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Hécate, el Infierno.

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22/07/2010, 11:54
Editado: 22/07/2010, 11:55

   
Mi nombre no es importante, pues pronto habré dejado yo también este mundo. O este Infierno, según se vea. A quien venga después de mí está dedicada esta carta.

Recuerdo bien cuando empezó todo. Estábamos todos excitados por la novedad, pues nos habían asegurado que nada malo podría ocurrir.

Se equivocaban.

Un día antes que la Tierra fuera a sumergirse en esa maldita cola, el suelo tembló. Lo tengo grabado en la memoria como si fuera ayer. Estaba delante de la televisión, acomodado en mi sofá y me deleitaba viendo las imágenes en directo desde no sé cuál satélite, que se había preparado expresamente para apuntar a esa... esa Cosa.

Primero fue una sensación, nada más. Luego un temblor, casi imperceptible, pero constante. Entonces vino el ruido. Nunca había oído algo como eso, era como si tocaran un trombón dentro de tu cerebro, pero al mismo tiempo no se oía nada. Y vino el terremoto. Dijeron después que no era un verdadero terremoto, que tenía algo que ver con no sé que eje de la Tierra y todo eso. Pero por Dios, si eso no era un terremoto nada lo es. Me caí al suelo, junto con un montón de cacharros que tenía en las estanterías y la lámpara del salón se desprendió del techo y destrozó la mesita de cristal.

Duró unos minutos, suerte que estábamos lejos de los principales epicentros. Y suerte que viviera lejos de las costas, porque unas horas después, según lo que dijo la radio, unas olas más altas que un rascacielos inundaban y arrasaban todo lo que encontraban. Me pregunto cuanta gente moriría en los terremotos y cuanta ahogada, quemada, aplastada. Fue la destrucción.

Al día siguiente, mientras intentábamos resguardarnos del tiempo que comenzaba enfriar y a acostumbrarnos a los frecuentes temblores, el cielo se hizo rojo, luego rosado y empezó a cambiar de color con frecuencia. Hasta quedarse en este horrendo cobrizo. Buscamos refugio en los edificios aún en pie, en las estaciones del metro, en viejos búnkeres. Y creímos que lo peor había pasado. Estábamos equivocados, una vez más.

Vi como todo se volvía negro esa misma noche. Un niño se sentaba a mi lado, bebiendo una taza de caldo y mirando el cielo. Debió de ser de los primeros en caer, por lo que Hécate nos dejó en herencia. Se retorcía en suelo gritando. Instintivamente me alejé de él y no intenté ayudarle. Debería avergonzarme, pero sé que hice lo correcto. De su boca empezó a salir una espuma rojiza y sus ojos se pusieron en blanco. Vino un médico. Creo que era un médico, al menos, el niño le agarró por la manga. Vi como sus deditos desgarraban la tela y sus uñas sucias se hundían en la carne del hombre. A este no pareció importarle en ese momento. Pero debió de entender la verdad cuando empezó a sufrir los mismos terribles dolores y la espuma asomó por sus labios.

Y corrí. Corrí como un loco. No sé si serían las películas baratas que me hicieron recordar escenas terribles de contagio o una especie de instinto primigenio que me impulsó. Pero seguí corriendo, hasta que conseguí protegerme, a oscuras y solo, entre ruinas. Desde ahí vi como el mundo se derrumbaba y Hécate se apoderaba de Él. La gente moría o se convertía en salvajes y demonios sin nombre. Vi como los animales que pasaban delante de mi escondrijo mutaban, se retorcían, morían o resurgían en otras formas. Y tuve miedo. ¿Quién no lo tendría?

A los tres días de beber del agua sucia que surgía de un tubo tuve que salir de mi escondrijo. Deambulando por calles destrozadas, entre coches reventados y ruinas, descubrí que mis peores pesadillas habían salido de mi mente y se convertían en la más terrible de la realidad. Quedábamos pocos. Muy pocos. Y estábamos destinados a morir. Nuestra raza iba camino de extinguirse. Y lo hacía dentro de un tren a toda velocidad.

Han pasado dos meses en los que he sobrevivido Dios solo sabe cómo, gracias a dos compañeros con los que hemos podido encontrar refugio, hacer unas máscaras antigas improvisadas y defendernos de las monstruosidades que nos acechan. Pero ahora ellos también han muerto. O al menos espero que hayan muerto, porque la criatura que les atacó no solo les desgarró las entrañas, también los llenó de venenos ponzoñosos que no tardarán en hacer efecto. Prefiero morir. Supongo que pronto será mi turno. Pero no me tendrán fácilmente. En mis manos agarro con fuerza la barra de hierro y el largo cuchillo que encontré. Espero destrozar unas cuantas cabezas y aplastar algunas cucarachas-perro antes de dejar este mundo. Puede que Hecate haya ganado, pero aún no me tiene. Aún no.

Bienvenidos al Rol en Vivo de Hécate.
Bienvenidos al Infierno.

Conviértete en un superviviente, lucha por tu destino en compañía de los pocos que han logrado abrirse paso por un mundo convertido en un lugar de muerte, letales mutaciones y criaturas imposibles. Mira a los ojos al futuro y dile lo que piensas de Él. Ven con nosotros, enfunda tus armas, prepara tu máscara y reúne tus compañeros. Es el momento de sacar lo mejor de ti. O lo peor.

Después del paso del cometa Hécate, la Humanidad está en peligro de extinción y las cosas van a ponerse aún más difíciles. La supervivencia, la lucha, el terror, son lo único que conocen los pocos que quedan para repoblar el planeta.

Participa en esta apocalípsis a escala planetaria, donde solo los más fuertes, lo más hábiles y los que consigan superar sus diferencias conseguirán acabar el día de una pieza. Del 8 al 10 de Octubre..., en el Albergue de Soncillo (Burgos) tendrá lugar el llamamiento de Cyrus Eden para dar esperanza a los hombres y mujeres que aún viven.

¡Ven con nosotros!

www.pertegast.com/hecate

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