresa y repulsión del mayordomo. En la cama, la chica se asomaba detrás de las sábanas, con el rostro enrojecido. Se llevó el índice a sobre los labios, aunque estaba conteniendo una risa nerviosa. -¡Vaya suerte la mía!- Dijo, llevándose las manos al rostro y derrumbándose sobre la cama boca arriba. -¡Era mi hermano!- Le fue imposible seguir conteniendo las carcajadas, las sábanas quedando debajo de su cuerpo, revelando unas largas piernas y una figura curvilínea.
Asomó el rostro entre sus manos, mirando a Dwight con diversión. -¿Por qué le llamó Paxton, señor Ritz?- Preguntó con curiosidad. Ahora recordaba: le había dicho a la chica que él era uno de los herederos del hotel en el que se encontraban en ese momento...
Dwight soltó una carcajada levemente al escuchar la confesión de que era su hermano, el hombre se acomodó desnudo una vez más junto a ella contemplando su silueta sugerida bajo las sábanas, recorriendo su cuerpo con los dedos.
—Entonces tu hermano te habrá escuchado gemir de gozo esta noche —acuñó burlón rondando los senos de la joven, blandos y apetecibles. Mas cuando cayó en la pregunta del apellido, planeó ante la situación.
—Prefiero pasar desapercibido para los empleados del hotel —mintió sin rubor alguno —. Ya sabes. Ser discreto.. para poder tomar lo que deseo.. —pellizcó sugerente uno de los pezones de la castaña —.. y entregar lo que deseas..
Quizá la excitación, el juego, reforzaría la patraña. Pero si tenia que destaparse el pastel, al menos gozarlo mientras pudiera.
La chica se enrojeció una vez más al percatarse que podía ser cierto lo de haber sido oídos y volvió a cubrirse la cara con las manos, con risas nerviosas. Estas pasaron a ser un gemido suave cuando las manos de Dwight pellizcaron sus pezones. -Aahh, señor Ritz...- Gimió la chica, quien no tardó en estar dispuesta para un revolcón matutino.
***
Era más del mediodia cuando abandonaron la habitación. La chica, que resultó llamarse Anna, dejó indicaciones de donde podría encontrarla esa noche, y las próximas noches si así lo deseaba. Era momento de decidir los pormenores de como y cuando cumpliría con la misión que se le había encomendado.
Te dejo a libertad hacer los preparativos para el robo, antes de saltar a la hora que elijas para realizarlo.
Tras el agradable ejercicio matutino que se alargó hasta mediodía, Dwight se preparó para sus otros menesteres menos placenteros, pero igualmente excitantes. Había estado vigilando la residencia señalada por la nota días antes, no parecía tener demasiada actividad, por lo que tras varios días de observación se decidió a colarse esa noche para extraer el objeto. Pero Dwight tenía una sospecha bastante asentada de que, si tan sencillo era, la cantidad desorbitada que libras que acompañaban aquel trabajo le escamaba.
No iba a hacer ascos a aquel pago, pero prefirió ser cauto en su acercamiento. No había trabajo fácil, se repetía, y aquello no iba a ser una excepción. Esa clase de pensamiento le había mantenido vivo y fuera de la cárcel, aquel trabajo no debía ser distinto. Rondando la medianoche, tras filtrear con un par de prostitutas cercanas a la calle, se preparó para el allanamiento. Todo debía salir bien, eso esperaba.
Motivo: Sigilo
Tirada: 1d100
Dificultad: 60-
Resultado: 55 (Exito) [55]
Motivo: Juego de Manos
Tirada: 1d100
Dificultad: 60-
Resultado: 69 (Fracaso) [69]
La continua investigación y observación de Dwight le permitió formarse una impresión sobre el lugar al que entraría. Pertenecía a un hombre llamado Rupert Merriweather, un americano llegado hacía unas semanas. Se trataba de un hombre rubio, cercano a los cuarenta, muy guapo según las vecinas del lugar, aunque nadie sabía si era soltero o simplemente no había traído a su esposa a Londres. Dwight vio como cada noche la figura masculina, vestido de sombrero de copa, subía a un carruaje que lo esperaba puntualmente frente a su puerta, posiblemente de camino a un club para caballeros, y regresaba poco antes de las dos de la madrugada.
Al llegar la medianoche, Dwight se acercó hasta la ventana que daba al estudio. Con hábiles manos logró abrir la ventana, colándose a la habitación. La oscuridad era total, por lo que sacó la pequeña lámpara cubierta que le permitía cerrar la pequeña portezuela para reducir la luz. Encendió el cabo de vela y se dispuso a investigar. La luz cayó enseguida en el escritorio del estudio y los estantes detrás del escritorio. Habían libros de todo tipo y tamaño, distintas cubiertas, algunos sin nombre. También habían varios adornos, posiblemente antiguos, entre los que destacaba un orbe dorado, un globo terráqueo sobre una base de madera oscura. Sin duda era aquello lo que le enviaban a buscar. Se acercó con mucho cuidado al estante, pero por un descuido inesperado, su mano tropezó con un libro que cayó al piso sonoramente. Hizo silencio un minuto, pero no hubo ruido. Cuando volvió a poner sus dedos en el objeto, escuchó la voz.
-Exceptuando por el pequeño error de novatos, ha sido interesante, señor Paxton.- La voz era tranquila, pero el sonido del amartillado de la pistola lo previno de moverse. -¿Podría tomar asiento, si es tan amable?- Pidió la voz.
Maldijo para sus adentros su torpeza, lo que debía ser el presunto trabajo fácil se había ido al garete. Pero cuando escuchó la voz y el amartillear de la pistola tuvo una franca sensación de desasosiego. Sí, aquel dinero había sido demasiado fácil, y esa voz se lo corroboraba. Alzó las manos volviéndose hacia la voz, sonrió todo lo tranquilo que pudo mostrarse.
—¿Quién paga para que le roben? —comentó mientras obedecía, no tenía otra, y se sentó buscando el rostro de su captor —. Supongo que hacerlo fácil no es mi estilo.
-Necesitaba estar seguro de tener a la persona correcta.- Indicó la voz. La habitación se iluminó levemente cuando el hombre retiró la pantalla oscura que cubría una lámpara, y Dwight pudo reconocer al americano. Éste se sentó frente a él al otro lado del escritorio. -Supongo que estará armado. ¿Le importaría dejar su arma en la mesa?- Pidió el señor Merriweather amablemente. -Mi mayordomo aún tardará en regresar, y como buen británico no se tomará bien si se entera que alguien ha intentado robar la casa. Después de todo, sólo estaré temporalmente.-
Hasta que Dwight no dejó el arma en la mesa, no volvió a poner el seguro a la suya, dejándola también en la mesa cerca de su mano. -No soy amigo de las armas de fuego, si le soy sincero. Pero me gusta prevenir. Señor Paxton, quisiera hacerle una oferta de trabajo.- El señor Merriweather mostró una encantadora sonrisa.
Aun tenso por haberse visto sorprendido, Dwight siguió tratando de aparentar tener el control de la situación. Sentado, estrechó la mirada cuando se iluminó la estancia soltando un quejido. Midió con la mirada al americano, asintió con naturalidad.
—Está bien. Está bien. Es justo —comentó mientras dejaba su revólver, tenia el cargador vacío, las balas las dejó junto al arma —. Prefiero la disuasión. La sangre sale mal de los trajes.
Perfiló una sonrisa leve mientras escuchaba a su peculiar contratador.
—Tenéis un curioso proceso de selección, entonces. Pero aun queda noche, y no tengo nada que hacer. Mi potencial cita me mataría si la llamo a estas ahoras —se acomodó con una sonrisa socarrona en el asiento —. Le escucho.
Con una actitud más relajada, el señor Merriweather enlazó sus dedos sobre la mesa. -Muy bien. Estoy formando un grupo pequeño de... ayudantes, para retirar de manera poco convencional un objeto que es de mi interés. Cada uno tiene sus propias habilidades, pero aún necesito alguien con manos ágiles y pies silenciosos para adquirir el objeto. Sería sólo por una noche, apenas un par de horas. A cambio, recibiría un pago diez veces mayor del que recibió para realizar esta "prueba", en libras o dólares americanos; puedo, además, asegurarle un pasaje a América y que reinicie una vida allá, si le interesa. Lejos de las burocracias británicas y los militares con demasiadas medallas.- Sonrió agradablemente. -¿Le interesaría, señor Paxton?-
Una vez una oferta excesivamente apetitosa sobre la mesa, después de la primera vez, Dwight no las tenia todas con aquel hombre. Incluso se planteó el largarse de ahí con una sonrisa socarrona y comentario elegante, pero por otro lado la curiosidad y la perspectiva de la ganancia lo mantenían aferrado a su asiento.
—Y entiendo que no sabré más de ese trabajo hasta que no acepte, ¿verdad? —lo midió con la mirada unos instantes. Pensó en sus posibilidades. Seguir muriéndose de asco en Londres o tener una oportunidad, por loca que fuera. Lo valoró durante unos instantes y suspiró —. Qué demonios. Está bien. Estoy dentro. ¿Qué más he de saber?
El señor Merriweather mostró una amplia sonrisa. -Me agrada su entusiasmo. Bien, de momento deberá estar atento. Es posible que necesite que usted tenga un lugar de residencia fijo; escoja un hotel de su preferencia y yo me encargaré de los gastos. En unos días recibirá una invitación para un evento en el Crystal Palace. Mi nombre no estará en la invitación, pero le recomiendo que asista.- Dijo sin dejar de sonreír. -Es todo lo que necesita saber por ahora, el resto de las instrucciones las conocerá allí. ¿Qué tan fácil le sería conseguirse un gato?- Preguntó, aparentemente serio en su pregunta aunque su sonrisa no dejaba de bailar en su boca.
Dwight asintió a las instrucciones de Rupert, enseguida pensó en el hotel adecuado para seguir hospedándose. Total, él pagaba, ¿no? Pero la sensación de que se estaba metiendo en algo mucho más peligroso de lo que aparentaba seguía ahí, pero ya había aceptado y, puede ser, que solo fuera pesimismo por su parte.
—¿Un gato dice? —lo miró perplejo, aunque a continuación añadió —. Prefiero las gatas, señor —sonrió socarrón, luego le miró con curiosidad —. Estaré pendiente de esa invitación entonces. Y si no hay nada más que tratar.. supongo que aun me queda noche para disfrutar.
Hizo el ademán de levantarse, pero aguardando por si tenía algo más que añadir.
—Una cosa más, ¿con quién he tenido el gusto de tratar, señor..?
El hombre se puso también en pie, extendiendo amistosamente la mano a Dwight. -Soy el señor Rupert Merriweather, señor Paxton. Un placer conocerle.- Dijo formalmente, saliendo de detrás del escritorio y guiándolo hacia la puerta. -Si no le molesta, mejor sea que no salga por el mismo camino en el que entró. Espero que la próxima vez que tenga que venir a mi casa sea para tomar una copa y celebrar el éxito de la empresa.- Dijo con sonrisa afable.
Acompañó al joven señor Paxton a la entrada de la casa y allí lo despidió nuevamente. Era apenas media noche, y para hombres como Dwight Paxton eso sólo quería decir que la noche acababa de empezar.
Fin del prólogo. Puedes poner un post de cierre si quieres. En el transcurso del día te iré dando paso al primer capítulo.
Satisfecho por el encuentro, aunque aun dubitativo sobre la clase de trabajo hacer, Dwight se despidió de su cliente con la educación británica que obedece a tales momentos. Se marcharía como un caballero, claro, como si jamás hubiera allanado propiedad ajena y se dispuso a visitar a Anna. No sabia adónde le llevaría el trabajo, pero quería aprovechar la noche y, sin duda, la señorita Anna se había mostrado lujuriosa y lasciva. Ideal para las necesidades libres de falsa moral tan típicas de la metrópolis. Luego, bueno, luego iría a empezar el trabajo.
Principios de Octubre, 1891
Una carta llegó a la puerta. Un elegante sello en cera verde cerraba el sobre. En su interior, una invitación.
Estimado Señor Paxton,
Es un honor participarle que su solicitud para formar parte del Show Gatuno, que será realizado el 1ero de Noviembre del presente año, ha sido aceptada. El día 16 de Octubre se realizará la primera reunión para todos los dueños de las mascotas participantes. Su mascota será evaluada y deberá permanecer las siguientes dos semanas en nuestras instalaciones en el Crystal Palace. El cuidado y alimentación de su mascota quedará en nuestras manos hasta el día de la función.
La reunión será realizada en el Salón de Conferencias A del Crystal Palace, a las 19:00 horas. Una vez más, agradecemos su interés y participación.
Jonathan Lansky,
Organizador del Club Nacional de Gatos.