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3 de Mayo a las 23:55 horas Comisaría de Policía Distrito Central de Nueva York.

McGee había reunido a sus hombres en la sala de briefing. Celaran Vaamar, Frank Jefferson, Zoddert Everton y Ryan Raynor, habían sido curiosamente quienes habían hecho el hallazgo de aquella elfa asesinada en el distrito de Pomonk. El cadáver había sido encontrado en el interior de una tienda de campaña de un indigente. Bruce O’Hara había estado pateando el cuerpo sin vida de aquella mujer desde que regresó a su morada, sin darse cuenta de que aquella mujer estaba muerta.

Bruce había sido detenido como sospechoso por la muerte de la elfa y se le imputaban cargos de resistencia a la autoridad en el momento de la detención. Tras el hallazgo hecho por las unidades 6 y 9, se comisión enseguida al forense que llegó al lugar del crimen a las 22:21, mucho más pronto de lo habitual. Se realizó el levantamiento del cadáver y fue llevado al tanatorio para que le fuera realizada la autopsia.

Los cuatro agentes que llevaron el caso del asesino de elfos, estaban claramente influenciados por todo lo que habían vivido meses atrás. Inmediatamente dedujeron que aquel asesinato tenía mucha relación con los otros cuatro casos. El corte limpio en la garganta, que fuera una elfa y sin que los motivos de la muerte fueran sexuales o de robo, hacían indicar que podría tratarse de un nuevo caso relacionado con los que ya investigaron.

Que el comisario McGee cerrara el caso dando por buena la declaración del enloquecido enano que respondía al nombre de Finwë Brock, no había sido del agrado de ninguno de ellos. Tras aquello, la unidad de Crímenes Raciales, fue disuelta y todos ellos regresaron a las patrullas de seguridad ciudadana. Cerrar el caso antes de las elecciones era una prioridad para los afines al partido del alcalde y sin duda el comisario había recibido muchas presiones. Todo había salido bien hasta el momento, pues no se habían vuelto a producir más asesinatos, pero ahora… ¿Qué pasaría ahora? La prensa seguro que se les echaría encima y la oposición pediría responsabilidades.

Sin embargo, la idea que le vino a la cabeza al comisario McGee fue la de tapar aquello. No relacionar aquel asesinato con los anteriores. Al fin y al cabo el asesino estaba entre rejas y a punto de ser juzgado. Podía tratarse de un imitador o de un hecho completamente causal sin relación alguna. Aquello podía salirle bien a Khorlin McGee. Lo que no sabía era que Ryan Raynor había encontrado una nota sobre el cadáver, una nota que iba en contra de los intereses del comisario.

Por otra parte, habían encontrado el teléfono móvil de la víctima. Tenía cinco llamadas perdidas de un tal Althor. Esta persona le había llamado a las 19:32, 19:40, 20:37, 21: 46 y 22:01 y estaba bloqueada en el whatsapp de la víctima. Resultó ser su antigua pareja por lo que Rurik Smith, el informático del departamento, pudo encontrar en internet en referencia a la víctima y al elfo que respondía al nombre de Althor Finthosmar.

Khorlin McGee parecía estar nervioso. Los cuatro agentes se encontraban sentados en la sala de briefing a la espera de saber porqué habían sido convocados. Pese a que su turno acababa a las 22:00 horas, aquel hallazgo provocó que se quedaran hasta que hiciera falta. No podían marcharse en ese momento y dejar el asunto en el turno de noche. Mucho era lo que tenían que hacer y dado que la nota encontrada por Ryan  les involucraba personalmente en el caso a todos ellos.

- ¿Qué coño ha pasado? - Exclamó finalmente el comisario con los puños cerrados y terriblemente enfadado. - ¡Una puta muerta! ¡Qué novedad! ¡Matan putas todos los días, joder! - Golpeó con su puño contra la mesa. - ¡Estáis armando un revuelo que no es normal! - Les recriminó su actitud. - ¡Marchaos a casa, joder! ¡No remováis más mierda! - Respiró profundamente unos cuantos segundos. Nadie dijo nada, sabían que no era el momento. - ¡Cómo algo de esto salga en la prensa! ¡Todo el jodido departamento ya habla de que cometimos un error con Brock! 

Ryan Raynor era de todos los agentes, quien más alterado parecía. No le gustaban los métodos de McGee. Consideraba que no era más que un político que se había equivocado de oficio y que había ascendido hasta la posición en la que se encontraba a base de lamer culos y de hacer favores. Raynor había estado en la guerra, era un ex-marine y no iba a dejar que aquel burócrata vestido de comisario de policía le pisara el culo y le hablara de aquella forma tan despectiva. Se puso en pie y extrajo de una carpeta la prueba encontrada en el lugar del crimen. La había introducido en un archivador transparente de plástico para que no se dañara y se encaró con el comisario.

- ¿No tiene nada que ver con el caso del asesino de elfos? - Le preguntó exasperado. - ¿Nada que ver con el caso que nos hizo cerrar de forma precipitada y que ahora puede explotarle en la cara? - Se encaró con el comisario y casi le golpeó con la cabeza en la frente. Vaamar y Jefferson tuvieron que agarrarle para que no lo hiciera. - ¡Es usted una farsa! - Le golpeó con el dedo índice sobre el pecho. - ¿Me ha oído? ¡Una farsa! - Le gritó a la cara y le lanzó la hoja sobre la mesa. 

- ¡Pero si no está ni bien escrito! - Le recriminó el comisario. - Creo que el asesino se tomaría más molestias para escribir la carta. No sabe ni como se escribe el nombre del acusado. - Señaló con el dedo sobre la palabra "Brook". - Se llama Brock, no Brook... - Agarró entonces la hoja  la arrugó tirándola a la papelera emulando un lanzamiento de baloncesto. - ¿Has visto por dónde me paso tus pruebas, soldadito? - Entonces Ryan, todavía agarrado por ambos brazos trató de zafarse de Jefferson y Vaamar, pero no lo logró y entonces le escupió a la cara a McGee. - ¿Con qué esas tenemos, eh? ¡Estas suspendido! Ahora podrías ir a beber cerveza y a estamparte borracho con el coche como hizo tu anterior superior, Johnson...

3 de Mayo a las 21:55 horas Comisaría de Policía Distrito Central de Nueva York.

Jeannine Courier acababa de regresar de Boston. No se había acabado de adaptar a la vida de inspectora en la nueva ciudad. Echaba de menos Nueva York y por ese motivo, decidió regresar a su antiguo puesto de trabajo. No había durado ni tres meses en la ciudad de su compañero Don O'Malley y sabía que se arrepentiría, pero su corazón le decía que debía regresar a casa y eso hizo. Era neoyorkina y cualquier cosa que no fuera Nueva York estaba bien para pasar una temporada, pero no el resto de la vida. 

Por suerte McGee le acogió con los brazos abiertos en su regreso al Departamento. Le asignó al turno de noche y allí estaba ella. Lista para comenzar de nuevo. Tenía ganas de volver a ver a sus antiguos compañeros. Se fue de una manera muy abrupta, pero había estado siguiendo sus avances en la investigación con bastante interés. Al final habían pillado a ese desalmado asesino de elfos y había resultado ser un enano que ya estaba en prisión por otros asuntos. Por eso se habían parado los asesinatos, todo cuadraba.

Nada más entrar de servicio, pasó por delante del despacho número 17. Dónde tanto tiempo habían pasado debatiendo acerca de pruebas, hipótesis y sospechosos. Recordaba a Peter Johnson, el agente al mando de la unidad, pero le había resultado extraño no verlo durante la rueda de prensa que se celebró el día en que finalmente cogieron al asesino. Escuchó que había sido apartado del caso por motivos extraoficiales y eso le preocupó. 

Fue en el justo momento antes de entrar al briefing, donde el jefe de servicio del turno de noche iba a asignarles compañero, vehículo y zona de vigilancia, cuando vio algo extraño. Khorlin McGee acababa de llegar al edificio del departamento y no traía muy buena cara. Sin duda alguna algo gordo estaba pasando, porque de lo contrario... ¿Qué hacía allí a esas horas el jefe del departamento de policía de Nueva York?

Eataba acostumbrada a aquellos enfrentamientos casi tanto como a mear cada mañana al levantarme. Todos los días sucedía exactamente lo mismo. El jefe empujaba y nosotros nos resistíamos, y cuando sucedía al contrario, era el jefe el que nos echaba los perros para que no le diésemos mucho por culo.

Además, siempre estaba el mantra del Departamento por delante. Cuando un caso está cerrado, lo está para siempre.

Pero aquel puto mensaje lo volvía todo del revés. Sí, podía ser un imitador. O no, podía ser el original y habíamos metido la pata. Pero en cualquier caso, suspender a Ryan.... como que no, por ahí no pasaba.

Así que me acerqué a la mesa y di un manotazo sobre ella, haciendo que todos se sobresaltasen, dejasen de hablar y me mirasen a mí.

-Mire, jefe. En primer lugar, aquí está mi placa -le dije, levantando la mano para mostrarla -. Si él está suspendido, ya puede hacerlo conmigo. Eso sí, iremos a la prensa y le diremos exactamente lo que quieren. Que tenemos un jefe gilipollas que solo quiere resultados y no le importa la población. En segundo lugar, un mensaje como ese, no está mal escrito solo porque el que lo haya hecho sea un ignorante, sino porque hay algo detrás de él. No es un error. Significa algo que no hemos descubierto aún. Y en tercer lugar, ¿no sería mejor excavar un poco por si encontramos algo y poder quedar bien con todo el mundo, sobre todo con los de arriba, en lugar de dejarles con el culo al aire y que le echen? Después de todo, ya me he acostumbrado a usted, jefe.

Acto seguido, me retiré de la mesa.

-Y sí, es un chantaje de mierda, pero lo toma o lo deja. O todos aquí o a tomar cerveza. Y para que conste, Ryan. Tú también eres un gilipollas, así que borra esa sonrisa de tu cara antes de que te la haga desaparecer de una patada en los huevos.

Jefferson respiró hondo, mientras permanecía en su asiento, teniendo de nuevo esa extraña sensación de deja vú. Raynor llevándole la contraria a McGee, Vaamar tomando la iniciativa igual que siempre, y el detective orco aún no se había tomado un café ese día, aunque lo necesitaba como agua de Mayo.

-Vamos a calmarnos -pidió Jefferson, poniendo las palmas de sus manos entre Vamar y el comisario, como si estuviera pidiendo que se detuvieran a un puñado de velocirraptores amaestrados-. No hace falta que nadie entregue su placa. Comisario, quizá el tipo del anónimo simplemente ha escrito mal el nombre de nuestro detenido simplemente porque no es enano y "Brook" le suena igual que "Brock". En cualquier caso, sea quien sea, parece que no sabe escribir demasiado bien... ¿Ha pensado que podría tratarse de un imitador?

Para el orco, era evidente que no se trataba de un imitador, pero esperaba lograr que McGee diese su brazo a torcer y se plantease que cabía la posibilidad de que el caso del Asesino de Elfos no estuviese tan cerrado después de todo. Aquello era mucho más que una prostituta muerta.

 La agente Courier estaba agradecida de volver a casa. La experiencia de Boston no había resultado en un entero desastre, pero estar lejos de su familia le resultaba insoportable. Sobre todo, porque ellos vivían en uno de los peores barrios de la ciudad y ella les brindó siempre la seguridad para que no tengan problemas viviendo allí.

Tras varios incidentes que incluyeron a su hermana pequeña, Jeaninne decidió que era mejor perder su cargo en Boston que dejar a su familia desprotegida, a la merced de los maleantes locales. Entonces estaba todo dicho, decidió volver. Aunque a decir verdad, también puede que el constante olor a whiskey barato de su compañero enano también haya tenido un poco que ver. Solo esperaba que Don no decidiera volver a Nueva York con ella.

El reencuentro con su familia solo hizo reafirmar su decisión. Ellos eran todo para ella, la joven recordó que la razón en primera instancia para inscribirse en la fuerza, y su constante entrenamiento solo se debían a su afán por proteger a los suyos. No debería olvidarlo nunca más.

[…]

La comisaría también despertó sus recuerdos, y el hecho de pasar frente al despacho N°17 la transportó a los días de la investigación de aquel asesino de elfos. Ese asunto se había resuelto de una manera muy desprolija, de eso estaba segura. El agente Johnson también vino a su memoria, y la agente Courier masticó un poco de bronca al recordar a McGee y lo poco que cuidaba a sus propios agentes.

Con esa bronca aun sin digerir llegó al briefing, solo para abrir la puerta y reencontrarse con sus antiguos compañeros. Su idea era hacer una entrada triunfal y recibir algunas sonrisas ante la sorpresa de su reingreso a la estación. Pero el escenario distaba mucho de lo imaginado momentos antes. La tensión se podía cortar con un cuchillo, así que solo se quedó parada en la puerta sin atreverse siquiera a tomar asiento.

Vamos a calmarnos. Frank repetía aquellas dos palabras siempre que podía y a menudo, intermediando entre Ryan o ella, que eran los más temperamentales del grupo. Sin duda alguna, sabía que su presencia era necesaria para hacer de contrapeso, o de lo contrario, no tardaríamos ni dos segundos en matarnos vivos.

Comisario, quizá el tipo del anónimo simplemente ha escrito mal el nombre de nuestro detenido simplemente porque no es enano y "Brook" le suena igual que "Brock". En cualquier caso, sea quien sea, parece que no sabe escribir demasiado bien... ¿Ha pensado que podría tratarse de un imitador?

¿Un imitador? De eso nada. Era el asesino, el único asesino, el que siempre habíamos buscado y que continuaba su asqueroso juego de mierda con nosotros, usando a la ciudad como si fuese su tablero de ajedrez personalizado... si es que alguien podía entender cómo se jugaba al puto ajedrez.

Pero tenía que concedérselo. Frank hacía todo lo posible por encontrar una vía para continuar la investigación y yo necesitaba agarrarme a ella como un árbol a la tierra de la cual se alimentaba. Quizás por eso, decidí permanecer en silencio y no seguir atacando. Quizás el jefe terminase "viendo la luz".

Sí, o a lo mejor se pone en posición fetal y se lame sus propias pelotas, ya que estamos, pensé, ahogando una pequeña risa.

Khorlin parecía una olla a presión. Su rostro había enrojecido de pura rabia y la veces de su cuello se marcaba de forma evidente. Si se le sumaba la tensión que sus músculos mostraban, parecía obvio que iba a estallar en cualquier momento y quién había visto enfadado alguna vez a Khorlin McGee, sabía que eso no era algo bueno.

Sin embargo, aquel enano malhumorado cerroa ojos y comenzó a contar en voz baja. Cuando llegó hasta diez respiró dos veces profundamente y luego abrió los ojos. Sus clases de control de la ira con el psicólogo estaban dando sus frutos.

- Estoy al borde de la destitución. - Confesó el comisario. - ¡No sé cómo no porqué el jodido alcalde de Nueva York se ha enterado antes que yo del hallazgo del cadáver! - Dio un golpe sobre la mesa. - ¿Periodistas? ¡No quiero a esas sabandijas metiendo su hocico en este asunto!

Khorlin comenzó a caminar por la sala de briefing. Miró entonces por la ventana como si estuviera esperando a alguien. El precio que estaba pagando por aquel asunto era muy alto. Demasiado, o eso creía.

- Vamos a hacer una cosa... - Dijo entonces. - ¡Ah, aquí está! - Exclamó el comisario y abrió la puerta de la sala.

La agente Jeannine Courier había iniciado su primer turno de guardia tras su regreso a Nueva York con bastante tranquilidad. Asignada al turno de noche, en esa primera guardia le había tocado ser pareja del veterano agente Webster, y el veterano agente Webster, al que solo quedaban dos semanas para la jubilación, sabía que hacer y dónde ir para no meterse en líos.

Pero en ocasiones, los líos llegan solos y si esos líos llevan el sello del comisario Khorlin McGee, una ya podía empezar a preocuparse. Aquel hombre en persona le había llamado solicitando su presencia en dependencias policiales. Aunque su voz era calma, no se presagiaba nada bueno.

- ¿Acabas de llegar y ya la has liado? - Dijo Webster al saber hacia dónde tenían que dirigirse. - ¡Eres rápida, joder! - Y acabó la frase con una risotada.

Llegaron al edificio y estacionaron en el parking subterráneo. Jeannine se apresuró a subir las escaleras y dirigirse a la sala de briefing. No quería perder ni un segundo esperando al ascensor. Una vez allí descubrió que McGee estaba junto a sus antiguos compañeros. Raynor, Vaamar, Jefferson y Zoddert. Justo en ese momento el comisario le abrió la puerta invitándola a pasar con la mirada.

- ¡Ocho! - Exclamó Ryan alegremente el señor de los montes y de los cafés, al ver llegar a su antigua compañera uniformada como el resto de ellos. - ¿Qué haces por aquí tú? - Le preguntó sorprendido e inmediatamente miró a McGee. - ¿Le importa que vaya a la máquina de café a buscar uno para cada uno, excepto para Vaamar que no toma? - Le preguntó al jefe y éste asintió.

Minutos después Ryan Raynor regresó a la sala portando una bandeja con cafés. Café solo muy cargado para Jefferson y Everton, un azucarillo para Zoddert y ninguno para Frank, un café con leche con dos azucarillos para Courier y cortado sin azúcar para McGee y un late macchiato para él.

- Gracias agente Raynor... - Le dijo sorprendido ante la diligencia a la hora de preparar café. ¿Cómo sabía ese tipo como le gustaba el café a todos y cada uno de los presentes? - Bueno...a lo que íbamos. - Dijo tras dar un sorbo a su café. - He decidido darles una segunda oportunidad. Recuperarán su antiguo despacho y se encargarán del caso. Esta vez no quiero a la prensa de por medio. ¿Entendido? - Miró entonces a Vaamar. - Usted está al frente de la unidad. - Le dijo a la elfa. - Tendrá a su cargo a éstos cuatro agentes, Raynor, Courier y Jefferson y Everton. Necesito resultados y los necesito ya. ¿Entendido? - Les miró a todos, pero especialmente a Vaamar. ¿Le estaba desafiando? - He mandado que suban sus archivos al despacho 17. Lo tienen todo allí. ¿Alguna pregunta?

El jefe era, a su manera, un escudo antimisiles. Detenía todos los ataques que recibía la unidad antes de que nos llegaran, aunque a cambio, descargaba su ira y frustración contra nosotros. En realidad, lo entendía perfectamente. Entendía sus reticencias y también sus preocupaciones, pero no podía aceptar que nos amenazara con destituirnos. Por ahí, no pasaba.

Cuando nos explicó lo que sucedía en realidad, lo comprendí y hasta me sentí culpable durante una fracción de segundo por lo dura que había sido. 

Una muy pequeña.

He decidido darles una segunda oportunidad. Recuperarán su antiguo despacho y se encargarán del caso. Esta vez no quiero a la prensa de por medio. ¿Entendido? Usted está al frente de la unidad.

Muy bien, jefe. 

Tendrá a su cargo a éstos cuatro agentes, Raynor, Courier y Jefferson y Everton. Necesito resultados y los necesito ya. ¿Entendido

No se preocupe, jefe. Le traeremos a ese hijo de una sawa aunque sea lo último que hagamos.

Después me giré hacia el resto. Todos estábamos dispuestos. Ese era nuestro trabajo y sabíamos hacerlo bien. Así que ahora solo quedaba empezar a reunir información... y echar unas cuentas puertas abajo. La especialidad de Ryan.

He mandado que suban sus archivos al despacho 17. Lo tienen todo allí. ¿Alguna pregunta?

Sí. ¿A qué coño estamos esperando? ¡Vamos!

-Ninguna pregunta, señor -dijo el agente orco, con su habitual tono educado y sin alzar la voz.

No era del todo cierto. Jefferson hubiera querido preguntarle al comisario enano si se encontraba en la nómina de Eldren Nimwe, pero imaginaba que la respuesta no sería nada agradable.

Todo eran buenas noticias. Recuperaban el antiguo despacho y tenían vía libre para encargarse del caso. Jefferson, como todos los integrantes de la antigua unidad, sabía que Brock sólo había sido un cabeza de turco, un hombre de paja para evitar que la unidad continuase investigando a la Asociación del Pueblo Elfico. El orco era testarudo por naturaleza y seguía pensando que aquella era un hilo del que tenían que seguir tirando para encontrar al asesino de elfos. Entretanto, siempre podían hacer creer a McGee que barajaban la hipótesis de un imitador. Por otra parte, Fourier había regresado a la ciudad y ahora formaba otra vez parte de la unidad.

-Bienvenida -le dijo Jefferson a su compañera humana, a quién Raynor había apodado como "Ocho".

El orco echó un vistazo en dirección a Jeannine, preguntándose si el "Pequeño Gran Hombre" habría acudido también con ella. Echaba de menos a ese simpático enano irlandés.

Zoddert se había mantenido callado durante la discusión, ya estaba Raynor para despotricar y meter mierda, la verdad es que últimamente le caía mejor, como si no fuera la misma persona que meses atrás le dejó con el culo al aire en la detención de un sospechoso.

No, Zoddert no se iba a meter en esa discusión, era un orco listo y ya sabía cómo ocuparse de ese malnacido e inútil enano.

Bueno, pues manos a la obra como dice el jefe.

El agente recogió la prueba hecha una bola de papel y la desestrujó, se mordió el labio al pensar en la abominación de que un jefe de policía tire la prueba de un asesinato a la basura en un arrebato, esa se la guardaba.

Gracias por el café Ryan, a este paso te voy a acabar invitando a mi boda, no como parte del banquete, sino como invitado.

No es que se fuera a casar, era un decir, aunque a raíz del caso y de la publicidad, de haber sido herido investigando a un asesino de orcos, todo ello le había hecho bastante conocido en los bajos fondos del centro, donde había conocido a su actual pareja, una elfa bastante atractiva contraria a las castas. La verdad es que Zoddert disfrutaba mucho de esa situación, que un orco llegara a ese nivel no era común, Dios bendiga a la NYPD.

La aparición de "Nine" completó el grupo. Era como si el tiempo no hubiese transcurrido para ellos, aunque obviamente, sí que lo había hecho. Un caso complicado, difícil de roer, y duro como un maldito trozo de pan de cinco días, había dejado mella en todos ellos.

Pero si podían seguir respetándose, trabajando como un equipo y cubriéndose las espaldas, lo harían bien. Yo sabía que lo conseguiríamos.

Así que al girarme y verla en la puerta, esbocé una media sonrisa, satisfecha por vernos de nuevo a todos allí reunidos, con nuestra mala leche, la indisciplina y también, la determinación, para atrapar a un puto asesino y retirarlo de las calles. Orcos, elfos, humanos y café.

No era una mala combinación.

- Está bien agentes... - Dijo el comisario. - Dejo en sus manos la resolución del caso.

Miró entonces a Vaamar. Entre ellos había habido más de un encontronazo desde que la elfa entró a formar parte del departamento de policía de Nueva York. No obstante, parecía que aquel malhumorado enano había confiado en ella para ponerla al frente de la unidad y resolver de una vez por todas aquel turbio asunto.

- ¡No me fallen! - Exclamó. - Tienen todo mi apoyo en esto. ¿Entendido?

Tras aquellas palabras se marchó y el grupo regresó a la que había sido como su casa en los meses pasados, el despacho número 17.

Se encontraban de nuevo en el despacho 17 del deparatamento de policía de Nueva York. Entre todos comenzaron a desempaquetar los archivos que habían acumulado durante los meses de investigación. Era ya muy tarde, cerca de las doce de la noche y estaban haciendo horas extra. Podía seguir trabajando hasta altas horas de la noche pero tampoco tenía demasiado sentido. El asesino había esperado unos cuantos meses de más a ser capturado y podían esperar hasta el día siguiente para ponerse a trabajar de nuevo en el asunto.

La agente Vaamar no había sido nunca jefa de nadie, pero ahora lo era y tenía que distribuir el trabajo. No sabía muy bien como iba a hacerlo ni si se iba a ganar el respeto de sus compañeros. Pero era su momento, su oportunidad de demostrar su valía. El capullo de McGee parecía que confiaba en ella; ahora le convenía, las elecciones estaban muy próximas y seguramente el misma alcalde que le incitó a cerrar el caso, estaba ahora muy cabreado con él por el fallo calamitoso que habían cometido.

Fuera como fuera, debían repartir las tareas, cuadrar horarios y quedar para comenzar a investigar al día siguiente. Podía ser Vaamar la que se encargase de todos aquellos asuntos o podían decidirlo entre todos, pero alguien debía tomar la iniciativa. Lo que estaba claro era que, tras una jornada tan larga como aquella, todos ellos necesitaban descansar para renovar las fuerzas y ponerse al cien por cien con el caso.