Partida Rol por web

Tal vez todo aquello no tuviera nada que ver con lo que les había llevado allí. Tal vez no era el mejor momento. Tal vez sería mejor advertir a Norión, más ducho en las artes mágicas que el montaraz, pero el sacerdote estaba ocupado... Pero era evidente que el animal quería decirle algo, voluntarioso, y Denelloth aferró la piedra, pensando en Ayla y en Thelran, y procuró respirar hondo y lento como había aprendido. Notaba la piedra en su mano. Su peso, su textura, sus matices. Intentaba penetrarla, aprehenderla, conocerla... no con los sentidos, sino de otra manera más profunda, más intensa, más íntima...

Ferrim escuchó atentamente. Agradecía estar al tanto de los detalles, y aunque era consciente de que las implicaciones se le escaban, y de que desconocía el poder real de ese monolito, no era un incrédulo ni un ingenuo. Ese humano había estudiado ese lugar y sus opiniones estaban respaldadas por una sabia señora. No correspondía a Ferrim, desde su desconocimiento, negar ni matizar nada de lo que el monje le estaba contando.

Antes bien, aunque Ferrim no manejaba la magia, sabía cosas. Nadie como un naugrim para comprender la realidad oculta en el mundo subterráneo. No en sus criaturas, ni en las cuevas que nunca vieron el sol. Sino en la propia materia de la que están hechas las cosas. La roca habla y tiene mayor memoria que ninguna otra cosa de la creación.

Eso era algo que cualquier enano sabía, sin más. Era parte de su cultura conocer la roca, apreciar sus minerales y maravillarse ante sus vetas. Lo llevaban en la sangre. Buscaban las raíces de las montañas y allí sentían el sosiego y la sabiduría del mundo. Lugares nunca imaginados, aires nunca respirados y bóvedas eternas.

Si ese monolito era arcano, creado en el principio de los tiempos, Ferrim sabía que una corriente de energía correría desde él hasta el interior de Arda, como un relámpago silencioso, invisible y paciente que se extiende por las profundidades sin más pretensiones que simplemente existir conectado con la esencia del mundo, hermanado con la roca. Si de verdad ese monolito era lo que decía Norión, no correspondía a Ferrim derribarlo, pues era mil veces más viejo y más sabio que él mismo. Pero si esa piedra había sido envenenada, enfermada, quizá Ferrim si pudiera curarla. No se trataba de atacar su esencia primigenia. Era limpiar el daño que injustamente había recibido.

Asintió.

– Ferrim, hijo de Ferric, no maltratará lo que es más grande y sabio que él mismo. Pero puede reparar el maltrato que otros han hecho. Sanemos ese monolito y devolvámoslo a la luz.

Hubo unos segundos de silencio que tensaron al sacerdote, ese enano bien podría haber preferido destruirlo, y si ese era el caso, Norión hubiese respetado su voluntad. Había un solo modo de hacer lo que se había propuesto, y era que aquel que tallara la piedra y aquél que invocara las fuerzas mas allá del entendimiento, actuasen y pensaran como un mismo ser. Hubiera sido imposible para la mente del anamarta que esa unión tuviese lugar con el naugrim que conoció en el consejo, sin embargo, tras lo vivido con Wulfgar, tras la certeza de la mano de los Valar detrás de cada uno de los que lo acompañaban en ese momento, Norión realmente ya había ampliado los límites de lo posible. Él mismo había cambiado, tal vez porque sus horas en Arda estaban llegando a su fin, tal vez porque había encontrado lo que buscaba con ansias desde hacía décadas, o tal vez porque le había sido concedida una fuerza de luz en el centro mismo de su espíritu, como un manantial inagotable.

Finalmente el naugrim se pronunció, y sus palabras resonaron con fuerza en el anamarta - Que así sea entoneces!- sonrió y comprendió que las dudas que antaño tenía sobre quien tenía frente a él habían sido injustificadas. No comprendía a los enanos, eso era cierto, pero había una nobleza en ellos que no había encontrado en los humanos, Namo lo había guiado bien hacia él. Acercó el tomo hacia Ferrim y le mostró algunas de las páginas - Las runas que hizo Finduilas son mágicas, algo que no está a mi alcance manejar, sin embargo el poder de la hechicera está en ellas. Si vamos a sanarlo, es necesario que esas runas queden grabadas para siempre... un metal común no puede hacerlo, ni un orco ni un humano, pero tu y tu martillo si pueden. Pero no es un grabado sencillo, al contrario, son runas muy específicas, y muy poderosas - hizo un silencio, pensó en los pergaminos dentro del tubo de kregora - No puedo mostrarte las runas del pergamino, no puedo verlas yo aún, de hacerlo es posible que atraigamos la oscuridad sobre nosotros. Este libro fue escrito en tiempos de Númenor, un lugar que es un mito para muchos, pero que muestra un tiempo en que los Valar y los hombres eran cercanos, antes de... disculpa, esa es otra historia, lo que quiero mostrarte es el tipo de runas de las que hablamos. Yo debo comprender su significado lo antes posible, para hacer correctamente mi parte en esto, pero quiero que las conozcas, las estudies, las incorpores, de modo que frente al monolito puedas tallarlas con precisión en el menor tiempo posible... - lo miró seriamente - porque dudo realmente que vayamos a tener mucho tiempo, es mas , creo que mientras estes tallando nos atacarán con todo lo que tienen, ni tu ni yo podemos distraernos ni un segundo hasta haber terminado, pase lo que pase - otro lo hubiese pensado antes de seguir, pero Ferrim había mostrado cuan duro podía ser si había tomado una decisión, y una muerte probable no iba a detenerlo, y claramente a Norión tampoco.

La mano de Denelloth envolvió la piedra, y la estudió tratando de sentir su fuerza, y ver si tenía alguna propiedad mágica. Pero parecía a todos los efectos una piedra normal. Confuso, miró al búho. El animal seguía inmóvil, pero se le notaba algo más nervioso. Miraba hacia el centro del círculo, como buscando consejo o instrucciones. Luego otra vez a Denelloth.

Por momentos, el montaraz tuvo la sensación que el búho estaba igual de confundido que él. No vio nada más alrededor, pero sabía lo suficiente de los poderes del mundo para entender que había mucho más de lo que los era capaces de ver.

En su bolsillo, notaba el peso de la piedra de Sir. A diferencia de la piedra que había señalado el búho, la piedra de la niña sí parecía reaccionar de algún modo dentro del círculo donde se hallaba Denelloth...

Miró de nuevo al búho, luego la piedra, luego el círculo. Piensa, piensa. Pensó por un momento llamar a Norión, pero el sacerdote seguía ocupado con aquellos documentos arcanos, discutiéndolos a media voz con Ferrim. Exasperado, se sintió perdido e inútil.

En ese momento, por alguna providencia divina, recordó a Sir, que nunca se apartaba del todo de su mente. Recordó su piedra, la visualizó, dentro de su bolsillo, como un ser latente, casi vivo. La palpó y la sacó, lentamente, sin dejar de observar al pájaro que se movía inquieto frente a él, y muy despacio la colocó en el centro del círculo, observándola. Logró calmarse y poner su espíritu en aquella disposición que conocía como más favorable para comunicarse con el alma profunda de la realidad y canalizar las energías de la naturaleza. Expectante, pero atento a cualquier cambio, cualquier indicio mágico. Intuía, más que razonaba, que tal vez Ayla y el Guardián (y Thelran, por qué no) había, de alguna forma, previsto las circunstancias en las que se hallaban y preparado este complicado camino. Quizás podrían, de alguna manera, ayudarle...

Ferrim escuchó y observó el libro, una auténtica reliquia. Costaba creer que hubiera sobrevivido al paso del tiempo, sobre todo estando al cuidado de humanos. Seguro que detrás de ese libro había una buena historia.

– Dejadme estudiarlo –comentó. No tenían mucho tiempo, pero seguramente podría ver a la luz de la chimenea aquellas runas, y hacerse una idea de qué eran y cómo debían tallarse. Su ojo experto sabría identificar la técnica apropiada. No pretendía memorizar nada, simplemente analizar.

Denelloth se había posicionado en el centro del círculo que ahora podía ver con mayor nitidez. A medida que se conectaba más con las fuerzas invisibles de la Naturaleza, el brillo azulado del perímetro del círculo se hacía más evidente. El círculo tenía un radio de unos dos metros, y en su interior podía ver líneas de formadas por manipulación de la energía mágica.

En su mano sostenía la piedra, y se agachó para estar más cerca de la tierra. Concentrado, trató de sentir lo invisible. Llegar más allá, comunicarse con el mundo desconocido. Tenía los ojos casi cerrados, pero pudo ver cómo se acercaba el búho. De nuevo el animal se movía, y llegó hasta el montaraz. Como si una extraña fuerza le estuviera dominando a ratos. Era algo que no había visto antes en el búho. De alguna forma, este lugar también le había afectado, y se le veía incluso asustado de lo que estaba sucediendo.

La pata del ave se movía para tocar la piedra, y Denelloth vio cómo se proyectaba alguna fuerza invisible desde el animal hacia la piedra de Sir. Casi pudo oír el aullido del viento helado...

Los flujos de energía se movían alrededor de la piedra, tomando forma. Como si algo o alguien quisiera traspasar el umbral para llegar al mundo físico.

Conforme el lazo con un otro mundo se iba haciendo más fuerte, Denelloth fue ganando seguridad. Era extraño, ya que por un lado le parecía sumergirse en una realidad distinta, como quien se sumerge en un lago de agua quieta y oscura; y por otro era perfectamente consciente de lo que ocurría a su alrededor: los hombres que se ocupaban de Wulfgar, el mediano en la atalaya, Norión, que estudiaba dentro de la cabaña (y deseó con todas sus fuerzas que el sacerdote se diese cuenta de lo que ocurría), y sobre todo la presencia del búho. El animal se había convertido en un canalizador y, aunque no entendía muy bien cómo ni por qué, le parecía ahora evidente que le ayudaba en su misión principal; no sólo vigilar para llegar al claro del monolito, también establacer comunicación con el Guardián.

El frío que comenzaba a rodearlo no podía tener otra explicación, pensaba.

Dirigió pensamientos tranquilizadores a su alado compañero y se concentró en recibir y facilitar cualquier contacto que pudiera producirse.

El animal parecía tranquilizarse delante de Denelloth. El montaraz era capaz de ver, o más bien de sentir, el pequeño torbellino de corrientes mágicas a su alrerededor, pero ignoraba si el animal estaba entre dos mundos como lo estaba él. Cada vez tenía más claro que el Guardián trataba de comunicarse, y se valía del búho de alguna forma para hacerlo. Tal vez la conexión mística que existía entre el ave y Denelloth le abría esa posibilidad, o tal vez el búho fue realmente enviado por los valar para asistir en este cometido.

Denelloth notaba cómo se movía la energía, empujado por algo o alguien invisible. Una nueva oleada de viento gélido aunque invisible tocó su piel, y entonces pudo oír unas palabras en su mente. Palabras pronunciadas deprisa, y la voz era algo distorsionada como si hablara en medio de una tormenta de nieve. Pero Denelloth reconoció la voz...

- Denelloth... Denelloth... Soy Benaldamat, no tengo mucho tiempo. Siento vuestra pérdida, intenté llegar a él pero fue tarde. Lo vi partir allá donde van los hombres, y marchó en paz. Denelloth recuerda, la piedra lunar es mi conexión con vosotros, lo que de algún modo me puede traer a vuestro lado. Úsala si ves las señales como ahora.

La voz se escuchaba en su cabeza, y el búho se mantenía inmutable aunque tenía sus ojos fijos en Denelloth. Seguramente nadie más, ni siquiera el ave, estaban escuchando o viendo lo que estaba pasando. Por la ventana de la cabaña se veía la silueta de Norión pero estaba de espaldas. Los que estaban enterrando a Wulfgar se hallaban más lejos al otro lado de la cabaña.

Entonces escuchó la voz nuevamente. La notaba entrecortada, como si estuviera haciendo un gran esfuerzo, a punto de desvanecerse.

Cuando lleguéis al monolito seré más fuerte, convócame allí si no volvemos a comunicarnos.

Siempre estaré con vosotros, os seguiré donde quiera que nos lleve este camino y compartiremos destino, por Enila...

Recuerda vuestro sendero es el mío, el sendero del Guardián. Nunca caminaréis solos. 

Y entonces desapareció del todo. Los vaivenes de las fuerzas naturales se aminoraron, y en unos instantes había regresado la calma, dejando solo el recuerdo de las palabras en la mente del dúnadan. El búho parecía volver en sí, y observaba algo extrañado y asustado a Denelloth, como buscando respuestas en el humano que le había convocado en el castillo. De nuevo, se comportaba más de acuerdo a su naturaleza animal, y evitaba entrar en contacto con Denelloth. Aunque seguía vinculado al montaraz, y no le asustaba su presencia, y menos ahora cuando su mente más primitiva trataba de asimilar lo vivido.

Una sensación extraña recorrió el cuerpo de Norión, y se puso de pie en la cabaña. Ferrim observaba el libro de los Enach junto a la mesa, y el mediano vigilaba desde la atalaya. Fuera, Girion, Russef y Eben estaban enterrando al guerrero Wulfgar. Tal vez Norión tenía que haber presenciado la sencilla ceremonia, pero asuntos más urgentes requerían su atención. Asuntos que necesitaba ver con Denelloth.

Denelloth

Toda persona en Arda estaba formada por su cuerpo físico o fána, y su espíritu o fëa. Un sacerdote anamarta como era Norion estaba en contacto con lo invisible, y era capaz de notar cuando alguien o algo manejaba las fuerzas mágicas o cuando alguien proyectaba su espíritu más allá del mundo físico. Era como cuando alguien atraviesa una telaraña o una serie de hilos que componen la realidad que tocamos y sentimos. Y al hacerlo, dejaba su imprenta, su sello personal, la estela de su fëa. Lo que no se esperaba era sentir de repente esa ligera fractura del tejido y en esa fractura notó a Denelloth.

Sin mediar palabra, y casi sin poder controlar sus pasos, salió por la puerta y buscó con la mirada a Denelloth. Estaba en el centro de un círculo de energía mágica solamente visible para los que veían más allá de lo físico. Un círculo que ya se desvanecía alrededor del montaraz que seguía con una rodilla apoyada en el suelo, sujetando la piedra de Sir y a su lado se encontraba el búho que les había seguido desde que partieron de Sil Auressë. Los dos se miraron...

Norión se acercó con prisa al lado del montaraz. Podía distinguir el halo de luz a su alrededor y sintió un gran alivio al verlo - Lo has contactado, verdad?- susurró sin querer distraerlo. Podía sentir aún la protección de Ayla sobre el lugar, la esencia de la elfa seguía en el aire y no había mejor lugar para usar la piedra que allí. Al parecer la intuición de Denelloth hacía que a veces no fuese necesario explicarle nada, era algo que escapaba al entendimiento del anamarta. Se quedó en silencio a su lado, observándolo con detenimiento, hasta que éste le explicase lo sucedido.

La vuelta al mundo tangible no fue brusca ni violenta, aunque sí rápida. Denelloth se tomó unos instantes para darse cuenta de lo que había vivido, de lo que había oído, aunque sin tratar de explicarlo. Siguió quieto unos instantes, mirando al búho. El Guardián se había comunicado con él, le había entendido, y sus palabras le habían reconfortado profundamente. Y estaba convencido de que la presencia de aquella ave providencial era lo que se lo había permitido.

-Gracias por tu ayuda y tu compañía, Hawmenedrol.*

Se dirigió al búho, y por primera vez le dio un nombre; aunque sabía que no se entendían con palabras, y que el animal comprendía con claridad todo aquello que el montaraz no le decía, pero sentía en aquel momento.

Entonces notó cómo alguien se acercaba. Era Nórion. Los dos se miraron...

Los dos se miraron...

-Lo has contactado, verdad?

 Denelloth pestañeó un par de veces mientras sostenía la mirada callada del anamarta. Luego se levantó lentamente, con la piedra lunar de Sir todavía en la mano.

-Sí -respondió llanamente. -Gracias a este.. este portal que Ayla abrió aquí hace tiempo. No sé cómo lo sé, y me maravilla su previsión. Y a este animal.

Señalaba al suelo, al trazado azulado de líneas que iba desvaneciéndose paulatinamente, y al búho que todavía estaba en él. Luego se guardó la piedra en el bolsillo, caminó hacia Norión, lo tomó del hombro y lo acompañó de vuelta al interior de la cabaña, mientras se explicaba. Parecía muy tranquilo, incluso esperanzado, por primera vez en muchos días.

-El Guardián me dijo que estaba con nosotros. Conoce nuestros pasos. Me ha pedido que volvamos a comunicarnos con él junto al monolito, a través de esta piedra. Sonaba débil y lejano, pero allí su presencia será más fuerte. Y ahora, maese Norión, entremos. Quiero conocer más detalles de ese plan.

Los dos se miraron...

Cuando el sacerdote llegó junto al montaraz, este se irguió y lo tomó por el hombro, dirigiéndose ambos de nuevo a la cabaña. Intercambiaron unas pocas palabras, inaudibles para el resto; pero sin duda tenán que ver con el insólito acontecimiento que acababa de producirse. Denelloth parecía muy tranquilo, casi alegre. Iban a concretar los últimos pasos del plan para salvar a Sil Auressë, y quién sabe qué más...

Por fin habían dado sepultura a Wulfgar y era hora de seguir con el siguiente paso a dar, para poder destruir o inutilizar el monolito. 

El joven dunadan miró a los reunidos y sin cambiar el rostro les dijo:

- Voy dentro a ver cuál es el siguiente paso a dar.

Sin más Girion se dirigió a a cabaña. Pero justo antes de entrar vio como Denelloth y Norion se encontraban cerca de la puerta. El montaraz sonrió al anamarta, le dijo unas inaudibles palabras y entró en la cabaña. Girion no quiso intervenir en la escena y entró en la cabaña tras ellos. Una vez dentro, miró a los allí reunidos. No dijo nada, ni hizo ruido alguno. Les observó y esperó a ver si necesitaban algo de él, mientras escuchaba atento.

Al romperse el silencio, Eben escuchó a Girión y contestó:

- Sí, vamos dentro.

Observó con cierta indiferencia a Denelloth y Norion, entrando en la cabaña y situándose en donde se había puesto anteriormente, cerca de la ventana y vigilando el campo frente a ella mientras pasaba la noche, a la espera de nuevas instrucciones.