Partida Rol por web

Los agentes se encontraban en Kerse, capital de Druma, en una opulenta mansión perteneciente a Temmel Passad, un prominente Kalistócrata. Habían llegado allí con el objetivo de reunirse con él, enviados por el Venture-Captain Ambrus Valsin. Mientras esperaban, echaron un último vistazo a la carta que les había mandado:

Cita:

Antes de que llegue Temmel Passad creo que lo más adecuado sería presentarnos.
"tras una breve reverencia, continúa". Me llamo Raohken, monje de Tian y en concreto de la región Min. Desconozco vuestras ciudades y soy ignorante de vuestra cultura, pero tenéis a vuestro servicio mis puños. Intentaré a toda costa que todos salgamos con vida y podamos celebrarlo cómo bien se merece.

Tras mirar al "elenco" de personajes que ha citado en este lugar el Capitán de Expedición Ambrus Valsin empiezo a observarlos con detenimiento para poder ver cuáles son sus puntos fuertes y por donde son menos hábiles. El primero en hablar es un tien, aunque su aspecto no sea como otros de su región, pues sus ojos no son rasgados y exhibe una poblada barba digan de cualquier norteño que se precie, posiblemente esa región de la que habla debe carecer de la higiene personal de la que carecen también los norteños a los que se asemeja. Hago una reverencia cuando ofrece sus "puños" en nuestra misión, sin duda un lugar como Razmiran iba a necesitar de algo más que puños, pero estos, seguramente no iban a estar de menos. Permanezco observando mientras el resto se presenta para no decir nada que pudiera molestar a mis compañeros.

El gnomo permanecía sentado, esperando en la salita donde les hacían esperar, pero la espera lo carcomía por dentro. Odiaba esperar, obviamente. Aquella misión le parecía demasiado política, ciertamente. Pero había algo que lo había atraído de la misión, sin duda una mala pasada de su entusiasmo y de su pésima comprensión lectora. Pensó que la misión le permitiría estar más cerca de la Herida del Mundo y ver a algún ser extraplanar, concretamente del Abismo. Aunque también decían que podían ser peligrosos, quizá fuesen exageraciones, según pensaba Tyrn. Un mapa despejó sus dudas, obviamente, y obviamente cuando ya había aceptado la misión y se encontraba de camino. Obviamente eso no lo congratulaba, pero bueno, una aventura era una aventura.

-Eh -titubeó-, encantado, Raohken. ¡Por los Ocho Pergaminos, de la mismísima Tian! Yo soy Tyrnesh, podríamos decir que varisiano -dijo con una sonrisa extraña-, y por lo que se ve también desconozco otras ciudades y culturas. Tu promesa de protección y celebraciones es... reconfortante, sí.

Con sus gafas en la frente, su pelo azul y su cinturón atiborrado, daba la imagen de un pequeño gnomo ingeniero, o quizás un mago. Nunca se sabe con los gnomos.

La exuberante y taciturna muchacha observaba toda la escena en silencio. Mientras tanto, se dedicaba en cuerpo y alma a afilar la hoja de su hacha de batalla. Cuando se echaba un vistazo a Lamriss, el miedo o la desconfianza podían hacer acto de presencia. Medía metro ochenta de altura. Su fibrado y musculoso cuerpo cubierto de cicatrices, denotaba que había sido instruida para el combate, pero lo más inquietante del tema, era la pasión que ponía en cada pasada que hacía con la piedra de afilar sobre el filo del arma... parecía que estaba acariciando a un bebé lactante...

Cuando Raohken habló, se detuvo. Hablaba de puños y de un lugar lejano. No tardó en unirse a la charla un gnomo con extraños lentes... Era mejor seguir con el trabajo. No podía permitirse que su chiquitina no estuviera a punto para cortar la carne. Cuando hubo finalizado, se puso de pie. Era una mujer impresionante...

- Podéis llamarme Lamriss.- dijo con voz desganada pero extrañamente seductora. - Pertenezco a los Archivos Oscuros y nací en Cheliax.- dijo mientras sonreía. - También podéis contar con mis puños... y con mi guisarme, y con mi hacha de batalla...- añadió intentando aliviar tensión con un rostro bello y sombrío a la vez.

El imponente monje se acerca al pequeño gnomo y con firmeza y delicadeza le da la mano y comenta con alegría sincera: Encantado Tyrnesh, estoy seguro de que tus habilidades serán de lo más valiosas en nuestra misión.​ Hace una pausa tras la que continúa con una mirada de curiosidad ¿que arte practicas exactamente? Prefiero que no existan secretos entre camaradas para que saquemos lo mejor de nosotros mismos.

Tras decir esto y sin dejar de atender a Tyrnesh, echó un vistazo por encima al resto del grupo. Todos le parecían poderosos y dignos de respeto, pero el pequeño era el que más curiosidad y simpatía le despertaba.

En su peregrinar hacia la Herida del Mundo, Elenzeran respondía de nuevo a la llamada de la Sociedad Pathfinder. Ambrus Valsin le había hecho llamar para colaborar en la búsqueda de una expedición en tierras de Razmiran, un país teocrático y vil... Una manera de entender la fe que no podía compartir el fiel seguidor de Iomedae, la justicia y la equidad brillaban por su ausencia, pero también era una oportunidad de encontrar a algún pathfinder descarriado. Los últimos acontecimientos habían puesto en guardia a la logia de la Cruzada de Plata y sus integrantes buscaban purgar la sociedad de arribistas, insidiosos y malignos... Por ello siempre se mostraba cauto pero educado cuando interactuaba con otros pathfinder.

Mi nombre es Elenzeran, provengo de Andoran aunque mi estirpe es de más lejos.... Trato de llevar la luz de Iomedae allí donde hace falta, de buenas maneras aunque desgraciadamente, y muy a mi pesar, a veces he de usar esto....- dijo Elenzeran mientras se llevaba la mano a la espalda donde pendía un enorme mandoble. - También soy integrante de la Cruzada de Plata y buscamos que el bien común prevalezca sobre intereses personales.

Siempre iba de cara, era mejor que todo el mundo supiera con quién se relacionaban. Un ejemplo que esperaba que cundiera con todos los pathfinders con los que se cruzaba. La verdad por delante.

El último integrante del grupo de pathfinders que no se había presentado aún tenía una constitución ciertamente esbelta, alto y delgado, los rasgos de su rostro deltaban que probablemente se tratara de un semielfo. Su cabello, castaño, estaba desordenado y una blanca sonrisa parecía dibujarse en su rostro continuamente. Vestía un atuendo de cuero rojo bien bordado, y de su espalda, colgaba un arco de madera acompañado de dos carjales, uno a cada lado de la cadera, y una espada larga en su cinto.

- Encantado de encontrarme con vosotros, maeses - dijo con tono educado y voz firme- mi nombre es Satinder, y vengo de la libre Nirmathas. Puedo aportar mi puntería en esta importante misión... - señalo al tiempo que guiñaba un ojo a la fornida guerrera peliroja - ...con el arco. - concluyó con cierta pícardia el apuesto arquero.

Finalmente se habían presentado todos así que era el turno de hacerlo tras observarlos a todos. Le complació ver entre ellos a otro semielfo como él, aunque era de otra parte del mundo. Mortimy se levanto y con gráciles movimientos y armadura ligera, espada ropera y arco, aunque lo que llamaba más la atención de cuantos había conocido eran sus "cestus" su garras felinas:

- Buenas señores, compañeros Pathfinders, soy Mortimy Al'Jemahl, y como delatan mi nombre y mi acento vengo de la lejana Qadira. Creo que tendremos que hacer uso de algunas de mis hablidades y veo que en otros campos lo tenemos bastante cubierto. Espero que todos sepamos a dónde vamos y saber que nuestras palabras pueden ser usadas en contra nuestra. Así que la franqueza demostrada en esta sala será mejor que descanse unos días hasta cumplir nuestra misión, recuerden que adorar a un dios que no sea el suyo, esta penado en Razmiran con la muerte tras la tortura, o eso creo. Así que creo que debemos ocultar nuestros- señala a Elenzar- símbolos y si no nos agrada engañar o no decir toda la verdad será mejor que sepamos mantener nuestra boca cerrada. Espero que alguno más que yo mismo, sea versado en la palabra y en los actos sociales, pues veo mucho armamento pesado entre nosotros, y estoy deseoso de vernos en acción para sorprenderme con sus actitudes ocultas.

Hago una reverencia a todos mis compañeros de misión.

-Va... vaya. Desde luego, un grupo armado hasta los dientes, sí. Y vaya, señor Jemal, habéis hecho bien en decírnoslo, ¡por los Ocho Pergaminos! Vaya, ¿veis? Y no podría decirse que soy su hombre respecto a lo de la palabra, no, yo diría que no. Quizá vos, sí, la diplomacia qadiriana es legendaria, o eso dicen, sí.

Un poco superado ante las presentaciones, el gnomo por fin pudo responder al tiano:

-Reohken, preguntabais... -dijo, frotándose las manos- Sí, mi arte, sí. Bueno, vaya, no es ningún secreto, tampoco es eso, no. Poco usual, más bien. Ciencia planar... quiero decir, magia planar, la suelen llamar. Es difícil de entender, sí. Digamos que recibo algo de ayuda de otros planos, una especie de magia, sí. Tampoco confíen en unas excesivas capacidades mágicas por mi parte, no.

-Creo que no le entiendo, señor Tyrnesh. Igualmente su arte hablará por sus actos. Espero ansioso un recital por su parte.

Tras escuchar atentamente a Mortimy Al´Jemal, Raohken añade. -Al haber permanecido encerrado en un entorno cerrado la mayoría de su vida, me temo que no pertenezco a ese grupo de "versados en la palabra". Como mucho podré aportar mi instinto para deducir intenciones a modo de consejo.  Siento mucho mi poca aportación en este área.

Y antes de perder la oportunidad para presentarse ante Elenzaran, Raohken mostrando un sello de la Cruzada Plateada se acerca a él: - Un placer conocer a otro miembro de la Cruzada plateada. No solemos ser muchos los que defiendan el bien y la justicia ante todo.

Mientras estáis hablando, dos sirvientes abren una puerta de doble hoja lacada. Un humano y dos enanos entran en la habitación.

El hombre, vestido con túnicas inmaculadas de seda blanca, es bajo u algo grueso. Tiene una barba rubia aceitada, y sus ojos parecen alerta y os miran con interés. Coge una pizca de tabaco de caja pequeña de oro, se lo acerca a la nariz y lo inhala. Tras inhalarlo suelta un pequeño estornudo y comienza a hablar.

—Es un placer dar de nuevo la bienvenida a una de mis propiedades a unos valientes Pathfinders. Mi nombre, como supongo que ya saben, es Temel Passad. Permítanme present...

Uno de los dos enanos, una enana de hecho, pelirroja y con una túnica escarlata oscura, interrumpe bruscamente el hombre.

—Podemos presentarnos nosotros mismos, Passad. Yo soy Metella Rauger, representante de los intereses del consorcio mercantil de Highhelm. Mi compañero —señala al otro enano, moreno y con la cabeza cubierta con un pañielo amarillo brillante— es Amauhak de Reth Bisel, un místico de las arenas de Osirion.

Hago una reverencia a nuestros recién llegados "compañeros" de viaje y de misión. Sin interrumpir demasiado y esperando a ver si pueden darnos alguna información más sobre la misma para ir preparando el viaje.

Raohken totalmente callado escucha todo lo que tengan que decir los nuevos interlocutores. Durante la charla se fija en la, igual que la suya, viril barba de Temel, la cual emite respeto. Pero justo después le atraviesa una idea la mente. Todos los enanos que viò en Tian eran varones y el hecho de que la mujer enana no tenga aparentemente una poblanda barba le desconcierta. Raohken utiliza su habilidad de Percepción para detectar si la enana tiene pelos o si se ha depilado la más que probable barba. Percepción (15 en total) 9 de resultado + 6

Obviamente, Tyrnesh permanece como hasta entonces, demasiado educado o demasiado absorto para responder.

Al parecer, las presentaciones ya estaban hechas. Un grupo variopinto y dispar, como solía ser frecuente en los equipos de la Sociedad. Cuando Mortimy comentaba la posibilidad de personas usuarias de la diplomacia y la lengua de plata, Lamriss estuvo a punto de lanzar una carcajada, pero por respeto a sus nuevos compañeros, se abstuvo de cualquier expresión que pudiera desencadenar un problema entre ellos, aunque la propuesta le parecía graciosa. Sea como fuera, ella tenía una forma muy diferente de entender la "diplomacia y la cultura"...

Luego prestó atención al pequeño mago planar y al paladín. Desde su ingreso en la Sociedad Pathfinder, había tenido la posibilidad de conocer a algunos paladines. No se escondía si afirmaba que aquellos hombres de excelsa pulcritud, desencadenaban sus deseos carnales más obscenos, aunque reconocía que simplemente era por el placer que sentiría en ver sus juramentos y preceptos quebrantados por la búsqueda de la lujuria.

Sí... Aquella misión iba a ser entretenida...

Elenzeran se quedó mirando al qadirano cuando les pidió sigilo y subterfugio en aquellas tierras hostiles a otras fes. Era una propuesta razonable y a la que no se opondría por el bien fin de la misión...

De acuerdo Mortimy, seremos cautos en nuestras expresiones... No os engañe el enorme argumento que llevo a la espalda, no soy ajeno al poder de la palabra y como ya he dicho es mi recurso favorito. Ahora bien, habéis de saber que habrá cosas que no estaré dispuesto a presenciar, como muestras de maldad y similares...

Y en la misma posición estará mi compañero Raohken, como seguidor de la Cruzada de Plata... Un placer conocerte. Y al resto también, por supuesto.

Cuando llegaron el anfitrión junto a los enanos y se presentaron el paladín inclinó la cabeza en señal de saludo. Siguiendo el consejo del oriundo de Qadira permaneció en silencio. Su mirada se desplazó ligeramente hacia la única fémina del grupo, su abierta declaración como perteneciente al Archivo Oscuro le había sorprendido... Tendría que vigilarla de cerca...