Partida Rol por web

- Voy a acercarme también... por si pudiera ayudarte en algo, mi querido Siart - Digo con la clara intención que me caracteriza - Nunca se sabe si un desconocido tendrá la bolsa llena o algo de utilidad - le susurro al resto de mis compañeros antes de acercarme al fenecido para tantear el terreno y los posibles testigos, siendo conocido de la taberna es probable que no pueda hacer nada, pero por intentarlo... 

Los ojos de los allí presentes se posaron sobre el cadáver, mientras la mujer que estaba a su lado miraba con odio a Morgion por el comentario que acababa de realizar. Una lágrima rodó por su mejilla, mientras se arrodillaba ante el cadáver y colocaba el torso del hombre sobre sus rodillas y comenzaba a acariciarle el cabello, como si aún estuviera vivo.

En ese momento, un hombre de pequeña estatura, ataviado con una armadura de muy buena calidad, hace su aparición por la puerta de la taberna.

Detrás de él, dos enormes soldados flanqueaban la salida, algo así como para que nadie entre ni salga del lugar, mientras que el pequeño de la armadura se acercaba al cadáver y lo miraba con recelo.

- ¿Qué ha pasado aquí? - Dijo el pequeño mientras se agachaba para inspeccionar el cadáver. - Bueno, bueno, bueno, que tajos más enormes, y que marcas de heridas... ¿seguro que está muerto no? No quiero que pase como la otra vez que al final no estaba muerto y se levantó y esas cosas. -

La mirada de la mujer que sostenía el cuerpo del hombre lo dijo todo.

- Bueno, si, está muerto, lo entiendo. -

La mujer no paraba de sollozar, y el pequeño hombre sabía muy bien que hacer.

- Pues más faena para la guardia. Madre mía... y con todo lo que tenemos que hacer... ay... -

En ese momento pareció encenderse la lamparita al pequeño, y una sonrisa apareció en su rostro.

- A ver, hombres y mujeres de la sala. ¿Quién quiere ganarse unas monedas de oro por investigar este crimen? Sé que es probable que sea una ardua tarea, pero en Nifelheim pagamos muy bien este tipo de tareas. -

La gente se giró automáticamente en ese momento.

Unos comenzaron a silbar bajito, otros metieron la cara en sus jarras y platos, y los demás, bueno, siguieron a lo suyo.

Me levanto en el momento en que el hombre entra en la taberna y se desploma para deslizarme, con fluidos movimientos hacia él.

el comentario de Morgion hace que una sonrisa aparezca en mis labios, pero trato de disimularla antes de que alguien se dé cuenta.

Escucho tranquilamente al pequeño hombre y ante la propuesta de una misión, mi mano se levanta ofreciendome voluntario.
Dinero y aventuras, creo que es lo que necesitamos en estos momentos, la inactividad nos imponen rutina y no hemos nacido ninguno de nosotros para la rutina. ¿Que quereis que hagamos? - miro hacia la mujer - Vos le conociais, lamentamos su pérdida - mis labios se silencian durante unos segundos, ¿habian salido palabras amables de ellos? efectivamente, la rutina empezaba a hacer mella en mí - ¿que podeis decirnos sobre él? cualquier cosa, habitos, lugares, profesion, entorno, que podais facilitarnos, hará nuestra tarea más sencilla y rápida.

Alcanzo a la mujer que acuna con cariño al fallecido, las lágrimas corren por sus mejillas. Tristemente en los aciagos tiempos que corren, me he acostumbrado a esto, familiares y amigos llorando por la perdida de sus seres queridos.

- Lo siento, mi señora. Si me permite, procederé a darle los últimos ritos para que puede encontrarse a la vera de nuestro dios, Pelor – digo agachándome a su lado procediendo a ello, mientras lo que parece ser un alto cargo, solicita ayuda para encontrar a los culpables.

Karag no tarda mucho en ser el primero en alzar la voz, asiento calladamente con sus palabras mientras sigo murmurando los salmos del rito. Tras terminar con ellos y cerrar los ojos del difunto, me incorporo, diciendo:

- Yo también me uniré a la causa, el culpable encontrara su justo castigo – miro al hombre de pequeña estatura – Por favor, señora, conteste a mi compañero, podría ayudarnos – termino diciendo dirigiéndome a la mujer.
 

Ulblyn miró a la muchacha que estaba junto al cadáver, y esta no pareció querer decir nada. Seguramente, ella no tenga mucha idea de lo que estaba haciendo el muerto, ni dónde se encontraba, o de quién pudo haberle dañado de esta manera. El pequeño, tampoco parecía saber mucho del tema.

- La verdad es que no sabemos mucho sobre las aventuras de este hombre, ni siquiera os puedo decir en que estaba metido o con quién estaba en el momento de su muerte. Lo que sabemos de Michael es que siempre buscaba formar grupos de aventureros, para ir a despejar de enemigos la zona y así, poder conseguir objetos y demás útiles para vender y ganarse la vida. Vamos, un aventurero normal y corriente. - Dijo Ulblyn hablándole a Karag. - Por cierto, mi nombre es Ulblyn. -

La muchacha comenzó a sollozar en ese momento, cuando de repente, una figura oscura, que hasta ahora se encontraba en una mesa apartado de la vista de todos, se incorporó.

- Cambiaformas. - Dijo y se acercó.

¿Cambiaformas? preguntó a su vez el nigromante. No, no, no, eso no nos va bien ahora, esto requiere más de mis talentos, dijo arremangándosela túncia y acercándose decidido hacia el cadaver, hasta llegar a la altura del hombre bajito con armadura.

Hacía mucho tiempo que no te veía, arpista saludó, para sorpresa de sus compañeros Lástima que no haya sido más, siempre metes en líos a todo el que se te acerca. se quejó, rememorando viejas andanzas de cuando ambos frecuentaban Melvaunt. Si me dais diez minutos a solas con el cadaver, podré averiguar qué le ha pasado. Y no, Siart, no es para lo que estas pensando. No es mi tipo...

- Oh, si, estas son marcas del ataque de una manada de cambiaformas. - Dijo el hombre saliendo de la oscuridad y dejándose ver al completo.

Era un hombre alto, vestido con ropas de cuero y una máscara le cubría la mitad de la cara, en la cual sólo se dejaban ver sus ojos tan negros como un pozo sin fondo. También, llevaba un sobrero y se podían atizbar bajo la gabardina de cuero, varias armas que brillaban con el sutil brillo de la plata.

- Esto es cosa de ellos. Os lo puedo asegurar. -

¿y este hombre está muerto o se levantará convertido en una bestia? - digo mientras me separo un paso de el cadaver por si acaso, esperando que mis compañeros hagan lo mismo que yo - ¿Que sabeis sobre los cambiaformas, maese....?

- Van Jelsin. Señor Van Jelsin. - Dijo el encapuchado mientras se acercaba al cadáver.

Se agachó ante él, le metió uno de sus dedos enguantados en la boca y después, moviendo un poco su máscara a un lado, se metió el dedo en la boca. Acto seguido, escupió al suelo.

- No. Este no se levantará. Lo han matado antes de que la maldición se fije a su cuerpo. Igualmente, si se han atrevido a dejar a alguien moribundo para que llegue hasta aquí, supongo que no desean que los molesten. Después de todo, es una comunidad bastante cerrada y normalmente hay un acuerdo de no agresión... mientras la gente no entre a su territorio no pasa nada... -

Val Jelsin se quitó el sombrero para saludar a la muchacha y darle su pésame, y después, miró a Ulblyn.

- Yo resolveré este problema, por algo soy el Gran Van Jelsin. Y lo haré gratis, como siempre. Tengo una reputación de mata monstruos en todo el mundo conocido, y no habrá cambiaformas que se me resistan. Así que, parto raudo hacia su guarida y me encargaré que los culpables de todo esto paguen por lo que han hecho. -

Y diciendo esto, el hombre hizo un giro muy teatral con su capa y salió por la puerta aún abierta como un rayo.

Ulblyn se encogió de hombros y volvió a miraros.

- Si os quedáis mas tranquilos, acompañare a Morgion mientras usa sus poderes para comunicarse con el cadáver – digo mientras miro de reojo el cuerpo sin vida de Michael, tras escuchar las palabras de Van Jelsin.

- No creo que por mucha reputación de mata monstruos que tenga, sea lo mas adecuado partir solo hacia lo desconocido, podría caer en una trampa. Espere a que nuestro compañero saque información y con gusto le acompañaremos a aniquilar a esos monstruos – grite mientras el intrépido y estúpido hombre salía de la posada a toda prisa.

- Pelor bendito, tu imprudencia te llevara a la muerte – sentencie para agacharme hasta el cadáver – Te prometo que el cuerpo no será profanado, deja que cumplamos con nuestra tarea para que pueda descansar en paz. Impartiremos justicia – dije a la mujer para levantar el cuerpo de Michael – Te sigo, Morgion.

Ñe ñigo, Morgion dijo el nigromante haciendo burla por lo bajini al sacerdote de Pelor Maldito santurrón, otro que no puedo alzar...

El nigromante arrastró el cuerpo del difunto lejos de su viuda, introduciéndolo en la cocina de la posada. Seguro que a Maese Landariel no le importa, al fin y al cabo se trata de resolver un asesinato...

Una vez en ella, el mago dejó caer el cuerpo inerte al suelo, y comenzó a sacar velas de cera oscura alrededor, musitando ensalmos de los que sólo él conocía el significado en un extraño lenguaje

...te ví a ponnéh dos velahs negrahs...   aquí y aquí...

Al cabo de diez minutos, el mago alzó la mirada hacia el sacerdote.

Esto ya casi está, ¿te importaría ir afuera a traerme un cubo lleno de agua? Pero hasta arriba ¿eh?

El sacerdote y el antisacerdote llevaron el cuerpo del hombre a la cocina, dónde el Señor Landariel estaba cocinando el jabalí que habiáis visto hace un rato. El rubio simplemente se giró y os dijo: No me pongáis todo perdido, ¿Eh? Que os conozco.

Junto a Siart y a Morgion, también entraron la mujer y Ulblyn, interesado en lo que iba a suceder allí dentro y en la información que el sacerdorte oscuro podría descubrir haciendo sus artes oscuras, pero que muy oscuras.

La puerta de la cocina estaba entreabierta, así que, los compañeros que estaban en la mesa, tenían un palco de primera para ver lo que sucedía allí dentro. Morgion colocó todo en su sitio, según vaya uno a saber que rituales oscuros, y justo antes de empezar, le pidió al sacerdote un cubo de agua... lleno hasta arriba...

- Su carencia de fe resulta molesta, Morgion * – respondí con una mirada fría acercándome unos pasos hasta el, ayudándole a recolocar el cuerpo en la mesa.

- No voy a dejarte solo con el cadáver, compañero. Dije que no te iba a dejar solo, ¿recuerdas? – digo para dirigirme a la mujer - Por favor, haz caso a la petición de Morgion, y acércanos el cubo de agua. Que el santo padre guíe tus pasos, muchas gracias.

Mientras esperamos a proseguir el ritual, comienzo a prepararme para destruir el cuerpo de Michael, si se alza como muerto viviente y Morgion es incapaz de controlarlo.

-Pelor, santo padre, el sol es tu símbolo y yo soy tu… - comienzo a murmurar
 

Mi "querido" hermano Koller respondió al sacerdote el nigromante Lo que resulta molesto aquí es su fe, precisamente. Está interfiriendo con la comunión con el más allá. Creame, que si el finado se levantara como muerto viviente no iba a hacer otra cosa que pedirme permiso para levantarse, tal es mi poder. Ahora, ya que es usted tan caballeroso como para hacer que una pobre mujer recién enviudada sea la que cargue con el cubo de agua, retirése unos pasitos para atrás, y deje ya la cantinela esa, que me disturba...

Señora, no hace falta que traiga el cubo con agua, el momento para usarla añadió con fingida inocencia ya ha pasado mientras el señor Pelorita y yo discutíamos. Ya veré qué puedo hacer sin ella, aunque me costará mucho más esfuerzo...  mintió descaradamente, puesto que el cubo de agua le era tan necesario como el acudir a una Iglesia a rezar.

Morgion, tras la pequeña discusión, se dedicó a hacer lo que más sabía... jugar con los muertos...

El Githzerai saludo a sus compañeros uno por uno, era de pocas palabras así que se sentó junto a su amigo Uapa a disfrutar de la cena mientras fuera posible, efectivamente ocurrió lo que esperaba, algo interrumpió su alimento.

Un hombre moribundo atravesó la puerta y falleció a los pocos segundos a causa de sus heridas, fuera lo que fuera era un animal grande…a juzgar por la profundidad de sus heridas.
Cuando el tal Van Helsing soltó su perorata profesional no pude más que esbozar una sonrisa en mi sobretodo, amparándome en la sombra.

Morgion se dirigió a las cocinas con el difunto para hacer lo que más le gustaba y para lo que los dioses le habían entrenado, otra sonrisa surco mi rostro cuando una vez mas les vi discutiendo.

- Hay cosas que nunca cambian eh viejo amigo, estos dos estarán discutiendo hasta que ambos traspasen el limbo.

Bien, bien, bien... murmuró Morgion dándose unos golpecitos en el mentón con el dedo índice ¿Qué podemos preguntarte primero, muertecito reciente? Oh, disculpe señora, quería decir añorado muertecito reciente...  fingió preocuparse por sus sentimientos.

¿Cómo es la muerte? ¿Qué hay al otro lado? ¿Está allí Elminster?  comenzó a enumerar, contando con los dedos Ah, ¡pero si todo eso ya lo se! ¡Qué cabeza la mía! Bueno, entonces vamos a la favorita del público... ¿cómo has muerto?

El hombre abrió los ojos de repente.

Tenía una cuenca vacía, y en la otra, su globo ocular estaba completamente rojo, inyectado en sangre, aún así, sus labios se movieron y su lengua, que estaba también bastante maltrecha, intentó responder a la pregunta que le acababa de hacer Morgion.

- He muerto por las heridas que tengo en mi cuerpo, por el desangramiento, por que una de ellas me atravezó un pulmón y alguna arteria importante. ¿Cómo he muerto? Sufriendo mucho dolor. -