Partida Rol por web

El mediano se ofreció a subir a la atalaya para controlar desde ahí el perímetro, y le pidió a Girion que le acompañara.

Eben lamentó profundamente la pérdida de Wulfgar, pero se repuso rápido, lo importante eran los vivos y la supervivencia, comentó con Denelloth:

- Yo iba a avisar al pueblo de lo que les viene encima, pero ha conseguido que vaya alguien en mi lugar: un aldeano que encontré por el camino. ¿Cuáles son los siguientes pasos a realizar?

Alivio. Esa fue la sensación de Norión cuando vio que los dos que habían partido estaban a salvo y que Koradhur sería notificado a tiempo del avance del ejército de la perdición. Sin embargo no pronunció palabra, estaba aún molesto por el imprudente accionar de su alumno, ya tendría una severa conversación con él en privado. Aún tenían una noche por delante y era mejor concentrarse en los escritos que la hechicera le había dado. 

Buscó en el interior de la cabaña un rincón donde poder abrir la carta de Finduilas y aprender el místico lenguaje que iba a necesitar invocar en pocas horas. Una vela y algo de silencio serían suficientes para él. Se disponía a acomodarse cuando el susurro agónico de un guerrero parecía indicar su partida. Titubeo, tenía cosas importantes que hacer y el tiempo se agotaba, pero los Valar siempre tenían modos que los mortales no comprendían, en especial el Guardián de los muertos.

Caminó lentamente hacia el hombre y se arrodilló con dificultad a su lado. Puso su mano sobre la frente fría del hombre - Si es voluntad de Namo que partas, entonces ve en paz hacia el mundo que ahora te abre sus puertas, pero si es posible que tu partida se demore, entonces que tu frío cuerpo reciba el aliento que una vez tuvo- dijo, y cerró los ojos, en una plegaria silenciosa.

Para Norión la aparición de un guerrero nórdico horas previas a la misión mas peligrosa de su vida, de la cual dependía la supervivencia de la chispa de luz que habitaba en Sir y en Ayla, no podía ser otra cosa que un signo de los Valar. Él sentía el apoyo de Irmo en el guerrero elfo, el de Yavanna en Sir, el de Varda en Ayla e incluso el de Vairë en Finduilas. Tal vez Tulkas estuviese dando su cuota de ayuda en este momento por medio de aquél hombre, pero ésta no llegaría sin la ayuda de Namo. Él sabía claramente que representaba al Guardián de los muertos, su presencia era la intervención de Namo para detener la oscuridad. Y si el señor de Mandos deseaba usarlo como instrumento para sanar al enviado de Tulkas, acaso iba él a negarse? o se entregaría de lleno a esa tarea?

Al oir a Girion y ver a Russef, Denelloth alzó las cejas, entreabrió la boca y lanzó una mirada de reojo a Norión, evidentemente aliviado. Pero no dijo palabra mientras se reunían todos en la cabaña. Ni siquiera a Eben, al que sin embargo posó las manos en los hombros, permitiéndose una corta sonrisa de satisfacción; el joven había realizado bien su tarea.

El montaraz, que conocía el lugar, no se entretuvo en observaciones mientras Eben le ponía al día y solicitaba órdenes, ni dijo nada cuando Otho y Girion subieron al puesto de vigilancia. Se quedó de pie frente al lecho de muerte de Wulfgar, y siguió callado por unos minutos, mientras Norión intentaba suavizar el paso de Wulfgar al otro lado. Denelloth, por su parte, parecía reflexionar acerca de las consecuencias de sus decisiones, y miraba al nórdico con infinita tristeza. El enano Ferrim callaba, por el momento.

Se volvió y respiró hondo, mirando a algún punto indefinido de la pared de enfrente. -Siento la muerte de este hombre, tan temprana, tan a destiempo. Aceptó un papel que sabía difícil de desempeñar, y lo hizo hasta el fin. En parte soy el causante del mismo, así que haré cuanto esté en mi mano por que no haya sido en vano.

Luego, dirigiéndose de forma más específica a Eben, pero también al resto de los presentes, añadió, con voz determinada: -El siguiente paso es dirigirse al monolito. Eben, tú nos acompañarás; de nada sirve tu presencia aquí por ahora. Y saldremos en cuanto Norión esté dispuesto; ya habéis visto todos la amenaza que se cierne sobre Sil Auressë.

Y mirando a Norión, que seguía arrodillado frente a Wulfgar, añadió, para sus oídos, pero a sabiendas de que todos le oían: -Maese Norión, estoy a tu disposición para lo que juzgues necesario o mejor respecto al monolito. Te repito que no me siento capaz de "llamar" al Guardián, pero sé que vendrá a nosotros cuando me acerque al monolito portando la piedra de Sir al mismo tiempo. Si tus artes y las runas que porta Girion, y la habilidad y el cincel de Ferrim lo permiten, hágase como planeas; si no -y se estiró y alzó la voz para que lo siguiente que iba a decir fuese una orden conocida de todos-, nuestra última alternativa es destruir el monolito.

Parecía haber terminado, pero añadió, en el mismo tono, mirando a Russef: -Y nada de volver a separarse, sobre todo -y entonces levantó la cabeza y dirigió la voz a la atalaya sobre ellos -si portamos elementos fundamentales para el buen acabamiento de la misión.

Eben asintió a las palabras de Denellpth y se fue a un rincón a revisar sus flechas y afilar su espada. Revisó la cabaña buscando algunas provisiones, el momento era malo pero sabía que tenía que tener todas sus fuerzas apra lo que fuera a venir.

- Estoy preparado. Voy a ver si hay algo de comer y nos vamos a sus órdenes.

Ferrim observaba atento, apoyado en la pared junto a la puerta de la cabaña. Un lugar interesante y discreto, aunque le parecía que tener una chimenea encendida era un riesgo, por la luz y el humo. No pasaría nada mientras el fuego fuera bien pequeño, lo justo para calentar un cazo de agua y poco más. La comida cocinada podía oler, y bien sabía Ferrim que algunos exploradores orcos, y los huargos, tenían un olfato excepcional.

Había un hombre herido y ciertamente parecía que no se podía hacer nada por él. Una pena, por supuesto. Por lo que decían los demás había sido un hombre valeroso y su muerte un sacrificio.

Escuchó las palabras de Denelloth. El montaraz intentaba poner en claro algunos puntos que debían haberse establecido desde el primer momento. Humanos. A veces eran incomprensibles.

Como eran incomprensibles algunas de las cosas que decía. ¿Un guardián? ¿Quién? ¿Y qué guardaba? Ferrim tenía curiosidad, pero era prudente. No quería provocar una discusión ni perder el tiempo. Un ejército marchaba contra Sil Auressë.

–Aclaremos los próximos pasos antes de volver al camino. Y una vez en el camino, respetémoslos.

El espíritu de Wulfgar vagaba por el umbral del mundo más allá de este lugar. El paso de la vida a la muerte le era conocido a Norión. Innumerables habían sido las ocasiones que había presenciado el misterio que a todos les será revelado tarde o temprano. Ante la muerte, los hombres eran todos iguales. Los ricos y los pobres, los valientes y los cobardes. No obstante, los detalles de esa transición podían variar como si de obras de arte se tratara. En el caso del guerrero nórdico, una parte de su espíritu ya había contactado con el mundo que no pertenecía a los vivos. Pero otra parte seguía aquí. Era como si las fuerzas invisibles que tejían el destino de todos hubieran estirado ese umbral, para hacer menos definidos los límites d mundos que en algunas ocasiones se encontraban. En los ojos de Wulfgar que ya no miraban en este mundo, Norión vio un atisbo de la divina eternidad.

En tus ojos está la calma,
En tu mirar la verdad
Guardián eterno y sereno,
Recibe mis suplicas,
Tal como recibes a los muertos en tu seno:
Con toda tu bondad, tal como guías
A las almas hasta tus Estancias

Y Norión sintió ese encuentro entre los mundos. No era casualidad. No podía serlo. Wulfgar se adentraba al reino de Námo, y el Amo de los Destinos, se hizo presente en este lugar.  Lo que rodeaba a algo tan trascendental y sagrado como era la muerte nunca podía ser fruto del mero azar. Los dioses parecían bendecir la misión, y la presencia de Irmo, Námo, Varda y otros se hacía evidente en la mente de Norión.

Girion subió a la atalaya para vigilar mientras sus compañeros se acervcaban. No quería que nada les pasase desapercibido, no en este momento tan delicado.

Una vez arriba Girion miró a Otho y vioq ue tenía el fardo que le había dejado. Cogiéndolo se lo puso nuevamente a modo de bandolera y le sonrió.

- Gracias por cuidar de él. Vigila, si viene alguien avisa.

Dicho esto el dunadan bajo a la sala donde estaban sus compañeros y los miró a todos. Primero a Denelloth y al posar su vista en él asintió reconociendo que no debío salir. Luego miró a Norion e hizo lo mismo.

- Reconozco que no debí salir, pero creí que no debían seguirnos y que sinos encontraban correría peligro la misión...por eso dejé a Otho el "paquete"- dijo tocando ahora el cilindro que estaba dentro de la bandolera.- Lo siento, no volveré a separarme del grupo. Si tiene que salir alguien a ver qué pasa que sea otro.

Tras esto miró a Norion y luego a Denelloth. Esperaba que le perdonaran y que le comprendieran, pero sabía que la misión que estaban emprendiendo era vital y no podían entretenerse o complicarse con otras cosas.

Luego, viendo que Norion comenzaba a leer las cartas, se le ocurrió una idea.

- Tenemos que enterrar a Wulfgar, pero mejor si creamos un espantapajaros por si alguien se acerca a la cabaña- dijo mirando el cuerpo del difunto.- Podemos quirtarle la ropa y hacer un espantapájaros con ella que se asome por a ventana. Así si alguien se acerca verá a alguien asomado por la ventana lo que le frenará. Eso le restará tiempo- desarrolló su idea a los demás-. Así también damos sepultura a Wulfgar como debe ser...si es que tenemos tiempo- comentó mirando a Denelloth y a Norion.

-Ya poder oír cuernos de guerra… Mis padres. Mi pueblo, la voz de Wulfgar se entrecortaba. Pero seguía con vida, delirando con visiones del más allá en la dulce agonía de los momentos previos a su muerte. Aún así, se resistía dar el último aliento un poco más por un motivo que él mismo no lograba entender. Había perdido mucha sangre, y parecía no sentir dolor. Se aferraba a la mano de Norión y le hablaba al sacerdote con sorprendente fuerza. –Veo… Te veo, le dijo aunque no estaba claro si había recuperado algo de su visión. –Y veo guerrero elfo blanco… Un lobo… Orcos tener miedo… Círculo de luz aquí…

Trató de alzar la mano pero se quedó sin fuerzas, y simplemente agachó la cabeza y cerró los ojos. –Lobo…¿Yo seguir tú?...

La larga agonía de Wulfgar arrojó un manto de tristeza sobre el grupo, y ensombreció aún más los ánimos ante el difícil cometido que les esperaba. Desde la atalaya, Girion y Otho podían comprobar que aún quedaban unidades de retaguardia de la hueste orca por pasar, y por lo tanto la mejor opción era esperar un poco más antes de seguir ya en línea recta hacia el claro.

Tiempo escaso, pero tal vez clave para preparar el último tramo antes de llegar al monolito. 

Eben miraba a través de la ventana hacia la oscuridad aunque era consciente que en el refugio estaban relativamente a salvo.

Esperaba órdenes. No era de los curiosos y no preguntaba hacia donde irían ni qué iban a hacer, pero por otra parte esperaba que sus compañeros confiasen en él para situarle en lo que se supone que deberían estar haciendo.

Ferrim quería conocer los detalles de la expedición, y aunque Eben no preguntó, Denelloth sabía que sentiría al menos curiosidad. El montaraz iba de sorpresa en sorpresa, y miró de punta a punta a Girion y a Otho cuando el primero explicó que había dejado las runas... todo el tiempo junto a ellos. Ni siquiera escuchó la idea del espantapájaros que proponía Girion.

-Eso se avisa... -empezó a reprochar Denelloth, cuando Wulfgar, aparentemente moribundo, tuvo fuerzas para unas últimas palabras... Palabras que debieron sobrecoger al montaraz, a juzgar por su expresión. Miró a Norión intensamente, unos segundos, y señaló al nórdico con la cabeza: -Tal vez tenga fuerzas para explicarnos qué le ha pasado, aunque podemos imaginarlo -dijo al sacerdote.

Las tropas enemigas seguían pasando. No era momento de salir a campo abierto todavía. Dirigiéndose en especial a Eben y a Ferrim, pero a todos en general, Denelloth replanteó la situación en la que se encontraban y los pasos a dar a continuación.

-Nuestra misión consiste, siguiendo las instrucciones de Norión, en llegar al claro con el monolito que algunos conocéis. El objetivo es revocar los planes del Gothdust y evitar la ruina de Sil Auressë. Sobre el mismo, maese Ferrim grabará las runas que nuestro sacerdote le indicará. Allí podremos contactar con el Guardián de los Sueños a través de esta poderosa piedra -y, sacándola de su bolsa, la mostró en alto a los presentes. -Quién es ese Guardián no sé explicarlo con claridad, tal vez Norión pueda hacerlo mejor que yo; en cualqueir caso, es nuestro principal aliado en estas oscuras circunstancias. Si por alguna razón no podemos llevar el plan adelante, debemos intentar destruir el monolito.

Hizo un pausa para que los presentes pudieran asumir por completo el proyecto planeado en Sil Auressë y pudieran plantear dudas u objecciones, antes de atisbar por la ventana el busca de su compañero alado y añadir:

-Hemos llegado a la mitad del camino. Queda lo más difícil. No os ocultaré que afrontamos un trabajo peligroso y tal vez algunos no veamos un nuevo día. El monolito está en un claro en el medio de un bosquecillo. Todos llegaremos a la linde del bosquecillo, y allí uno de nosotros, probablemente Girion, y tal vez Otho, se queden ocultos con el caballo (siempre que Norión pueda cruzar el bosque a pie) y como vigías; si algún enemigo que pueda estorbar nuestros planes se acerca al bosquecillo, ellos deberán destruirlo, o avisarnos. El resto atravesaremos el bosquecillo cautelosamente, muy cautelosamente. Entraremos al claro con más cuidado todavía, y allí Norión dispondrá como mejor considere mientras el resto sirve de escolta. Después... -se calló un instante, y esbozó una triste sonrisa- Después, si tenemos éxito, poco importará lo que hagamos, pero creo que deberíamos intentar volver y unirnos a nuestros camaradas de Sil Auressë en su desesperada defensa. Al menos, eso haré yo.

Y miró uno a uno a sus compañeros de fatigas, esperando alguna réplica o comentario.

Norión había pronunciado su plegaria había cerrado sus ojos para sumergirse en un mundo que sus compañeron no podían ver... aún. Parte de él estaba entre ellos, los comentarios de Girion sobre "el paquete" llegaron a sus oídos pero no podía contestarle, ni sobre eso ni sobre un entierro que tal vez no ocurriese. En realidad la consciencia del sacerdote estaba en otro lugar, junto a Wulfgar, en un camino gris y solitario. Lo que allí ocurría era algo que conocía bien, pero esta vez... podía sentir la presencia de Namo, de Varda, de Irmo. Norión sonrió con el semblante iluminado por el solemne momento.

Las palabras del norteño trajeron su atención al mundo mortal, sintió la fuerza del apretón de manos de aquél hombre. Lobo?.. a que se refería con un Lobo? en ese instante sintió la mirada de Denelloth - lo que le ha pasado o lo que le ha de pasar?- le contestó sosteniendo la mirada sobre el montaraz, en el umbral de los mundos el tiempo no era como los hombres lo entendían, para Norión estaba claro que bien podía estar describiendo una escena por venir y no una pasada. 

Escuchó a Denelloth comentar los detalles de la misión, asintió con la cabeza encapuchada, todo era acertado y aún así faltaba algo que no habían compartido, lo que Girión había escuchado de Finduilas - Hijo de Gildur, porque no comentas el tema del "paquete" y lo que hablamos de Sir? - seguía molesto con él y llamarlo de ese modo sabía que no pasaría desapercibido para el muchacho. Bajó la mirada para concentrarse en Wulfgar.

Sosteniendo con firmeza su mano sobre la del guerrero le susurró - Hijo de Tulkas, los Valar te han bendecido, acompáñanos a la difícil tarea que tenemos por delante, recibe la fuerza que viene de lo alto y toma la decisión... a quien sigues preguntas? aquí está mi mano, sígueme a mí- 

Eben asintió en silencio a Denelloth.

- Como siempre cuanta conmigo para lo que necesites.

Girion, miró a Norion y luego miró al suelo, buscando en su cabeza la mejor manera de resumirles lo que había vivido con la princesa Finduilas momentos antes de partir. Tras unos segundos se adelantó, sacó el tubo de la bolsa que portaba y se lo mostró al resto.

- Bien, seré breve pues los detalles no nos interesan.

- Esto es un portadocumentos...pero algo más especial. Está fabricado en kregora, un metal que impide que la magia penetre en su interior. Solamente se puede abrir conociendo la clave. Además, un frágil cristal lleno de ácido corrosivo destruye los documentos en interior si se intenta forzar. Se puede decir que es el recipiente más ideoneo para transportar lo que lleva en su interior....y porta, unos pergaminos de runas. El monolito, hemos comprobado que cuando están activados absorben toda magia que hay en su alrededor. Como he dicho el portapergaminos es de kregorá y eso ayudará. Lo que sí insitió la princesa es en que Norión no tocara el cilindro hasta llegado el momento.

En cuanto a los pergaminos...creo que no es relevante para vosotros, pero es mejor que sepáis que son para que estéis preparados. Uno es para convocar al Guardián a través de un portal, usando como foco la piedra de Sir. Findulilas no cree que pueda hacerse presente, pero podrá intervenir a través de ese foco. Otro es para revelar los símbolos en la piedra, para luego tallar en la piedra un símbolo complejo de disolver canalización. Y el tercero es una runa de magia...de magia arcana y oscura, que pulveriza la piedra. Es posible que genere tal liberación de fuerza mágica que suceda una explosión, por eso hay que estar prevenidos

- También nos dijo Finduilas, que antes de llegar, debemos de intentar contactar con el Guardián Benaldamat. Para que esté preparado. Un simple ritual con la piedra de la niña bastará, porque él estará esperando.

Girion hizo una pausa para que todos entendieran la importancia del contenedor y de los documentos que portaba en él.

- En cuanto a Sir...bueno, eso es más peliagudo.

- En cuanto a Sir...bueno, eso es más peliagudo.

-¿Qué hay en cuanto a Sir?

El montaraz casi escupió la pregunta, de inmediato, en cuanto Girion mencionó el nombre de la niña. Miraba por la ventana intentando penetrar la oscuridad. Había escuchado atentamente sus detalladas y precisas explicaciones, que aún estaba rumiando en su cabeza. Pero más o menos todos los presentes estaban al corriente de que un lazo especial entrelazaba los destinos de Sir y Denelloth, y que se había tomado su bienestar como una tarea muy personal. Pensaba apresuradamente en el ritual que pretendían acometer, y en el fondo de su corazón temió que todo aquello pudiera amenazar de alguna manera la salud de la niña. Miró directamente al joven portador de las runas. Su rostro, encapuchado, quedaba en sombras, pero sus ojos brillaban debajo.

El montaraz repitió: -¿Qué hay en cuanto a Sir, Girion?

Rituales, pergaminos, runas, magia,... sobre todo magia, esa era la clave. Podría ser la solucion a los problemas o la principal causa de estos.

Nadie dudaba de la presencia de la magia, pero todos temíamos que fuese magia negra que devniiera el desastre y la oscuridad.

Por ultimo escuché el nombre de aquella pobre chica que buscaban con ahinco los orcos y los huargos hace días y que in extremis pudimos llevarla a Sil Auresse. Quizá su vida aún corría peligro.

Pobre chica, susurré al pensar lo peor.

Mientras Norion atendía al herido junto a la puerta, los demás debatían la misión dentro de la cabaña. El sacerdote podía oír lo que decían, e intervenir. Pero su atención se centraba en Wulfgar y en sus últimos momentos en este mundo.

El sonido del búho al sobrevolar la cabaña les sobresaltó un poco, aunque ya estaban acostumbrados a su presencia.

Denelloth seguía junto a la ventana, y desde su posición vio cómo aterrizó cerca de la cabaña, en el suelo. El animal se quedó un rato observando a Norión. Después vanzó unos pasos hasta ponerse junto a una piedra, y luego miró fijamente a Denelloth. Al montaraz le dio la sensación que estaba tratando de decirle algo, de comunicarse. Había sido su fiel guía y acompañante, un Guardián en el camino hacia la oscuridad. Un guardián antes del otro Guardián que estaba por llegar. El búho había cumplido más allá del deber o la imposición del hechizo de Denelloth. Era como si hubiera aceptado una misión, igual que los demás miembros del grupo.

El búho le observaba apacible en el pequeño claro. Pero no se acercaba más a la cabaña. Simplemente esperaba.