Partida Rol por web

Tombstone: Dead Lands

Capítulo 3: Ciudad fantasma

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28/08/2009, 04:06
Stephen Boyle

Stephen  mira de hito en hito la montaña solitaria, estimando una posibilidad mínima a nula de repeler una emboscada desde ese punto de vista.

B-bien... no puede evitar una cara de resentimiento al verse derrotado por la presión de grupo. Pero deberíamos al menos llevar la diligencia. El latigomante debe estar en capacidad de dirigir a sus equinos incluso en las situaciones más osadas. Acaso no mostraron entereza mientras éramos atacados en el cañón?

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28/08/2009, 08:35
Danny Chang Lee


Stephen, comenta Danny mientras descienden la colina, los caballos son de una mente muy simple. Su vida es correr, y si se sienten amenazados corren aún más. Pero en situaciones de miedo reaccionan de forma imprevisible, y podrían hacer volcar la diligencia. Créame, en este caso estoy de acuerdo con el Reverendo, es mejor bajar a pie.

Sin mirar a nadie en particular, pregunta: ¿Hay algún Winchester de sobra?

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28/08/2009, 12:10
"Látigo" Hank Bully

El Látigo suspira cansado por la insistencia del inglés.

Vamos a hacer caso al reverendo, mister, sabe lo que dice al respecto. Si le hace sentir mejor yo también quiero tener la diligencia y todo su contenido lo más cerca posible, pero primero veremos qué hay abajo.

El cochero había quedado rezagado del decidido grupo porque se ocupaba, mientras tenía lugar la conversación, en desatar al tiro de caballos y coger algunas cosas. Cuando al fin termina, Hank dirige sus pasos colina abajo uniéndose con los demás.

Toma dice el mayoral al llegar a la altura de Danny. No hay más Winchester en la expedición que los que portan Dakota y el Predicador, pero Bully le tiende al bandido uno de los grandes rifles de sobra mientras se echa el suyo a la espalda.

Mientras desciende, ya junto con los demás, con el mismo ritmo lento - como tanteando -, puede verse a Hank persignarse varias veces seguidas.

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28/08/2009, 14:04
Danny Chang Lee

Danny comprueba que sus dos revólveres están cargados y salen fácilmente de sus fundas, e inspecciona el rifle que le han dejado, todo ello sin dejar de andar.

Luego, tercia el rifle en la parte interna del codo izquierdo, sin dejarlo de empuñar, y se dirige al Predicador: dígame, Pater, ¿qué le parece que vamos a encontrar allí abajo? ¿Muertos sin descanso? ¿O simples monstruos del desierto?

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28/08/2009, 14:14
Stephen Boyle

Aún no puedo creer que este grupo de personas se guíen más por la fe ciega que por la razón. ¿Es que acaso la ilustración no llegó a este continente?

El "mister" saca de su equipaje las pinzas que usó Danny, piedra de toque, mechero, alcohol, sulfa, una bufanda de lino, una caja y el paño con la piedra fantasma y los mete a un morral pequeño que se cuelga en la espalda, se tercia su rifle y comienza a andar con su bastón lentamente hacia el mayoral y los demás.

La suerte favorece a la mente preparada...

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28/08/2009, 17:13
Predicador

EL Predicador se mantiene con la mirada al frente mientras desciende hacia el pueblo. Por la cara de concentración que pone se diría que no ha escuchado la pregunta directa de Danny. Sin embargo, el reverendo da una respuesta escueta al chino sin mirarlo, con la vista siempre hacia adelante.

Creo que más de lo primero, aunque no descarto lo segundo.

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28/08/2009, 18:38
Director

La colina seguía descendiendo al paso de los viajeros y la ciudad poco a poco cambiaba de perspectiva. Desde cerca – cada vez más - eran mejor distinguibles las estrechas callejuelas laterales que se adentraban dirección Oeste; también la vía más al norte, flanqueada por telégrafo y ferrocarril, la entrada más obvia al pueblo, el paso que debía llevar a la diligencia directamente hasta la calle principal donde se debe acaso se encontrara la posta de la Wells Fargo &Co. Hacia esa entrada se dirige el Predicador, que parece saber lo que hace, y todos tras él.

La ciudad no muestra otra cosa que su fria paz, que debería resultar alentadora e inofensiva pero en cambio inquieta. Ni muertos ni monstruos salen a dar la bienvenida. Tampoco suenan pájaros – siquiera buitres – ni ninguna otra señal de vida. El telégrafo deja de zumbar respetando el silencio, el viento ha parado por completo; quizá sea normal que en esta ensenada el viento no corra.

Quizás.

El acercamiento de los siete hombres es ligeramente en diagonal, directos hacia el borde noreste. A medida que avanzan recortando distancias también quedan atrás, a la espalda en el lado izquierdo, edificios del límite occidental: la pequeña plaza - lejana ya - se hizo visible unos segundos, vislumbrada por un estrecho pasillo; una calle daba a la avenida principal dejando ver algún Saloon o establecimiento… dos calles… tres. Tras pasar la tercera manzana ya solo una decena de pasos separa a los viajeros de la entrada al pueblo. Ningún movimiento, ningún sonido. Encontrar nada más que lo que se esperaría en cualquier ciudad desierta no resulta tranquilizador, cada escena de normalidad, cada vistazo pacífico parece premeditadamente presentado ante las narices de los inquietos exploradores. Como riéndose de las expectativas, el gigante de piedras blancas dormido en medio de este paisaje sigue pareciendo estático.

Tal vez la única razón del miedo que se respira esté en las mentes de los recién llegados, ¿qué visión podría ser más pacífica? ¿qué esperaban encontrar? Hank Bully vuelve a persignarse dos veces murmurando unas palabras, Eckhardt se limpia el abundante sudor con un pañuelo en manos temblorosas.

Y la entrada a las mismas entrañas de la Ciudad Fantasma se encuentra al fin con ellos, la perspectiva ya permite la mirada directa hacia el interior. No hay ningún cartel de entrada o bienvenida, ningún poste con el nombre del pueblo donde sería de esperar; ni siquiera una de las habituales advertencias “Se da muerte a los cuatreros”, “Forajidos fuera”. Tan solo un montículo de tierra – inofensiva tierra negra – donde debía haber estado el aviso o anuncio. El recorrer de la amplia calle está repleto de establecimientos, fachadas de viviendas… casas pintadas de blanco y madera vieja pero bien conservada. Una fachada sobresale por encima de cualquier otra; amenaza o presentación, en ella está la única palabra escrita a la vista: letras de un – antaño - alegre color rojo ahora desteñido y sucio, color sangre.

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28/08/2009, 21:35
Director

La inquieta mirada de Frank no se conformó con quedar fija en el destino. Ciertamente el Predicador parecía saber muy bien hacia dónde iba - es cierto que las callejuelas estrechas y oscuras no resultaban muy apetecibles como primer toma de contacto - pero el vaquero sabía que lo que queda a la espalda acostumbra a ser más peligroso que lo que se tiene delante.

Tiendas, casas... nada extraño, todo parecía vulgar. Las callejas no aparentaban esconder otra cosa que herrerías, almacenes y algún bar. El vistazo a la pasada plaza le resultó bastante más interesante a Frank. Tampoco es que hubiera nada infrecuente, pero al menos unos edificios destacados: una iglesia - ahora no cabe duda - con campanario y ¿un reloj?; una especie de hotel... Estas son las únicas construcciones de más de un piso en un primer vistazo, salvo una vivienda que debe estar justo en la mitad de la calle principal y que destacaba sobre las cercanas.

- Tiradas (4)
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29/08/2009, 00:56
Predicador

El Predicador avanza a paso lento sin mostrar ningún tipo de relajación debida a no encontrar en el camino ninguna amenaza evidente. Observa detenidamente toda la escena de forma fría. Busca lugares desde donde podría esconderse un tirador, ventanas, balcones, puertas, etc. No muestra no obstante ningún tipo de reacción ante el tema del cartel o del evidente abandono del pueblo. Se podría decir que es como si ya lo hubiera visto antes. Antes de comenzar la entrada definitiva al pueblo, el reverendo decide tomar la palabra. Lo mejor será que avancemos todos juntos por la calle principal hasta llegar a algún saloon. Suelen ser los sitios donde se pueden encontrar mas "evidencias". Aquella música me vuelve de nuevo a la cabeza Recuerden, si ven cualquier cosa, por extraña que parezca, avisen a los demás al instante. Seguiremos por esta calle y veremos lo que encontramos. Ademas del saloon, también me gustaría llegar hasta la iglesia del pueblo para investigar en que estado está.

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29/08/2009, 10:19
Frank

La confianza tiene un límite... y el Predicador está llegando a él... Espero que sepas a dónde vamos. Todos juntos avanzando por la calle principal nos hace un blanco fácil... para los vivos. El cowboy avanza con sus manos sobre sus revólveres, presto y dispuesto a desenfundar y a hacer frente a lo que hiciera falta. Espero que no se trate de espectros o espíritus... Las balas en ese caso... caput. Por cierto, la iglesia está hacia allá... añade señalando.

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29/08/2009, 16:56
Director

Lentos pero decididos pasos llevan a los hombres armados a entrar en el silencioso pueblo. La calle ante ellos se extiende, amplia, hasta los mismo límites del Oeste del poblacho, pero no hará falta llegar tan lejos para encontrarse con la gran avenida perpendicular.

La vía de tren hace el mismo camino que los nerviosos visitantes, a la derecha, aunque resulta invisible por una fila de construcciones; el telégrafo se ha adentrado también paralelo pero a la izquierda, sus postes tampoco son visibles pero lo serán pronto. El cable se perdía en la calle ancha que se acababa de declarar el siguiente objetivo.

Queda atrás la fachada blanca con las grandes letras "PURGATORY". Ahora se puede ver que no era más que el lateral de una vivienda común. Nada por lo que preocuparse.

Algunas casas también a la izquierda, y ahí, no muy lejos, una esquina. Tal vez ese último edificio, que da a la calle principal, sea la oficina de la Fargo... hay unas letras plateadas imposibles de distinguir aún. Un escalofrio anticipa cualquier horror al ver esos caracteres en plata, al margen de toda lógica; es evidente que solo anunciará el nombre de la compañía.

En el lado derecho debe estar la estación de trenes, pero lo único visible es su parte trasera, indistinguible de cualquier otro edificio. Puertas y ventanas parecen dar la bienvenida - abiertas o simplemente rotas - invitando a pasar. Simples casas, pequeñas y modestas. Ninguna más grande que las demás, ninguna de más de un piso.

El andar precavido, analizando cada rendija y rincón oscuro, de los siete hombres les acerca a la esquina donde se cruza la vía mayor del pueblo. Wells Fargo & Co. anuncian las letras grabadas en la posta de la diligencia - pues no puede ser otra cosa - ¿qué si no iban a decir? Los últimos rasgos del nombre de la compañía están desteñidos y sucios hasta el punto de resultar ilegibles  - "Wells Farg.." - pero el mensaje queda bien claro. Giran hacia la izquierda en el cruce y la gran calle entera se abre a la vista, pero las recelosas miradas primero terminan el trabajo con la cercana oficina, antes de fijar cotas más lejanas. La puerta entornada - "W.F.&Co." en un letrero - está enmarcada por un techo de madera sujetado por recias columnas; el lugar donde paran los coches de caballos.

Pero hay mucho más que ver en la amplia y larga calle principal; un chirrido de madera de alguna puerta mecida por el viento se encarga de recordarlo - aire estático, empozado como el agua de un pantano; ¿qué viento? -. Justo delante del grupo, el hilo del cable atraviesa la calle de lado a lado para hundirse, a la derecha, en una pequeña oficina con un cartel en blanco que sólo en las mentes anuncia Telégrafos. Más allá de ese despacho, en la acera derecha, hay un pequeño motel y la comisaría del sheriff - estrella en un letrero agujereado por balas -; más lejos, una casa de dos pisos sobresale entre todo lo cercano, con dos ventanas rotas en el piso superior como ojos muertos. Pero el vistazo no se detiene: armería, Drugs Store... y la plaza coronada por la cruz de un campanario con un reloj parado en las doce menos cuarto. En el centro de la plazuela hay un pozo, valioso como el oro en una tierra como esta, y cerca de la iglesia se alza un edificio suntuoso y alto con aspecto de hotel. Demasiado elegante y grande para un pueblucho tan pequeño...

El recorrido de las miradas, tras atravesar el lado derecho y llegar al centro, retrocede por el lado izquierdo. En la acera opuesta a la oficina de telégrafos se vislumbran varias viviendas comunes. Un edificio algo más grande con escaparates rotos ¿un almacén? y, en el extremo más cercano a los siete forasteros, un bonito saloon de aspecto acogedoramente típico. Las puertas de este bar, por ser de medio cuerpo y abatibles, son las únicas a la vista que no están destrozadas o abiertas de par en par.

En lugar de esconder sus secretos, el pueblo se muestra abiertamente, cercano, dócil. Unos pocos edificios destacan ligeramente, aparte del decorado saloon: la única casa de dos pisos, el enorme hotel, la iglesia, el despacho donde se adentra el cable del telégrafo... todos parecen cercanos y accesibles. El clásico saloon no podría estar más cerca, sirviéndose en bandeja; la iglesia no podría ser más visible, alzando su campanario como el dedo de un niño que indica a su profesor que está presente - ¡aquí, aquí! -. Todo, sin excepción, está abierto al paso de los nuevos habitantes de esta Ciudad Fantasma.

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29/08/2009, 23:03
Frank

Frank observa. A derecha e izquierda. Ventanas en pisos altos. Puertas entreabiertas.

Frank escucha. ¿Pasos? ¿Respiración? ¿La carga de un revólver? ¿El ulular del viento en la calle?

Pero Frank no escucha nada. Frank no ve nada. Y tal vez la ausencia de ambas cosas es lo que más nervioso le pone.

Joder Padre, ¿dónde nos ha metido?

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30/08/2009, 15:35
Stephen Boyle

Me alegra que el sentido común haya empezado a acaecer efectos en usted, Frank.

Ya comparecimos ante las oficinas de la Wells Fargo, señor Bully.

Al parecer no hay nada de provecho en esta tierra baldía, señor Chang.

Señor Eckhardt, he aquí un buen encuadre de un pueblo muerto, dudo que las casas puedan ofrecerle más información, por tanto sugiero realice su captura del momento y nos marchemos lo antes posible.

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30/08/2009, 18:43
Danny Chang Lee


No se engañe, Stephen. Están aquí, lo noto en los huesos.

Wuh duh ma huh ta duh fung-kwong duh wai-shung dol*

Notas de juego

* Santa madre de Dios y todos sus extraños sobrinos

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30/08/2009, 23:01
Predicador

El Predicador había dejado de escuchar los comentarios de los demás desde que él había hablado por última vez. Podía ser debido a que estaba demasiado concentrado en observar cualquier movimiento o por que no le apetecía escuchar lo que le decían, o un poco de ambas cosas. El reverendo decidió dirigirse hasta el saloon que se encontraba mas cerca. Al llegar junto a sus puertas, colocó la culata del Winchester en su hombro y entró lentamente sin dejar de apuntar mirando hacia todos los ángulos.

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30/08/2009, 23:02
Frank

Al ver desenfundar a El Predicador, Frank no se lo piensa y saca su revólver, cubriendo los ángulos dejados por el "Pater".

Nota como su estómago se contrae. Ha hecho esto miles de veces, y no se cansa del gustazo que se siente cuando se pone la vida en juego...

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30/08/2009, 23:10
"Látigo" Hank Bully

Hank avanzaba en la retaguardia del grupo, espoleado por cierta tendencia profesional a no perder de vista a los pasajeros a su cargo. Sin embargo el corto paseo por el pueblo ha hecho a los recién llegados acercarse unos a otros, instintivamente, y Bully no ha sido menos. Acercándose a Eckhardt y Boyle, el cochero mira fijamente al inglés, como si fuera a responder algo ante su verborrea. Sin embargo cambia de idea y dirige su mirada hacia otro lugar.

El rifle de Bully se amartilla con un chasquido; el mayoral mantiene el silencio y avanza también hacia las puertas del edificio.

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31/08/2009, 09:05
Danny Chang Lee

Danny sigue al resto hacia el saloon, con el rifle bien empuñado y aguantado por la mano izquierda, tras armar silenciosamente el percutor.

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31/08/2009, 15:19
Dakota
Sólo para el director
- Tiradas (1)

Notas de juego

Quiero saber si hay huellas en las calles de la ciudad. Cualquier cosa me sirve: carretas, pisadas, etc.

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31/08/2009, 15:25
Director

El suelo no estaba tan liso y limpio de marcas como debería estarlo un pueblo abandonado hace algún tiempo, pero lo cierto es que Dakota no podía reconocer ninguna huella. Quizá lo que había en la tierra agitada solo fueran rastros de hace semanas o meses, bien conservados por la falta de viento de la zona.