Galería Umbriana

Subida por Venifer

Esta debe ser la anécdota más fuerte que me ha tocado escribir para esto.

Entré a una casa de pesca preguntando por la peor caña de pescar que tuvieran. Con esa tarjeta de presentación, además de que mi cara definitivamente no es cara de persona apasionada por la pesca, el dueño del lugar me preguntó para qué la quería. Y por qué iba a mentirle, le conté lo del concurso. Llama al hijo, a quien le repite lo que le acababa de decir, y me señalan unas cañas de bambú que tenían allí, de las más simples. Tomo una de esas, diciéndoles que perfectamente, me servía, y les pregunto por lo que realmente iba a comprar: un anzuelo con carnada, o algo que se le pareciera. Ante esto, los dos hombres se quedan estupefactos, y me preguntan para qué lo quiero. Pues es parte de la prueba, no había más respuesta que esa: que fuese suficiente carnada para el pescadillo que iba a fingir que iba a pescar. Entonces el dueño me dijo que dejara la caña de bambú, y me dijo que me daría algo mucho mejor que luego esperaba que le fuese a devolver.

Me fui del lugar con una caña profesional metida en el bolso y una boya color fluorescente para que saliese bien. El hombre ni siquiera me tomó los datos: sólo me la dio, y me dijo que esperaba que saliese bien la foto. Sin creérmelo aún, hoy me fui a mi club deportivo a ver si podía entrar a las piscinas de verano para hacer la foto. Busqué al responsable por todas partes, sin éxito, y finalmente pregunté a un par de trabajadores que estaban ocupándose de los arreglos fuera de temporada de las piscinas. Me mandaron con su jefe, que resultó tampoco ser el responsable y que no podía autorizarme a algo como eso, pero que básicamente me dio a entender que hiciese lo que se me viniera en gana. Así que me fui a esconder a un hueco entre los muros que rodean a la zona de la piscina y me puse a armar la caña como el hombre de la casa de pesca me había enseñado.

Encontrar un sitio donde apoyar la cámara para que se me viera, encontrar el mejor ángulo posible, encontrarme luego en él, llegar a tiempo para echar la caña y que saliera en la foto, realmente una proeza. Todo yendo y viniendo de la cámara al borde de la pileta agachada, en plan comando, aunque con lo amarillo de la caña de pescar no podía pasar desapercibida. Los trabajadores miraban, incrédulos. Al final decidí terminar con eso, me di vuelta para volver a mi sitio a desarmar la caña, me enredé en el hilo, pisé la boya y casi me voy de boca. Tuve que ir caminando a pasitos de bailarina hasta un sitio donde pude sentarme, y comprobar que no hubiese roto nada.

La anécdota estaría fantástica, hasta aquí, sacando el detalle que al volver a mi casa caminando, me asaltó un sujeto en una bicicleta y me hizo una oferta que no podía rechazar: me dejaba quedarme con la mochila en tanto aceptase quedarme también con una puñalada de su parte. Pero la rechacé, sí, y se llevó mi mochila con cámara, caña, móvil y fotos dentro. El cuento corto es que, horas después de corridas, patrulleros policiales y comisarías, un par de hombres devolvieron la mochila a mi casa pues dentro de ella estaban todos mis documentos, uno de ellos con mi dirección. Habían corrido con una camioneta al hombre de la bicicleta, cuando yo lo perdí de vista, y tras alcanzarlo éste les había arrojado la mochila al asfalto de la calle para que dejaran de perseguirlo. Estaba todo dentro, excepto que mi cámara había impactado contra el pavimento con toda la fuerza, quedó toda abollada, y totalmente rota.

Hace un rato, mientras desarmaba la cámara para sacar las pilas recargables para preservarlas y tirar el cuerpo sin arreglo, me di cuenta que extrañamente la tarjeta de memoria estaba intacta...

Pesca 2 - Pesca 3