Partida Rol por web

Normalmente no se usaban estas radios de corto alcance, puesto que el barco tenía los últimos avances tecnológicos. Aunque al parecer no había señal del satélite lo que hacía pensar que esa sería la única manera de comunicarse. La funcionalidad era bastante básica, había un selector de canales y frecuencias y otra para hablar. Liz iba mandando su mensaje y esperaba unos minutos a ver si alguien respondía, por cada canal. Era una tarea lenta.

Gracias a los conocimientos náuticos de Isabel, iban manejando el yate en pos de las olas, cruzándolas perpendicularmente para evitar botes innecesarios, tal y como le había enseñado su padre años atrás.

Por otro lado, os ibais acercando a la tormenta, aunque una parte de vosotros quería huir en dirección contraria, sabíais que esa era la ruta mas directa hacía la costa mas cercana, y apenas teníais combustible para llegar, así que poco a poco empezó una llovizna y enseguida acabó en trombas de agua, la mar estaba muy picada. Algunos relámpagos soltaban destellos que os cegaban durante unos instantes y los truenos retumbaban como si todo fuera a explotar.

Después de colocarse le salvavidas que le tiende Isabel, lo único que hace es asistir a Liz y a Isabel en sus respectivas tareas, se sentía inútil pero no podía hacer nada mas. Cada poco tiempo mira hacia todos lados, buscando alguna luz, algún contorno, algo que le indicara hacia donde dirigirse. El mar estaba a cada instante mas enfurecido y las continuas subidas y bajadas acrecentaban la sensación de que no tenían el mas mínimo control sobre la situación, que eran simples hojas las cuales eran arrastradas y arrojadas ahí donde el destino quisiera.

Marcos sabia que en situaciones donde solo puedes hacer cosas puntuales lo mejor es estar tranquilo, buscar a conciencia en tu mente algo que te permitiera superar ese momento. Aunque nunca había estado metido en un yate a merced de los elementos, sabia que ya estaban cerca de la costa, era cuestión de tiempo que divisaran algo o contacten algo por la radio.

Para empezar a hacer algo decidió buscar esos elementos que siempre lleva cualquier embarcación en regla: balizas, bengalas, luces de emergencias, linternas, lo que sea que estuviera a su alcance y sea de utilidad. Tenia pensado poner todo en una bolsa lo mas impermeable posible, y tenerla cerca, en caso de pasar lo peor ya lo tendrían a mano.

Mientras el tiempo empezaba a ponerse peor y pronto estaban en medio del desastre, ya no había vuelta atrás, tenían que seguir adelante. El agua comenzó a empaparlos y apenas oían lo que decía Liz por la radio, los continuos rayos eran una bendición y una maldición pues con las súbitas ráfagas podían llegar a ver un poco más el horizonte

Rebuscas por el barco y puedes encontrar un disparador de bengalas con 3 cargas, luego encuentras una linterna de bastante intensidad. Ni rastro de los otros elementos.
En cuanto búsqueda exterior, entre las gotas de agua y el viento no te dejan avistar con claridad, así que de momento no ves nada mas que vuestro yate y unos pocos metros alrededor de oscuridad.

Con mucho cuidado comenzó a buscar en todos lados, cualquier compartimiento del yate fue rigurosamente investigado. En una de las gavetas pudo encontrar una pistola de bengalas con tres cartuchos, elemento indispensable para que los vean si encontraban algún otro bote o al guardacostas, una linterna que sin duda también podrían usar para mandar señales. Coloco todo lo encontrado en una mochila la cual sujeto firmemente en su espalda, quien sabe si luego tendría tiempo de acomodársela para salir rápidamente de allí.

-Hey!- prácticamente les grito al oído para hacerse oír-. Encontré algunas cosas que nos pueden servir, las voy a tener a mano por si vemos algún bote.

Luego, trato de verificar si se veía la costa o la luz de algún navío. El viento lo zarandeaba como un muñeco y las gotas de lluvia y del mar lo goleaban como pequeños guijarros de roca fría. El mar parecía el escenario de una batalla titánica, las olas no paraban de crecer, como caballos coléricos que jugaban a ver quien llegaba mas alto, el viento y los truenos competían en estruendo y poderío.  Apenas podía mantener los ojos abiertos y el constante peligro de caer por la borda lo hizo desistir. Quedo empapado y el viento lo hacia tiritar de frió. Volvió al puesto de control y no dijo nada sobre su fracaso de ver algo más que oscuridad. No decayó su ímpetu, nunca se había rendido ante nada ni nadie, una tormenta no iba a lograr lo que no pudo la vida misma ni el destino.

-Vamos a estar bien- afirmo pero lo dijo despacio, como a si mismo por lo que sus compañeras ni siquiera notaron lo que dijo...

Sus amigas apenas notaron que les había dicho, estaban muy ocupadas en sus respectivas tareas. Con una situación como la actuar era una bendición tener algo que hacer. Ya tenía algo de equipo por si las cosas salían mal, ahora tenía que ayudar.

-Isabel, yo seguiré operando el yate, ayúdale a Liz, has estado todo el día con eso-. Prácticamente la corre de ahí, no de mala manera sino porque de verdad creía que hacer otra cosa podría beneficiar a todos, quizás tendría mas suerte que Liz.

Tomó los comandos y se concentro en el horizonte, su pelo parecía flamear con el viento y su mirada se torno dura y fría. Tenía la certeza que llegaría a la costa, o a cualquier lugar que les permitiera desembarcar a salvo. Los continuos relampagos descurbrian las montañas de agua que se precipitaban hacia la barca, sacudiendola con violencia.

-¡¡Pero Marcos!!- exclamo al tiempo que me quita del timón. Lo miro ceñuda y con los brazos cruzados.

-Creo que tengo mas experiencia que tu, asi que soy yo la que llevaré el yate hasta el muelle- mi tono era de enfado -así que ve con Liz y haz esas cosas que me has pedido. Ahora mismo- le ordeno y con cierta rudeza, le doy un ligero empujón -¿Acaso crees que es tan sencillo manejar esto? joder, me llevo mucho tiempo en aprender y no soy una experta y crees que con cinco minutos de lección cutre ya sabes como conducirlo, pues no, no tienes ni puñetera idea y no pienso morir en medio de una tormenta- sin duda, había conseguido que me enfadara.

Liz se giró hacia la pareja cuando los vio discutir, y se levantó de la silla atornillada al suelo, cogiendo suavemente a Marcos por el hombro y sonriéndole cansada, alzando la voz para que la oyera a través del viento. "Marcos, llevo ya un par de horas manejando la radio... estoy cansada y empapada, no me gusta bajar abajo con este tiempo, pero estoy incomodísima con el pijama. Voy a ponerme cómoda, necesito que sigas con la radio ¿vale?".

Luego, miró a Isabel y le acarició el brazo cariñosa. "Vamos, todos estamos cansados, el enemigo es esa tormenta, no nosotros, ¿vale?. Sé que eres la mejor pilotando, nadie te dice que no. Pero si estás cansada en algún momento pídele a Marcos que te ayude... me temo que yo soy demasiado torpe para hacerlo bien", se disculpó sonriendo. "Cuando suba traeré algo de comer, hace horas que no probamos bocados".

Tambaleándose, Liz volvió a entrar en el interior, dando bandazos y golpeándose con las paredes del pasillo que lleva a su habitación. Dentro se quitó el salvavidas y el pijama mojado y se vistió con unos pantalones vaqueros, solucionó lo incómodo de su busto ciñéndolo con un sostén deportivo y se puso la camiseta de asas que llevó sobre el bikini la tarde pasada. Frente al espejo, a pesar de los saltos de la embarcación, intentó peinarse un poco el cabello de loca que le había dejado el viento, y miró un momento su caja de maquillaje, pero con la violencia del movimiento del barco decidió que no merecía la pena ni intentarlo.

Se puso el salvavidas y se dirigó a la cocina; algunos de los cacharros y botes de comida rodaban por el suelo, y cuando abrió la nevera vio que su contenido estaba desperdigado. Cogió un paquete de pan de molde, y preparó algunos sandwiches intentando mantener el equilibrio, aunque gracias a Isabel y a su forma de pilotar no tuvo muchas complicaciones. Metió los bocadillos en un tapper, y cogió una botella de agua mineral antes de subir.

Quince minutos después, Liz apareció en cubierta con el tapper y la botella de agua, y caminando con mucha más facilidad que antes llegó hasta Marcos e Isabel sonriendo algo cansada. "Tengo de jamón y queso, queso de untar, jamón serrano, lomo ibérico y cacao... y el agua es potable, no como la que nos está empapando ahora mismo, ¿qué os apetece comer?, ¡si no nos alimentamos terminaremos agotados¡".

Marcos se da cuenta que cometió un gran error, pero no lo admite, no era su intención, solo quería hacer algo, quedarse sentado no era algo que hiciera. Siempre tendía a hacer las cosas por si mismo y nunca depender de nadie. Miro a Isabel a los ojos, con la mandíbula tensa y los dientes apretados. Sintió una mano calida en el hombro, desvio la mirada para encontrarse con Liz que, siempre dulce y buscando lo mejor para los demás, trataba de calmar los ánimos. El suspira, y mira a Isabel una vez mas, mucho mas tranquilo y dándose cuenta de su actitud. Aun se siente inútil sin hacer prácticamente nada, pero dice en voz baja al mirar a Isabel una vez más.

-Perdón- ladea la cabeza a un costado como diciendo “esta bien, tenés razón”. Luego se cruza de brazos y se apoya en la barandilla, de tal forma de no perder el equilibrio. Se quedara allí a disposición de ellas oteando el horizonte en busca de algo…sacude la cabeza como para sacar el mal humor y se sienta en la silla para usar la radio mientras Liz baja al camarote. Repite el mismo mensaje, agregando de vez en cuando todo lo que vio en películas: SOS, mayday, en fin cualquier cosa que pusiera en manifiesto su situación

Al poco tiempo Liz les trae algo de comer, al principio iba a rechazar el sándwich, pensando que no tenia hambre, pero su estomago lanzo un feroz gruñido. No había comido nada desde la mañana. Así que largo una carcajada amarga y tomo el sándwich con una sincera sonrisa hacia Liz.

-Gracias- le dijo-. Por todo…

Luego pensó en la comida. ¿Que pasaba si se quedaban en medio del mar? ¿Tendrían suficiente agua y comida si terminaban muchos días allí? Mientras masticaba miraba hacia la nada pensativo.

-¿Esto es lo único que hay? Quizás tendríamos que juntarlos todos y ponerlos en algún lugar cosa que no se mojen o estropee, lo mismo que el agua. ¿Qué piensan?- pregunto como para hacer ver que le interesaba las opiniones de sus amigas y que quería dejar atrás el antiguo episodio.

Fijé la mirada en la mano de Liz al tiempo que acariciaba mi brazo. Mi rostro se relajo y la miro a los ojos -lo sé y lo tengo en cuenta, es el estres que se apodera lentamente de mi- le dedico una sonrisa torcida, un tanto fingida, pero mis ánimos no eran los mejores en ese instante.

Frunzo el ceño y continúo conduciendo. Mis ojos pasaban del timón, al combustible y al horizonte. Estaba concentrada, dando lo mejor de mi y poniendo todos mis conocimientos para salir sanos y salvos de aquella tormenta.

-Lo siento...- murmuro mirando de soslayo a Marcos -sé que quieres ayudar y quizás estés frustrado por no poder hacer mas, pero creo que lo mejor es que lleve yo el yate; aún así puedes continuar prestando atención a lo que hago, no se sabe que pueda ocurrir o qué me pueda ocurrir ¿vale?- le sonrío, esperaba que no se hubiese enfadado conmigo.

-¿Comida? por ahora no me apetece comer, tengo un nudo en el estomago, pero es buena idea juntar provisiones, en caso de que una ola voltee el yate o tengamos que saltar o no sé...- suspiro -muchas cosas pueden suceder...- me sentía nerviosa y muy estresada, quería salir de allí cuanto antes, estar en un lugar cálido y seco.

Había llegado el momento.

En ese momento entrabais de lleno en la tormenta que habíais visto de lejos. Isabel tenía que mantener fijo el rumbo como pudiera, tenía que intentar que no les atrapase ninguna ola y eso solo podia hacerlo, acelerando y ralentizando el motor según el momento, requería mucha concentración. Coger una ola por mal sitio podría ser desastroso.

Estabais apunto de entrar en un infierno acuático.

"Oh diosmío oh diosmío", pensaba Liz con la cara desencajada por el miedo, viendo cómo las olas se volvían más y más grandes, y el barco más y más pequeño. "Chicos... esto es horrible... ¡tenemos que asegurarnos de no caer al agua, o nos ahogaremos¡, ¡Ataos a lo que tengais más cerca, pero de forma que podais desataros rápido si el barco se hunde¡".

Asustada, se quitó el cinturón de los vaqueros, y cogiendo la radio en su regazo se sentó en el suelo y pasó el cinto por su vientre y por detrás de la silla atornillada al suelo, de forma que los saltos y los bandazos no la moverían de ese lugar, y a la vez sólo tendría que soltar el cinturón si tenía que irse nadando. Esperando no hacerse daño en la barriga, retomó las llamadas de socorro de la radio. "¡Marcos¡, ¡Isabel va a estar peor, tiene que pilotar esto, déjame la radio a mí y amárrate cerca de ella para ayudarla si pasa algo, ¿vale?... ¡no sé cómo fijarte a la cubierta Isabel¡", gritó Liz empapándose con el agua que les golpeaba cada vez más violentamente, "Intenta asegurarte a algo, no sé, a la silla de conductor o algo así...". Y en seguida volvió a la radio de corto alcance: "¡Socorro¡, ¡socorro¡, ¡estamos en una tormenta¡, ¡ayuda por favor¡", gritó asustada, pensando en cómo se había metido en un embrollo como éste. ¿Es que no había predicciones del tiempo o algo así?. ¿Es que moriría ahogada en mitad de ninguna parte justo cuando le iban a dar un papel protagonista?. No era justo, pero ahora no podía pensar en eso: sólo podía pensar en mantenerse en la cubierta del barco y en no ser barrida por el agua, y en que sus amigos sobrevivieran con ella. Los miró maniobrando junto al timón; "Chicos... os quiero..", gritó con los ojos brillantes antes de seguir gritando a la radio.

Marcos asintió, no dijo mas nada, algo le decía que no tenían mucho tiempo. Apenas escucho lo que dijo Isabel, el viento era un continuo gemido que presagiaba el desastre. Los truenos parecían un único y atronador retumbar que reverberaba en sus corazones. El agua no paraba de entrar por todos lados y a pesar de los continuos golpes de ola, Isabel lo manejaba con manos expertas a pesar de la nula práctica que tenia en situaciones tan adversas como la presente.

Escucho los lamenteos de Liz y su sugerencia. Atarse a algo le parecía buena idea, en el caso de que el bote de una vuelta de campana podría salvarles la vida. Pero también creía que la comida era algo de suma importancia, quien sabe donde terminarían si pasaba lo peor.

Miro a Liz y le indico con señas que bajaría a recoger lo que pudiera de comida y agua. Apenas veía donde caminaba, el viento y las olas parecían empecinados en tirarlo hacia su abrazo mortal. No pudo ver si Liz lo seguía para ayudar o si se había quedado en la cabina. Ya le faltaba poco para llegar, solo necesitaba algo de suerte.

-Esto es una estupidez- se dijo-. Salir con esta tormenta por un pedazo de jamón...

Se rió a carcajadas por lo que estaba haciendo, la adrenalina se adueño de su organismo. Tal vez llegaría...

Negaba con la cabeza al tiempo que Liz hablaba -es una mala idea si te atas ¿Y si el yate se voltea o es sumergido por las olas, como escaparas?- no apartaba la vista de la tormenta pero no podía evitar cerrar los ojos cuando relampagueaba.

Miro de soslayo a Liz, sentada y con un cinturón -no sé si sea buena idea, joder, ya no sé que está bien y que está mal- golpeo el timón frustrada por aquella situación.

Esto era una completa locura, por mas que intentara poner de mi parte para no estar nerviosa, no lo lograba, era una situación extrema, de vida y muerte.

-¡¿Y tu a donde vas?!- grito al ver que Marcos salia de la cabina -¡¡Marcos, regresa!!- grito en un tono un tanto histérico -¡¿Pero que le pasa?! ¡¿Es tonto?!- miro a Liz en busca de una respuesta tranquilizadora. No podía ir tras suyo, pues, alguien debía conducir, controla y evitar que el yate se voltera o se hundiera.

-Si la tormenta no lo mata, yo misma lo mataré...-

El yate pegó un gran bote y eso acalló a todos sus ocupantes. Ahora ya estabais dentro de la tormenta y solo podríais desear salir de ahí lo antes posible. Aunque Isabel intentaba mantener el timón lo mejor que podía el barco apenas respondía, pues muchas veces el barco surcaba las enormes olas y parte de él quedaba al descubierto.

Pero no todo era malo, uno de los destellos de los múltiples relámpagos que atravesaban las nubes - y algunos de ellos caían cerca del barco - iluminó o mas bien perfilo la costa.

No sabíais bien bien lo que os habíais desviado pero ahora mismo era vuestra mejor opción.

Las ráfagas de viento y agua cayeron como golpes sobre su cuerpo. Una vez más se dijo que fue un estúpido al arriesgarse así, pero ya estaba hecho, no había vuelta atrás. Tenía que apelar a toda su fuerza y tenacidad para no caer por la borda. Las subidas y bajadas continuas del yate lo hacían semejar a un caballo desbocado que buscaba con desesperación tirar a su jinete. Se aferro como quien se aferra a su propia vida… era a eso mismo a lo que se aferraba, si fallaba estaba muerto.