Partida Rol por web

- Yo la ayudaré - se adelantó Albert para decepción de Rosalin, quien la tomó de la mano y la apoyó sobre su brazo -. No tema apoyarse en mí con todo su peso. Y avíseme si se vuelve a marear o necesita descansar.

Al menos demostraba ser una persona en la que se podía contar para tomar decisiones rápidas sin perder la calma aunque, ¿cómo habría reaccionado si supiera el motivo que había turbado de tal forma a Rosalin?

- Os acompañamos hasta la casa - se apresuró a decir John situándose al otro lado de Rosalin-. Cójase también a mi brazo, señorita Mirror, así no tiene que preocuparse por mi hermano y la podremos ayudar si vuelve a sentirse indispuesta.

Rosalin tuvo una rápida visión de los labios fruncidos de Stevens aunque pronto empezaron a andar por el sendero casi en diagonal para que pudieran caber los tres de lado.

- Son realmente caballerosos.

Comentó tras acceder sujetarse también del brazo del pequeño de los Grunner. La sensación que sintió ante tal contacto se podía comparar con una leve descarga eléctrica en su interior. Un pequeño cosquilleo recorrió todo su cuerpo y su corazón, que ya de por sí estaba acelerado, alcanzó velocidades límite. No llegaba a ser consciente de las caras contrariadas de Stevens; tan solo estaba ella acompañada por sir John Grunner.

El hermano pequeño de mi prometido.

Aquella certeza hizo que su interior se sacudiese con dolor. ¿Cómo iba a soportar verle en el día a día acompañado de Ana Stevens estando ella casada con su hermano? Resultaría una terrible y desgarradora prueba.

Tardaron bastante más en llegar a la casa de lo que les había llevado hacía un rato llegar a aquel claro, pero diez minutos después se hallaban en la puerta delantera, con Stevens resplandeciente por poderse librar por fin de Rosalin.

- Mejórate, querida - se estaba despidiendo la susodicha en aquel instante con una sonrisa tan cordial como falsa en el rostro -. Espero que nos veamos pronto.

- Seguro que sólo necesita descansar - añadió John, risueño, mientras se soltaba de su brazo y le tomaba la mano para besarla -. Ha sido un placer conocerla, señorita Mirror, y estoy seguro de que en un futuro me alegraré de llamarla hermana.

El joven procedió a despedirse de Noah pero Rosalin no le prestaba atención pues se había quedado anclada al momento en el que los dedos de John, tal y como viera horas antes hacer a Wingam, acariciaron la cara interna de su muñeca.

La sensación que le provocó la caricia en la palma de la mano quedó marcada en Rosalin para el resto de los días. El cosquilleo que le produjo se quedó instalado en esa zona y Rosalin aguantó como pudo el sonrojo que se elevó hasta sus mejillas.

- El placer ha sido mío, si bien espero reencontrarme con vos en otras circunstancias menos alarmantes.- respondió mirando su puente de la nariz, incapaz de dirigirle la mirada a los ojos.

Luego se dirigió a sir Albert Grunner, a quien sonrió ligeramente.

- Gracias por la velada. Espero que se quede con las partes agradables y que no tenga en cuenta este pequeño desliz. Para mí ha sido un placer conoceros, sir Grunner.

- Llamadme por mi nombre y tuteadme, señorita Mirror, al fin y al cabo vamos a casarnos - parecía una contradicción en sí misma que le pidiera aquello cuando él mismo no lo hacía, pero Albert no era el tipo de persona que se tomaba libertades que no le habían dado -. Pero no nos despidamos todavía, usted aún parece débil, la acompañaré hasta el carruaje - afirmó con seriedad.

Noah arqueó las cejas por detrás de Albert de forma que sólo Rosalin pudiera verlo. Comprendía que en realidad lo que quería su hermana era que las dejara solas y averiguar qué había pasado.

Se dirigieron hacia el camino en el que horas antes habían esperado para entrar y Albert pidió el carruaje de las dos hermanas a un lacayo mientras esperaban en un extraño silencio, con Rosalin extremadamente consciente de la presencia de Albert a su lado, que seguía dispuesto a ser un pilar de apoyo para ella.

Para alivio de ambas hermanas, y tal vez de Albert, el carruaje llegó pronto y Albert ayudó a Noah a subir primero.

- No le voy a pedir una explicación sino quiere darla, señorita Mirror - parecía que iba a añadir algo más pero la presencia de Noah, que se acercaba para intentar escuchar, cortó cualquier continuación posible -. Espero que se mejore.

Rosalin identificó la sombra de la sospecha en la mirada de Albert Grunner; si bien pensaba que, aunque no era tonto, resultaba muy difícil que identificase de primeras el estado de ánimo cambiante de la joven a causa de la presencia de sir John Grunner.

Iba a decir algo para excusarse, pero la presencia de Noah también la mantuvo algo cohibida. Bajó la mirada, incapaz de fijarla en los penetrantes ojos grisáceos de su prometido.

- Sois muy amable. Buenas noches, sir... Albert.

John Grunner... ¿es posible que haya una mínima esperanza? ¿Debería adherirme a ella? Aún siento la caricia de la yema de sus dedos en mi piel...

El hombre se despidió de ella con el mismo gesto que su hermano pero sin caricia, todo corrección y seriedad antes de girarse y volver hacia la casa con paso lento pero seguro.

Pero lejos de sentirse aliviada y a salvo, Rosalin sabía que dentro del carruaje la esperaba algo peor que las miradas inquisitivas de Albert: su hermana Noah, mostrando toda la curiosidad que un semblante podía llegar a expresar.

- ¿Qué ha pasado? - preguntó nada más la puerta del carruaje se cerró a su lado y el coche se puso en marcha con un traqueteo.

Rosalin tanteó el terreno mirando a su hermana y después cerrando las cortinas del carruaje. Se quitó la chaqueta de sir Albert, pues de momento nadie más la vería con el corset desabrochado y realmente tenía calor. El olor de la chaqueta, perteneciente a sir Albert, a pesar de resultar un olor agradable que emanaba protección y tranquilidad, distaba mucho del de su hermano pequeño.

Suspiró y miró a Noah de nuevo, a sabiendas de que mentirle a su hermana, su mejor confidente, sería un grave error:

- ¿Recuerdas que una vez te conté por qué rehusaba conocer a ningún caballero y prometerme? Pues bien, has tenido el privilegio de conocer al hombre nubló mi juicio y... aún sigue haciéndolo- comentó con tristeza. ¿Cómo reaccionaría su hermana? Temiendo que el cochero pudiera escuchar, le susurró la siguiente frase.-¡Sir John Grunner es el hombre del que estoy perdidamente enamorada!

Noah parpadeó tontamente, intentando procesar las palabras de su hermana pequeña y encontrarle algún sentido, algo que, cuando por fin hizo, la obligó a abrir la boca desmesuradamente como toda reacción en un gesto muy poco apropiado para una dama.

- ¿Ese es...? ¿De verdad? - Noah parecía demasiado sorprendida para hilar una frase completa hasta que por fin soltó una carcajada vibrante y alegre -. Pues es bastante apuesto. El mundo parece haberse conjurado contra ti, ¿verdad hermanita? Tantos años esperándola para justo en el peor momento... ¡y además es el prometido de Stevens! - entonces reparó en el semblante de su hermana y se puso seria para acto seguido tomarla de la mano -. Lo lamento, cariño, no quiero reírme de ti pero es que parece sacado de una novela. Es una lástima que tu compromiso con Albert Grunner ya esté sellado aunque romperlo ahora significaría que tu nombre fuera calumniado en todos los círculos sociales, sería un escándalo como cuando lo hizo la señorita Merrygod; nunca más ha vuelto a Londres. Pero de todas formas Rose, ¿estás segura de que estás perdidamente enamorada de él? Me parecen unas palabras un demasiado contundentes para tratarse de una persona con la que hasta esta noche sólo habías cruzado una mirada. ¿No será más bien un poco obsesionada?

La mirada fulminante que le echó a su hermana cuando empezó a reírse de su situación pareció bastar para que se tomara la situación de Rosalin con más seriedad. Agradeció que Noah fuera sincera y directa, escuchándola con atención mientras estrujaba entre sus manos el pañuelo.

- N-no lo sé... pero ya no hay vuelta atrás. Soy una mujer de palabra, una dama. Y si tengo compromiso con sir Albert Grunner, así será. Haré todo lo que esté a mi alcance para respetarle y olvidarme de John...- solo nombrarlo le revolvía las mariposas en su estómago.- Será complicado, pero...- sobretodo porque aquella caricia en la palma de su mano significaba mucho para Rosalin. Aquella había sido una prueba esperanzadora para ella y su ser se empeñaba en aferrarse a aquel momento con vehemencia. Suspiró.- Noah, te pido por favor, te ruego, que mantengas esto en secreto. No se lo cuentes a nadie. Ambas sabemos lo que podría llegar a ocurrir.

- Sabes que tu secreto está a salvo conmigo, Rose, aunque si siguen dándote vahídos cada vez que te halles en presencia de John pronto va a ser un secreto a voces. Hagas lo que hagas o diga lo que diga, no se lo cuentes a Albert - la conminó Noah, dando especial énfasis en el no -. Aunque no creo que debas preocuparte, el tiempo os pondrá a todos en su lugar, él está prometido con Stevens...¿qué tipo de persona podría quererla? Seguro que pronto le conoces y te das cuenta de que no era tan especial como imaginaste cuando aún eras una niña.

Su hermana hablaba con una seriedad casi inusitada que la hacía parecer mayor, con la voz serena e incluso maternal.

Rosalin aceptó todos los consejos que su hermana le estaba dando. Pocas veces se la veía seria y tan habladora, por lo que se podía deducir que se estaba tomando en serio la situación de su hermana.

- No voy a decirle nada a Albert, y sí... ya se me pasará. No creo que me ocurra nuevo, esta vez simplemente fue de la impresión.- bajó la cabeza, viendo cómo sus dedos ahora tocaban la chaqueta de su prometido.- Tendré que venir a devolvérsela...

Rosalin estaba decidida a olvidar a John, o al menos a no dejar que sentimientos de adolescente se interpusieran en el matrimonio que iba a tener lugar en unos meses. Total, habían pasado años y él no se había movido en su busca.

Lo intentaré. Pero por más que intente odiarle ahora mismo por no haberme buscado y evitado tal situación incómoda, en estos momentos me es imposible.

El resto del trayecto hasta casa de Noah transcurrió prácticamente en silencio a excepción de algunos comentarios trillados sobre la fiesta que demostraban más que nada que ninguna de las dos tenía la cabeza para conversar en aquel momento.

- Envíame una nota cuando tengas que volver a quedar con él, yo haré de carabina en lugar de mamá - se despidió en la puerta de su casa, a pesar de que Rosalin estaba segura de que en gran parte lo que deseaba era o bien controlarla o ver seguir de cerca el curso de aquella historia.

Apenas diez minutos más tarde llegaban a su residencia de Londres, donde su madre le preguntó con disgusto sobre su pronta desaparición de la fiesta y si había hecho lo posible por agradar a Albert, algo a lo que Rosalin no contestó, dando largas y aludiendo a una ficticia jaqueca que le impedía incluso hablar. Su madre la dejó ir a dormir.

Pasó la mañana eludiendo a su madre con la excusa de que tenía que hacer recados con su dama de compañía, incluso al mediodía pudo retirarse pronto después de comer inventando que en el mercado le habían sugerido un nuevo tratamiento para la piel que requería hacerse un baño con ciertas cremas media hora después de la comida. Sin embargo, a media tarde, harta de esconderse en su habitación y aprovechando la ausencia de su madre, se había instalado en el salón y estaba repasando unas partituras de piano cuando la susodicha irrumpió en el salón con una sonrisa triunfal y con la criada haciendo muecas de disculpa por su espalda.

Rosalin tardó lo mismo en atar cabos que en reponerse de su sorpresa inicial; su madre, avispada como ella sola, había deducido que su hija la evitaba y le había pedido a la inocente criada que le dijera que había salido.

- Ah querida, por fin te encuentro. Y ociosa por lo que veo. Espléndido. Así me podrás contar tus impresiones sobre el señor Grunner, ¿verdad? Cuéntame cariño, ¿qué te pareció?

Ante la presencia y la trampa de su madre, Rosalin le dio un momento la espalda para cerrar la tapa del piano mientras expresaba su lamento con una cara a la que solo le faltó estar acompañada de un gemido de horror. Cuando se giró nuevamente ya tenía su misma expresión normal de siempre.

- Es...- comenzó, mientras intentaba recordar a sir Albert en su mente, haciendo grandes esfuerzos porque sir John desapareciese de una vez.- amable, caballeroso, atento, educado... todo lo que una joven podría desear, madre. Si bien un tanto serio y le tachan de seco y poco sentimental. La verdad es que se comportó de manera espléndida conmigo. Si tuviera que ponerle alguna pega sería su edad, pero tampoco es para quejarse en exceso. ¿Cuánto me sacará? ¿nueve? ¿Diez?

Estoy segura de que a mamá le gusta. Le debe de conocer de antes probablemente. Quizás incluso coincidimos en el baile hace cinco años. Si sir John estaba, probablemente sir Albert también. A lo mejor hasta conoce la dama que reside en el corazón del señor Grunner. 

- Diez años - matizó su madre como si le hubiera hecho la ficha a Albert Grunner -. O eso tengo entendido claro, no es que yo lo sepa con certeza, cariño, esas cosas no se preguntan - soltó una risita nerviosa antes de proseguir -. No son tantos, desde luego que no, y tiene la ventaja de ser un hombre maduro con experiencia en la vida, responsable como no lo son los jóvenes y además bien parecido. ¿Y tú...? - parecía no tener claro cómo enfocar la siguiente pregunta aunque si Rosalin tenía algo claro de su madre es que no se achantaba por difícil que fuera la situación -. ¿Le causaste buena impresión, querida?

Ante la pregunta, la chica sopesó unos segundos la repuesta. Por un lado creía haberle caído bastante bien. Habían congeniado bastante durante la noche y en el baile parecían uno solo. Aunque serio y seco, realmente Rosalin le sacó varias respuestas que hacían amago de resultar graciosas e incluso consiguió cambiar su impasible expresión por la de sorpresa; no obstante, también le presentó su lado más débil y ansioso ante la sorpresa de sir John Grunner, creando en él posiblemente grandes sospechas sobre lo que le había ocurrido. ¿Cuál era entonces la respuesta más sincera sobre esa pregunta?

- Creo que sí, madre. - total, no iba a contarle nada más sobre lo sucedido. Si bien, decidió variar la conversación a otro asunto.- ¿Le conocíais de antes? Me refiero... ¿le habíais visto en otras cenas o bailes?

Su madre no pareció demasiado satisfecha ante el asomo de duda que había en su respuesta pero la siguiente pregunta de Rosalin sirvió de distracción suficiente como para que se llevara una mano al mentón con ademán pensativo y alzara la vista al techo, intentando recordar.

- Creo que sí, querida, aunque tu padre ha tenido negocios con él y ha tratado más directamente. Aunque sí...estaba en alguna fiesta de las que fuimos cuando fue la temporada de Noah. No hablamos más que para presentarnos sin embargo.

Algo le decía que su madre no tendría idea sobre la misteriosa dama que había desaparecido de la vida sir Albert y que tanto dolor le había causado. Por tal motivo, Rosalin se limitó a asentir con la cabeza, mirando a su madre al tiempo que pensaba en que probablemente nunca se enteraría de lo sucedido y, por algún motivo, descubrió que tampoco le importaba. Se imaginaba lo peor y probablemente era lo que había pasado. ¿Para qué intentar ahondar en una profunda llaga?

- Entiendo. Me pregunto por qué no intentásteis casarle con Noah. Se sacan bastante menos años que conmigo y se nota que es un caballero que podría haberle proporcionado todos los bienes del mundo. Aunque supongo que no debería quejarme. Lo cierto es que anoche parecimos entendernos bastante bien.

Quizás demasiado debido a nuestra astucia e inteligencia.

Los labios de su madre se fruncieron ante la mención de su hermana, formando una breve expresión de desasosiego que pronto desapareció de su faz.

- Tu hermana fue un caso más difícil que tú si cabe, cariño, aunque tú eras demasiado joven y no te enteraras de esas cosas... Pero pensamos que no se casaría ese año y no queríamos forzarla. Pero al final lo hizo, ¿verdad? - por extraño que pareciera dadas las circunstancias, su madre esbozó una sonrisa triste -. Además, el señor Grunner ya cortejaba a otra dama con la que se comprometió poco después.

¡Si que tenía constancia de lo de aquella dama! Por algún motivo se sintió profundamente interesada por aquel tema nuevamente. Quizás el tener las respuestas tan a mano había vuelto a despertar su interés por aquel tema. Alzó una ceja e intentando no mostrar toda la intriga que mantenía, preguntó a su madre:

- ¿Qué ocurrió? ¿Por qué no se casaron?