Partida Rol por web

Darkylla lloró la muerte del anciano mago, deseando que encuentre a su amor allá donde se supone que vayan sus almas, recordaba la triste historia que le contaba su abuela, Tarlak y Anayra nunca se olvidaron, ni su amor disminuyó por el paso del tiempo.

Las lágrimas recorrían su rostro mientras su cuerpo tiritaba de frío y de pena, estaba desnuda en el suelo, sola, pero sobretodo sin alas, sin ellas se sentía indefensa, triste, más desnuda que con cualquier prenda que pudiera taparla.

Cerró las manos sobre su rostro y continuó llorando en silencio, gimiendo de vez en cuando para sacar fuera todo su dolor.

¿Volvería a Pixie Hollow algún día? ¿Podría pagar su deuda hacia Kristoff? ¿Y hacia Tarlak? A su manera también le debía algo, pero sería imposible de saldar... ¿Acaso Kristoff y ella se amarían también como Tarlak y Anayra? ¿Le dejaría ella tras descubrir el amor con él? ¿Acaso acabaría Kristoff como aquel anciano algún día? Solo... tras una vida sin amor...

Muchas preguntas sin respuestas acudieron a su mente, pero la más importante que se repetía una y otra vez ¿Volvería a tener alas?

El llanto de pérdida y sufrimiento terminó por despertar a Kristoff, como le indicaron a Darkylla los ruidos a su espalda. La ahora joven humana no se giró para ver al chico, pero si lo hubiera hecho hubiera visto como él, con aspecto desorientado, ponía los pies en el suelo para sorprenderse ante la visión de la espalda desnuda de una desconocida ante sí, llorando.

Kristoff se levantó con los ojos desorbitados y el rostro ardiendo, tomando la sábana que hasta ahora le había cubierto a él y echándosela a Darkylla por la espalda.

- ¿Qué ha pasado? ¿Estás bien? - sus ojos recorrieron la distancia hasta el cadáver que reposaba plácidamente en la silla pero no dio ni un paso para acercarse, sin querer ver a la joven que lloraba desesperada -. ¿Te ha hecho algo? - entonces la sábana volvió a escurrirse por los temblorosos hombros de la chica y Kristoff reparó por vez primera en las alas de su espalda -. ¿Dark...Darkylla? ¿Eres tú?

La joven notó que Kristoff había despertado, pero estaba demasiado confusa y perdida para moverse, no podía volar hasta él, ahora era grande, todas las cosas de alrededor eran pequeñas... se sentía gigante y frágil a la vez, sin sus alas.

Cuando le puso algo caliente por la espalda, fue cuando se dio cuenta de que estaba desnuda, antes apenas había reparado en ello. Las hadas no sentían ese pudor, apenas llevaban algo de hojas sobre ellas, pero no les parecía importante que las viesen o no desnudas, de hecho muchas Hadas y ninfas disfrutaban desnudas del sol, la luna y el agua... pero ahora, su cuerpo se sentía extraño sin algo que la cubriese.

Se aferró con fuerza a la sábana cuando se escurrió de su espalda, volviendo a ponerla con manos temblorosas.

- Sí... dijo titubeantes... soy yo. Pero no se atrevió a mirar al joven, una vergüenza extraña se apoderó de ella, no quería que la viese así. Eso la hizo sentirse aún más insegura y perdida. Así que sin moverse se acurrucó abrazando sus rodillas, tapada por la sábana y dejando salir sus lágrimas que sentían la falta de las alas y aquello le oprimía el corazón.

De algún modo extraño el llanto desolado de la joven le conmovió hasta un punto inimaginable para él que, a pesar de sentirse todavía agotado, se arrodilló con suavidad frente a ella, clavando la mirada en el techo y la abrazó con delicadeza y cariño, sin decir nada mientras le acariciaba la espalda con ternura.

- No te preocupes, estoy aquí - no supo de dónde salieron esas palabras pero simplemente quería transmitírselas, tal vez imaginando que la angustia que ella había pasado al separarse había sido como la suya. Tragó saliva sonoramente antes de apoyar la cabeza contra la de ella, notando sus bucles acariciar su mejilla. Dejó pasar unos minutos en silencio, permitiendo que la chica se desahogara mientras la tenía entre sus brazos, un cerco protector que la apretaba contra el pecho del muchacho -. ¿Qué ha pasado? - repitió con cierta indecisión.

La joven agradeció en silencio el abrazo, apoyándose con los brazos en su pecho, mientras lloró en silencio. Poco a poco comenzó a sentirse mejor, el estar cerca de él y el abrazo hacían efecto.

- Él... él... ya no estaba, aquello le encogió de nuevo el corazón, me convirtió en humana, ahora podré... quería decir que ahora podría saldar su deuda, pero de su boca no salieron aquellas palabras...

Escondió más la cabeza, haciendo que sintiendo en su mejilla el hombro del joven... Yo.... no... no tengo alas... consiguió decir finalmente, y no puedo evitar que las lágrimas surgiesen de nuevo.

El chico la abrazó con más fuerza cuando sintió su cuerpo temblar ante un nuevo sollozo, acariciando el cabello de Darkylla en un gesto tranquilizador, meciéndola un poco como si se tratara de un bebé. Su mirada, seria, se desvió hacia el cadáver del anciano, aún sin saber si aquello que había hecho era bueno o malo ni por qué estaba muerto. Al fin, terminó por suspirar.

- Darkylla, ayúdame a entenderlo, de verdad, porque nada de esto tiene sentido - la joven hada notó como los brazos que la rodeaban se tensaban -. Primero te estaba buscando y estaba tan...preocupado - su voz sonó extraña, con una emoción contenida que ninguno de los dos comprendía -... y luego he despertado aquí, que no es donde te había visto antes, él está muerto, tú eres humana... 

Darkylla se apartó un poco para mirarle, a pesar de sus lágrimas sonrió. Lo siento, han pasado muchas cosas en tan poco tiempo... su mano fue a su rostro, serio, nervioso, la mano le temblaba también... Es raro verte tan pequeño... sonrió de nuevo.

- Unos humanos me atraparon... hombres... rectificó, Tarlak vino a salvarme, les hizo huir y me sacó de la urna. Es... era... mago... incluso ya conocía a las hadas, y sabía mi nombre, dijo emocionada, después entristeció de nuevo. Luego apareciste tú, herido y él te curó... Nuestra unión es más fuerte de lo que parece, el estar separados nos hace daño y nuestras energías se debilitan. Al ser tan pequeña yo... no podía hacer nada, así ahora podré ayudarte más y saldar la Deuda... para que cada uno siga... su camino... dijo triste por sus últimas palabras. Era extraño pero sentir ahora que él podría irse y no volver a verle, le hacía daño en el corazón.

Kristoff escuchó en silencio las explicaciones de Darkylla, más atento de lo que acostumbraba. En un momento dado ambos miraron hacia la silla en la que reposaba el cadáver de Tarlak para descubrir asombrados que había desaparecido sin dejar rastro, posiblemente desapareciendo, fundiéndose en ese aire que sólo él conseguía escuchar.

Ninguno dijo nada al respecto aunque ahora que Kristoff había aflojado un poco su apretado abrazo, la joven podía observar sus facciones serias, luciendo pensativo y agotado. Sus miradas quedaron atadas y permanecieron así un rato, mirándose sin decir nada hasta que él decidió romper el silencio autoimpuesto.

- Por lo único por lo que podía preocuparme tu tamaño era por el peligro que podías correr, no tenías que hacerlo por mí - siguió observándola fijamente, sin parpadear, antes de llevar una mano a la cara de ella y sujetarla por la barbilla con firmeza aunque sin hacerle daño. La movió suavemente de un lado a otro -. Todo esto es tan raro... Ahora ya no puedo limpiarte la cara con el pulgar - por fin sonrió, rompiendo ese aire serio y recuperando un poco su aspecto habitual, más relajado e inocente. Sin previo aviso, se dejó caer hacia atrás, sobre una alfombra que abrigaba el desnudo suelo de madera, arrastrando a Darkylla con él, quedando estirada encima de Kristoff, con la cabeza sobre su pecho -. Estoy cansado y tú también, necesitamos dormir.

Darkylla se sorprendió al verle tan serio, cuando tomó su cara sintió un escalofrió. No sabría decir por qué. Estaba triste por Tarlak, aunque tal vez ahora estuviera por fin con su amor. Así que suspiró y se dejó arrastrar por Kristoff, quedando sobre él y cerrando los ojos para sentir su corazón. Era como si sus latidos le unieran más a él.

Entonces se dio cuenta que él también había estado preocupado por ella.

- ¿Estás bien? Te dieron un buen golpe. Ten cuidado... - dijo sin abrir los ojos ni moverse.

A pesar de que estaba a gusto sabía que no era el mejor sitio para descansar. Pero terminó por no decir nada.

El chico gruñó bajito al oír sus palabras, como si le molestaran, aunque el sonido quedaba desmentido por la forma en la que la abrazaba.

- No te preocupes y duérmete - dijo en un tono que pretendía sonar malhumorado aunque carecía de fuerza.

Cerró los ojos, cansado y con demasiadas ideas rondando su cabeza mientras Darkylla notaba el ritmo de su corazón, lento pero fuerte, tranquilizador, y la calidez de su piel pálida a través de la ropa. Era de algún modo reconfortante ahora que todo resultaba tan extraño para ella.

- No vuelvas a separarte de mí - murmuró al cabo de unos diez minutos, cuando Darkylla ya estaba medio adormilada.

La joven, ya del mismo tamaño que él, cerró los ojos. No sabía por qué había hecho aquello, había sido todo muy rápido, pensó que así ayudaría a Kristoff pero realmente no lo meditó mucho. Tal vez no fuera por él, sino por ella misma, y aunque ahora ya no tenía alas y se sentía perdida, no se arrepentía. Entre aquellos pensamientos se quedó dormida.

Hasta que Kristoff dijo algo, ella sonrió y se apretó más a él.

- Ni se me ocurriría...nunca me iré de tu lado... - susurró antes de dormirse por completo.

Así, entre confesiones sentimentales que tal vez hubieran preferido no hacer, los dos jóvenes se quedaron dormidos, atados en un íntimo abrazo que poco a poco les transportó al sueño más cálido que ambos hubieran tenido jamás, aunque luego ninguno lo recordaría.

El dulce calor de la mañana filtrándose por la ventana despertó a Darkylla, que se encontró tumbada en la cama y enrollada por sábanas y una manta. Tardó varios segundos en aflojar el envoltorio y sólo entonces reparó en que Kristoff estaba ante el fuego del hogar, cocinando algo que olía a gachas y con las orejas rojas.

Darkylla tuvo dulces sueños de su familia y Tarlak, también con Kristoff, aunque cuando abrió los ojos los olvidó por completo. Se sintió agobiada y atrapada entre sábanas y mantas, así que exclamó:

- ¡Sácame de aquí! - para las hadas estar atrapada era como estar enjaulada, les faltaba la respiración. Trató de soltarse, olvidando que ahora no tenía alas, que era humana y que no tenía ropa -. SÁCAME, SÁCAME KRISTOFF, SÁCAME.

Los gritos de Darkylla provocaron un brusco respingo en el joven, que cayó de culo frente al fuego, aunque en vez de girarse siguió mirando obstinadamente la comida que se estaba preparando, con las orejas aún más rojas que antes.

- ¡¿Te has dado cuenta que estás desnuda?! - preguntó con un aire mojigato y escandalizado que resultaba bastante cómico viniendo de una persona de su tamaño y constitución -. No sé como funciona eso en las hadas pero no... - titubeó sin saber como seguir hasta que decidió darle otro enfoque -. Ahí hay un armario, seguro que hay ropa que te sirva por el momento - señaló un par de metros hacia la derecha del lugar en que en realidad estaba el mueble, aún dándole la espalda.

La joven, que había seguido sacudiéndose para liberarse, notó como las sábanas se habían aflojado considerablemente.

- ¿Desnuda? - exclamó Darkylla. Realmente no había reparado en ello -. Tráeme la ropa entonces... o es que acaso no has visto ninguna... - no dijo nada más pues notó sus propias mejillas acalorarse. 

Las hadas no se preocupaban por esas cosas, los humanos sí. Seguía siendo un hada en su interior, pero tal como le previniera Tarlak, el espíritu de humana comenzaba a cambiarla.

- Por favor, no mires, pero tráeme algo que pueda ponerme. Las hadas tenemos claustrofobia y aquí enrollada yo... por favor... - susurró.

- Pues claro que no voy a mirar - repuso, ahogándose en su propia vergüenza, cuando se puso en pie.

Darkylla pudo ver su rostro de perfil, ruborizado y con expresión entre hosca y martirizada mientras se dirigía hacia el armario, poniendo mucho cuidado de no mirar ni una sola vez a la joven. Una vez allí apenas se paró a examinar la ropa que escogía y simplemente le lanzó una especie de túnica marrón sin mirarla, cayendo en el suelo junto a la cama.

De nuevo con andares rígidos se dirigió junto al fuego y sacó las gachas para, acto seguido, servirlas en dos cuencos. Dejó los dos recipientes sobre la mesa con cierta brusquedad y se sentó de espaldas a la cama con aire obstinado.

- Seguro que te servirá por el momento - repitió, mirando con obstinación sus gachas.

- Gracias - dijo la joven mientras trataba de soltarse de las sábanas.

Por fin lo consiguió, con bastante esfuerzo y no sin varias quejas y sonidos extraños. Además de pedir ayuda a Kristoff sin conseguirla ni una sola vez. Después, refunfuñando, se puso la ropa que era áspera y fea y se sentó ruborizada en la mesa.

- ¿Qué vamos a hacer ahora? - preguntó la joven.

- Comer - comentó visiblemente más tranquilo mientras empujaba el cuenco hacia ella, sin pararse a pensar que tal vez Darkylla no tenía ni idea de cómo usar una cuchara para comer las gachas -. Y luego comprarte ropa de viaje, no puedes ir con eso - la joven comprendió entonces que, a pesar de que no había dirigido la mirada ni una vez hacia ella, la había estado observando de reojo. Kristoff siguió hablando como si tal cosa -. También necesitaremos dos caballos en lugar de uno... aunque... ¿sabes montar? Tal vez sería mejor seguir con el plan de un solo caballo... - murmuró pensativo.

Darkylla miró las gachas y luego a Kristoff.

- No sé qué es, pero huele bien - cogió la cuchara de forma normal y comenzó a comer -. Ummm - dijo con gachas en su mejilla -. ¡Qué rico!

Las dudas del joven acerca de sus modales quedaron olvidadas pronto, aunque comía como si no lo hubiera hecho en años.

- Buf... qué hambre... - comentó entre cucharada y cucharada -. Nunca he montado en un caballo, en Pixie Hollow no hay animales tan grandes. Pero suelo montar en ratones y pajarillos. Supongo que será igual, ¿no? - dijo terminando las gachas -. Ahhhh, qué ricas. Cocinas muy bien. ¿Quedan más?

Seguramente la transformación le había despertado todos los instintos humanos.

El joven la había estado observando mientras comía, con la barbilla apoyada en la palma de su mano y una sonrisa divertida bailando en sus labios.

- Lo de ser humano da hambre, ¿eh? - preguntó con ironía. Kristoff alargó la mano libre para tomar el cuenco vacío y llenárselo de nuevo, aunque no hasta arriba como antes, tan sólo por la mitad. Volvió a adoptar la misma postura que instantes antes -. Si comes demasiado podría hacerte daño, aún no estás acostumbrada a este tipo de comida - explicó al ver la mirada que le dirigió al cuenco medio vacío. De nuevo la observó mientras comía, sin perder la sonrisa, aunque cierta consternación iba ganándole sitio a la diversión -. Oye... ¿estás...seguro que estás bien?

Sin pensarlo, el joven alargó la mano libre hasta la que no sostenía la cuchara y le acarició el dorso en un gesto cariñoso.