Partida Rol por web

La agente Celarian Vaamar cogió un vehículo del departamento. Un coche sin rotular, de paisano. Internarse en la caótica circulación de Nueva York no le hacía ninguna gracia, pero a estaba batante acostumbrada a ella.

La sede de la Asociación del Pueblo Élfico de Nueva York, se encontraba en la calle 67, concretamente en el número 76. Aquel edificio fue construido en 1999-2000 y fue diseñado por el arquitecto Gilbert Eruantalon en el estilo modernista para la Asociación. No obstante, la sede había sufrido una serie de modificaciones a lo largo de los años y había ido cediendo espacio a otras asociaciones, quedando reducida su presencia en el edificio al piso 12. Eso era algo que Eldren Nimwë quería cambiar y ya había comenzado negociaciones para ocupar de nuevo todo el edificio a base de dólares de su propio bolsillo.
 
El aparcamiento en aquella zona era complicado, como en casi cualquier área de Nueva York. Hubiera dejado el coche estacionado en cualquier parte de ser un vehículo oficial identificado como tal, pero al ser un coche de paisano, tuvo que acudir a un parking subterráneo. Si se elevaba mucho la cuenta, ya pasaría el recibo al departamento. 

La agente se encaminó hacia la puerta del establecimiento con determinación. Allí aguardaba un elfo trajeado con un pinganillo en la oreja. Al ver elfa acercarse se dirigió a ella con bastante amabilidad.
 
- Buenos días señorita... ¿Ha dónde se dirige? - Le preguntó.

Habíamos tardado más de lo normal en ponernos de acuerdo, pero no había estado mal. Sentía que éramos un equipo y todo eso, así que, me marché bastante animada. Todos queríamos resolver aquel caso y que todo terminara, así que sin perder más tiempo, me dirigí hacia mi destino.

Eldren Nimwë.

Mientras me dejaba llevar por el desesperante tráfico de Nueva York, me puse a pensar en todo aquello. Cuando no estaba investigando asesinatos, me encontraba hablando de ellos; y cuando no, simplemente, pensaba en lo que me había saltado. ¿En dónde estaba mi maldita vida privada?

Joder, Vaa, tienes que salir más. Empiezas a tener tanta tensión en tu cuerpo que a este paso te vas a cepillar hasta a un orco. Frank me estaba empezando a parecer hasta guapo y eso era un mal síntoma.

Tardé más de media hora en llegar a la puta sede de la APE, y por suerte, no tanto en aparcar, aunque me molestó tener que hacerlo en el subterráneo en lugar de en la entrada. Por el momento, intentaría comportarme de forma educada y diplomática. Ya veríamos a la vuelta si mi actitud sería la misma.

Cuando llegué, un maldito guardia se interpuso en mi camino. Vestía un elegante traje hecho a medida y percibí que el bulto que asomaba en su chaqueta no se debía a ningún miembro mutante, sino al arma que sin duda llevaba bajo la axila. También me fijé en que tenía un pinganillo, lo cual significaba que si terminaba de pasar por allí, todo el mundo iba a enterarse de ello.

Después de adelantarse hacia mí para que no siguiese andando, me mostró una fila de dientes tan blancos que casi tuve que cerrar los ojos para evitar deslumbrarme y me habló con una voz dulce y melodiosa, intentando crear la falsa sensación de que estaba allí para ayudarme. 

- Buenos días señorita... ¿Ha dónde se dirige? 

-Donde yo quiera -le dije, mostrándole mi placa -, a no ser que quieras que te meta el pinganillo por el culo y le diga a tu jefe que me has puesto dificultades para hablar con él, sabiendo que está esperando oír noticias mías.

Adiós a la diplomacia.

En el momento en que se identificó como policía, afirmó con la cabeza y apretó un botón del cable que unía el pinganillo de su oreja con el walkie que portaba en el cinturón.

- Vendrá hacia ti una oficial de policía… - Dijo en un susurro por el comunicador. – Pase y vaya a la recepción. Allí le atenderán. - Les dijo tras soltar el pinganillo.

Celarian subieró las escaleras que daban acceso al inmueble. El interior de aquel edificio estaba lujosamente decorado. La estructura del mismo era elegante. Con refinada mampostería y ángulos definidos. Los techos eran altos y el firme era de mármol oscuro. Alfombras, cuadros y tapices con motivos élficos decoraban gran parte de la recepción. Pese a que a día de hoy la asociación no ocupaba más que una zona muy pequeña de aquel edificio, aún se podían intuir en la decoración los orígenes de aquel edificio.

Tras hablar con la mujer de la recepción, quien curiosamente era una mediana, subió por el ascensor hasta el piso 12 y avanzó a través de diversos corredores, como la mediana le había indicado, hasta que dio finalmente la recepción de aquel lugar. Allí se encontraba la sede de la asociación que el señor Nimwë presidía. Tras un nuevo recibidor de roble, una joven elfa les atendió.

- ¿La agente de policía? - Preguntó. - ¿Qué desea?

Una de las cosas que más odiaba era que me mandaran de una persona a otra como si fuese una pelota de baseball. No me sentía así y precisamente las "pelotas" no eran mi fuerte, así que siempre me enfadaba más, si que eso era posible. Como dijo Bruce Banner, "siempre estoy enfadado".

Cuando llegué a la recepción, después de haber pasado por una mujer más, una elfa me recibió, también sonriendo como si acabara de ser elegida Miss Mejor Sonrisa de América.

Joder, ¿es que reparten dentríficos en este lugar o qué?

¿La agente de policía? ¿Qué desea?

La paz mundial, un helado triple de vainilla y chocolate, un vestido de noche que no me marque los pezones y hablar con Eldren Nimwë de buenas maneras, antes de hacerlo por las malas.

La mujer se quedó petrificada ante aquella respuesta. Frunció el ceño, no parecía muy conforme con los modos de aquella mujer. Sin duda alguna se traía los problemas de casa al trabajo y los del trabajo a casa y no eran pocos, por lo que aquella secretaría podía apreciar en sus brusca manera de actuar.

- No importa que sea tan borde... - Dijo descolgando el teléfono. - ¿Le paso con Harrison, el secretario del señor Nimwë? - Le preguntó. - Sin duda, él podrá responder a todas sus inquietudes.

Mi mano se movió más deprisa que la suya, para detener el movimiento del teléfono. El tacto de la muchacha era cálido, pero sus ojos me miraban con desconfianza e incluso indignación. Sabía el efecto que causaba en la gente, y me divertía viendo cómo desequilabraba sus delicadas formas y preparación.

-Si quisiera hablar con Harrison, habría preguntado por él. ¿Me ha visto cara de idiota? He dicho Nimwë y es a él a quien quiero ver. 

Después de eso, decidí que no tenía que esperar a qué me diera permiso, así que la esquivé y me dirigí directamente al despacho de Nimwë para hablar con él.

Lo que me faltaba. Otra capulla que no entiende el idioma de "déjate de rollos que esto es importante".

La secretaria se puso en tensión al ver la reacción de la agente. Lo cierto es que se sobresaltó cuando le agarró la mano para impedir que descolgara el teléfono. Tampoco pudo decirle nada cuando ésta manifestó sus intenciones de ir a ver al señor Nimwë en persona y sin esperar cita alguna. Lo cierto es que no le dio tiempo, pues cuando pudo ponerse en pie la agente ya había abierto la puerta. 

Cuando Celarian abrió la puerta se encontró con el despacho de aquel famoso y poderoso elfo. Se trataba de una amplia sala dividida en dos espacios. Uno hacia el fondo de la sala donde se encontraba un escritorio de roble con un amplio ventanal a su espalda, a juego con estanterías del mismo material repletas de libros sobre leyes y archivos de documentos y en la parte delantera de la estancia y sobre una alfombra persa, una mesa más grande en la que dos hombres trajeados estaban reunidos con Eldren Nimwë debatiendo algún asunto, contrataciones o vete a saber que.

Los tres estaban hablando en el momento en que Vaamar les interrumpió y cesaron su conversación de golpe. Eldren estaba de pie junto a la mesa, al lado de uno de los dos hombres que estaba sujetando un plano. El otro hombre estaba sentado y con un bolígrafo en la mano haciendo anotaciones en una libreta. Los dos hombres miraron a Nimwë y este guardó silencio unos momentos hasta que se escuchó la voz de la secretaria, procedente de la espalda de Celarain Vaamar.

- Señor Nimwë... - Dijo la secretaria desde atrás de Celarian. - La agente quiere hablar con usted... - Alcanzó a decir.

- Buenos días agente. - Dijo educadamente aquel elfo. - Me coge en un mal momento. Estaba reunido con éstos señores por un tema de unas contrataciones, pero... - Se encogió de hombros. - ...creo que eso a usted no le importa demasiado en estos momentos... ¿Verdad? - Esbozó una sonrisa. - ¿Puede esperar diez minutos? Le prometo que no será mucho más...

En cuanto entré supe que estaba delante, por fin, del mismísimo Nimwë. Estaba tratando algún negocio y la verdad, no me interesaba una mierda lo que pudiera estar interrumpiendo. Solo quería saber si estaba delante de nuestro asesino o no.

¿Puede esperar diez minutos? Le prometo que no será mucho más...

Y más sonrisas. Ahora sé de dónde han venido las demás. Son copias de esta.

Claro que puedo esperar. Las próximas víctimas del asesino que está actuando en nuestra ciudad también. Teniendo en cuenta que es usted nuestro principal sospechoso, supongo que mientras esté aquí, no habrá peligro, ¿verdad?

Miré a mi alrededor, localicé una silla, le di la vuelta y me senté en ella con las piernas cruzadas y medio recostada, a esperar a que se dignase a hablar conmigo. Sí, estaba siendo maleducada y completamente inapropiada. Quizás mis padres debían haberme puesto ese de segundo nombre: Celarian "Inapropiada" Vaamar. Me reí. Qué ocurrencias.

Pero no pensaba soltar la presa una vez había dado el bocado. Me había costado mucho llegar hasta allí y hasta que no hablara con él, no lo perdería de vista.

-Me gusta su despacho. Tiene... estilo -comenté, mirando hacia las paredes y el techo con naturalidad, como si no tuviese nada mejor que hacer.

La cara de Nimwë cambió de inmediato al escuchar las acusaciones de la agente. Su sonrisa élfica se borró de golpe como era normal y tardó unos cuantos segundos en reaccionar. Cerró de golpe una libreta que tenía en la mano y la colocó sobre la mesa. Los dos hombres que se estaban reuniendo con él se quedaron del todo petrificados, más quietos de lo que ya lo estaban momentos atrás. El elfo les hizo un gesto, recogieron sus pertenencias y salieron inmediatamente del despacho.

Una vez se marcharon Eldren se dio media vuelta y caminó hasta un mueble con puertas de madera. Al abrirlo se desveló que en su interior se hallaban varias botellas de licor y algunas copas y vasos. Se sirvió una copa de whisky y le dio un sorbo. Paladeó el líquido en su boca y entonces miró a la agente de nuevo.

- Juega usted fuerte, agente Celarian Vaamar... - Dijo entonces recuperando su sonrisa. - Déjeme decirle que me ha dejado del todo estupefacto. ¿Quiere una copa? - Le preguntó. - Usted dirá... - Le animó a que comenzara con lo que tenía que decirle.

Aquello fue suficiente, por fin, para que Nimwë me atendiese. En un abrir y cerrar de ojos nos quedamos a solas y él pudo recuperar la compostura que únicamente había perdido durante unos breves instantes.

¿Quiere una copa?

No, gracias –le respondí, mientras él se servía una y se preparaba para mí.

Usted dirá...

Sonreí. Si yo pudiera decir todo lo que pensaba…

-Para que vea que no soy una roca, me ha costado mucho llegar hasta usted, así comprenderá que no tenga ganas ni de esperar ni de seguir esperando. Soy una agente de policía investigando varios asesinatos, no una turista en busca de un autógrafo, y como sé que a usted le importan estos crímenes tanto como a mí, debería ser el primero en cooperar con nosotros en todo, y no poner ninguna dificultad. Siempre que encuentro alguna pienso que la persona en cuestión tiene algo que esconder.

Lentamente, me fui acercando a él, intentando no parecer amenazadora... o más amenazadora de lo habitual. 

-Dígame, señor Nimwë. Oficialmente, ¿qué es lo que conoce acerca de los asesinatos? -le pregunté, con la intención de ir de menos a más, en lugar de atravesarlo como un tanque, tal y como solía hacer.

Eldren la miró con condescendencia. Se mantuvo unos segundos en silencio mientras meneaba el contenido de su copa y miraba fijamente a la elfa. Entonces le dio un sorbo al licor y lo saboreó. Dejó la copa sobre la mesa y comenzó a caminar a pasos lentos por la sala.

- Verá... - Tomó aire para comenzar con su explicación. - Sé que se han cometido cuatro crímenes hasta la fecha. Cinco si cuenta el de anoche. - Miró a Celarian buscando una respuesta a esa incógnita. - Aunque estando usted aquí, entiendo que sí cuenta y mucho. - Sonrió. - Se también que han sido asesinatos cometidos con un arma blanca y que todas las víctimas eran elfo. ¿Cuatro mujeres y un varón? Todos ellos elfos de los bajos fondos o que se dedicaban a actividades de dudosa moralidad. ¿No es así? - Le preguntó. - Pero sea o no sea así, al fin y al cabo eran elfos. Y no cualquier elfo, sino elfos neoyorquinos y ese es problema mío y suyo agente. Mi asociación persigue representar los intereses de nuestra raza en ésta sociedad enferma. - Se sentó junto a ella, muy cerca y de modo intimidante. - Y ahora explíqueme usted porqué estoy en su nómina de sospechosos...

La voz de Nimwë, su porte, su seguridad, era justamente lo que le había convertido en lo que era y ahora podía entenderlo. No solo no se había dejado intimidar con mi actitud, sino que la había contrarrestado con mucha habilidad, manteniéndose completamente indiferente a ella.

Cuando se sentó a mi lado, tuve que hacer un esfuerzo para no retirarme, aunque no pude evitar retirar la mirada, y sabía que él se había dado cuenta. Quizás pudiera aprovechar aquel momento de superioridad para que bajase sus defensas y me dejase ver más allá de lo que podía distinguirse a simple vista. Mis ojos se centraron en sus manos, en los pequeños gestos de su rostro, en cómo acomodaba su cuerpo al sentarse y la forma en la cual se acercaba a mí.

Era una puta partida de ajedrez y yo odiaba el ajedrez.

-E-está muy bien informado. Bien por usted. Y para mí, porque así no se sorprenderá con lo que le diga. ¿Me permite su bastón?

- ¿Mi bastón? - Preguntó el elfo algo extrañado. - Es una reliquia familiar muy valiosa y antigua. - Confesó. - ¿Para que lo quiere? 

Una nueva sonrisa perfecta y reluciente invadió su rostro de pronto. Parecía como si acabara de descubrir el motivo de la curiosidad de la investigadora. Se puso en pie y se acercó a la mesa de su despacho. Se agachó y agarró algo. Al ponerse en pie Celarian vio que portaba el bastón en sus manos. Se trataba de una pieza excepcional. Manufacturada por elfos hace mucho, mucho tiempo pero aún conservaba toda su belleza y relucía. Estaba fabricado con maderas nobles e incrustado en piedras preciosas, acabado en un mango con forma de cabeza de ave rapaz.

- Tenga mucho cuidado, agente Vaamar. - Le dijo el candidato a la alcaldía entregándole el bastón. - Si quiere probar su filo, debe presionar ligeramente sobre la cabeza del ave y rotar hacia la izquierda mientras mantiene agarrado el bastón. Pero cuidado con no cortarse, el niobinio es muy traicionero para quien no está acostumbrado a él...

Por suerte, la actitud de Nimwë continuaba siendo colaborativa. Puede que fuese una reliquia o puede que no. Puede que se tratase del arma del crimen... o puede que no. Pero era una posibilidad y deseaba verla más de cerca.

Si quiere probar su filo, debe presionar ligeramente sobre la cabeza del ave y rotar hacia la izquierda mientras mantiene agarrado el bastón. Pero cuidado con no cortarse, el niobinio es muy traicionero para quien no está acostumbrado a él...

Me puse en pie y seguí sus instrucciones al pie de la letra. No tardó en salir el filo por el extremo del bastón, y lo miré más de cerca, no porque esperara encontrar restos de sangre (no iba a tener tanta suerte) sino por curiosidad.

-Como habrá podido suponer, señor Nimwë, el arma del crimen para los asesinatos era de este tipo. No estoy diciendo que la suya lo sea, ni que usted la empuñara, pero existe una manera de eliminarla como tal. Analizándola. No le obligaré a que la ceda para su análisis, pero le recomiendo encarecidamente que lo haga. Tenemos más armas sospechosas y nos iría bien ir descartando alguna -le expliqué.

A continuación, cerré de nuevo el arma.

-Imaginemos de todas maneras, como si fuese una especie de juego, que esta sí es en efecto el arma del crimen. ¿Quién más hubiera podido utilizarla, además de usted mismo? ¿La pierde de vista en muchas ocasiones?

Eldren frunció ligeramente el ceño cuando Celarian le sugirió que cediera su bastón al departamento. No parecía haberle gustado aquella propuesta y tampoco respondió a la ligera. Se llevó la mano al mentón y lo meditó durante unos momentos.

- ¿A qué clase de examen, pruebas... quiere someter a mi bastón? - Le preguntó. - Verá, es una reliquia familiar que no me gustaría que fuera dañada. Es muy valiosa, pero lo más importante para mí es su valor sentimental... - Hizo una pausa. - En cuanto a la otra pregunta, pues... Evidentemente que no se lo dejo a nadie. Cuando no está en mis manos está en una de mis cajas fuertes. Tengo una en la oficina y otra en mi domicilio.

-No pretendo dañarlo, señor Nimwë. Solo descartarlo como posible arma del crimen. Las pruebas únicamente consistirían en rociar con una sustancia el filo para comprobar si hay rastros de sangre y retirar un poco, en el caso de que la hubiese, para cotejarla. Eso no dañaría el arma para nada.

A pesar de dudarlo un momento, se la devolví.

-Puede venir conmigo y observar todo el proceso, si quiere. De todas maneras, podemos antes hacer otra comprobación. ¿Alguien más conoce la combinación de las cajas fuertes? ¿Alguien.... que pudiera haberla abierto, y haber cogido su bastón sin su conocimiento?

Ante el temor del efo, me adelanté a hablar. Aquella puta partida no me gustaba nada, y desde luego, al jefe se la tenía guardada. Si no me hubiese nombrado jefa del grupo no me habría tocado aquel hueso.

Entiéndalo señor Nimwë. Los crímenes se llevaron a cabo con un arma muy especial que coincide con la suya, y si alguien estuviera usándola, aprovechándose de su confianza tendríamos a la persona que estamos buscando.

A ver si esta opción le gusta más.

De repente sonó el teléfono móvil de Celarian. Se trataba de un mensajero de texto. Celarian chasqueó la lengua. Un gesto recurrente en ella cuando algo le disgustaba. Se disculpó ante Eldren, pues podía ser algo importante y sacó su teléfono. Se trataba de un mensaje de Courier.

Cita:

Mierda.

Aquello iba demasiado bien. Ahora que sentía que tenía a Nimwë contra las cuerdas, se encontraba con aquello, el otro bastón élfico y una información que no sabía de dónde salía, pero que le proporcionaba un nuevo quebradero de cabeza. Irritada, frustrada, y cabreada, miré al elfo sabelotodo. Tendría que soltarle.

Mierda, mierda, mierda.

-Tengo que irme ahora mismo, pero si es inteligente, llevará ese bastón a la comisaría y la información que le he pedido antes de una hora. De lo contrario, aunque solo sea por cinco minutos, vendré aquí con una orden para detenerle por sospechoso y le garantizo que a sus electores potenciales no le hará ninguna gracia.

Tras decirle eso, me di la vuelta y al mismo tiempo que salía a toda prisa, escribía un mensaje para el resto del grupo:

"Todos al museo. Hay que proteger a Courier".

Después, marqué el teléfono de Nine.

-Nine, he mandado un mensaje a todos. Vamos para allá. Ni de coña vas a ir tu sola con el bastón si te hueles algo. Espera dentro a que llegue, ¿me has oído?