Partida Rol por web

Y, al final, después de todo, quedaron todos en pie. Había sido un combate digno de seguir. Por cómo se desarrolló, Inari estaba contento, confiaba en la manera de luchar y defender de todos y cada uno de sus compañeros.

¿Siguiente paso a dar?, atender a las respuestas de Catherine.

Él solo pensó en dos y se las lanzó:

¿Por qué derramas lágrimas?, ¿acaso conocías a toda esta gente?

Hasta él mismo se sorprendió de la cercanía de sus palabras.

La falta de tacto de Inari y Pyros hicieron que Catherine se volviera bruscamente y les miró, entre sorprendida y algo asqueada. Movía los ojos de uno a otro, sin entender del todo lo que acababan de preguntarla. ¿Qué parte de habitantes de la isla no habían entendido? ¿Cómo que si los conocía¿ ¿Que qué sabía de ellos? No lo comprendía.

Se llevó la mano a la cabeza mientras negaba lentamente. Mucho golpe les habría afectado al cerebro.

Eran habitantes de la isla. Panadero, guardia, tabernero, tendero y cazador dijo, señalando a cada uno de los caídos. El barco que os prometieron que llegaría es el mismo en el que supuestamente se fueron estos hombres. Querían ir al continente, abandonar la isla... Y mira cómo están. Algo les ha hecho el Marqués

Con gesto severo, Ariadne limpió la sangre de su espada en las ropas de su último adversario mientras Catherine cantaba. La revelación de la identidad de sus atacantes le dio una nota de amargura a la victoria.

No supo encajas los elogios de Pyros antes de que la dolida reacción de Catherine les diera una advertencia desconocida hasta el momento. Gente que abandonaba la isla en la nave que ellos esperaban acababan así... mantuvo la mirada de la isleña al tiempo que sentenciaba - Si esto es obra del marqués... tenemos que detenerle.

Cuando Pyros escuchó que aquellos iban en el barco del marqués se quedó con la boca abierta. Realmente confiaba que aquel bote fuera su pasaporte para salir de aquel mundo. Así que, su teoría sobre el mundo en el que se encontraban cada vez se confirmaba más. Y aquello encima apuntaba en una sola dirección, y es que el culpable tenía que ser el marqués. Pero aquel hombre le parecía muy peligroso e incluso inmortal. No se veía con fuerzas para enfrentarse a él, por lo que se quedó mirando a sus compañeros, especialmente a Catherine a ver si ella le podía dar alguna respuesta. ¿Y entonces, cuál es el siguiente paso que deberíamos dar? ¿Vamos a ver al marqués a que nos explique, o directamente nos tratamos de hacer cargo de él?

La respuesta de la muchacha le sorprendió a Inari. ¿El mismo barco? - pensó. Entonces todo empezaba a encajar.

Espereró a que le respondiese a Pyros. Él no intervino más, pero un lúgubre pensamiento comenzó a apoderarse de él.

¿Y si el marqués fuese un señuelo?, ¿y si el verdadero culpable estaba manejándole cual títere?. Eso sí que no le gustaría para nada. Estaba claro que el marqués tenía poder en la isla. No sabíamos el alcance de sus posibilidades y, realmente, no tenía muchas ganas de averiguarlo, a pesar de que una parte de sí mismo le pedía todo lo contrario.

¿Hay algún modo de analizar su sangre?, ¿alguien podría saber si ha sido alterada? - habló finalmente.

Catherine miró a Ariadne Sí, pero tenemos que saber a qué nos enfrentamos rápidamente Pyros e Inari lanzaron sus preguntas, la del segundo dejó un tanto perpleja a la joven, pues no sabía que era eso de "analizar la sangre". Decidió omitir esa respuesta, y contestó para todos Antes de que llegaran, íbamos a ir al barco encallado, ¿no? Pues si no tenéis una idea mejor... Creo que ese debería ser nuestro destino.

Pyros miró a Ariadne, a pesar de no haber obtenido respuesta asintió con la cabeza pues comprendía que ahí es donde habían decidido ir al principio y al tratarse de un barco, quizá pudiera obtener más respuestas. Tienes razón, creo que sería interesante que investiguemos el barco, puede que allí haya más información de la que creemos. Y más sabiendo lo que sabemos ahora mismo.

Era casi natural que sus preguntas no fuesen contestadas. ¿Acaso no podían saber si esa sangre estaba contaminada por el mordisco del Marqués?. En cualquier caso, lo importante era el grupo.

Negando con la cabeza, Inari se aferraba a la esperanza de que fuesen donde fuesen, saliesen ilesos, no como todos esos cadáveres. La idea de ser pasto de los gusanos y de las aves carroñeras, no le agrabada.

Se propuso una idea.

Inari no dijo nada de nada. Ver, oír y callar - se decía. Si tenían que acudir a ese barco, él iría.

Ariadne asintió con resolución. - Al barco pues.

El diario del padre Scott señalaba ese lugar (en concreto al camarote del capitán) como depositario de unas notas que sin duda quería leer. ¿Aportarían respuestas a sus preguntas o arrojarían nuevas preguntas a la joven?

Decisiones a parte, la situación no invitaba a relajarse. - Si el marqués nos ha enviado estos... 'oscuros' - dijo repitiendo el nombre que Catherine había dado a los antiguos habitantes de la isla - podemos esperar enfrentarnos a más. Estad alerta. - sugirió vehementemente.

Tras una larga caminata (que podía haber sido mayor si no fuera por la intervención de Catherine, que había conseguido que le prestaran varios caballos), llegasteis hasta los arrecifes de la costa este donde estaba bloqueado el navío, no muy lejos de la mansión del Marqués.

Dado que los arrecifes hacen imposible acercarse hasta esta zona por mar, la única manera posible de llegar ahasta el barco encallado es bajar por la pared rocosa, de unos quince metros de altura. Escalar por ella no debería resultar realmente difícil, ya que está muy escarpada, pero desde luego sí es muy peligroso, ya que una caída puede resultar fatal porque el mar está lleno de afilados arrecifes.

La vista del desvencijado navío no era nada alentadora. Aunque era extraño que el barco no hubiera atraído visitas de los lugareños a lo largo de los años, lo recóndito del lugar y la peligrosidad de su acceso explicaban que no hubiera sido rapiñado hasta el armazón.
Como la experiencia es un grado, Ariadne se giró hacia Catherine por si hubiera un sistema desconocido para ellos que les ahorrase riesgos innecesarios. - El padre Scott - dijo recordando la figura de mediana edad que se les había aparecido - accedió a este barco... ¿Sabes como?

Llegaron hasta el lugar sin mucho esfuerzo, todo sea dicho. Alrededor, restos y más restos. Pero había un pequeño gran problema. ¿Cómo acceder hasta el barco?. Para él, puede que no resultase tan complicado, o tal vez sí. Ahora no quería comprobar si su vida correría peligro.

Inari seguía en sus trece, por el momento, de no hacer más preguntas. Se limitó a prestar atención, no quería ningún tipo de conflicto. Cuando estuviesen cerca de alguna pista más concreta, entonces sería otro cantar.

Pyros se sentía muy contento por haber congeniado tan bien con Ariadne, pues desde que la había conocido en el viaje se sentía sumamente complementado con ella. Así que no añadió nada a la pregunta, pues él mismo había tenido la misma duda, pero era a ella a quien más caso hacía la extraña muchacha.

Catherine se acercó a la pared del acantilado y miró hacia abajo. No parecía haber ningún otro medio de bajar, y sus acompañanates no aportaban ningún tipo de idea. Por suerte para ellos, la joven sí que conocía el lugar, y había conseguido ciertos materiales del almacén de Sally.

Con un rápido movimiento, sacó una cuerda y varias escarpias, repartiéndolas entre sus compañeros.

Bajemos rápido, no hay un segundo que perder dijo, más para ella que para los demás. Ató la cuerda con seguridad a una roca que nacía del suelo y, corta ni perezosa, empezó a descender.

Pyros no se sentía muy cómodo en una posición vertical, era más de saltar y moverse, pero en horizontal. Su cuerpo rechoncho aunque ágil resultaba incómodo para descender por aquel lugar, a pesar de que aquella mujer les entregase cuerdas y material de escalada, algo le decía a Pyros que tarde o temprano terminaría precipitándose al vacío...

Pocas veces había trepado antes, los árboles a los que subía de niña solían tener una rama al alcance de un salto. Con pie dubitativo y afianzada a la cuerda, Ariadne empezó a bajar...

A Inari eso de trepar no se le daba mal. En sus tierra de origen era dado a teer que escalar o descender por algún que otro sitio, no tan escarpado, pero con cierta dificultad. El viento era algo frío, pero no le incomodaba en absoluto.

Observaba de cuando en cuando al resto de sus compañeros y les trataba de ayudar a su modo, para que no apoyasen en ciertas piedras, que a simple vista parecían seguras.

La cuerda por la que estaban yendo hacia tierra firme, era bastante aceptable. Él siguió su descenso, esperando que nadie sufriese ningún percance.

Con mayor o menor gracia, todos los presentes consiguieron descender. El que mejor lo hizo, sin duda, fue Leon, que parecía no necesitar la cuerda para nada. Sabía exáctamente en qué sitio poner el pie y la mano.

Al final, tras bajar la pared empinada, llegaron al mar. Por suerte para ellos, había una gran cadena de piedras y arrecifes por los que poder caminar, ya que llegar nadando al barco podía ser muy peligroso por el constante oleaje.

La gran roca en la que se halla encallado el barco ha abierto un enorme hueo en la pared de la estancia, permitiendo un fácil acceso al interior. El recinto y todo lo que hay dentro está destrozado, seguramente debido a los efectos de la humedad.

De todas formas, a juzgar por las estanterías y papeles repartidos por todas partes, no es difícil suponer que este lugar debía ser algún ti po de archivo donde se almacenaban todo tipo de apuntes, ahora inservibles o destrozados.

Una puerta en la pared enfretanda al gran agujero invitaba a continuar.

Antes de adentrarse por la única vía que veía posible que se podía ver, Pyros decidió echar un vistazo a su alrededor. Quizá en aquella sala hubiera algo escondido, o algún documento de interés que nadie hubiera encontrado antes.