Partida Rol por web

Seguía teniendo las pulsaciones a mil por minuto. Haberse enfrentado a aquellos monstruos, desnudos para más inri, parecía algo imposible. Pero la victoria no había salido barata, llevándose cada uno dos buenos mordiscos. Sentía como le ardía la carne alrededor de las heridas, pero sin duda la más preocupante era la que tenía la curandera en su vientre. Por suerte se mantuvo lúcida y templó sus nervios para aplicarse curas en aquel mordisco infernal. A Julián le pareció completamente lógico que se ocupase de aquello, por lo que no mostró desacuerdo alguno ni voluntad en que le sanase a él en vez de a ella misma.
La noticia de que se convertirían en úpiros de no matar al jefe le preocupó. ¿Sería aquella mujer el jefe? ¿Tendrían que matar también al jefe del jefe? Al menos el jefe de aquel par que les habían mordido parecia ser aquella mujer, saber a quién tenían que cazar ya era más que nada.
-¿Cómo estás?- preguntó a Jimena preocupado. Era consciente de que tenía parte de culpa de lo que había ocurrido, aunque ¿Quién puede controlar los ataques de pánico? Asintió a la curandera-Es posible que Diego et Telmo igual estén en apuros. Creo que igual aquella mujer sea el jefe...aunque la luna sigue brillando en el cielo si esperamos al amacer quizás ya se haya ocultado lejos. -
No sabía tampoco de cuánto tiempo dispondrían antes de sucumbir a la ponzoña, así que tal vez no hubiese mucha opción. Solo esperaba ser capaz de actuar con la cabeza más fría esta vez.

Cuando llegáis a la puerta del prostíbulo veis que está cerrada con llave. Dentro se oyen las voces de Telmo y Diego a la vez que sonido de lucha.

La curandera se acercó a la puerta y saco de su bolsa un pañuelo que envolvía un pequeño trozo de cuero escamado, del trozo de cuero escamado a su ve saco una plaquita de metal. Pasa la plaquita de metal sobre la cerradura y pronuncio unas palabras en voz muy baja. Ya está. Dijo en voz baja dejado hueco para que el párroco pasara delante.

El alguacil y el Tabernero parecían estar en apuros, tal y como habíamos imaginado. Fuera nos habíamos enfrentado a dos de aquellos monstruos, pero ¿Cuántos habrían dentro? Quizás todos los que trabajaban en el lupanar eran de esas criaturas. Una parte de su ser le decía al sacerdote que saliese corriendo, otra, la del hombre de fe, que no podía dejar a su suerte a los dos de Sibiriana, el sentido común le dictaba que no había otra opción que luchar, pues de lo contrario sucumbiría a la maldición que le habían injectado con sendos mordiscos.
Jimena había habierto la cerradura para sorpresa del párroco, aquello le alegró por un lado, aunque junto a la impotencia de haberla encontrado cerrada desaparecía la excusa perfecta para evitar vérselas de nuevo con aquellos seres. Tomó aire, era hora de impartir la justicia de Dios, de aprovechar sus entrenamientos matutinos.
El señor nunca nos envía más de lo que podemos soportar
Se dijo para sí mismo, y de verdad si algo le otorgó las fuerzas suficientes para meterse en la boca del lobo fué que habían derrotado a dos de aquellos engendros. Al menos sabían que podían terminar con ellos, y con la ayuda de Dios lo lograrían.
Asintió, se colocó frente a la puerta y asió con fuerza su bastón.
-Eres una mujer valiente Jimena. Vamos a dar muerte a los monstruos- y dicho esto abrió la puerta presto a luchar por su vida y la de sus compañeros.

Telmo para la dentellada con su maza y con todas sus fuerzas suelta un mazazo en la otra pierna de la criatura

La criatura vuelve a atacaros , fallando el ataque sobre Diego y clavando los colmillos nuevamente en la maza de Telmo. Esta vez los ataques de Diego son más precisos, logrando herir a la úpiro en la pierna y en el brazo con una fuerte cuchillada. Telmo por su parte sueta un mazazo con todas las fuerzas que le quedan contra la pierna de la criatura, de no matarla la habría dejado lisiada de por vida y la mujer se desvanece en humo verde.

LA puerta del prostíbulo se abre y aparece el padre Julian y Jimena que no presenta muy buena cara. Están ensangrentados y cansados. Pero ahí están.

Un momento después se abre la puerta de la dueña del establecimiento. Viste un vestido y parece furiosa, pero contiene su ira y empieza a hablaros.

   Habéis acabado con mis hijas e hijos......y con esos patanes que debían protegernos durante el día. PEro aún todo no está perdido. OS propongo que os unáis a mí, que viváis eternamente y os olvidéis de vuestras vidas mortales. Vivid eternamente o morid ahora, vosotros escogéis.

Jimena se colocó detrás de sus compañeros. ¿Qué estaba pasando? Al principio no entendió que decía la meretriz. ¿Sus hijos e hijas? Ella no era tan mayor como para haber criado a esos hombres. Luego la mente maltratada por los sustos y giros argumentales de la curandera empezó a encajar las piezas del rompecabezas. ¡Ahhh! Tú eres la jefa de todos estos monstruos. Dijo con sorpresa y con cara de estupidez.

Claramente Jimena no iba a pactar con esa arpía de mujer, pero la joven muchacha no tenía los arrestos necesarios para enfrentarse a ella. Puede que si alguien rompiera el hielo, Jimena se envalentonara.

Cuando aquella infernal ramera se desvanece, Diego resuella cansado y mira a Telmo. Está herido, pero el alguacil no puede hacer nada para remediarlo.

- ¡Vamos! – Apremia al tabernero mientras saca otro cuchillo de su pantalón.

En ese momento entran por la puerta Jimena y el padre Julián, pero antes de que Diego pudiera siquiera decirle a la curandera que atendiera a Telmo, el momento de alivio se esfuma cuando otra figura irrumpe en escena.

La dueña del prostíbulo reconoce ser la madre de aquellas bestias, y les ofrece unirse a ella. Pobre ilusa, ¿Se cree que son estúpidos?

-Demonyo de l’infierno. M’acabo de cargar a toda tu prole… ¿Qué t’hace pensar que no te voy a dar a ti pa’l pelo? -

Diego la mira desafiante mientras deja que el grupo se prepare. Un cuchillo en ristre y el otro apuntando hacia abajo.

Si aquella criatura atacaba, Diego se dejaría caer sobre ella como una maldición.

Al cruzar la puerta y acceder al interior del local Julián sintió alivio. Alivio por ver a los dos hombres con vida y también al comprobar que habían terminado con todos los enemigos. Sin embargo pronto escubriria la verdad, pues no habían ganado todavía aquella guerra. La mujer que habían visto desde fuera volvió a hacer acto de presencia. Efectivamente era la creadora de todos los úpiros que habían derrotado y de los que habían recibido mordiscos.
Una parte del sacerdote se alegraba de que aquella abominación no hubiese huido ni pareciese interesada en eso. Por otro lado, sin embargo, se le erizaba todo el vello del cuerpo, pues estaba seguro de que no sería como los otros dos a los que se habían enfrentado.
Observó a los de Sibiriana. Era una suerte contar con Diego, por desgracia Telmo parecía bastante afectado, ya fuese por heridas o porque la ponzoña del mordisco ya estuviese haciendo su efecto. Por Dio, que no se transforme en úpiro ahora,. no quería tener que enfrentarse al tabernero aún menos teniendo tan cerca la solución a sus problemas. Por otro lado, recordaba que antes había sido Jimena mucho más eficaz que él mismo, pero también se había llevado la peor parte. Por esta razón y con la convicción de que prefería morir a terminar convertido en una criatura diabólica aferró su bastón y se colocó cerca de Diego, más o menos a su misma altura pero un poco separado, con la idea de qué si la mujer les atacaba debería encararse a uno de ellos dando la oportunidad al otro de atacarle por el flanco o incluso por la espalda.

Ya daba la cara esa perra del infierno. La madre de todos esos seres. La culpable de la muerte de Paco y la responsable de que me encontrase en el estado en el que estoy. No se si acabar con ellas apaciguara mi mal pero al menos habria de intentarlo.

Agarró la maza con fuerte y me encomiendo al altisimo como hacia antes de cada combate en el campo de batalla. Esto no es lo mismo. Allí luchaba contra hombres no contra bestias inmundas. Mas si el altisimo permitiome salir con vida al enfrentarme a hombres como yo, como no habría de ayudarme et guiarme para acabar con este ser del averno

-Bestia rastrera. No saldrás ilesa de este prostibulo

   Oh, es muy simple. YO no soy como ellos-responde a Diego. Se rie ante la bravata de Telmo.Después se lanza a por vosotros a una velocidad endiablada. Pero sus ataques están lejos de ser precisos y no son más que mordiscos al aire. La úpiro intenta esquivar vuestros ataques.¿cómo puede ser tan rápida?

La arpía se había decidido en atacar. Solo había una solución y era matarla antes de que ella nos matara.

Jimena con el cuchillo en la mano trato de buscar la espalda de la mujer para atacarla con más facilidad y que de ese modo tampoco la pudiera atacar a ella. Lanzo una cuchillada al abdomen de la mujer

Aquella endiablada era mucho más rápida que los otros a los que nos habíamos enfrentado. Estaba claro que era más poderosa y haríamos bien en ser cautos. La distancia entre unos y otros y su número singular nos daban la ventaja de que, irremediablemente, debía darnos la espalda en alguna ocasión si deseaba atacar a uno de nuestros compañeros, pero ¿contra quien se lanzaría? Era posible que no tuviese muchas oportunidades quien resultase ser el objeto de su embestida. 

Agarré fuertemente el bastón, los cuatro estábamos dispuestos a luchar, lo hacíamos literalmente por nuestras vidas, quizás era Diego el único que no había sufrido mordidas, así que él todavía podía escoger, aunque parecía tenerlo realmente claro.

En un arrebato alcé mi voz, listo para la lucha y con la esperanza de romper la concentración en el ataque de aquel monstruo, quizás enfurecerle para que se volviese poco cuidadosa y nos ofreciese una oportunidad de ataque capaz de destruirla.

-¡Sed sobrios et velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; resistid firmes en la fe, sabiendo que los mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo!- (1 Pedro 5:8-9 RVR1960)*

Tras jactarse, aquella endiablada criatura ataca y se mueve como una comadreja, y a Diego le pilla de improvisto. Las palabras del padre Julián le envalentonan y se permite el lujo de olvidar sus defensas para lanzarse junto a sus compañeros sobre la madre de aquellos engendros.

-Me da igual lo que seas. ¡Veste a l’infierno tambén! -

La úpiro falla sus ataques, pero logra esquivar la maza de Telmo y el bastón de Julian. Diego se cae al suelo y pierde los cuchillos que van a parar a un metro de distancia.

Visto que no tiene nada que hacer si se queda en el suelo, la criatura se eleva hasta el techo y desde allí se lanza a por vosotros como loca.

Diego maldice su suerte en silencio cuando su temerario ataque lo lleva de bruces al suelo.

Aquel engendro del averno es increíblemente rápido, y el alguacil casi se caga en sus calzones cuando se eleva por encima del suelo.

Amedrentado, gatea cual gorrino intentando pasar desapercibido para aquella criatura hasta llevar a los cuchillos.

…Maldita resaca… Piensa para sus adentros cuando el tamborileo vuelve a sus sienes por el esfuerzo.

El ser se mueve endiabladamente rápido mas no solo eso. Ahora se eleva por los aires!! Las piernas empiezan a temblarme ante la visión de ese prodigio

Se lanza a por todos nosotros y comienza a repartir estopa a diestro y siniestro. Intento parar el golpe y devolverselo a ver si esta vez no es capaz de evitarlo

Mis ojos se abrien tomando la forma de dos tomates cherry. ¿Realmente estaba aquella mujer desplazándose por el techo?

No es una mujer, es un demonio Me recuerdo. 

Me preparo, está claro que va a lanzarse desde allí arriba contra uno de nosotros, pero ¿contra quien? siento como la boca se me seca a causa del miedo, mis piernas no quieren quedarse quietas y mis manos se agarran a mi bordón con tanta fuerza que mis nudillos están de color blanco. 

Danos fuerza, Señor, pues somos tu siervo et rebaño, concédenos tu gloria para vencer aqueste mal, para retornar su negra alma a los infiernos.