Partida Rol por web

Kasr escucha las palabras de Henutsen, y corre, rodeando la nube de vapor, hacia la sacerdotisa.

 Hacha en mano, Dranger ignora por completo a la criatura del inframundo, el enemigo real era la furcia hereje esa. Con gestos cómicos pero eficientes, el enano se dirige hacia la humana, saltando los riachuelos de magma, listo para soltarle un hachazo a la mínima.

Dranger, se aleja de las escaleras en caracol hacia su derecha, y tras una corta carrera de un metro logra dar un salto hasta una zona del suelo libre de la candente lava.
Kasr, obedeciendo a su amo, corre hacia el lado opuesto, a la izquierda de las escalinatas, y viendo a lo lejos a la mujer a la que le han ordenado matar, logra dar un buen salto, y rugido de por medio, alcanza seguro una zona de casi dos metros por dos metros en donde la lava está reseca aunque algo caliente para sus patas desnudas.
Henutsen, intenta dar un rodeo, y alejarse hacia un ángulo de la sala. Ve un sector sin lava, desde donde cree que tendrá buena visión de la peligrosa mujer. Pero para llegar allí, debe saltar casi un metro y medio de lava que se mueve a gran velocidad, surgiendo desde el ídolo!
El salto parece fácil, pero hay poca distancia para tomar carrera, y un horrible Lemur a sus espaldas!
El druida, da dos pasos para tomar envión, y salta...

AHHHRRRRGGAAA! SHHHhhhhhhhhhhh CHSTtt!!!

Henutsen cae con el pie derecho en la zona limpia de lava, pero el izquierdo golpea demasiado atrás, se sumerge en la lava, y ésta corre tan rápido que le quema toda la pierna!
El dolor es terrible, y Henutsen grita desesperado al tiempo que agita los brazos como un poseso, buscando caer hacia adelante...adelante...ade.
SPLOOOT!

Las llamas prenden sus ropas, y la magia que le protege contra el elevado calor no sirve para evitar ser quemado.
El druida, cae hacia atrás, de espaldas! El río de lava le pasa por encima quemándolo en segundos, y apagando su grito de dolor.

Chhhhssst.....glup...

Kasr, reconociendo gracias a su instinto que algo va mal, gira la cabeza mientras salta de una pata a otra, evitando el calor del suelo.
¡GRROROOOOAAAAAAAAAAARRRR!
El rugido del león, hace vibrar las paredes, y retumba mucho más potente que los leves gruñidos que suele lanzar. Alcanza a ver a su amo sumergiéndose bajo la lava...y su mente de felino no entiende...no alcanza a comprender...

 Dranger ve, un poco anajenado por su estado rabioso, como el Henutsen no ha logrado saltar del todo uno de los anchos canales de lava y se ha quedado combertido en una téa ardiente antes de morir abrasado. Eso tan solo espolea al iracundo enano, que ya con cierta inercia y tras haber logrado el primer canal se lanza para saltar el resto para llegar junto a la fulana hereje.

 - ¡MaldiTA!

La sacerdotisa lanza una brutal carcajada al ver caer a un enemigo de Moloch a la lava.
JAJAJAJJAJAAAAA!! Jaaaa! Jajaja!
La risa, tan cristalina como demente, retumba contra los muros de la estrecha habitación.

En eso, Dranger corre hecho una furia, da un gran salto, y logra caer en una zona del suelo descubierto de lava. Todo a su alrededor, la lava burbujeante se desplaza con rapidez, amenazando con caer en cualquier momento sobre el enano!
Dranger, sin embargo, no se detiene un instante y de un gran salto logra cruzar otro rio de un metro y medio y alcanzar, sano y salvo, el lado opuesto de la habitación.

La cleriga de Moloch, al ver tan cerca al peligroso enano, murmura un sortilegio al tiempo que le señala con un largo dedo indice terminado en uñas rojas con dibujos de llamas.
Sin embargo, el hechizo parece no afectar a Dranger, quien se acerca peligrosamente a la maligna acólita.!

Al mismo tiempo, el lemure conjurado por Hafshi golpea con una zarpa a Owen, esquivando por pura suerte al escudo de fuerza. Rápidamente, lanza un golpe a Imdlara, quien dificultada por el arco y el estrecho lugar, no logra evitarlo.

Owen escucha el almento de Henutsen y al girarse para ver qué le sucede le golpean. No sabe qué le produce más dolor si el golpe o el que su amigo haya muerto.

Maldición.

Rápidamente conjura un nuevo hechizo, y otra barrera aparece unos instantes en su cuerpo, más al igual que la otra desaparece enseguida.

Leila, prepara tu arma con uno de los botes de bendecir, será la unica forma de hacerle algo a ese ser.

Leila obedece, bediciendo su arma da un paso adelante y golpea, con un tanto de buena suerte, la criatura conjurada.

 Sin más ceremonias el recio enano se abalanza sobre la golfa profana, blandiendo la hacha de manufactura enana con ambas manos mientras espumarajos blancos escapan de las fauces entreabiertas del desquiciado enano.

 Sin lugar a dudas el enano puso todo de su parte para partir la fulana en dos, en su carga se arroja contra ella, evitando que pueda apartarse del brutal barrido. El filo de la pesada arma alcanza el cuerpo de ella con tremenda fuerza, a pesar que la arma golpea un tanto ladeada mas que con el filo. Aún así el golpe es brutal.

El hachazo del regio enano sorprende a la confiada mujer, incrustando el acero entre oreja y oreja. El crujido del cráneo al partirse como un coco retumba en la cerrada habitación, y un trozo de masa encefálica vuela hasta cocerse en segundos en uno de los rios de lava.

Pesadamente, cae el cuerpo sin vida de la sacerdotisa, y cierta relativa calma regresa al lugar.
Aun sienten voces en su cabeza, pero logran ignorarlas...es como si el ídolo intentara corromperlos, pero no tuviera más que su telepatía para hacerlo.

Los rios de lava surgen aun de la boca del demonio, recorriendo el suelo de piedra y filtrándose por sus grietas hacia los pisos de abajo.

En eso, oyen un quejido y pueden ver que el cuerpo de Hanutsen se sacude como sufriendo un ataque. Todos temen lo peor, como si Moloch estuviera intentando poseer el cadáver, y sin embargo, cuando Leila se acerca a investigar, descubre que a pesar de las graves quemaduras en su espalda, el joven druida aun vive!
Quizás, el conjuro que le protegía del fuerte calor de la fortaleza, ayudó a obrar el milagro...como sea, la magia de Leila rápidamente ayuda a cicatrizar las fieras quemaduras, y Henutsen abre los ojos, y lanza un suave quejido...

 Embriagado por la adrenalina del momento Dranger lejos de pararse se gira hacia el profano ídulo de tres pies de altura y lo tira al suelo hacia los burbujeantes ríos de magma candente, tirándolo con un golpe con la parte roma de la cabeza de la hacha enana. Acompañándolo en su caída lanza un escupitajo que se evapora casi al instante con un silbido apagado al entrar en contacto con el magma.