Galería Umbriana

Subida por Venifer

Tras una accidentada subida de fotos en Facebook el otro día (gracias, amigos, sin ustedes qué sería de mí), tuve que hacer acopio del clamor popular y cambiar de estilo y corte. Así que aproveché un momento de soledad de mi casa (para que nadie me viera derramar las lágrimas por, oh, mi pequeña compañera peluda), y fui por las tijeras de podar al jardín para empezar con el trabajo.

Tras reducir a límites soportables la densidad vegetal de la zona, cambié de elemento punzo-cortante a la todopoderosa máquina de afeitar Gilette, momento en el cual decidí que estaría bien documentar el acontecimiento histórico. Por lo que decidí preparar todo a consciencia: fui a buscar la cámara, preparé el baño, eché la espuma, empecé a sentir su ardor característico, e incluso decidí en qué lugar del baño ponerme para que saliera una mejor luz... y no pude dejar la cámara en ningún lado. No había manera, ni ángulo. ¡No se quería quedar en ningún sitio, la desgraciada! Y el ardor del rostro iba en aumento, como si el infierno estuviera tomándose venganza por el asesinato que acababa de cometer.

Cambié de baño. Cambié de habitación. Cambié de todo menos de cara, y nada, hasta que escuché la puerta. Bajando las escaleras a saltos sorprendí a mi padre saliendo del baño, quien se echó hacia atrás a punto de soltarme una hostia de la sorpresa.

- ¿¡Pero qué estás haciendo?! ¿¡¿¡Qué te pasó?!?!

(¿Y la barba? ¿Y Candela?)

- Nada, nada. No me pasó nada. A ver, agarrá la cámara y sacame una foto mientras me afeito, antes de que me quede la cara como si me la hubiesen metido en ácido.

El pobre se ocupó personalmente de sacar unas siete u ocho fotos, de las cuales no se veía nada, hasta que dio con ésta.  Todavía está traumado por haberme visto en la escena del crimen, con las manos en la masa, y haber sido partícipe del asesinato de mi barba.