Partida Rol por web

El lugar en que solías despertar ha desaparecido. Ante tí hay un techo destartalado lleno de placas de amianto medio carcomidas por el tiempo, dispuestas en una estructura metálica que, más allá, muestra las tuberías y conductos comunes en un edificio, oxidadas como los barrotes que componen el camastro en el que estás, que sujeta un colchón hundido y viejo, manchado de Dios sabe qué fuidos secos de diversas tonalidades entre blanquecinos, amarillentos, rojizos e incluso marrones.
El suelo es de madera, guarda los restos del desprendimiento de las planchas de amianto del techo y el descascarillado de la pintura de las paredes, llenas de graffitis, alguna que otra inscripción hecha con rotulador o rayadas en la propia pared.

El olor es denso y empalagoso. Hay goteras que dan a charcos de agua sucia y sanguinolenta, algunas de éstas gotas te han caído encima.

Vistes únicamente un pijama blanco de algodón viejo, lleno de bolillas producidas por el desgaste de la tela, con un número de cuatro dígitos en el pecho...

La puerta de la habitación es metálica y vieja, de las que se imagina que gritan más que rechinan sobre las visagras a poco de moverlas, tienen una ventanilla con una reja metálica rasgada y restos de un cristal roto.

Tres frente a tres, hay seis camastros como el tuyo, cinco compañeros. A alguno puede ser que lo conozcas del centro en que estabas, pero el resto son caras nuevas: Tres mujeres, una de ellas quizás demasiado joven, rubia y de mirada desencajada. Otra es alta y espigada, de pelo corto y negro, la otra tiene aspecto atlético, de rasgos asiáticos y gesto duro. Los otros tres son hombres: Uno rubio que ya habrá pasado con creces los treinta, otro de aspecto formal, su cabello castaño repeinado hacia atrás, y el último parece el reflejo masculino y desquiciado de la chica rubia...

Tan sólo una bombilla alumbra desde el techo la estancia, desnuda y pendida de un cable. Hay cajoneras llenas de agujeros de carcoma al lado derecho de cada cama, y en su superficie una moneda...

Y lo peor no es la presencia de desconocidos que parecen tan desconcertados como tú en un lugar que no habían visto en su vida. Lo peor es la ventana, pues no da a ningún sitio. Sólo hay tierra, como si el suelo se hubiese tragado el edificio, los cristales se quejan crujiendo, ya se ha dibujado una tela de araña del resquebrajamiento en ellos. En la puerta, bajo la ventana, escrito recientemente con aquel líquido inmundo que goteaba del techo se lee un mensaje:

"Still Waiting..."

"¿Qué... dónde...?"
Sentí una repulsión total por el ambiente putrefacto y carcomido que me rodeaba. Un líquido que parecía heces batidas goteaba por todos lados. Sentí una arcada al ver que me había salpicado la ropa... pero pronto me olvidé de la suciedad cuando caí en la cuenta de que no recordaba absolutamente nada...
"Dios, no... me han encontrado, me han encarcelado... me han drogado... joder ¡Tengo que salir!"
De repente vi otros individuos. Para mí no eran personas. Me sentí sucio por estar a su lado. Comencé a ahogarme...
"Respira. Respira..."

Me senté en la litera mugrienta seguido de un crujido horrible.
-¿Quienes sois? ¿Qué es esto? ¡Responded! -dije visiblemente alterado.
Me puse las manos en la cara mientras observaba intermitentemente a los dos hombres que estaban en la habitación.

Abrió los ojos con pesadez presa del despertar. Le costó ubicarse, sobre todo por que no sabía donde estaba... Miró a un lado y a otro con la boca entre abierta y se llevo la mano a la cara quitandose una extraña sustancia la cual miro con el ceño fruncido. Dedicó bastante tiempo a mirar lo mal que estaba la estancia para luego posar sus ojos en los otros internos que estaban con él. Tragó saliva tratando de guardar la compostura.
- Tranquilo... tranquilo... - dijo con un tono de voz sereno buscando que no cundiera el pánico entre todos ellos; respiró algo agitado y continuo - Soy Adrien ¿Y vosotros? - relajo un poco la respiración - sea lo que sea, habrá una explicación para que estemos aquí... seguro - dijo autoconvenciendose así mismo

La más joven de las tres mujeres acabó despertándose con el murmuro de los desconocidos. El lejano eco del goteo la había guiado en sueños a una realidad que, en un principio, creía ilusoria... Pero al abrir sus ojos, su mirada desencajada, enmarcada por unas extensas ojeras, quedó perdida entre las cuatro paredes de la estancia...

Sufrió un espasmo en su mano cuando una de las gotas la alcanzó... Parecía en pause, como si estuviera tomándose un tiempo religioso para atar cabos hasta que, como no podía ser de otra manera, su imagen serena fue menguando con una respiración cada vez más agitada...

- Christina... - la llamó, estirando un brazo en su dirección, aún tendida sobre la cama, cada vez más nerviosa... - ¡Christina...! ¡¡Christina!! ¡¡...CHRISTINA!! - pegó un brinco, separándose de su cama para pegarse a la mujer de pelo negro, pisando uno de los charcos. Una vez a su lado la zarandeó con debilidad para despertarla, acurrucándose junto a ella como si se tratara de un gatito asustado, mirando a los hombres con absoluta desconfianza y miedo en los ojos... - ¡Nos ha engullido...! No era sólo tierra... - le susurró a su oído, cogiéndole la cabeza de rodillas sobre su colchón sin perder de vista la zona masculina. Tragó saliva, pegándose aún más a su oreja... - Éste es mi infierno... No dejes que me cojan - suplicó ida, temerosa... Asustada.

Abro los ojos. Miro a mi alrededor, apenas se vislumbra la estancia... Una bombilla.. Una luz tenue. Me incorporo lentamente mirando de soslayo mi alrededor. ¿Y esta gente? ¿Dónde estoy? Silencio... 4 minutos 33 segundos... ¿John Cage? El silencio absoluto no existe. Escucha... Escucha cómo bombea mi sangre. Mi corazón. Mi cerebro. Y... ¿Quién osa interrumpir este mágico momento?

¿Y esta gente? Dos chicos. Uno estúpidamente alterado. Otro, engañándose a sí mismo. ¿Christina?... Melissa...

Sentada en un camastro, estudio la situación, el ambiente... el sonido.

Poco a poco abro los ojos, paso la mirada por la sala, sin detener la mirada en nadie, solo en la ventana, me levanto y me acerco hasta la ventana, pero hay algo distinto, no esta mi silla, tras unos instantes de duda vuelvo al camastro, donde me siento,mirando a la ventana

Poco a poco aprieto las manos y comienzo a hablar murmurando

-No, ellos no, ¿por que? si, lo tenia que hacer, me odiaban, ellos me lo mostraron, pero ¿por que me odiaban?, ¿por que los mate?, ¿por que yo?

Adrien miró un poco asustado a los que empezaban a hablar dando rienda suelta a sus locuras y miedos o vete tu a saber que. Enmudeció y termino por levantarse del camastro con dificultad para luego acercarse a la puerta metálica, la cual aporreó presa del nerviosismo...

- Joder... que alguien nos saque de aquí... estos están fatal... seguro... - pensó angustiado. En otro momento se habría fijado en las mujeres, pero la congoja que sentía se iba apoderando de él... y ya le empezaba a costar respirar... - ¿¡HAY ALGUIEN!? - gritó al fin con la esperanza de que alguien abriera la puerta

Durante un momento, la confusión reinante hace que no os percatéis, salvo Farenheitt, pero pronto un nuevo foco de luz invade parte de la sala: Un candil se ha acercado a la ventana desde fuera, una sóla vela encendida, ilumina durante un instante antes de ahogarse de nuevo en oscuridad las facciones suaves de una mujer, unos ojos castaños y una cofia blanca quedan descubiertos durante unos segundos, los mismos en que a una distancia casi nula, se queda mirando al hombre a los ojos directamente. Después vuelve a no haber nada al otro lado de la ventanilla rota...

La bombilla se apaga un largo instante, pero su luz fluctuante regresó al cabo de unos instantes en los que lo último que había quedado en el aire era aquella pregunta de Adrien:

"¿¡HAY ALGUIEN!?"

Al remover a Christina, la descubres fría, agarrotada... No respira y tiene los ojos hundidos...

Al poco de sostenerle la cabeza a la tal "Christina", la joven parecía haberse dado cuenta de algo escabroso...

La mujer no despertaba, simplemente no respiraba. Inmóvil, fría y con los ojos hundidos, la chiquilla comprobaba que no volvería a abrir los ojos y la soltó instantáneamente, girándose y tapándose la boca con una mano para empezar a toser con la respiración agitada, casi perdiendo el aliento de la impresión...

- Se la... ha tragado... Se la ha tragado... - cabiló ella misma, hiperventilando, desviando los ojos sólo a la puerta cuando percibió la triste luz...

Pero al momento siguiente, como una poseída, alargó el brazo para coger las monedas que quedaban sobre el mueble suyo y el de la difunta, y rebuscó entre los cajones con cuidado, examinando también bajo la cama. Todo aquello controlando que el resto de los allí presentes no se acercaran a ella... Si alguien pretendía salir lo tenía muy claro: No iba a ser ni la primera ni la última.

Ya casi desesperado se dio la vuelta con el rostro desencajado para luego deslizar su espalda por la puerta metálica observando el interior de la sala a la vez que se echaba el pelo hacía atrás sin motivo alguno. Tragó saliva y recordó esa mirada como le helaba la sangre; entonces miró hacía arriba y vio como una de las mujeres cogía una moneda de un mueblo cercano a su camastro e instintivamente miró al que estaba en la cama en la que despertó. Con grandes zancadas se acercó a su cama y cogió la moneda observandola con curiosidad, necesitaba centrar su mente en algo así que sin mas dilación cogió el resto de monedas mirandolas con el ceño fruncido tratando de ver igualdades o desigualdades...

Evangeline se levanta lentamente del camastro. Parece no darle importancia a la gente que le rodea. Los gritos, los gemidos histéricos de los que le acompañan, a Evangeline le suena como una música lejana.

Aparentemente muy tranquila, Evangeline se dirige a la puerta. Evidentemente para poder llegar hasta allí, ha tenido que pasar por delante de los demás que algunos la ignoran, y algunos se le quedan mirando. Evangeline a su vez, se coloca delante de la puerta e intenta asomarse por la rejilla sin mucho éxito; tampoco pone mucho empeño por divisar algo. Palpa la puerta y tantea como buscando un pomo. Realmente, si la vieran, no diría que intenta abrir la puerta ni nada parecido, es como si estuviera acariciando la puerta como si quisiera quedarse con la sensación de la textura.

Sin más, una voz surge de entre las tinieblas..., femenina, procedente de otro enclave más allá de la puerta a la que se había asomado la siniestra enfermera:

- ¡Espera! - un golpe sordo, contundente, hace crujir madera en alguna parte - ¡Espera, vuelve! - el eco de aquella voz retumba en el pasillo, y concluye así: - ¡¿Como podéis estar tan tranquilos, joder?! ¿Acaso no oís esa voz en vuestra cabeza que os dice que algo no marcha como es debido?

La distracción de las monedas duro bien poco. Aquel eco que retumbaba desde el exterior (o eso parecía) hizo que Adrien se acercara a la puerta con las cuatro monedas en su siniestra mientras las apretaba con fuerza por la tensión que acumulaba. No le dijo nada a la mujer que había frente a la puerta, parecía que estaba en trance o algo peor... mejor no "despertar"

- ¿Es que no hay nadie normal? - pensó en voz baja mientras miraba a la puerta balbuceante y nervioso, encerrado y rodeado de locos... eso no lo llevaba muy bien.

Tras oír la voz, Evangeline da un pequeño salto hacia atrás. La había cogido desprevenida. ¿Qué significaba todo aquello? ¿Por qué se encontraba en esta habitación? ¿Podría ser ésta la habitación de espera para poder salir? ¿Había podido hacer algo John para sacarla de ahí? Luego mira a su alrededor fijándose en los otros compañeros de la habitación. No parecían muy cuerdos como para dejarles salir.

Aunque...

Le llega a sus oídos lo que susurra el hombre que se acaba de acercarse. Le mira de arriba abajo.

Cita:

- Eso te incluye a ti, entonces.

Mirando fijamente la ventana no parezco reaccionar cuando la enfermera aparece en la ventana, ni un saludo, ni siquiera seguirla con la mirada

Las voces en la habitacion parecen hacerme reaccionar algo, por fin aparto la vista de la ventana y miro a la puerta en primer lugar, y despues al no encontrar al que ha dado los gritos al hombre que ha hablado, le miro a los ojos sin decir nada durante varios segundos y despues niego con la cabeza lentamente

"Dios... ¿Qué pasa?"

No entendía nada. Había oido voces, algun golpe juraría... pero no estaba en mí, me había aislado de mi alrededor.
De repente, como quien despierta de un letargo, afloró mi temple y mis "capacidades" comenzaron a maquinar. Tenía que dominar la situación, salir bien parado de ella...

"Salir de aquí... ¡si! Ese es mi poder."

Si podía lograrlo, los tendría bajo mi poder...

Ya vuelto mi carácter reparé en las chicas.

La primera, rubia; parecía frágil y rota, una vícitma perfecta a la cuál manejar por una senda donde ella misma se arrebatara su deteriorado amor propio, como un pequeño títere de ojos vidriosos. La segunda, una mujer de rasgos asiáticos que parecía bastante dura... o eso quería aparentar. La sola idea de doblegarla a la fuerza y ver su ego de plástico deformado y dado de sí me provocó una repentina erección. La tercera...

Cita:

Deje de fantasear y me levanté rápidamente.

"Manos a la obra..."