Partida Rol por web

Ulfryd sabe comandar naves, yo se organizar batallas y asaltos navales, por lo que dejo que mi hermanastro se encargue de dar las ordenes, mientras tanto me acuerdo lo mal que se llevan las armaduras pesadas, los barcos y las tormentas, así que desde un lugar seguro y ayudandome de algunas cuerdas, me pongo a repetir las ordenes de Ulfryd. En todo caso, también soy algo entendido en lo de barcos sé y dejando claro que practicamente se seguirán las comandas de mi hermano bastardo, me gustaría aportar para añadir pequeños detalles para mejorar la operación ya que tengo experiencia en abordajes y saqueos.... Otra cosa que busco es ver si pudiesemos recuperar algo o parte de la mercancía.

El callado y hosco Ulfryd desató la lengua dando instrucciones a los marineros, indicándoles qué debían hacer y qué debían esperar. No era una buena noche para navegar y el lugar era condenadamente peligroso, así que el gigante del hierro estaba de bastante mal humor. Todo el mundo se esforzaba por responder tan bien como podía, sino mejor, a las órdenes de su capitán. Entre salir despedido del barco en medio de una tormenta y tener que enfrentarse a la ira de su capitán todo el mundo tenía muy claro que era preferible el fenómeno climatológico. Los hombres se aferraban a la madera como las garrapatas a la piel. Unos últimos gritos y los propios poderosos brazos del llamado Wyrmslayer concluyeron con éxito la maniobra.

-¡Atentos a las rocas! ¡¡Pertigaaaaaass!!

Diversos gritos, mujidos y maldiciones sonaron cuando varios hombres sintieron la embestida de las olas contra la nave y tuvieron que tensar hasta el último de los músculos para impedir que se les escapasen las pértigas de las manos y la nave progresara contra las afiladas rocas. La pasarela de abordaje cayó sobre la otra nave, anclándose a ésta con sendos crujidos cuando Ulfryd la dejó caer en el momento preciso.

-¡Cruzad! ¡Ya! ¡No tenemos toda la noche! -siempre tan simpático, el capitán no dijo nada sobre cruzar con cuidado, vigilar los pies en la tabla ya húmeda o tener en cuenta los vaivenes de las olas. Si esas cosas no se tenían en cuenta y alguien caía, debía ser porque el desafortunado futuro cadáver era un marinero de agua dulce y bien merecido se tenía el ser reclamado por el Dios Ahogado

PAXTER y ULFRYD

Entre los dos coordináis bien las maniobras, y pese a los golpes de mar, conseguís situaros a la altura de la desafortunada nave. Cuando las dos bordas ya están rascando, se sujetan las dos embarcaciones y van cruzando los tripulantes. Primero ayudan a pasar a una dama cubierta con una capa con capucha. Luego pasa una septa anciana. Luego un caballero fornido con la mano en la empuñadura de la espada. Luego la tripulación junto con dos criados con bultos y bártulos. El último en cruzar es el capitán, que se queda mirando como su nave su queda atrás hundiéndose.

Ahora es la Perdición la que va algo más cargada de la cuenta. Quizá lo mejor sería dirigirse hasta la costa y anclar allí hasta que amaine.

Después que se vaya la mitad de los Alander, quedáis los dos sólo con las mujeres e hijos. Astryd, la esposa de Ulfryd, se lleva a su media docena de cachorros, con lo cual la tormenta pasa a ser la única fuente de ruido. La esposa de Paxter, Bethany, hace que la niñera se lleve a sus dos hijas. Pero se queda a hablar.

- Quiera el Padre que la tormenta amaine pronto y que haya buena pesca después. Los pescadores dicen que esas lluvias atraen los peces.

No estáis seguro que ese viento traiga nada bueno. La tormenta proviene de las islas de hierro, y de allí nunca viene nada bueno para Occidente.

Habláis un poco del tiempo y algunas naderías, pero pronto Bethany va al grano:

- Me alegra mucho que vuelva a estar aquí Julia. Pero esa chica va muy... suelta, no créeis? Ahora se va a cabalgar como un muchachote, en plena lluvia. Ya se que queréis que vuestra hija sea libre, Alarich, per también tiene responsabilidades con su casa. Creo que ya va siendo hora de buscarle un marido, no?
 

Julia observaba todo desde la costa, al lado de su hermano y Thom.

- Je, malditos viejos locos. Solo ellos se animarían a un rescate así... Ahi tienes material para tus canciones Bardo. Preparémosnos para recibir a los "invitados".

Bien, hermos salvado a la todos, hemos conseguido varios bartulos de los que podremos sacar algo de tajada....

- Regresamos!!!!!, vamos a puerto Ya!!!

Grito como un descosido cuando se haya montado el capitán.

El mar está tan picado que no es seguro ni volver a Puerto Rojo, así que atracáis en una pequeña cala, ancláis bien el barco y desembarcáis a los rescatados. Ha dejado de llover (pero aun sopla fuerte viento) cuando os encontráis todos en la costa.

-Muchas gracias por rescatarnos, caballeros. - os agradece una muchacha, claramente de buena familia.- Estamos en deuda con ustedes. Íbamos a Banefort cuando empezó a seguirnos una vela negra. El capitán ordenó acercarnos a la costa para perderlo o huir por tierra, pero la tormenta nos sorprendió antes.

"Pero estoy olvidando las buenas maneras. Soy Desmera Redwyne, hija de Lord Thaddeus Redwyne, señor del Rejo.

Se quita la capucha y veis que es una muchacha tirando a bonita. Esbelta y pecosa. Tiene el cabello castaño y una sonrisa encantadora.

- Y este es Ser Dalor Flores, mi escudo jurado.- presenta a un caballero fornido y cincuentón, que saluda con una inclinación.- Y la septa Anella, mi tutora.

- Por vuestro escudo deduzco que son ustedes los señores de Puerto Rojo, pero me temo que no conozco sus nombres...

Le hago una reverencia cortés.

- Mi señora, soy Ser Paxter Alander y el mi sobrino Ulfryd líder de la casa Wyrmslayer, vasalla de los Alander. Es un honor para nosotros haber podido ayudar a tan ilustre dama. Por favor, venid a nuestra modesta morada para resguardarnos de la tormenta. Mi sobrino el señor de Puerto Rojo estará encantado de teneros como invitados.

Espero a que Ulfryd quiera añadir algo. Cuando acabe.

- Por favor acompañadnos.

Digo cortésmente. 

Julia picó espuelas siguiendo a la nave desde tierra, hasta alzanzarlos en la cala. Ayudó a desembarcar a los recién rescatados y cuando la jóven se presentó una sonrisa se fue dibujando en su cara. No eran simples pescadores como había pensado. De hecho eran peces gordos...

- Mi Señora Desmera, me ubiese gustado poder daros la bienvenida a nuestras tierras en otras circunstancias, pero los Siete decidieron que fuera así. Mi nombre es Julia Alander y mi padre efectivamente como decís es Alarich Alander, Señor de Puerto Rojo. Mi hermano Tormen, heredero de Puerto Rojo, soltero por cierto... Ya conocísteis a mis tíos quienes los rescataron, Ser Paxter Alander y Ulfrid Wyrmslayer. Eso que camina detrás de mi hermano es Thorn, o Thom, nunca lo recuerdo, Merrilin, una suerte de bardo...

Presentó con orgullo a su familia. No todo los días se le salvaba la vida a un hijo de Thaddeus Redwyne. Montó en su caballo y ofreció su mano a Desmera para subirla con ella.

- Estaís empapados. Si nos permiten los llevaremos al castillo así descansan y le damos ropas secas. Justamente estábamos en medio de un pequeño banquete. Hay preparada comida y vino!

Acabadas las maniobras, Ulfryd por fin se relajó un poco. Estaba empapado, cansado y la adrenalina había dejado de fluir. Sentía los hombros entumecidos e hizo un movimiento rotatorio para relajarlos, uno cada vez. Observaba desde la distancia a los nobles extraños, pero no había dicho nada desde aquellos gritos tan poco diplomáticos con la pasarela. Habían pasado todos, uno detrás de otro, con los bultos a cuestas. Debían ser de importancia vital, porque era eso lo que se jugaban los sirvientes que los habían hecho pasar de una a otra embarcación...

Ulfryd asistió a las presentaciones de la joven dama con su expresión neutra característica, escudada ésta tras su frondosa barba (ahora en proceso de secarse gracias a que la lluvia había dejado de empaparla y seguía soplando el viento). Los nobles en general le ponían nervioso. Por su condición de hijo natural (léase bastardo) siempre le miraban por encima del hombro y los únicos en los que confiaba era para los que servía. Como detalle se quedó con el dato de que el guardaespaldas era un Flores, bastardo del Dominio, bueno era saberlo.

Ulfryd arqueó una ceja cuando ser Paxter le presentó como líder de la Casa Wyrmslayer. Supuso que en el fondo tenía razón, pero nunca había sido algo tan oficial. Mugió algo incomprensible e inaudible gracias al viento reinante y agradeció a los dioses no tener que hablar más, gracias a la aparición de la pequeña Julia, su medio-sobrina recién llegada, precisamente con caldos del Rejo, a su hogar en Puerto Rojo. Aprovechó su intervención para devolver su atención al mundo del mar que sí controlaba.

-¡Asegurad la nave! ¡Os partiré la crisma como mañana vuelva aquí y la Perdición se haya movido una vara de donde la he dejado hoy! -ladró dirigiéndose a los marineros, para luego relajar el tono y dirigirse en conversación privada a su contramaestre, que estaba comenzando a repetir sus palabras a gritos, como le correspondía- Willas, deja una guardia y protege el barco. Haced guardias, pero que los hombres descansen. Mañana volveré con más hombres para sacar el Perdición de la arena y recoger lo que se pueda del naufragio. Búscate algo bonito, si puedes, pero infórmame de todo lo que encontréis mientras nos esperáis.

Una vez escucho a Julia me alegro que haya preservado a "bastardez" del bueno de Ulfryd, y pienso que ha quedado en buen lugar, de bastardo a lider de una casa vasalla deja a los Alander en buena posición que la Redwine no tiene porque menospreciar. Por otro lado me lamento interiormente de la descripción sobre Tormen... ains no quiero parecer que estemos desesperados por liarlo....aunque si un acercamiento tan directo tubiese sus frutos...sería un buen partido..... Pero por los dioses ahogados, del viento y los siete... que el bardo se separe un poco de él para que no de a malosentendidos.

Intento organizar a unos cuantos criados para que ofrezcan caballos a los otros invitados o que porteen bultos, busco un caballo para mi y cuando lo consiga digo:

- Mis señoras, apresurémosnos, ya hemos estado demasiado tiempo bajo la lluvia.

No consideré oportuno ofrecer mi montura a los demás pues podría dar lugar a demasiados malentendidos.

Thom se mantuvo en silencio al lado de Tormen, temeroso de intervenir en una conversación entre nobles debido a su origen plebeyo. Donde manda capitán, no manda marinero... La joven Redwyne era una total desconocida para él y no sabía si se tomaría a mal que un simple bardo de nombre ambiguo le dirigiera la palabra, más aún con la despreciable presentación que le había hecho la hija de Alarich.

- Ha tomado usted una afortunada decisión, mi señor -dijo dirigiéndose a Tormen, con un tono de voz lo suficientemente alto como para que lo oyera lady Desmera-. Si no hubiera reaccionado tan rápido ordenando el despliegue del Perdición, quizás ese barco y sus tripulantes ahora estarían descansando bajo las aguas.

Con un disimulado guiño, intentó que Tormen tomara las riendas de la situación y aprovechase las circunstancias para mostrarse como el héroe responsable del rescate de sus nuevos invitados. Sin esperar a su respuesta, Thom se volvió hacia la septa que acompañaba a lady Desmera y le ofreció su caballo con una sonrisa en el rostro.

- Por favor, tome mi caballo. Ya ha pasado usted por suficientes malos tragos esta noche como para remontar la embarrada colina de Redport con la tempestad que está cayendo.

Cuando el bardo habla, se le empiezan a ver las intenciones para los que de verdad entendemos la situación, así que Pax asiente.