Partida Rol por web

En cuanto veo a Isabel salir del cuarto de baño, levanto la mano, mascullando un poco audible "mi turno", mirando a Marcos y al cura, por si alguno ponía alguna objeción. Aunque fuera con agua fría, necesitaba una ducha que me despejara. Y despues, probaría a descansar un poco.

El padre parecia sincero. Era raro que sintiera confianza en alguien, incluso con Isabel habia sido dificil en un principio. Aun recordaba su encontronazo cuando estaban en el barcon. No pudo evitar sonreir amargamente al pensar en los buenos momentos pasados alli. La miro acostada en la bolsa de dormir, con el pelo mojado y la mirada triste.

-Mucha mujer para un tipo como vos- se dijo con franqueza. Esperó a que terminara Romo de bañarse. Con paso lento se dirigio al baño, se sentia adolorido y una ducha fria le sentaria bien. Casi suelta una carcajada, debian ser los supervivientes mas limpios que habia. Dos dias consecutivos habian logrado asearse y cambiarse de ropa.

La ducha con agua fría os sentó bien a todos. Era uno de los pocos momentos que habíais tenido a solas, donde poder relajaros y tomaros un descanso. Mientras el agua caía por vuestro entumecidos músculos, pensasteis en que cuando vivís bajo una amenaza en cada esquina que cruzáis, hay muchas cosas que pierden importancia: el trabajo y el dinero ya no tenían sentido en ese mundo. En cambio nuevos valores afloraban con mayor fuerza: supervivencia y amistad. Valores que os habían empujado a seguir vivos en estos momentos.

Ahora os encontrabais los tres en ese pequeño campamento improvisado, tres sacos de dormir tendidos en el suelo en medio de la sala principal de aquella iglesia de pueblo.

El padre se acercó, con una bandeja entre las manos. Había tres botellines de agua cerrados y tres latas de comida calentadas.

- No es gran cosa, pero espero que os sirva - comentó Matías, dejando la bandeja en el suelo. - Supongo que queréis descansar, así que no os molestaré mas. Me retiraré a mi pequeño cuarto, para rezar y meditar - comentó mientras señalaba hacía el pasillo donde había las habitaciones.

Sin más dilación, se levantó y se dispuso a volver por donde había venido.

Marcos miro lo que les ofrecía el Padre con una sonrisa. En ese momento se sintió hambriento, parecía que su mente aislaba cualquier necesidad que tuviera hasta el momento en que pudiera satisfacerla. Supervivencia, se dijo con una mueca.

-Muchas gracias padre, nos dio mucho mas de lo que hubiéramos creído encontrar- no quería alargar mas el asunto sin duda el párroco estaba cansado como ellos.

Cuando el padre se fue se recostó, mirando el techo de la iglesia se sintió pequeño, cansado, perdido. No supo cuando se durmió pero cayó en un sueño tan profundo como reparador.

Mientras los chicos se duchaban, permanecí tumbada en el saco, contemplando la habitación en la que me encontraba. Estaba ausente, mis pensamientos estában sumergidos en lo vivido en la tarde y en toda aquella caótica situación. Sentía miedo; miedo por lo desconocido y por un futuro incierto y oscuro.

Le dediqué una sonrisa a los chicos a medida que fueron entrando y no sabía como agradecerle al Padre Matías, las palabras eran poco para un gesto como el suyo.

-Padre, le estaremos eternamente agradecidos. Esperamos poder devolver éste favor...- le sonrío mirándolo a sus ojos -gracias nuevamente- y dicho ésto, comí lo que nos había brindado. Era poco, pero para mí el más rico manjar.

Después de comer, me tumbo nuevamente. Di las buenas noches a los chicos y lentamente sentía como el sueño me invadía, pero sentía miedo.

No sabía si aquello era propio, pero decidí acercarme más a Marcos, sentir un poco el roce de saco de dormir. Aquello me tranquilizó un poco y mis ojos, finalmente se cerraron por completo.

No podía dormir. No se si por la ducha con agua fría, o el imponente aspecto de la iglesia que nos servía de refugio, el caso es que despues de una hora apretando los ojos intentando conciliar el sueño, me levanto del saco de dormir, sobre el que simplemente me había tumbado.

Observo a Marcos e Isabel, y envidio el que hayan podido dormir, aunque claro, el tenerse el uno al otro debía ayudar a que la mente se relajara y se pudiera dormir. Durante un breve momento, mi mente viajo a dos nombres, dos compañeras que, en estos días de locura, habían aparecido y desaparecido de mi vida. Liz... Irene...

Camino por el recinto de la iglesia, prcurando hacer el mínimo ruido posible. Llego hasta el altar, y me siento en las escaleras que separan la sala central de la iglesia del frontal. Observo largo tiempo la estructura de la iglesia, en medio de un ruidoso silencio...

Después de varios días vagando por las calles de ese condenado pueblo, encontrasteis realmente el primer refugio seguro. Por alguna extraña y hasta mística razón, parecía que aquellos muertes vivientes hubieran dejado esa iglesia en paz. El edificio santo estaba regentado por un tal Padre Matías, quien os había dado la bienvenida, proporcionado comida y un lugar tranquilo para descansar.

A pesar de los golpes de aquellos seres en todas las puertas y accesos a aquel edificio (parecía que supieran que estabais ahí dentro), era el lugar mas tranquilo en días. Marcos e Isabel se durmieron, en unos sacos de dormir que les habían proporcionado.

Romo Lampkin, cayó también en un estado de ensoñación mientras contemplaba silencioso la estructura antigua de aquel edificio.

Se agitó inquieto justo antes de despertarse. Se incorporó y miró a su alrededor perdido, sin saber donde estaba. La figura de un santo apenas se perfilaba en las sombras, Marcos busco su arma pensando que algo lo estaba acechando. Solo después de rozar el cabello de Isabel recordó donde estaba y lo que había pasado.
Se dejo caer en la calidez del saco de dormir, escuchando la respiración de su compañera. Se sentía descansado pero al mismo tiempo, al pensar en lo que le depararía ese día, se sentía viejo, cansado y sin esperanzas.
Se levanto apartando sus pensamientos a lo más profundo de su mente. Fue al baño y se lavo la cara. Su barba estaba más larga y sus ojos estaban contorneados por oscuras ojeras. Se sonrió a si mismo frente al espejo.
-Empeza a trabajar- se dijo-. No hay tiempo para auto compadecerse.
Y así salio del baño, listo para este nuevo día, listo para enfrentar a la muerte y sobrevivir.

Sentí un ligero roce, que hizo que me moviera ligeramente, pero, no me desperté, algo peligroso dada la situación de extremo peligro, pero estaba realmente cansada.

No soñaba, por fin había conseguido un sueño tranquilo y unas buenas horas de descanso. Recobrar energías era primordíal para lo que vendría, que era incierto.

Mis ojos comenzaron a abrirse lentamente y una familiar silueta estaba cerca mío -Deberías descansar un poco más...- mi voz sonó ronca y pesada. Luego de decir esto, tiro de su mano para que se acostara nuevamente.

Llegó junto a Isabel, quien ya comenzaba a despertarse, cuando esta agarra su mano empujándolo junto a ella. Las palabras somnolientas de ella provocan una sonrisa en su rostro. En verdad quería acostarse una vez más y dormir hasta que todo se resolviera. Pero no había tiempo para eso.
-Mejor empezamos a levantarnos- le dijo suavemente, sentía deseos de acariciar su rostro, olvidarse de todo lo demás-. Va a ser un día… complicado.
Los pocos momentos tranquilos que tenían eran esos, en los que podían planear, descansar y darse un respiro de la locura que asolaba fuera de esas paredes. Marcos se sentía completamente distinto, como si hubiera alcanzado un escalón más en su evolución personal. Era otra persona.
Observo como Romo dormitaba semi inclinado, semi erguido en un rincón. Tenia puestas esas inseparables gafas negras que usaba casi siempre.

Suspiré, cerrando nuevamente los ojos.

-Vaaaaaaale- y dicho ésto, resoplo. Lentamente comienzo a incorporarme, frotándome los ojos, aclarándo así la vista -¿Como crees que está la situación afuera?- pregunto a Marcos al tiempo que caminaba en dirección a la salida de aquella habitación (por llamarla de alguna forma).

La respuesta era obvia, pues en la lejanía se escuchaban los murmullos de los caminantes...

-Salio el sol- le respondió Marcos dándole la espalda, mirando hacia una pared como si en ella hubiera una ventana, en donde podría ver un mundo que ya no existía. Se volteo con media sonrisa en el rostro agregando-. Eso es lo más importante. Supongo que Matías…el padre Matías, debe estar despierto, vamos a hablar con él y vemos que hacemos.
No tenía ningún plan en mente, hasta ahora todo lo que habían pensado terminaba en desastre y solo sobrevivían gracias a su suerte. Lo primero que deberían saber era que tan mal estaba allá afuera, sus posibles vías de escape y si podían salir de allí. Observo hacia arriba, pensativo.
-Podríamos subir hasta el campanario, si tiene, para tener una panorámica del lugar- dijo pensando en voz alta.

Habíais descansado bien, bajo los cimientos de aquel edificio que parecía resistente a todo el infierno que se vivía a sus afueras. El sueño había sido reparador, aunque la angustia en vuestros corazones seguía apremiando y oprimiéndoos por dentro.

No había rastro del Padre Matías, quizá estaba durmiendo en alguna de esas habitaciones cerradas que habíais visto. Aunque la iglesia era mas grande de lo que parecía, pudisteis ver una abertura por la cual se erguían unas escalinatas de piedra y romas, que se alzaban hacía el campanario. Aunque aquel edificio había sido reformado, algunas partes, como esa, parecían haber perdurado durante muchos años.

El ruido parecía haberse calmado fuera, aunque si os quedabais en silencio, podíais oír aquellos seres, gimiendo, buscando a sus presas.

Suspiro y asiento como respuesta a su palabra, luego, de forma casi instintiva, lo tomo de su mano, dándole un apretón a su mano, intentando así reconfortarlo.

Me detengo un momento y observo a nuestro tercer compañero ¿Debía despertarlo? Quizás si, pero estaba sumergido en un sueño profundo y debía aprovechar de el.

Nos encaminarnos hacia el campanario. Caminaba en silencio, pensando e imaginando en lo que veríamos a cotinuación. Miraba a Marcos a cada momento y le sonreía y al mismo tiempo le apretaba la mano.

-Es absurdo mirar el panorama cuando ya sabemos que hay a nuestro alrededor, pero... no pierdo la esperanza de haber despertado de aquella pesadilla- lo miro y le guiño.

Sonrió cuando Isabel tomó su mano, apretándola ligeramente. Todo ese horror los había unido mucho, tanto que no llegaba a imaginar que le pasaría de no tenerla a su lado. Cada sonrisa, mirada, le hacia olvidar donde estaba, que había vivido y hacia donde deberían ir. Las palabras de ella lo hicieron reír suavemente.
-Che, no seas negativa. Capaz en algún lugar hay menos jaja -dijo tratando de ser gracioso, pero se noto algo frío en ese sentido. Su antiguo sentido del humor se había perdido hace mucho tiempo.
La ausencia del padre Matías no les intrigo mucho, de seguro estaría durmiendo o rezando. Si bien esta practica le parecía absurda, en más de una ocasión se pregunto si no seria un buen momento de empezar a rezar…
Subieron en silencio, apreciando ese momento que tenían para estar tranquilos y juntos. Un paraíso en medio del horror en que se había convertido el mundo.

El panorama no era muy alentador.

A medida que ibais subiendo por las escalinatas, la luz y el calor matutino iba invadiendo vuestros cuerpos. Habíais descansado bien y eso se notaba, sobretodo después de los últimos días. Después de unos instantes subiendo por la escalera  en espiral, llegasteis a un pequeño balconcillo donde había una campana, oxidada y en mal estado.

Desde las alturas teníais una buena visión del poblado donde estabais. Las calles estaba atestadas de aquellos seres, había unas calles que había auténticos enjambres, en otras solo se podían ver algunos de ellos.

Rodeando la iglesia había bastantes de ellos, aunque menos de la noche anterior, cuando os habían intentado dar caza.

Observó el espectáculo del sol derramando sus rayos dorados sobre la ciudad, algo hermoso si no fuera por lo grotesco de los zombis caminando de un lado para otro. En algunos lugares no alcanzaba a verse el piso por la cantidad de muertos pululando por allí, en otros sitios estaba mas despejado pero siempre con la constante vigilia de los zombis. Se apoyo en la barandilla suspirando, sentía en su espalda un peso enorme. Sabia que iba a estar muy difícil pero también deseaba que no fuera así.
Allí arriba corría un viento fresco y revitalizante, así que se quedo un rato largo, en silencio, mirando como los muertos hacían su baile de locura, tambaleándose, cayendo y volviendo a levantarse. Luego observo a su compañera, olvidando lo que unos metros más abajo los esperaba.

Suspiro y pongo una mano sobre uno de los hombros de Marcos -Quizás... pero, lo dudo y soy realista- aprieto su hombro y me encuentro con su mirada y le sonrío, suspirando una vez más.

-No...- hago una pausa y suspiro por tercera vez -... no deseo salir, se que debemos hacerlo, pero...- enmudezco cerrando los ojos, necesito descansar y pensar en como sobrevivir. No quiero morir, ni quiero perderte ¿Sabes?- mis ojos comienzan a abrirse nuevamente y allí estaban los suyos -¿Qué dices?- y nuevamente le sonrío -Podríamos... no sé... ¿Rezar?-agrego sonriente.

El pedido de Isabel lo sorprendió y a al vez lo esperaba. Estaban en el lugar justo, protegidos, a planeando abandonar ese refugio para internarse en el mismísimo infierno. Tomo la mandíbula de la mujer con delicadeza mirándola a los ojos. Sonrió con sinceridad mientras decía.
-Vas a tener que enseñarme, no soy un gran creyente- la siguió mirando con intensidad-. Pero me gustaría hacer eso con vos.
Le parecía raro decir la palabra “rezar”. Dio un último vistazo hacia los muertos antes de bajar lentamente los escalones, iban a necesitar toda la ayuda que pudieran conseguir. Esperaba que alguien escuche sus oraciones.
-No voy a dejar que nada te pase, sos… necesito tenerte cerca- nunca había necesitado a nadie, pero ahora se sentía perdido sin ese contacto, sin esa mujer increíble.