Partida Rol por web

Es honesto decir que cuando Ethan Grey apareció en la habitación de aquel lujoso hotel australiano de nuevo, el mismo al que habían llegado desde Noruega a través del espejo y desde el que partieron en barco a la isla de Malaita, no tuvo demasiada prisa en volver con sus compañeros. 

Ya no por el alivio que sentía al no estar atrapado en aquel laberinto de cristales y reflejos, sino por el cómodo pensamiento de que si ocurría algo ya volverían a por él y que por primera vez en casi un mes, podría¿tener un rato de paz y confort para él. 

¿Qué podría hacer si no? Coger el barco, llegar de nuevo a las Islas Salomón, buscar la costa del Norte y... bueno, vale, sabría encontrarlos, pero no estaba exento de riesgos: Los Correctores. "Eso es, los Correctores, aquí no me encontrarían y Marcy y los demás sí" se repetía mientras se daba un relajante baño de espuma y cerraba los ojos. 

Estuviera así dos minutos o una hora fue el único momento de descanso que tuvo finalmente. Porque la puerta del hotel fue aporreada. Poniéndose en guardia mientras preguntaba quién era, recibió una contestación del personal del hotel. Querían chequear su reserva. Reserva, claro, que no existía y que al haber vislumbrado movimiento habrían subido a comprobar. 

Vistiéndose rápidamente de nuevo, abrió la puerta y entregó un folleto del hotel mientras haciéndose el atolondrado en un idioma ininteligible, sorteaba a aquel hombre y echaba a correr. No tenía miedo a los botones australianos pero sí a atraer la atención de la policía y poner sobre su rastro de nuevo a los Correctores. "¿A quién estoy engañando? Solo soy igual de propenso a meterme en líos que en grupo... Y no puedo olvidar que siempre, siempre, estoy vigilado" dijo tocándose la tripa. La polilla al menos no le había metido prisa esta vez. Puede que hasta le gustara el baño. 

Saliendo a la calle en aquel caluroso mediodía decidió que no tenía otra alternativa que reandar sus pasos hacia la Aguja. Se lamentó de no haber dejado una nota a Marcy en la habitación. Tal vez un mensajito en el espejo. "Con e vaho y firmando con un corazón... ya desvarías Ethan" 

Evitó una fugaz nostalgia de colocarse, drogarse y olvidarse de todo durante unos momentos cuando abordó el ferry. Y allí, sentado volvió a arrepentirse por milésima vez de su última decisión cuando una mano le tocó el hombro

- ¿Ethan? ¿Eres tú? 

La conexión más rápida desde Kazajistán a las Islas Salomón era volar al norte de la costa australiana y coger un ferry desde allí hasta la isla de Malaita. Internet era muy útil a veces, pero viajar con una computadora viviente era todavía más práctico. Aquella muchacha asustada mostraba una fría voz cuando consultaba sus datos. Incluso cuando les hablaba del sitio al que se dirigían con didáctico tono. 

Yen sonrió cuando vio el amanecer en el Pacífico desde la ventana del avión. Para un hombre que jamás había salido del perímetro que una vez se impuso, el estar viendo el mismo océano que bañaba su Japón natal le reconfortaba. 

Pero quien realmente volaba a casa era Shell. En Australia, La Pendenciera, sólo estarían unas horas, pero tal vez pudieran apurar una de sus cervezas, o incluso, quién sabe, tal vez la búsqueda se pudiera aplazar unos días y... No. No podía engañarse, no tras todo lo que habían sufrido en la última semana. Jamás podrían permitirse otra cosa que acabar esta búsqueda. Se lo debían a sus compañeros caídos. Volvió a apretar su mano contra la de Vadik, que iba sentado a su lado. 

No le gustaba tener que usar su poder sobre un compañero pero todos habían estado de acuerdo. Para el hijo de Betina, todo el mundo era tan abrumador, tan sobrecogedor cada ruido, olor, que había caminado en el aeropuerto entre el mareo y el ataque de pánico. Era demasiado para él estar en la superficie de un mundo que conocía sólo por los libros y que jamás había experimentado. Antes que darle drogas el poder de Shell le mantenía calmado, dándole la oportunidad de poder procesar todo aquello. Estar en el aire. Estar viendo el mar. Estar con gente que no fueran monstruos o salvajes. 

Evolet volvió a disculparse al salir del avión y tener que ir al baño. Debía tener jet lag. Pero los demás ya sabían que algo raro le pasaba. Su caracter había cambiado. No llegaba a ser tan fría y despiadada como cuando luchaba contra alguien pero tampoco era dulce y maternal como en los entreactos. En el baño, la pelirroja se echaba agua fría y contemplaba en el espejo un rostro que no terminaba de reconocer. Pero tenía que asumir que ahora ambas eran ella. 

Al salir se los encontró saliendo de las tiendas del aeropuerto, tratando de adecuarse a la temperatura de veintiocho grados que imperaba en el trópico. Un clima cálido pero no árido y apetecible en aquel mes de Octubre. Elegir un bañador para Yen o para Vadik resultaba cómico y ni siquiera sabían si Whitney tendría piel o metal en la piernas. 

Durante el breve almuerzo en el puerto mientras esperaban el ferry a Malaita repasaron de nuevo el plan mientras Whitney iba intercalando comentarios wikipédicos de lo que iban hablando. 

- La Aguja está en el islote de Ramos, pero apenas es un peñasco de tierra a unos cuarenta kilómetros del norte de la isla. Tendremos que alquilar una barca o algo para ir hasta allí una vez lleguemos, y si no nos damos prisa se hará de noche. 

- Oh... he sintonizado algo precioso acerca de esta isla: Escuchad. 

- Esta isla está tan... viva- acertó a decir

Disfrutando del sol en la parte descubierta del barco que les dejaría sobre las cinco de la tarde, los cinco contemplaban el océano a ratos cristalino. Evolet entonces se levantó y caminó hacia un turista que vio en una esquina. Los demás la contemplaron curiosos, porque parecía haber reconocido a alguien en aquel hombre de camisa floreada. Una vez tocó su hombro y este se volvió aún les costó saber quién era. Pero entonces Evolet dijo su nombre

- ¿Ethan? ¿eres tú?

Aquel mercenario de la Sombra que dejaron junto a Adrien en un hospital de Noruega hace diez días estaba en el mismo barco que ellos. 

Ethan se giró y vio a Evolet Nicholson. La pelirroja y frágil/máquina de matar. Se levantó de súbito y descubrió que los hermanos Khodan, Yen y Shell, también estaban allí sentados en el mismo barco al lado de otras dos personas que conocía. La última vez que supo de ellos estaban en Rusia. O eso dijo Gabriel, al cuál ahora no veía. 

Los demás por fin le reconocieron con ese pelo corto, esa tez menos blanquecina y ese aspecto florido y estampado. 

Michael se colocó el respirador bajo el agua. No sabía si podría llegar a la superficie con esas enormes olas provocadas por el Leviatán mientras se aproximaba a toda velocidad hacia ellos. 

Adrien no tenía otro remedio. Expulsados de los túneles subterráneos no tenía otra manera de encontrar oxígeno. 

Mientras tanto Anna observaba a la criatura. Estaba embistiendo hostil, como aquella vez que irrumpió el Ritual de Sacrificios. 

Bali agarraba e brazo de Marcy mientras decía

-¡El Leviatán! Era real, o sea, era real. ¡Tenemos que salir de aquí ya! ¡Hay que llegar al barco!

No tenía claro como me sentía, pero al ver una cara conocida supe que me alegraba incluso. Tomé las manos de Ethan y sonreí de manera tranquila.- ¡Ethan! -Me giré un poco, para echar un vistazo al grupo, cosa que me hizo gracia al ver sus caras de desconcierto. Soltando sus manos me separé un poco, fue un gesto cuidado y elegante como el que más.-No lo busques... Si es lo que haces. Es una larga historia, pero ya habrá tiempo para eso. Ven te presentaré a los nuevos miembros del grupo.-Antes de caminar hacia los demás llevé mis manos al bañador. Quizás los demás me veían demasiado anticuada, pero mi elección me había gustado ¿Y la verdad? Me sentaba bien.

Me acerqué de nuevo a los hermanos y Whitney, a todos les dediqué una tranquila sonrisa.-Yen, Shell.. Mirar quien está aquí.-Me hice a un lado. Sin poder evitarlo miré otra vez la ropa de Ethan, por más que evitaba reírme solo conseguía sonreír divertida. Bueno, tampoco le sentaba tan mal.-Ella es Whitney, y él Vadik.-No los señalé, tan solo hice un movimiento de cabeza, aunque me paré algo más en Vadik pero no mucho más pues retiré mi hermosa mirada hacia otro lado.

-Menuda sorpresa, parece que los destinos vuelven a unirse. Esta visto que los dioses quieren que sigamos juntos-digo al ver como Evolet trae a Ethan frente a nosotros.

Mi manto de protección sobre Vadik ya va dejando de ser necesario, he logrado que asimile cómo es el mundo más haya del volcán. Tan fuerte, tan valiente y tan inocente.

Un escalofrío ronda por mi nuca al saberme en los mares del pacífico, los mares donde mi hermanita un día...a las dos nos encantaba...

No quiero llorar.

Me costaba respirar. Esa sensación me acompañaba durante mi viaje. Tanto ruido, esos espacios infinitamente abiertos. Era un mundo desconocido de continuas sorpresas. Demasiadas.
Pero ahora estaba mejor. Mi hermanastra Shell a mi lado con su cálida mano agarrada a la mia me reconfortaba y todo parecía pasar mas despacio. Sin agobios. Incluso perdí el interés por curiosear que hacía la pelirroja aunque esa prenda de baño le quedara realmente bien.
Me sentí ridículo con ese pantalon tan corto y ajustado que llamaban bañador. Pero era agradable para aguantar esa calor asfixiante. Como lo era la camisa de tela blanca y suave que me compraron. 
Al llegar a destino parece que encontraron una cara conocida. " Ethan. ¿ Un buen amigo de las chicas?." - Hola. Había saludado acompañando mis palabras con un gesto de mi cabeza.

Cuando Ethan subió al ferry se sintió tranquilo, como de vacaciones. Ya llegaría el momento de preocupaciones. Disfruta el viaje, Ethan, al menos date la oportunidad de disfrutar algo hasta que las cosas vuelvan a complicarse.

No tuvo mucho tiempo. 

Cuando Evolet -Wow, ¿Siempre fue así? ¿Será el bañador o que el calor tropical está afectando mis hormonas?- tocó su hombro el destino, como bien dijo luego Shell, lo alcanzaba de nuevo, maldito cabrón.

Miró sus caras de sorpresa y reparó en su propia vestimenta. Claro, ellos no conocían al "nuevo Ethan". Sus miradas me hacen querer volver a vestir de negro. Bah, exagero, estar de turista no está tan mal. 

El muchacho reparó enseguida en la ausencia de Gabriel, y en la presencia de los dos nuevos "miembros de la familia". No preguntó por él, respetando las palabras de la pelirroja, pero saludó con afecto genuino a Yen, y tal vez con un poco menos a Shell, de quien creía que había estado a favor de dejarlos. Él parecía algo cambiado también, pero algo en sus ojos le daba tranquilidad, parecía uno de esos maestros de yoga, o alguna cosa mística de esas. Contrastaba bastante con su "don", pero así eran las cosas.

- Whitney, Vladik -saludó a los nuevos con un apretón de manos. 

- Les preguntaría que hacen por aquí, pero vamos a volver a jugar al "Adivina si miento" y no llegaremos a ningún lado -dijo tranquilo, hablando a todos pero dirigiéndose a Evolet. Dialécticamente, digo, porque si vamos en el mismo ferry es que vamos al mismo lugar, ¿no es así? 

Había hablado con cordialidad y calma, pero no podía evitar que un atisbo de rencor por las circunstancias en que se habían separado se filtrara entre sus palabras. 

Mierda, mierda, mierda...

Primer objetivo. Respirar.

Nado todo lo rápido que pueda hacia la superficie...

Segundo objetivo. Sobrevivir...

Ya veremos cómo

No puedo dejar que los mate, corro hasta un sitio elevado y trato de llamar la atención del Leviatán, no puedo gritar pero agito los brazos y salto tratando que me vea. Sé que no tendrá ninguna deferencia conmigo, pero tal vez podamos tener una oportunidad si consigo que me reconozca y si no...

Anna se sube al peñasco de la isla y empieza a agitar los brazos. Su poder hace algo más. Contactando con el mytho del ser trata de hablarle y calmarle. Sabe que no es igual hacerlo cuando el anfitrión es un humano que cuando es un ser legendario que está hecho todo él de energía de mytho. Pero el Leviatán la conoce. Tiene que conocerla. Sabe que no es su Hija, como dicen los nativos, y que ni siquiera es su protector, pero en el pasado han mantenido una relación de no agresión y si pudiera hacerle entender...

Con su don que le permite hablar sin palabras con las energías mágicas, Anna Suri entabla una especie de diálogo con el Leviatán. 

- No somos enemigos... Soy yo: Anna Suri. Me salvaste una vez y nuestros caminos se han cruzado...

- Mi territorio. Agresión. Ladrones. Ladrones en mi territorio. Agresión

- No quisimos entrar. Déjanos marchar. Por favor. 

Anna sabe que no puede hacer entender al monstruo que quieren la Aguja para un buen fin. De hecho... ¿es para eso para lo que la quieren? Cedric la escondió allí. Sabía que el Leviatán la guardaría. ¿Son sus acompañantes los adecuados para cogerla? Los últimos minutos de confesiones han sembrado la duda al respecto. ¿Quién es esta gente? ¿Por qué quieren la Aguja? ¿Los habrá estado ayudando a conseguir algo que no está destinado a ellos? 

La duda y el miedo asaltan su corazón y como si el Leviatán lo percibiera SE DETIENE EN SECO. 

- Fuera de mi territorio. 

Las olas enormes aún sacuden el islote de Ramos. 

Mientras tanto Adrien sube a la superficie en medio de una enorme marejada engendrada por el monstruo. Él no ha visto que ha ocurrido y poco puede imaginar que el Leviatán parece haber dado una oportunidad a Anna. Él sólo ve el monstruo enorme, a unos escasos veinte metros de él, gigantesco, resoplar y permanecer inmóvil. 

"Si quiere matarme, bastará con que ataque una vez y me coma entero" piensa mientras trata de nadar hacia la costa. 

Michael sigue en el fondo. Tiene el respirador pero las potentes ondas expansivas le han empujado al fondo y aún no ha logrado subir a la superficie. 

Bali vuelve a insistir. 

- ¡Rápido, tenemos que ir al barco! ¡Mirad, ahí, ahí está uno de los que entraron en la cueva! ¡Está megavivo... de momento, obvio! 

Durante el vuelo no puedo dejar de mirar por la ventana, el Pacífico.... tan lejos de casa y a la vez tan cerca, esas olas pausadas que le dan nombre nunca me reconfortaron tanto como al reencontrarme con él después de lo que podría ser una vida; nunca el tiempo fue tan relativo. Dejo que el sol naciente me bañe la cara por la ventanilla del avión plácidamente.

Una vez en tierra, el ambiente es fabuloso. Parece que realmente seamos un grupo de peculiares turistas eligiendo un traje de baño. Resulta divertido vernos, parece como si todos quisiéramos olvidar lo que ocurrió apenas unos días atrás en el árido Kazajistán. Pronto estaremos de nuevo en la brecha y hay que aferrarse a estos momentos como de niño te aferras a la arena de la playa que se te escurre entre los dedos...

- ¿¿Ethan??? ¡oh dioses!- mi sonrisa pinta mi cara y solo la frialdad japonesa que me inculcaron desde que nací evita que me abrace a él- ¡¡estás vivo!! el haberlos dejado tirados era algo que me oprimía desde dentro como una vocecita constante que me decía que algo no estaba bien. Me acerco a darle la bienvenida y después pedirle disculpas por nuestra actuación hace ya.... tanto y tampoco tiempo.... creo que una vez hechas las presentaciones de los nuevos compañeros, por desgracia queda explicar las bajas: Gabriel por nuestra parte.... ¿y tú, ethan, estás solo? ¿qué ha sido de Adrien?

Puede sentir la presión del agua sobre su cuerpo, y en su mente, la presión de saber que todo podría acabar en segundos. No solo su vida, sino también la de Marcy, la de Adrien, la de Anna... 

Trató de encontrar una posición cómoda para empezar a nadar hacía arriba. Braceó con todas sus fuerzas para poder avanzar hacía el exterior, luchando contra las ondas de agua que parecían querer ahogarle en el fondo del mar.

Tras unos instantes de absoluto terror, veo que tengo la posibilidad de seguir nadando hacia el peñasco, pero...¿¿dónde está Michael??, ¿¿habrá salido ya o...??

Lo siento compañero, no sé donde estás ni que es lo que está deteniendo a la anguila hormonada esta, pero algo me dice que o aprovecho la oportunidad ahora, o a velocidad no le voy a ganar...

Empiezo a nadar hacía la costa lo más rápido que pueda pensando en lo que podría ayudarme si el bicho se activa. Recuerdo los propulsores que utilizan los submarinistas y que hace bien poco se me paso por la cabeza invocar...

Ethan miró de reojo a los demás y miró a la distancia, al lugar al que se dirigían, antes de contestarle a Yen.

- No sé donde está Adrien, pero tengo una idea aproximada. Está vivo, si -como si la idea de que el grandote era mortal se le hubiera cruzado por la cabeza-, pero no sé exactamente donde. Digamos que estoy yendo a buscarlo, de alguna manera. 

Se lo pensó un poco antes de decir lo siguiente, pero el oriental le inspiraba una confianza difícil de explicar.

- Afortunadamente no está solo, está bastante bien acompañado. Parece que "La carrera mas loca del mundo" sigue sumando adeptos, y por suerte son buena gente. 

Hizo una breve pausa, pasando su mirada por los rostros de todos.

- ¿Y entonces que? ¿Quieren venir conmigo o cada uno a la suya y a ver quien llega primero?