Partida Rol por web

Los Acólitos se acercaron, arrastrando los pies como si sus cuerpos le pesaran y con una lentitud aterradora. Aún así, se colocaron delante de Lyla, que protegía a su compañero para que este pudiera acumular el poder suficiente para lanzar un hechizo y con sus puñales plateados, intentaron desgarrar el cuerpo de la jóven.

Uno de ellos, lanzó una puñalada de manera tal, que trastabilló, quedando a merced de la muchacha. En cambio, el otro le hizo un pequeño tajo en el brazo, del cual manó un hilillo de sangre. Cuando la daga tocó su piel, sintió un escalofrío que le recorrió todo el cuerpo, como si un torrente helado entrara por la herida y atravesara su torrente sanguíneo a la velocidad de un rayo.

Pero esto no hizo más que comenzar...

 Lyla se giró rápidamente, pivotando sobre uno de sus pies, mientras lanzaba su espada bastarda al aire tras de sí, cortando el viento como un ave de presa cerniéndose sobre un despistado conejo. Oyó un fuerte silbido antes de dirigir su arma hacia el último lugar donde se estrellaría: Uno de los acólitos, que, en una posición poco ventajosa, solo podía observar como su vida amenazaba con extinguirse...

Ni siquiera se preocupó por el otro corte. La adrenalina ya se había disparado. Lanzó un grito de guerra, e hizo descender su arma contra uno de aquellos misteriosos enemigos

El golpe de Lyla es tremendo y mortal.

Su arma parte en dos al enemigo, que cae destrozado al suelo con un golpe seco... sin embargo, de repente un humo verdoso sale de entre las ropas del Acólito que acaba de caer y sus ropas quedan completamente vacías en el suelo.

Sólo queda su daga plateada junto a su manga.

 Lyla levantó su espada del suelo, justo a tiempo para esquivar otra estocada del otro enemigo. Luego frunció el ceño

Alex, reserva tus poderes. Creo que me puedo encargar de este sola

Sabía que las habilidades de su compañero siempre conllevaban un gasto, por pequeño que fuera, y que debía gastarlas con cuidado. Aquellos personajes parecían peligrosos, pero no dudaba de poder manejar a uno sin graves consecuencias

Ahora quedaba el siguiente paso: Reducirle sin llegar a matarle

Lyla quería respuestas

Los ojos de Alexander brillaron con un destello que mezclaba el gris con un pequeño matiz verdoso bajo la luz del sol. Lyla era increíble, había conseguido deshacerse de una de aquellas criaturas sin apenas despeinarse. Estaba claro que allí el chico no tenía nada que hacer, pero para nada le molestaba.

Con un giro de muñeca, hizo que las runas muriesen en el aire, disgregándose poco a poco en el aire, pasando a ser uno con la nada. Acto seguido, se quedó mirando a Lyla con una media sonrisa y los brazos en jarras. Si, había bajado completamente la guardia. ¿Pero que debía temer, teniendo a la mentalista a su lado?

Ya se encargaría mas tarde de hacer hablar al ser, pues estaba claro que su compañera no estaba atacando para matar, sino para reducir.

El Acólito simplemente, se mueve del lugar en el que estaba apoyado y el arma de Lyla no logra impactar, sin embargo, la criatura no se queda quieta y lanza una estocada con su puñal al estómago de la muchacha, aunque algo desequilibrada por la esquiva que realizo justo antes de atacar.

Ahora, que Lyla y Alexander lo tienen justo en frente, pueden ver por dentro de la capucha gracias a un rayo de luz que incidió de manera particular en la cara del acólito.

Su rostro parece el de un anciano, pero eso no es lo más interesante... lo más interesante son sus ojos... sus ojos son dos pozos de negrura...

 Lyla frunció el ceño al ver el rostro de aquel individuo. Aquellos ojos eran como dos vórtices de negrura y vacío. Un espejo en el que mirarse... Y no ver nada

... ¿Qué eres...?

La pregunta fue casi un susurro, una mera manifestación de la perplejidad que en aquellos momentos invadía a la guerrera. Entonces el encapuchado intentó apuñalarla. Lyla esquivó sin problemas, e intentó centrarse en la batalla. Su momento de duda había sido breve, pero suficiente como para permitir que retrocediera unos pasos. Intentando alejar la lucha de Alexander, se centró en hacer retroceder a su enemigo, de nuevo intentando inutilizarle. No sabía lo que estaba ocurriendo ahí, pero, cada vez más, tenía intención de averiguarlo

El gesto de Alexander mutó hasta transformarse en algo a caballo entre el desprecio y la sorpresa. Aquello no le había gustado ni un pelo.

Esos ojos sin fondo le habían recordado a la esfera negra. Todo dolor, todo desolación. Una abyecta indiferencia hacia la vida y todo lo que ella representaba. No debían esperar ningún tipo de clemencia o vacilación por parte de aquel ser, pues el chico sospechaba que aquellas palabras habían sido borradas por completo de su vocabulario.

El ilusionista dudó un instante sobre si actuar o no. Era cierto que Lyla se estaba manejando muy bien, y que no podía malgastar su magia, pero no podía ignorar aquella mirada.

¿Acaso aquel era el poder de la esfera?

Decidió esperar un poco mas, pero no estaba dispuesto a que aquello se alargase mas de lo estrictamente necesario. No sabían de lo que eran capaces, y no era recomendable arriesgarse.

El ataque de Lyla es fuerte y dirijido a la pierna del enemigo con gran precisión.

Su arma golpea justo por encima de la rodilla de la criatura, y la pierna se separa del resto del muslo, quedando tumbada en el suelo al lado del enemigo.

El Acólito, debido a ese impacto, pierde el equilibrio y cae al suelo despatarrado. De la herida de la pierna, comienza a manar un icor negruzco que huele a rayos pero al parecer, en la caida ha perdido su arma, por lo que está incapacitado para actuar.

La criatura apoya los brazos en el suelo e intenta sentarse, pero con algo de dificultad.

En este momento, se encuentra a merced de nuestros compañeros.

Dire, de momento tengo el nivel de vía a 40, ¿Vedad?

Es para hacerme una idea de como interrogar al acólito xD

 Lyla pisó la daga con fuerza antes de que aquel individuo pudiera recuperarla, impidiéndole cualquier oportunidad de contraataque. Frunció el ceño mientras le apuntaba con la espada, y luego se dirigió a él, tan seria como amenazadora

La pelea ha acabado, pero no tengo razón para darte muerte. Cuéntanos qué está pasando aquí, y por qué nos has atacado

Giró levemente la muñeca, haciendo que el filo de su bastarda se acercara peligrosamente al cuello del extraño individuo

Ahora

De hecho, ni siquiera sabía si hablaba latín. Por otra parte, sus palabras habían sido sinceras: No tenía ninguna intención de matarle. Una vez reducido el peligro, no veía razón alguna por la que acabar con la vida de aquel ser, al menos, ninguna lo suficientemente importante. Sí, era cierto que les habían intentado matar, y también que, más adelante, el superviviente podría advertir a la misteriosa mujer de la armadura del resultado del combate... Pero era un precio que estaba dispuesta a pagar. No arrebataría una vida de forma tan gratuita, y menos de alguien indefenso... Fuera humano, o no

Lo que no implicaba que fuera a tolerar el silencio desafiante. Quería respuestas. Y las quería ya

Alexander cerró los ojos un instante cuando Lyla rebanó la pierna de aquel ser. Un corte limpio, tal y como correspondía a esas situaciones. Aquella sangre completamente negra brotaba con fiereza, manchando todo cuanto tocaba. Si aquello había sido alguna vez humano estaba claro que ese tiempo había pasado. El chico sospechaba que no sacarían nada en claro interrogando al acólito, no porque no tuviesen la capacidad de obtener respuestas, sino porque él no estaría dispuesto a dárselas.

La esfera, los ojos, la sangre...demasiadas coincidencias que habían dejado de serlo para pasar a formar parte de una correlación perfectamente sincronizada. Que aquello no eran meras casualidades era lo único de lo que estaba seguro Alexander.

Con una pequeña vacilación se acercó al encapuchado, evitando tocar la sangre, y le pisó la pierna malherida, apoyando aproximadamente la mitad de su peso en la misma. No lo hacía por morbosidad o diversión, era mas bien una comprobación. ¿Podía sentir dolor? El chico lo dudaba. Su compañera le había cortado una extremidad, y él apenas se había inmutado. Ni un solo grito, ni una sola palabra. Nada. Igual que sus ojos.

Igual que su corazón.

El ilusionista esperó pacientemente a que dijese algo. Cualquier cosa. Así sabría si necesitaría hacer uso de su magia o podrían comunicarse de manera tradicional. Algo que se unía a su montaña de dudas sobre aquella empresa.

El hombre o la criatura que estaba tirada en el suelo levantó la cabeza desafiante, haciendo que su capucha se cayera hacia atrás, dejando al descubierto un rostro completamente cubierto de cicatrices. Sus ojos, ahora que los podiáis ver bien, eran dos huecos debajo de su frente, llenos de oscuridad. El ser no tenía pelo, o por lo menos, un peinado decente. En cambio, tenía mechones sueltos por toda la cabeza, entre las cicatrices y las grapas que parecían unir pedazos de carne.

Pero eso no era lo más interesante.

Lo interesante era que sus labios, estaban cosidos unos a otros, por lo cual, era muy difícil que pudiera hablar.

Sin embargo, el ser, haciendo un esfuerzo... sonrió formando una mueca terrorífica en su rostro.

¿Pero que diab...?

Lyla se quedó paralizada. Aquello no era normal, desde luego. No era nada normal. Fuera lo que fuera eso, había dejado de ser humano hacía tiempo. Puede que lo pareciera, puede que incluso todavía compartiera todas las características de una persona normal, con notables excepciones. Pero ya no lo era. Lyla tuvo un escalofrío, y buscó la mirada de Alexander, intentando reunir fuerzas

Acto seguido, inspiró, y luego cerró los ojos, intentando calmarse. Su mano tembló durante unos segundos, como si la joven estuviera reconsiderando su anterior sentencia, como si estuviera replanteándose el dar muerte a aquella cosa y acabar con tal incongruencia, con tal insulto a la propia vida. Pero luego se mantuvo firme, y abrió los ojos, frunciendo el ceño de nuevo

No me voy a ir de aquí sin respuestas. Un par de hilos mal cosidos no me lo van a impedir

Sin dejar de mirarle, dejó su arma junto a la mochila, y sacó de esta el cuchillo que usaba para cocinar. No estaba demasiado afilado, pero era manejable, y serviría para lo que tenía pensado hacer. Dando unos pasos inseguros, se acercó de nuevo al tullido personaje que la observaba desde el suelo, y se agachó junto a él, no sin antes dar una patada a la daga para que no pudiera cogerla en un movimiento traicionero. Tardó unos segundos en reunir el valor para hacerlo, pero al fin acercó el filo a los hilos, y sin mucho cuidado los cortó, uno a uno, liberando la voz de aquel individuo... Si es que aún la conservaba

Cuando la muchacha le cortó los hilos que mantenían los labios de la criatura sellados, el engendro pareció coger una bocanada de aire. O por lo menos eso es lo que pareció al abrir grande la boca, haciendo que sus labios se cuarteen en varias partes, quedándoles colgajos de piel alrededor de toda su boca.

Pero lo extraño es que no parecía necesitar aire para sobrevivir.

Tras la bocanada, llegaron las arcadas.

No tardó mucho en vomitar sobre el suelo, una especie de vómito negro y sanguinoliento, pero eso no era lo realmente sorprendente. Lo más sorprendente era que en el vómito del suelo, había una especie de gusanos negros, muy parecido a las sanguijuelas, que se debatían entre la vida y la muerte...

Después de unos segundos, esos gusanos parecieron quedarse sin vida entre el líquido negro.

La criatura, en ese momento levantó su cabeza y miró a los aventureros de hito en hito.

Ahora su sonrisa, entre colgajos de labios, ya no parecía siniestra, sino más bien de agradecimiento.

- Gracias por liberarme. - Susurró. - Ahora podré morir en paz. -

Alexander torció el gesto y se alejó de aquel líquido negruzco levantando el brazo derecho a la altura de la tripa de Lyla con ademan defensor. A pesar de saber que aquello era completamente innecesario lo había hecho igual, mas por instinto protector que por desconfianza hacia la capacidad de supervivencia de su compañera. De hecho, si alguien hubiese viajado con ellos lo suficiente como para llegar a conocerles, sabría que la combinación inversa habría sido mas efectiva, pues la magia de Alexander (A pesar de haber mejorado notablemente en los 6 meses que llevaba al lado de la mentalista) seguía siendo demasiado lenta.

Sea como fuere, aquello, como tantas otras cosas, no había gustado nada a Alexander, y éste empezaba a formarse una idea mas o menos precisa de lo que allí estaba ocurriendo.

Por un lado, se encontraba la batalla que habían presenciado hacía escasos minutos. No había sido casualidad que dos espadachines bien formados se encontrasen en un claro de un bosque cercano a Moth y se pusiesen a luchar sin mediar palabra. El chico se mostraba escéptico frente a ésta postura. Los dos personajes debían conocerse, bien de vista o bien de manera mas estrecha. Podrían ser dos antiguos amigos separados por "algo" de gran valor, dos conocidos que combatían de manera recurrente, o cualquier cosa imaginable.

Además, estaba el pequeño problema de la esfera (simplificando la parte por el todo, pues Alexander sabía con exactitud milimétrica que aquello no se trataba de un simple e inofensivo globo de cristal), la cual no le había transmitido nada bueno cuando cruzó la mirada con la misma.

Alexander se estremeció. Todavía podía sentir aquella risa clavándose en su corazón. ¿Era la esfera la desencadenante de la lucha? Podía ser un motivo de peso, desde luego, pero el hombre de la capa lo había tenido muy fácil, y sin embargo desdeñó el objeto en cuestión.

Por último, estaban los dos acólitos. Después de la escena que se acababa de desarrollar ante ellos, una cosa era evidente. No eran humanos, sin lugar a dudas, y el ilusionista sospechaba que ni siquiera seguían vivos. No podían sentir dolor, y se comportaban como meras máquinas propulsadas a vapor, sin contar que su "sangre" era negra y rezumaba parásitos. Antes de morir, aquello les había agradecido que lo liberasen. ¿De que? ¿Acaso era una conciencia atrapada en un cuerpo? ¿O algo mucho mas complejo?

Alexander maldijo por dentro. No pudo evitar sentirse algo impotente. Si se hubiese centrado mas en el mundo sobrenatural, era posible que algunas de sus preguntas ya no lo fueran.

Miró a Lyla, y se sorprendió a sí mismo con el brazo todavía alzado y ligeramente agarrotado. Lo bajó.

-Lyl-Empezó en un intento algo patético por acortar un nombre que ya de por si era corto, pero que demostraba todo el amor que sentía por la chica-¿Donde nos hemos metido?

Esperó un instante a que la chica reflexionara antes de plantearle todas sus dudas. Sabía por experiencia que Lyla era muy metódica y analítica, cualidades que, en cierto modo, había adquirido de ella, y no quería que sus pensamientos se viesen interrumpidos a no ser que fuese estrictamente necesario.

Lyla agradeció el contacto de la mano de Alexander, pues cualquier retazo de calor humano le habría servido ante tal grotesca y bizarra visión. De todas las cosas que esperaba ver en su enemigo, un vómito negro cargado de parásitos de aspecto insalubre era quizás la última que se le habría ocurrido... Bueno, para ser sinceros, tras lo ocurrido en Cornes su imaginación se había incrementado lo suficiente como para inventarse algo más retorcido, pero igualmente resultaba impactante. ¡Y pensar que había creído estar luchando contra una persona "normal"!

Cuando Alex la observó fijamente, Lyla no pudo hacer más que devolverle la mirada. Al principio, tragó saliva, incapaz de articular sonido alguno, pero al final sus labios reaccionaron y, a pesar de que apenas era un hilillo de voz, logró responder, más con lo que sentía adentro que con una frase ya pensada o preparada

Ojalá lo supiera Y realmente lo pensaba Ojalá lo supiera Repitió, esta vez con algo más de fuerza

Durante unos segundos más, los dos observaron la escena, y al agónico personaje que se retorcía ante ellos. Solo entonces una luz se encendió en la cabeza de la cazarrecompensas, que se apresuró a preguntar antes de que el deplorable estado de aquel moribundo les impidiera resolver las múltiples dudas que comenzaban a asomarse por sus cabezas

¿Qué...? No pudo terminar la frase, y volvió a tragar saliva ¿Qué eres? Dijo esta vez con algo más de fuerza y resolución, intentando empujar la perplejidad y el horror hacia dentro ¿Qué ha ocurrido aquí?

El Acólito, aún tumbado en el suelo, intentó sentarse para estar un poco más cómodo. La herida de la pierna había dejado de sangrar de algún tipo de manera mágica y el hombre, o lo que quedaba de él, os miraba con los ojos húmedos por unas lágrimas negras que caían por sus mejillas.

- Mi nombre es... - Dijo y titubeó. - era Marcus. No recuerdo cuanto tiempo hace que fui capturado y encerrado en una mazmorra. No había hecho nada, o por lo menos, nada de lo que recuerde. Allí me alimentaron bien, no puedo quejarme. Pero lentamente, me fui convirtiendo en lo que soy. Algunos no lo logran... cuando los gusanos nacen dentro de tu cuerpo, controlan tu mente y todo lo que haces. -

El engendro se acomodó en el suelo, y continuó relatando.

- Hace unos años, un ser al que llaman El Maestro, descubrió una piedra oscura justo como la que acabáis de ver. Al parecer, pude escuchar por los pasillos que encerraban un poder antiguo, una porción de alma de alguien que pisó esta tierra hace mucho tiempo. Y eso es lo que buscan. Esas piedras negras. - Tragó saliva ( o bilis ) a duras penas para continuar. - No sé que es lo que pretenden. -