Partida Rol por web

La joven se decepcionó un poco, parecía que podría ayudar bien poco, todo el mundo sabía dónde estaba el oeste y seguro que él también. Se subió en Estrella pero no dijo nada. No podían galopar pues estaban en el bosque, así que al paso se colocó detrás del caballo del muchacho.

- Sí, sé dónde está el oeste, dijo desganada, la diversión ha terminado por hoy, pensó.

Notó como Darkylla parecía decepcionada con su respuesta, aunque tampoco había mucho más que decir ni le hacía gracia que se subiera a un árbol cuando era innecesario.

- Darkylla, ahora mismo hay poco que hacer, simplemente avanzar. Y... - paró su frase a la mitad mientras miraba a su alrededor con desconcierto para acabar maldiciendo por lo bajo -. ¿Por dónde entramos ayer al claro?

La chica iba a decir algo cuando él maldijo por lo bajo y le preguntó sobre el día anterior. Ella tenía muy buena memoria, y además moverse por los bosques y lugares naturales era de lo más habitual, así que en seguida pudo indicarle por dónde habían entrado. Pero no entendió muy bien para qué lo preguntaba, ¿la estaría poniendo a prueba para ver si podía confiar en ella? ¿o para ver si no iba despistada como siempre parecía? Seguramente su mente volaba como cuando era una hada, pero también estaba acostumbrada a retener mentalmente casi sin esfuerzo por dónde iba y por dónde venía, sino se habría perdido sin remedio en la Hondonada. También era cierto que había hadas más despistadas que otras, pero no era su caso, de hecho en cuanto entraba en un sitio, quedaba grabado para siempre en su mente. Para ella, cada bosque era totalmente diferente. Eso sí, seguramente las ciudades humanas serían todas iguales y se perdería a la primera.

Pronto Darkylla descubrió que la pregunta de Kristoff no era porque la estuviera poniendo a prueba sino que realmente no tenía ni idea de por dónde iba. Más de una vez tuvo que corregirle el rumbo, puesto que le había dejado a él delante y constantemente se desviaba hacia la izquierda sin darse cuenta, hasta el extremo de que pasada una hora caminaba prácticamente en perpendicular de la ruta que debían seguir de inicio. Para sorpresa de la joven, parecía que se tomaba demasiado en serio el tema de su desorientación, acabando enfurruñado cada vez que ella le corregía, aunque dejando claro que era por su incapacidad.

Al cabo de un rato y de forma inevitable, Darkylla acabó por ponerse en cabeza y guiar ella, con lo que pronto el humor de ambos mejoró y, aunque les tomó un par de horas más de lo que esperaban, consiguieron salir del bosque, para gran alivio de Kristoff y unirse a la Gran Ruta que cruzaba el reino.

El camino estaba obviamente más transitado que el bosque, y no paraban de intercambiar saludos con los demás viajeros, aunque nunca paraban para hablar; según Kristoff era demasiado arriesgado puesto que podrían reconocerlo. Apenas pararon para comer cuando el sol estaba en lo alto, un aperitivo frugal y rápido que sirvió más de descanso para los caballos que para ellos.

- Oye Darkylla - desde que se habían incorporado a la Gran Ruta iban a paso relajado y de lado, charlando de tanto en tanto sobre curiosidades humanas. Pero ahora que habían iniciado de nuevo el trayecto tras la comida, fue Kristoff el que tomó la palabra -, cuéntame cosas sobre las hadas.

Tras el ligero almuerzo, la joven estaba de buen humor. Se había dado cuenta durante el trayecto, sobretodo por la mañana, que Kristoff tenía un pésimo sentido de la orientación, al menos en el bosque. Luego parecía que con sus mapas y demás se orientaba mejor. Tendría que tenerlo en cuenta, pues era importante.

Cuando volvieron a subir a los caballos y continuar con el camino, le preguntó sobre las Hadas.

La joven sonrió, pues no sé, ¿Qué quieres saber? Podría contarle muchas cosas, pero así de repente, se quedaba algo en blanco. Nacemos de la primera risa de un bebé, esa risa viaja a Nunca jamás y allí se convierte en un Hada o un Duende (Pixie), que son los chicos. Aunque creo que algunas ninfas y otros seres nacen diferente. Ummmm... Cada par de alas son únicas, por eso son muy importantes, volamos gracias a ellas, pero sin polvo de hada (Pixie Dust), solo podríamos planear realmente, es necesario para grandes distancias. Se tocó entonces el cuello, se había puesto su bolsa de hada dentro de un saquito y atado al cuello, tenía miedo de perderlo. Tras contarle varias cosas más muy básicas, volvió a preguntar... ¿Quieres saber algo más concreto?

- Que...espera, ¿has dicho que nacéis de la primera risa de un bebé? - el joven se quedó incrédulo mientras la miraba con la sorpresa pintada en la cara mientras intentaba proceder algo que para él carecía de sentido -. Entonces, ¿nada del método tradicional humano de...ejem...hacer bebés? - las orejas de Kristoff se ruborizaron mientras hacía la pregunta pero esa respuesta le había pillado demasiado desprevenido como para pensar en otra cosa que la inevitable.

-¿Método tradicional? ¿A qué te refieres? La joven miró a Kristoff desde su lugar sobre Estrella. Desde allí no veía el rubor del príncipe, que acaba de aumentar.

Quién me mandaría a mí sacar el tema, pensó cada vez más avergonzado mientras su rostro adoptaba una expresión de inocencia escandalizada.

- Olvídalo, no es importante. No necesitas saberlo - contestó con evidente turbación mientras se apresuraba a buscar otro tema con el que distraer a Darkylla para que no volviera a profundizar en la conversación. Pero no podía, su mente aún seguía dando vueltas al tema con lo cual cuando volvió a hablar, fue para profundizar más en la cuestión -. Entonces...vuestra máxima expresión del amor son los besos, ¿no?

La que se ruborizó ahora fue ella, no... no lo sé... creo que sí... le daba vergüenza pero no lo sabía. Ya te dije que soy joven y no sé mucho al respecto. Tuvo que reconocer de nuevo. Le pareció un poco fastidioso tener que volver a recordárselo, lo cual activó su curiosidad por la razón por la cual Kristoff insistía tanto en ello. Ahora sí que sentía verdadera curiosidad, ¿por qué insistes tanto? ¿Aparte de los besos hay algo más? ¿Qué hacen los humanos? ¿Vosotros no nacéis de las risas verdad?

Mientras iban sobre los caballos, las conversaciones eran amenas, además no tenían que mirarse el uno al otro, con lo cual ella pudo esconder su rubor, al igual que hiciera él, pero esta vez, tras sus últimas palabras, se detuvo a mirarle. En sus libros no explicaban cómo nacían los humanos, ni nada más aparte de besos, así que no tenía ni idea de qué podía ser a lo que se refería Kristoff.

- No creo que esta sea una conversación apropiada entre un hombre y una mujer - refunfuñó con tono mojigato mientras deseaba en su fuero interno que cejara aquella conversación. Porque, ¿cómo explicárselo a la joven? ¿Querría saber más si le daba sólo unos detalles superficiales? ¿Insistiría? ¿Comprendería acaso sus explicaciones si ellos nacían de la risa de un bebé? Si él no era capaz de entender ese concepto abstracto a pesar de sonar inocente y puro, ¿cómo iba ella a comprender uno que era desde luego mucho más pasional y sucio?

La joven enarcó una ceja, ¿por qué no iba a ser conveniente? ¿Tal vez él tampoco sepa qué pasaba porque no lo ha hecho nunca? Jijiji Es tan inocente como yo, pensó Darkylla, y rió un poquito. Bueno... No dijo nada más, tampoco era algo que le llamaba tanto la curiosidad, al menos no ahora.

- ¿Qué sabes sobre los Dragones? yo apenas sé que vuelan y escupen fuego... tal vez debería saber más para poder ayudarte cuando le encontremos. Aunque seguía pensando en hablar con él antes de matarlo sin más. Cambió de tema pues este le interesaba ahora mucho más. Además, el otro parecía que no era algo de lo que le apeteciera hablar a Kristoff.

Le sorprendió la risa de Darkylla aunque no fue capaz de comprender su significado. Además, apartó el misterio de su mente en cuanto la chica cambió de tema, profundamente aliviado. No se sentía capaz de explicarle la historia de la semilla. Aún así, el tema posterior tampoco le tranquilizaba demasiado.

- No sé mucho más que tú - reconoció a regañadientes -. Son animales crueles, poderosos y muy astutos. Suelen ser avariciosos y adoran todo lo que brilla. Además, suelen cazar vírgenes - parpadeó un momento, callándose al darse cuenta de que había vuelto a mencionar algo sobre el tema tabú. ¿Cómo iba a saber lo que eran las vírgenes?.

- No me creo que sean tan malos, comentó tan ingenua como siempre, ¿le gusta lo que brilla, eh? Tal vez con eso podamos atraerle, necesitaremos algo que brille... luego cayó en la otra parte, ¿qué es una vírgen? Podríamos usar también una para atraerle. Seguro que si ponemos una vírgen brillante seguro que es nuestro. O al menos le veremos llevárselo y le podremos seguir a su guarida. ¿Qué te parece?

Continuaba cabalgando sobre Estrella, esta vez sonriente por estar pensando en buenas ideas para luchar contra el Dragón, aunque seguía pensando que sería un ser bueno, pero que los humanos no le entenderían bien. Así que por dentro pensaba que tal vez si se transformaba en Hada otra vez, sería algo que brilla, (recién puesto el polvo de hadas, brillaba mucho) y podría hablar con él, de ser mágico a ser mágico. Claro que, frunció el ceño, luego no podría volver a ser humana para estar con Kristoff... ¿la querría a su lado si volvía a ser solo una Hada pequeñita?

De una manera u otra la conversación volvía a dar vueltas sobre el mismo tema incómodo.

- No creo que sea buena idea utilizar chicas como cebo - comentó con lentitud y delicadeza. Suspiró, sintiéndose derrotado por su inocencia -. Una virgen es... para que lo entiendas, digamos que es una doncella que aún no se ha casado. Ejem, puedes dejar de ser virgen sin casarte pero suele ser el método, ejem, convencional. Tampoco sería de buena educación preguntar a una chica si es o no es... - había dicho la última frase para intentar adelantarse a la posible pregunta de Darkylla pero no pudo acabarla; aquello resultaba demasiado bochornoso.

- No lo entiendo, si aún si se ha casado, ¿cómo es que ya no es virgen? ¿no has dicho que son doncellas que se casan? No entiendo nada, suspiró, rendida por las explicaciones de Kristoff. Bueno, luego me lo explicas mejor, que no entiendo nada, si son doncellas, entonces no podemos usarlas, dijo sacando la conclusión y olvidando el por qué. Aunque... no pudo evitar volver al tema, yo sería virgen entonces ¿no? Puedo ser el cebo, es genial, ni siquiera tenemos que pedir ayuda, ¿qué te parece? estaba emocionada, podría ayudar a atrapar al Dragón.

Kristoff volvió el rostro hacia ella para contemplar como la chica decía cosas con total naturalidad sin ser consciente de lo que hablaba.

- Desde luego que lo eres - afirmó con pesadumbre por tener que estar hablando esa conversación -. En serio, como nos oiga alguien a saber lo que va a pensar... Y ya hablaremos sobre lo de hacer de cebo, no es una idea que me agrade demasiado la de ponerte en peligro.

El concepto de las habladurías de la gente no era algo que preocupase a las Hadas, si bien ella en especial sí se sentía especialmente incómoda con lo que decían de ella, algo que para las demás era totalmente inexistente. Así que cuando recitó aquellas palabras: como nos oiga alguien a saber lo que va a pensar... se sintió palidecer y su corazón se aceleró en seguida, no como cuando Kristoff la miraba, que se llenaba de ilusión y emoción, sino de una forma incómoda y dolorosa, de forma que incluso creyó que se caería del caballo pues se estaba mareando.

No pudo dirigir su mirada a Kristoff o contestarle, simplemente miró la cabeza del caballo, porque era lo que tenía delante y se quedó en silencio, un silencio extraño y antinatural en ella.

El cambio en la expresión de la joven y el extraño silencio en el que se sumió puso a Kristoff en sobre aviso. La miró con extrañeza, sin comprender a qué se debía aquel brusco cambio en sus emociones.

- ¿He dicho algo inadecuado? - preguntó totalmente perdido. ¿Sería por su negativa a darle información que le avergonzaba? -. Si es por lo de las vírgenes si quieres te lo explico pero es que es muy vergonzoso - el chico se rascó la mejilla con turbación mientras buscaba un cambio en las facciones de Darkylla -. Suele ser algo que las madres explican a sus hijas y los padres a sus hijos - añadió dubitativo.

La joven le oía, pero no le escuchaba, con lo que no cambió su rostro, pues no había entendido o asimilado lo que le decía. Tampoco le contestó, siguió perdida en el vacío, mirando las orejas de Estrella, sin verlas realmente. Se movía por inercia, mientras la turbación de Kristoff iba en aumento.

El desconcierto de Kristoff fue en aumento, incapaz de hacerse una idea de los motivos que atormentaban a Darkylla en aquel momento e, inevitablemente, achacándose las culpas del silencio en el que se había sumido. Y aquello, por algún motivo, le enfadaba. ¿Por qué si se había molestado con él no podía comunicárselo? En lugar de eso se había encerrado en aquella especie de ostracismo y le castigaba a él con su silencio.

Su caballo cruzo ante Estrella, cortándole el paso a la vez que quitaba las riendas de las manos de Darkylla.

- Darkylla, ¿qué narices acaba de pasar? - por primera vez en su tono usualmente sencillo y alegre se apreciaba al príncipe que se escondía en Kristoff, con un tono de voz que exigía respuesta y rebosaba autoridad.