Partida Rol por web

El viaje por las orillas del Encarthan transcurre sin problemas. Los marineros contratados por Passad (5 en total, incluyendo el capitán) son callados y eficientes.

A la entrada del Río de Cristal se encuentra la ciudad de Xer, que ocupa la orilla norte. Sus docenas de muelles bullen de actividad con naves que entran y salen. El Abacus se dirige a uno de los puertos, donde debe pagar el peaje para recibir la autorización de transitar el río. Se pueden ver algunos guardias patrullando los muelles con cara hosca.

Cómo dije antes, yo me ofrezco a esconderme en el nuevo compartimento secreto. Si alguien debe bajar, el más indicado soy yo. Yo no necesito equipo y puedo ser silencioso, alguien debe cuidar de los enanos.

Tyrnesh se frota las manos, más como tic que como signo de nerviosismo. Miró a sus compañeros de cubierta, sin saber qué iba a ocurrir.

Satinder permanece en la cubierta oteando el horizonte con su buena vista de arquero, pendiente de cualquier movimiento invasivo que pudiera recibir la embarcación Abacus.

El fiel servidor de Iomedae creía que el permanecer bajo cubierta sería una tarea llevadera teniendo en cuenta lo que estaba en juego... Pero se equivocaba.

El qadirano había propuesto construir un compartimento oculto con las cajas de las mercancías donde se colocarían él y Raohken. Cuando se colocó el último cajón la opresión del momento hizo mella en el ánimo de Elenzeran...

Raohken, amigo.... ¿Hacemos lo correcto? No soy de esos que se esconden y rehuyen sus responsabilidades...

Debería estar en cubierta, junto a sus compañeros pero era consciente que un encuentro con un razmiri radical solo podría acabar de una manera.... y no era conveniente para su misión. Allí dentro se sentía inútil...

Claro que lo hacemos Elenzeran. Las cadenas de honestidad que nos atan arrastrarían a nuestros compañeros, a los enanos y a la misión a un futuro incierto sino fuesemos capaces de controlarlas y yo sé que no podría. Irori predica sobre la confianza en los demás a menos de que demuestren que no la merecen y si crees que no deberías estar arriba, quedate; pero si racionalmente crees que debes ir, vé. Lo que hagas será tu decisión

Lamriss paseaba sobre la cubierta  del Abacus. Era una embarcación curiosa, un velero de estructura ligera y que surcaba el agua con velocidad, a diferencia de los grandes galeones Chelaxios, mucho más lentos y robustos. La pelirroja, contempló todo lo que se encontraba a su alrededor. Conocer el mediol que la rodeaba, podía facilitar sus maniobras en caso de un hipotético abordaje. No tenía conocimiento si el Lago Encarthan era un criadero de piratas, pero si había rutas comerciales, a buen seguro que los habría... ¡¡y a pares!!

- ¿Maese Passad, la piratería suele ser frecuente en estas aguas?- preguntó la muchacha a espera de una respuesta.

El rollizo kalistócrata miró a la guerrera Chelia mientras dejaba caer algo de rapé sobre el dorso de su dedo pulgar y los aspiraba. Luego tras rascar con delicadeza su gordota nariz se dispuso a responder a la pregunta.

- Piratería hay en todo mar o lago navegable querida, pero cuando comencemos a ascender el Río de Cristal temeremos más a las grandes Barcazas de Fe de Razmirán, que a un ejército de galeones piratas Chelios, Jajajajajaja...- Río sonoramente mientras miraba como el rostro de Lamriss se turbaba con una mueca de pocos amigos. En ese momento, Temel cayó en la cuenta de que acababa de meter la pata hasta el mismísimo vientre de Rovagug. - No se moleste señorita.... Es... es... una fooorma de hablar...- intentó arreglar con una sonrisa algo forzada y estúpida.

- En un par de días llegaremos hasta Xher, una ciudad fluvial en la desembocadura del Río de Cristal. Allí tendremos que hacer efectiva la tasa que nos permitirá navegar por el río.- comentó Passad intentando cambiar el tema de forma rápida antes de que la sanguinaria le partiera la cabeza como un melón. - Ni que decir que está bajo el yugo de los fanáticos razmiri... Con lo que tendremos que ser discretos...- proseguía mientras volvió a aspirar un poco más de rapé.

Cuando lleguemos al puerto, yo tengo decidido bajar a las bodegas junto a mis entrañables amigos enanos... - afirmó con una sonrisilla nerviosa que denotaba que Temel Passad era un noble de poco arrestos y coraje -... así ustedes podrán trabajar con total libertad y hacerse pasar por comerciantes -bajo la supervisión de maese Mortimy- que parece un hombre competente en estas lides.- finalizó de exponer su idea.

- ¡¡Comprendan que a un hombre de honor como a mi persona, se le dé bastante mal mentir!! Jajajaja- risa tonta para finalizar.

La enana daba golpecitos con la punta de su bota en una de las cajas de madrea que habían colocado para crear la celda falsa en la que se reunían Raohken, Elenzeran, Amauhak y ella misma. La enana parecía descontenta en cómo se estaba llevando aquella misión, y le resultaba muy difícil apaciguar la rabia por encontrase allí enterrada entre cajas de madera y arpeos de barco. A su lado, el enano pahmet, reposaba en silencio con los ojos cerrados, ajeno a todo lo que sucedía como si se hallar en un sueño profundo. El taciturno enano, apenas había verbalizado más que alguna palabra de gratitud, pero parecía un hombre sabio, sereno y de confianza.

- ¡¡Maldita sea!!- estalló la enana incapaz de sostener más aquella mácula en su honor - Ese inepto de Passad nos lleva de cabeza a la boca del lobo... ¡¡Nada más y nada menos que a Xher!!- exclamó Metella con una sonrisa de incredulidad en la boca - Y mientras tanto, nosotros aquí con los bidones de agua y las cestas de zanahorias... ¡¡Si los Cinco Padres levantaran la Barba!!- seguía refunfuñando malhumorada - ¡¡En esa ciudad habrá más de cinco millares de razmirianos!!- Expresó con un ademán de sorpresa y con sus ojos color miel abiertos de par en par. - Esta embarcación es suficientemente rápida para ascender por el río sin necesidad de pagar tasas en ninguna ciudad aduanera del Río de Cristal...-  le dijo a su compañero enano, que salió de su estupor para abrir un ojo y volverlo a cerrar.

Cuando los compañeros que debían ir en cubierta se marcharon, la enana estalló en ira por no estar muy de acuerdo con como se estaba llevando a cabo la misión...

Una incursión de ese tipo sería aún más peligrosa, pues no habría sitio para la negociación y la palabra. No habría más que luchar por abrirse paso por medio de la violencia... ¡Y tendríamos a todo Razmiran pendiente de nuestro paso! Es mejor así, lady Metella...

A mi también me incomoda estar aquí encerrado pero con nosotros arriba la misión se iría al traste tan pronto como apareciera un razmiri... Paciencia, confiemos en nuestros compañeros.

Mortimy asiente a las palabras de Passad mientras le dice:

- Creoq ue será lo mejor señor Passad, una persona de su importancia y renombre no debe arriesgar su estatus en algo como esto y menos con unos ególatras como los razmiri que no entienden de leyes y códigos comerciales.

La enana refunfuñó ante las palabras del paladín. Quedaba claro que entre ella y Temel Passad no existía buena química, pero las conciliadoras palabras de Elenzeran consiguieron aplacar la creciente rabia de la impulsiva e intrépida enana. Por su parte, Amauhak escuchaba la reflexión del paladín con los ojos cerrados, pero con una sonrisa tranquila entre los labios. A pesar de parecer estar sumido en un profundo sueño, el enano pahmet parecía escuchar las palabras que tanto Metella como el aasimar intercambiaban, y parecía estar de acuerdo con la sabia y tranquila percepción del guerrero de fe.

- Espero que tengáis razón Elenzaran... Espero que los dioses  oigan tus sabias palabras y nos deparen un destino justo...- rogó la enana, visiblemente preocupada por la labor que debían desempeñar en un lugar peligroso y hostil como podía llegar a ser la teocracia de Razmiran.

El kalistócrata aseveró con la cabeza mientras el sudor le perlaba la frente. Luego dio una serie de indicaciones a los cinco marineros que conformaban la tripulación de Ábaco, y estos comenzaron a faenar de forma enérgica. Temel miró como las velas se hinchaban gracias a la buena racha de viento, y sonrió ampliamente mientras volvía a aspirar una nueva dosis de rapé.

- ¡¡Rumbo a Xher!! No perdamos más tiempo- y el velero comenzó a deslizarse con soltura sobre la mar calmada.

- Y si las palabras fracasan, maese Passad, no temáis que todos los aquí presentes sabremos defender bien el Abacus de esos razimiris fanáticos... - sonrió el arquero de los bosques al tiempo que asentía cortesmente al anfitrión de aquel viaje.

La travesía por las aguas del Río Encarthan fue tranquila y fluída. El Abacus surcaba las las transparentes aguas, como si un cuchillo afilado cortara una rebanada de pan: ágil, vivaz y majestuoso. El velero drumanés, era la máxima exposición de la elegancia naval. Fácil de tripular, los cinco hombres que se debatían con los arpeos, trabajaban afanosamente para que el rumbo de la esbelta embarcación no se desviara ni el más mínimo ápice.

En la cubierta, Lamriss, Satinder, Tyrnesh y Mortimy, observaban con detenimiento el desempeño de los marineros a medida que el velero se acercaba a la costa, en busca de puntos de referencia que le permitieran cabotar. Temel Passad se muestra inquieto y nervioso a medida que la ciudad de Xher se halla más próxima. El kalistócrata no parece estar a gusto metido en dicho tejemanejes, pero bien es sabido que ser un aliado de la Sociedad de Pathfinders de Absalom, es una oportunidad irrechazable de entramar unas relaciones beneficiosas de cara al futuro... y por ello merece la pena arriesgar la vida, aunque su carácter no fuera templado para misiones de tan elevado riesgo.

Finalmente, la ciudad de Xher, una urbe de edificios bastante parcos en detalles y florituras, se alza como un bastión controlador justo en la desembocadura del Río de Cristal. Sus muelles se encuentran copados por embarcaciones de todo tipo, pues bien es sabido que este punto es una escala necesaria para todos los barcos que deseen transitar por el río sin entrar en problemas con el gobierno de Razmirán.

Cuando los muelles se hallan próximos, Temel seca el sudor de su frente y se dirige a los pathfinders de la cubierta:

- Bueno, señores... Ha llegado el momento... - dijo mientras intentaba mantener una sonrisa poco conciliadora. El kalistócrata tenía miedo, ahora quedaba claro. Estaba cagado. Sin perder más tiempo, caminó hacia la puerta que descendía a la bodega, y tras desear suerte a los que se hallaban allí, entró para esconder su horror y vergüenza.

A medida que el Ábaco se acercaba, el grupo pudo observar como los astilleros se encontraban abarrotados de gente de aspecto descuidado y sucio. Multitud de gente harapienta y de dudosa catadura, merodeaban los muelles de aquella peligrosa ciudad.

El capitán dio la orden de amarrar en barco a un estibador, y tras soltar la maroma así lo hicieron.

Las indicaciones dadas por la tripulación, que se podían ser oídas desde la bodega, indicaban que el Ábaco estaba llegando hasta su destino, la ciudad de Xher.

Metella proseguía nerviosa por el temor de ser descubiertos en aquella ciudad de la aduana razmiri, mientras que el enano pahmet, seguía sumido en un letargo estacionario. Elenzeran estaba cansado de esconderse en ese lugar, deseaba salir a la cubierta y estirar las piernas, pero sabía que eso sería un verdadero error. El paladín era incapaz de esconder la gracia que Iomedae había ungido en el. En cambio Raohken, había emulado la meditación de Amauahak intentando soportar el tedioso viaje de una mejor forma.

El ambiente en aquel reducido espacio, conglomerado de cajas y barriles, comenzaba a sobrecargarse de los efluvios más primarios de que ser, y comenzaba a resultar poco higiénico, pero... ¡¡Había que aguantar!!

De repente la puerta se abrió. Por unos segundos, el paladín fue en busca de sus armas, pero al ver el graso cuerpo de Temel bajar, supo que por el momento la misión no se hallaba en riesgo.

El kalistócrata se sentó junto al grupo, mientras la palidez de su rostro denotaba el miedo que le resultaba imposible de esconder.

- Ya... Yaaa... Ya estamossss llegando...- dijo mientras de forma nerviosa, extraía la bolsita de terciopelo azul en la cual escondía su alijo de rapé, y aspiraba una nueva cantidad.